"Reglas para aspirantes", Capitulo XIX de Iniciacion Humana y Solar, por el Maestro Tibetano Djwhal Khul

Jorge Gomez (333)

Maestro Tibetano djwhal khul

CAPÍTULO XIX

REGLAS PARA ASPIRANTES

 

Existen ciertos aforismos y mandatos que el solicitante a la iniciación debe estudiar y obedecer. Hay una gran diferencia entre los términos «aspirante al sendero» y «solicitante de la ini­ciación». El que aspira al discipulado y se esfuerza por llegar a él no está comprometido, de ninguna manera, a adoptar la mis­ma actitud y disciplina específica que el solicitante de la inicia­ción y puede emplear el tiempo que quiera en hollar el sendero de probación. Quien busca la iniciación está en distinta posición, y, presentada la solicitud, debe disciplinar su vida bajo normas definidas y seguir un régimen estricto, optativo para el discípulo..

 

A continuación se dan catorce reglas extraídas de una serie de instrucciones recopiladas para quienes ansían recibir la pri­mera iniciación.

 

Regla Uno.

 

Que el discípulo investigue dentro de la profunda caverna del corazón. Si allí arde intensamente el fuego, dando calor a su hermano, pero no a sí mismo, ha llegado el momento de solicitar autorización para presentarse ante el portal.

 

Cuando el amor a todos los seres, sin tener en cuenta quie­nes son, comienza a ser una realidad en el corazón del discípulo y, al mismo tiempo, el amor a sí mismo no existe, indica que se está acercando al Portal de la Iniciación y puede prestar los jura­mentos preliminares necesarios, antes de que su Maestro entre­gue su nombre como solicitante de la iniciación. Si no le im­porta el sufrimiento y el dolor del yo inferior, si le resulta in­diferente ser feliz o no, si el único propósito de su vida es servir y salvar al mundo y si las necesidades del prójimo son para él de ma­yor importancia que las propias, recién entonces el fuego del amor irradia de su ser y el mundo podrá sentirse confortado ante sus pies. Este amor debe ser una manifestación probada y práctica y no sólo una teoría ni simplemente un ideal impracticable y un sentimiento grato, sino algo surgido de las experiencias y prue­bas de la vida, de tal modo que el primer impulso de la vida sea el autosacrificio y la inmolación de la naturaleza inferior.

 

Regla Dos.

 

Cuando la solicitud ha sido presentada en triple forma, que el discípulo la retire y olvide que la ha presentado.

 

En esto reside una de las pruebas iniciales. El discípulo debe adoptar la actitud mental de no importarle recibir o no la inicia­ción.. No debe tener ningún móvil egoísta. Sólo las solicitudes que llegan al Maestro mediante la energía engendrada por mó­viles puros y altruistas son trasmitidas por É1 al ángel que lleva los registros de la Jerarquía; sólo recibirán respuesta a sus demandas los discípulos que ansían la iniciación porque con­fiere un mayor poder para ayudar y bendecir. Quienes carecen de interés por la iniciación no recibirán respaldo esotérico, y los que por egoísmo o curiosidad ansían participar en los misterios, no atravesarán el portal y permanecerán afuera llamando. Quie­nes están dispuestos a servir y se sienten abrumados por las ne­cesidades del mundo y se les ha despertado el sentido de la res­ponsabilidad personal, han cumplido con la ley, llaman y reciben respuesta, solicitan y son reconocidos; ellos demandan mayor po­der para ayudar, y esta demanda es oída por Aquellos que silen­ciosamente esperan.

 

Regla Tres.

 

Triple debe ser el llamado, tomando mucho tiempo su enun­ciación. Que el discípulo emita su llamado a través del de­sierto, sobre los mares y a través de los fuegos que lo sepa­ran del Portal oculto y velado.

 

Bajo esta simbología el discípulo recibe el siguiente mandato: que el desierto de la vida del plano físico florezca como la rosa, para que puedan surgir sonidos y perfumes del jardín de la vida inferior y una vibración muy intensa cruce el espacio intermedio entre el jardín y el portal; que aquiete las turbulentas aguas de la vida emocional, para que en su límpida y tranquila superficie se refleje ese portal y la vida inferior refleje la vida espiritual de la divinidad interna; que a través de la ígnea hoguera purifique móviles, palabras y pensamientos, resortes principales de la ac­tividad originada en el plano mental. Cuando sean controlados, coordinados y utilizados, aunque a veces inconscientemente, estos tres aspectos del ego en manifestación, el Dios interno, enton­ces se oirá la voz del discípulo demandando la apertura del portal. Cuando la vida inferior del plano físico se ha fertilizado, lo emocional estabilizado y lo mental trasmutado, nada impedirá que se abra el portal para que entre el discípulo. Sólo la vibra­ción sincronizada con lo que está del otro lado de la puerta, de­termina su apertura, y cuando la clave de la vida del discípulo se sintoniza con la de la Jerarquía, se abrirán las puertas una tras otra y nada podrá impedirlo.

