El Reino Perdido de Agharti o nuestros recuerdos del Mundo Subterráneo. Parte 3.

Eva Villa

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En este artículo continuaremos analizando el mito de Agharti. Para una mejor comprensión, se recomienda la lectura previa de la primera y segunda parte.

Cerrábamos el último artículo, haciendo referencia a Preste Juan, un Rey mítico que dicen gobernaba el reino subterráneo de Agharti, y que llegó a ser conocido como “El Rey del Mundo”. Pero… ¿qué hay de verdad es esa leyenda? ¿Dónde termina la fantasía y empieza la realidad? Vamos a intentar dar una respuesta, repasando las opiniones de varios expertos que han profundizado en el mito a lo largo de la historia

Relatos Medievales

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La creencia en elRey del Mundo” de Agharti fue expresada en primer lugar por Athanasius Kircher en su obra “Mundus Subterraneus (1665)”, en la que sitúa el corazón del reino de Preste Juan en Mongolia. Seguidores posteriores de esta teoría han citado evidencias de que el imperio de ese Rey abrazaba “las tres Indias y las tierras que se extendían más allá de la India”. Más recientemente, André Chaleil declaró en su libro “Les Grands Inities de Notre Temps (1978)” lo siguiente:

Después de todo, los esotéricos de todas las épocas han hablado del reino subterráneo de Agharti, y si pensamos en la Edad Media veremos que el enigmático Preste Juan no era otra cosa que la entidad gobernante sobre ese vasto y desconocido reino”.

Baring-Gould en su libro Cliff-Castles and Cave Dwellings in Europe (1911)” cuenta otra historia asombrosa sobre un descenso a un misterioso mundo subterráneo.

Se cuenta una historia del padre Conrad, el confesor de Santa Isabel de Turingia, un hombre bárbaro y brutal, que fue enviado a Alemania por Gregorio IX para quemar y masacrar a los herejes. El papa lo llamó su ‘dilectus filius’. En 1231 se vio implicado en una controversia con un profesor herético que, batido en sus argumentos, de acuerdo con el relato de Conrad, se ofreció mostrarle a Cristo y la Virgen Bendita, quienes con sus propios labios ratificarían la doctrina enseñada por el hereje. Conrad aceptó y fue conducido a una cueva en las montañas. Tras un largo descenso, entraron en un salón brillantemente iluminado en el que estaba sentado un rey sobre un trono de oro. El hereje se postró con adoración y pidió a Conrad que hiciera lo mismo; pero este sacó una hostia consagrada y conjuró a la visión, en cuyo momento todo desapareció”.

Parece incuestionable la similitud entre ese “Rey sobre un trono dorado” con el “Rey del Mundo” de Agharti.

Si nos adentramos un poco más en la historia, encontramos que la fábula alemana del Flautista de Hamelín, se halla también vinculada con la leyenda de Agharti por sorprendente que parezca.

Harold Bayley y Robert Dickhoff estaban convencidos de que la fábula estaba basada en ciertos acontecimientos reales, y que el citado flautista fue un habitante del mundo subterráneo.

Dickhoff dice así:

Hay una historia bien conocida, contada y recontada, que habla de una ciudad de Alemania llamada Hamelín que sufría la plaga de las ratas, y de un extranjero que con el efecto sonoro de su flauta mágica encantó a los animales para que le siguieran a un lugar donde todos ellos fueron ahogados. Y cómo, tras negarse a pagar la recompensa acordada al flautista, de nuevo utilizó este la magia de su flauta tocando otras melodías que encantaron a todos los niños de Hamelín para que le siguieran. Cuando hubo llevado a sus víctimas a una cierta montaña, apareció un pasadizo oculto a través del cual pasaron todos los niños y el flautista y no volvieron a ser vistos nunca”.

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Dickhoff se pregunta entonces: “¿Qué conocimiento tenía el extranjero de aquel pasadizo o túnel, y adónde llegó realmente con su carga humana?”. Sugiere que su destino era Agharti, y añade “No todas las similitudes pueden ser siempre coincidencia”.

Harold Bayley va más allá, y especula con que el flautista y los niños entraron en un pasadizo en las montañas Koppenburg de Alemania. Quizás la verdad de lo acontecido nunca se compruebe, pero no hay duda que algo cierto debe existir en una leyenda que se repite tantas veces, y en tantas partes del mundo.

El otro viaje de Colón y las Leyendas Americanas

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El gran Cristóbal Colón, descubridor de un nuevo mundo, figura también en la misma leyenda. Según varios relatos de su viaje a América, él había escuchado historias de enormes pasadizos subterráneos cerca de las Antillas, susurrados por los caribeños en el año 1493.

Los nativos afirmaban que en el antiguo reino de las guerreras femeninas, las “Amazonas” (de las que se dice se habían asentado en la Martinica), había túneles que se extendían “más allá del conocimiento del hombre. Las amazonas los utilizaban como refugios cuando eran atacadas por enemigos o acosadas por cualquier tipo de peligro. Allí se podían esconder, y si los avances del enemigo persistían, podían engañarlos para adentrarse en la red de túneles subterráneos, donde terminaban encontrando sus perdición. Sin embargo, no existe ninguna prueba de que Colón descubriera el origen o el alcance de esos pasadizos. Lo que llegó a saber, nosotros nunca lo sabremos.