 

Regla Cuatro.

 

Que el discípulo se ocupe de cuidar el fuego, nutrir las vidas menores y mantener así girando la rueda.

 

Éste es un mandato para recordar al discípulo su responsabili­dad hacia sus numerosas vidas inferiores, que en su totalidad cons­tituyen su triple cuerpo de manifestación. Así es posible la evolu­ción, y cada vida en los diferentes reinos de la naturaleza, cum­plirá consciente o inconscientemente su función de energetizar co­rrectamente aquello que es para ella lo que el Sol para el planeta. Así el desenvolvimiento del plan logoico proseguirá con mayor precisión. El reino de Dios es interno y el deber de ese oculto Regidor interno es dual; primero hacia esas vidas que forman los cuerpos físico, astral y mental y, segundo, hacia el macrocosmos del cual el microcosmos es sólo una parte infinitesimal.

 

Regla Cinco.

 

Que el aspirante procure que el Ángel solar atenúe la luz de los ángeles lunares, permaneciendo como única luminaria en el cielo microcósmico.

 

Para cumplir este mandato, todo aspirante debe hacer dos cosas: primero, estudiar su origen, comprender su propia sicolo­gía, esotéricamente entendidos, y llegar a ser científicamente cons­ciente de la naturaleza real del ego o yo superior, actuando en el cuerpo causal. Después debe cerciorarse en el plano físico, de su innata divinidad por medio de los tres cuerpos inferiores, demos­trando progresivamente su valor esencial. Segundo, estudiar la constitución del hombre, comprender el método de funcionamien­to de la naturaleza inferior, darse cuenta de la interdependencia e interrelación de todos los seres vivientes y poner bajo control las vidas inferiores que componen los tres cuerpos de manifesta­ción. Así, el Señor solar, Realidad interna, Hijo del Padre y Pen­sador en su propio plano, se convierte en intermediario de lo que es terrenal y lo que tiene su hogar dentro del Sol. Dos ver­sículos de la Biblia cristiana ocultan en su fondo algo de esta idea, y a los estudiantes occidentales les será útil meditar sobre ellos: «Los reinos de este mundo se han convertido en el reino de nues­tro Señor y de Su Cristo», «¡O Señor, Dios Nuestro, otros señores además de Ti han tenido dominio sobre nosotros; pero sólo por Ti nosotros mencionaremos Tu nombre!». El último versículo es particularmente interesante, porque demuestra la omisión del so­nido inferior y la fuerza creadora de aquello que es de origen superior.

 

Regla Seis.

 

Los fuegos purificadores arden tenuemente cuando el tercero es sacrificado al cuarto. Por lo tanto, que el discípulo se abs­tenga de quitar la vida y que nutra lo más inferior con el producto del segundo.

 

Esta regla puede aplicarse a la conocida norma de que el dis­cípulo debe ser estrictamente vegetariano. La naturaleza inferior se embota y densifica y la llama interna no puede brillar cuando se incluye la carne en la dieta. Esta regla es rígida e inviolable para los solicitantes. Los aspirantes pueden o no consumir carne, según prefieran, pero en cierto etapa del sendero es esencial la abstención de cualquier tipo de carne y es necesario vigilar con estricta atención la dieta. El discípulo debe limitarse a las ver­duras, cereales, frutas y legumbres, pues sólo así será capaz de construir el tipo de cuerpo físico que pueda resistir la entrada del hombre real que ha permanecido ante el Iniciador en sus vehícu­los sutiles. Si no hiciera esto y pudiera recibir la Iniciación sin haberse preparado de este modo, el cuerpo físico sería destruido por la energía que fluye a través de centros recientemente esti­mulados y surgirían graves peligros para el cerebro, la columna vertebral y el corazón.

 

No pueden dictarse reglas rígidas o ascéticas, excepto la regla inicial de prohibición absoluta ?para todos los que solicitan la iniciación? de carnes, pescados, licores y el uso del tabaco. Para quienes pueden soportarla, es mejor eliminar de la dieta los hue­vos y el queso, aunque esto no es en modo alguno obligatorio; pero para quienes están desarrollando facultades síquicas de cual­quier tipo, es aconsejable abstenerse de consumir huevos y mo­derarse en el queso. La leche y la manteca entran en diferente categoría, y la mayoría de los Iniciados y solicitantes consideran necesario incluirlas en la dieta. Pocos pueden subsistir y retener todas sus energías físicas con la dieta vegetariana, pero allí está encerrado el ideal, y como bien se sabe, éste rara vez se logra en el actual período de transición.

 

A este respecto conviene recalcar dos cosas: primero, la ne­cesidad del sentido común en el solicitante, factor del cual se carece frecuentemente, y los estudiantes deberían recordar que los fa­náticos desequilibrados no son miembros deseables para la Jerar­quía. El equilibrio, el justo sentido de proporción, la debida consideración de las condiciones del medio ambiente y un sensato sentido común, es lo que caracteriza al auténtico esoterista. Cuando existe el verdadero sentido del buen humor, muchos peligros pueden evitarse. Segundo, el reconocimiento del factor tiempo y la capacidad de efectuar lentamente los cambios en la dieta y en los hábitos de toda la vida.

 

En la naturaleza todo progresa lentamente, y los solicitantes deben aprender la verdad oculta de la frase: «Apresúrate despa­cio». El proceso de eliminación gradual es generalmente el sen­dero de la sabiduría, y este período eliminatorio ?bajo condicio­nes ideales, que raras veces existen? debe abarcar la etapa que llamamos del aspirante, para que cuando el hombre se convierta en un solicitante de la iniciación, haya realizado la necesaria pre­paratoria purificación de la dieta.

 

Regla Siete.

 

Que el discípulo dirija su atención a la enunciación de esos sonidos que repercuten en el aula donde deambula el Maes­tro. Que no emita las notas menores que inician la vibración dentro de las aulas de maya.

 

El discípulo que desea pasar los Portales de la Iniciación, no lo conseguirá hasta conocer el poder del lenguaje y del silencio. Esto tiene una significación más amplia y profunda de lo que parece, porque cuando se interpreta correctamente, entraña la clave de la manifestación, el indicio de los cielos mayores y la re­velación del propósito que subyace en el pralaya. Cuando el hom­bre comprenda la significación de la palabra hablada y utilice el silencio de los altos lugares, para producir determinados efectos en algún plano, podrá ser admitido en los reinos donde cada so­nido y cada palabra pronunciada generan potentes resultados en algún tipo de materia, siendo energetizada por dos factores pre­dominantes: a) una voluntad poderosa, científicamente aplicada, b) un móvil correcto, purificado en los fuegos.

 

El adepto es un creador en materia mental, un promotor de impulsos en el plano mental, produciendo resultados en la mani­festación astral o física. Estos resultados son poderosos y efecti­vos, de ahí la necesidad de que su originador tenga una mentali­dad pura, exactitud al hablar y habilidad en la acción. Cuando el solicitante comprenda esto, se operarán inmediatamente importan­tes cambios en su vida diaria, los cuales podrían ser enumerados de acuerdo a su utilidad práctica:

 

  1. Investigará cuidadosamente los móviles y vigilará estric­tamente los impulsos originantes. De ahí que durante el primer año, donde el aspirante se dedica a preparase pa­ra la iniciación, deberá anotar, tres veces al día, las in­vestigaciones que persigue, lo concerniente a sus móvi­les y el resorte principal de su acción.

 

  1. Vigilará lo que dice y se esforzará en eliminar toda pa­labra hiriente, innecesaria e inútil. Estudiará los efectos de la palabra hablada e investigará el impulso que la ori­gina, que en todos los casos inicia la acción en el plano físico.

 

  1. Cultivará el silencio y lo guardará estrictamente en lo que a él concierne, a su tarea y a sus conocimientos ocul­tos, a los asuntos con quienes está asociado y al trabajo esotérico en su grupo. Sólo en los círculos del grupo o en relación con sus superiores, se permitirá más libertad en el lenguaje. Hay un momento para hablar y ese mo­mento llega cuando se puede servir al grupo con pala­bras inteligentes y una cuidadosa advertencia sobre las condiciones buenas o malas; cuando es necesario decirle algo a un hermano respecto a la vida interna, o al di­rigente de algún grupo; cuando un miembro por equí­voco obstaculiza al grupo; cuando ese miembro puede ayudar al grupo si se le asigna un trabajo distinto.

 

  1. Estudiará el efecto de la Palabra Sagrada y dispondrá cuidadosamente las condiciones para su empleo. Emitirá la Palabra y sus efectos girarán sobre determinado cen­tro esotérico (en ningún caso un centro físico) y, por lo tanto, influirá y reglamentará la vida.

 

El solicitante de la iniciación debe abocarse al estudio de los sonidos y las palabras, sagradas o no, y sobre todo deberán ha­cerlo intensamente los grupos esotéricos a formarse.

 

Regla Ocho.

 

Cuando el discípulo se acerca al Portal, los siete mayores deben despertar y evocar, sobre el doble círculo, respuesta de los siete menores.

 

Esta regla es muy difícil y entraña un peligro para el hombre que trata de seguir prematuramente el sendero final. Textual­mente, puede interpretarse así: que el iniciado en cierne debe desarrollar en cierto modo la vibración de los siete centros de la cabeza, y poner así en acrecentada actividad vibratoria los siete centros del cuerpo en el plano etérico, afectando, por medio de la recíproca vibración, los siete centros físicos, que inevitablemen­te quedarán estimulados cuando los centros etéricos lleguen a su máxima vibración. No es necesario extendernos sobre este punto, pues basta señalar que a medida que los siete centros de la cabeza responden al ego, los siete, centros siguientes,

 

  1. la cabeza, considerada como unidad,
  2. el corazón,
  3. la garganta,
  4. el plexo solar,
  5. la base de la columna vertebral,
  6. el bazo,
  7. los órganos genitales,

 

son también afectados, dentro de las líneas de purificación y con­trol. Esto producirá resultados en los órganos estrictamente físi­cos, a través de los cuales funciona el hombre en el plano físico. Por ejemplo, el hombre puede transferir conscientemente el fuego creador y la energía desde los órganos genitales a la garganta, o mediante el control consciente del corazón, que produce la sus­pensión de la acción del cuerpo físico. Esto no se logra por las prácticas del Hatha Yoga o el enfoque de la atención en los órga­nos físicos, sino cuando se ha desarrollado el control, por el Dios interno, que actúa a través del centro coronario, dominando así todo lo que debe conocerse referente a la energía y sus puntos.

 

Por lo tanto, el solicitante aplicará todas sus energías al des­arrollo de la vida espiritual, y éste será el resultado del recto pen­samiento, la meditación y el servicio. Por el estudio profundo de todo lo que debe conocerse referente a la energía y sus puntos focales, coordinará su vida de modo que la vida del espíritu podrá fluir a través de ella. Este estudio solo puede emprenderse ac­tualmente sin peligro en forma grupal y bajo la guía de un ins­tructor. Los estudiantes se comprometerán a no permitir expe­rimentar con sus vidas ni a jugar con los fuegos del cuerpo. Sólo se dedicarán a la comprensión teórica y a una vida de servicio.

 

Los centros se desarrollarán entonces normalmente, mientras el solicitante procura amar a sus semejantes en verdad y de hecho, a servir de todo corazón, a pensar inteligentemente y a vigilarse a sí mismo. También observará y anotará todo lo que en su vida interna le parezca relacionarse con la evolución de los centros. El instructor revisará estas notas, hará el comentario, buscará las deducciones, y los informes así obtenidos se archivarán para servir de referencias al grupo. De este modo se puede acumular mucho conocimiento útil.

 

El solicitante que abuse del conocimiento, que se dedique a «las prácticas de respiraciones para el desarrollo mediumnímico» o a concentrarse en los centros, fracasará inevitablemente en su empeño de llegar al portal, y pagará el precio con su cuerpo, con perturbaciones mentales, condiciones neurasténicas y diversas do­lencias físicas.

Regla Nueve.

 

Que el discípulo se fusione dentro del círculo de los demás yoes. Que se fusione en un solo color y aparezca su unidad. Sólo cuando el grupo es presentido y conocido, la energía puede emanar sabiamente.

 

Todos los discípulos y aspirantes a la iniciación deben encon­trar ese grupo particular de servidores al que pertenecen en el plano interno, reconocerlos en el plano físico y unirse a ellos en bien de la humanidad. Este reconocimiento se basará en:

 

a. Unidad de objetivo.

b. Unicidad de vibración.

c. Similitud en la afiliación grupal.

d. Lazos kármicos muy antiguos.

e. Capacidad para trabajar armoniosamente.

 

A primera vista esta regla parece ser una de las más sencillas, aunque no lo sea en la práctica. Errores se cometen fácilmente, y trabajar armoniosamente en el alineamiento de un grupo no es tan simple como parece. Aunque haya vibración y relación egoicas, no obstante, quizás las personalidades no armonicen. Por lo tanto, el trabajo del solicitante consiste en esforzar el aferra­miento de su ego a su personalidad, para posibilitar la rela­ción esotérica del grupo en el plano físico, lo cual se conseguirá por la disciplina de su propia personalidad, y no corrigiendo a sus hermanos.

 

Regla Diez.

 

La Hueste de la Voz, los devas, en sus graduadas filas, tra­bajan incesantemente. Que el discípulo se dedique a consi­derar sus métodos; que aprenda las reglas por las cuales la Hueste trabaja dentro de los velos de maya.

 

Esta regla se refiere al trabajo de investigación esotérica, lo cual deben realizar en un momento u otro, quienes buscan la ini­ciación. Aunque no es prudente para el que no está iniciado, in­miscuirse en la evolución paralela de los devas, sin embargo, es necesario y seguro investigar el procedimiento seguido por los constructores, y los métodos que emplean al reproducir, a tra­vés del cuerpo etérico, el arquetipo de lo que denominamos mani­festación física; sus grupos deben ser conocidos teóricamente y también considerarse los sonidos que los ponen en actividad. Por lo tanto, se requiere que todos los solicitantes hagan un estudio organizado de:

 

  1. El propósito del sonido.

 

  1. El significado esotérico de las palabras, de la gramática y la sintaxis.

 

3. Las leyes de la vibración y de la electricidad, y muchos otros estudios subsidiarios concernientes a la manifesta­ción de la divinidad y de la conciencia, por medio de la sustancia dévica y la actividad de los devas superiores. Se investigarán también las leyes del macrocosmos y se reconocerá la analogía entre las actividades del microcos­mos y la activa manifestación del macrocosmos.

 

Regla Once.

 

Que el discípulo transfiera el fuego desde el triángulo inferior al superior y preserve aquello que es creado por el fuego en el punto medio.

 

Esto literalmente significa que el iniciado controle lo que se entiende generalmente por impulso sexual y la trasferencia del fuego que ahora vitaliza normalmente los órganos genitales, al centro laríngeo, llegando a la creación en el plano mental, por medio de la mente. Aquello que se ha de crear, debe ser nutrido y mantenido por la energía amor de la naturaleza, emanada del centro cardíaco.

 

El triángulo inferior mencionado es:

 

1.          El plexo solar.

2.          La base de la columna vertebral.

3.          Los órganos genitales.

 

Mientras que el superior, como se ha señalado, es:

 

1.              La cabeza.

2.              La garganta.

3.              El corazón.

 

Esto puede ser interpretado por el lector superficial como el mandato de ser célibe, y la promesa, por el solicitante, de que se abstendrá de toda manifestación física del impulso sexual. Pero no es así. Muchos iniciados han logrado su objetivo cuando, co­rrecta e inteligentemente, participaron en la relación matrimonial. El iniciado cultiva una peculiar actitud mental, donde reconoce que todas las formas de manifestación son divinas, y que el plano físico es una forma de expresión divina como cualquiera de los planos superiores. Se da cuenta que la manifestación más íntima de la divinidad debe estar bajo el control consciente de la divi­nidad interna, y que todo acto debe ser regido por el esfuerzo de cumplir todos los deberes y obligaciones, supervisar toda acción y actuación y utilizar el vehículo físico, de modo que el grupo pueda ser beneficiado por ello y ayudado en su progreso espiri­tual, en la ley perfectamente cumplida.

 

No se puede negar que en ciertas etapas es aconsejable que el hombre logre perfecto control, en determinado sentido, por me­dio de una temporaria abstención, pero esto es un medio para un fin, que será seguido por etapas, cuando obtenido el control ­el hombre demuestre los atributos de la divinidad a través del cuerpo físico, y cada centro se use normal e inteligentemente para desarrollar los propósitos de la raza.

 

Los Iniciados y Maestros contraen matrimonio en muchos ca­sos, y normalmente cumplen con sus deberes conyugales y domés­ticos como esposos y esposas, pero se controlan y regulan por el propósito y la intención, y ninguno se deja llevar por la pasión ni el deseo. En el hombre perfecto, en el plano físico, todos los centros están completamente controlados, siendo su energía uti­lizada legítimamente. La voluntad espiritual del divino Dios in­terno es el factor principal; así habrá manifiesta unidad de es­fuerzo en cada plano, por medio de todos los centros, para el ma­yor bien de un mayor número.

 

He tratado estos temas porque muchos estudiantes se con­funden y adoptan una actitud mental que atrofia completamente la naturaleza física normal, o bien se entregan al libertinaje bajo el pretexto de «estimular los centros» y acrecentar el desenvolvi­miento astral. El verdadero iniciado debe ser conocido por su prudente y santificada normalidad, por su constante conformidad con lo que es para bien del grupo, según las leyes del respectivo país, por el control y abstención de todo tipo de excesos y por el ejemplo de vida espiritual y rectitud moral que da a sus asocia­dos, juntamente con la disciplina de su vida.

Regla Doce.

 

Que el discípulo aprenda a utilizar su mano para servir; que busque en sus pies la marca del mensajero; que aprenda a ver con el ojo que observa, situado entre los dos ojos.

 

Esta regla parece fácil de interpretar a simple vista, como si se le ordenara al aspirante utilizar las manos para servir, los pies en los mandados jerárquicos y desarrollar la clarividencia. Pero el verdadero significado es mucho más esotérico. Comprendido ocultamente, el «empleo de las manos» es la utilización de los chakras o centros de las palmas de las manos para:

 

  1. Curar las dolencias corpóreas.
  2. Bendecir y curar las dolencias emocionales.
  3. Elevar las manos en oración, o emplear sus centros du­rante la meditación, cuando se manipula materia y co­rrientes.

 

Estos tres puntos requieren cuidadosa consideración, y los estudiantes occidentales pueden aprender mucho si estudian la vida de Cristo y consideran Sus métodos al emplear Sus manos. Nada más se puede agregar, pues el tema es demasiado vasto para que nos extendamos en este breve comentario.

 

La «señal del mensajero» en los pies, se refiere a ese bien co­nocido símbolo de las alas en los pies de Mercurio. Mucho se le revelará al estudiante sobre este tema en las escuelas esotéricas, que sintetiza todo cuanto se sabe acerca del Mensajero de los Dio­ses, y también se estudiará cuidadosamente la información que los estudiantes de astrología han adquirido sobre el planeta Mercurio y la que los estudiantes de esoterismo han reunido acerca de la ronda interna.

 

Superficialmente, la expresión «el ojo que observa, situado entre los dos, parece significar el tercer ojo que utilizan los cla­rividentes, pero su significado es mucho más profundo y se oculta en los siguientes hechos:

 

  1. Que la visión interna es aquello que todos los seres au­toconscientes, desde un Logos a un hombre, están des­arrollando.

 

  1. Que el ego o yo superior es, respecto a la mónada, lo que el tercer ojo es respecto al hombre, por lo tanto, se lo describe como si mirase entre la mónada o yo es­piritual por un lado, y el yo personal por otro.

 

Por consiguiente, en su sentido más amplio, esta regla incita al aspirante a desarrollar la autoconciencia y a aprender a actuar, en cuerpo causal, en los niveles superiores del plano mental, con­trolando desde allí los vehículos inferiores y viendo claramente todo cuanto puede verse en el pasado y en el futuro en los tres mundos.

 

Regla Trece.

 

El discípulo debe aprender y comprender cuatro cosas antes de serle revelado el misterio más recóndito: primero, las le­yes que rigen aquello que irradia; segundo, los cinco signi­ficados de la magnetización; tercero, la transmutación o el se­creto perdido de la alquimia y, por último, la primera letra de la Palabra impartida o el oculto nombre egoico.

 

No podemos extendernos sobre esta regla. Se refiere a mis­terios y temas demasiado grandes para ser tratados aquí. La in­cluimos en estas reglas para que sirva de tema de meditación, estudio y reflexión grupal.

 

La regla final es muy breve y consiste en cinco palabras.

 

 

Regla Catorce.

 

Escuchen, toquen, vean, apliquen, conozcan.

 

Estas palabras conciernen a aquello que los cristianos llama­rían la consagración de los tres sentidos principales y su empleo en la evolución de la vida interna espiritual. Luego se aplica lo aprendido y comprobado, seguido por la fructificación del cono­cimiento adquirido.

 

3 comentarios

  1. gracias, este es un largo camino, gracias, hace tiempo que comence a andar, gracias, falta tanto para llegar pero gracias por siempre estar y vigilar. con amor 😉

  2. mil gracias maestro tibetiano se requiere mas diciplina i mucha perseveracion lo lograremos con tu ayuda ….recuerda recordar ser conciente.

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