También hay considerables evidencias históricas de enormes redes de túneles subterráneos tanto en la América del Norte como en la del Sur y Central; lo mismo puede decirse del otro lado del Atlántico en África, Europa y Asia, que serán tratadas más adelante. Por el momento, baste decir que la evidencia refuerza la afirmación de que la leyenda de Agharti era mundialmente conocida desde muy antiguo, y ese en sí mismo, ya constituye un hecho extraordinario.

Palabras Sabias de la India

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Hay otro continente al que debemos dirigir nuestra atención, pues particularmente desde sus antiguas tradiciones y enseñanzas emergió un cuadro más completo de Agharti. Este continente era la India, y como resultado directo de las investigaciones allí realizadas, el mundo subterráneo pasó de ser solo una leyenda, aunque muy popular, a convertirse en punto central de un intenso estudio en investigación.

Como sabrá cualquiera que tenga el más ligero conocimiento sobre la India, su cultura es una mina absoluta de saber antiguo y leyendas cósmicas, y el estudio de su historia es realmente fascinante y lleno de maravillas. Aunque esta “historia” está autorizadamente documentada desde el siglo VI antes de Cristo, en gran parte lo que ocurrió en tiempos prehistóricos ayudó a dar forma a la civilización de la India, y dio lugar a las grandes filosofías morales que siguen fluyendo hoy en día sobre millones de personas en todo Oriente. Las más antiguas obras literarias de la India son los himnos del Rig-Veda, que ciertamente están basados en tradiciones orales mucho más antiguas, y describen la invasión de las tribus arias, cuya fusión con la población local entre los años 1700 y 1200 a C dio lugar a la nación moderna. Sin embargo, son los tiempos anteriores a ese período los que tienen mayor interés para nosotros, pues de ellos proceden las primeras historias de un mundo subterráneo.

Esas eras prehistóricas son conocidas con el nombre de prevédicas (es decir, anteriores a los textos del Rig-Veda), y durante las mismas, la India se extendía sobre una zona mucho mayor que la actual. De acuerdo con el gran orientalista anglo-germano Profesor Friedrich Max Muller (1823-1900), en su vasto estudio “Sacred Books of the East (1875)”, por aquel entonces había tres Indias: una superior, una inferior y una occidental.

Muller dice que la India occidental era lo que hoy es Irán, y entre otros países consideraba parte de esa nación al Tíbet, Mongolia y a las regiones tártaras de Rusia.

También afirma que hay buenas razones para sospechar que las grandes civilizaciones del mundo primitivo -Egipto, Grecia y Roma- recibieron realmente sus leyes, artes y ciencias de esa India pre-védica en donde una vez habitaron varias razas que precedieron a la nuestra.

Una de las tradiciones universales aceptadas por todos los pueblos antiguos consistía en que hubo muchas razas de hombres anteriores a nuestras razas actuales. Cada una de ellas era distinta de la que le precedió, y cada una desapareció cuando apareció la siguiente”.

El profesor Muller cita un antiguo manuscrito brahmánico “The Code of Manu”, que habla de la existencia de seis razas anteriores a la nuestra, y cita: “Y allí surgieron de Swayambhouva, o el ser que existe por sí mismo, otros seis manus, cada uno de los cuales dio lugar a una raza de hombres. Estos manus, todos poderosos, de los que Swayambhouva es el primero, en su tiempo produjeron y dirigieron cada uno este mundo compuesto de seres móviles e inmóviles”.

El profesor Muller nos dice a continuación que en el corazón de esta “cuna de la humanidad” había una isla asentada en medio de un gran mar interior. Este mar ocupaba lo que son ahora los lagos salados y los desiertos de Asia Central hasta el norte de la cadena montañosa del Himalaya. La isla era muy hermosa y sobre ella habitaban los últimos restos de la raza que precedió inmediatamente a la nuestra. Aquellas gentes eran una especie verdaderamente notable. De acuerdo con el profesor:

Esta raza podía vivir con igual facilidad en el agua, aire o fuego, pues tenía un control ilimitado sobre los elementos. Eran los ‘Hijos de los Dioses’. Fueron ellos los que impartieron al hombre los más extraños secretos de la Naturaleza y le revelaron la palabra inefable y ahora perdida. Esta palabra ha recorrido el Globo, y aún permanece como un eco alejado y moribundo en los corazones de algunos hombres privilegiados”.

Sin embargo, a pesar de sus poderes absolutos, estos pueblos no pudieron evitar la desaparición y extinción final de su isla, a la que llamaban ‘Shangri-La’. Se cree fueron destruidos por un holocausto de algún tipo. El nombre Shangri-La, fue recuperado por James Hilton para ilustrar su maravillosa novela “Horizontes Perdidos”, que en cierto modo hace referencia al mismo mito.

Quizá, sin embargo, la información más interesante que procede de esta investigación es que esta isla perdida estaba unida al continente por medio de túneles secretos.

No existía comunicación con la bella isla por mar, pero pasadizos subterráneos que solo conocían los jefes comunicaban con ella en todas direcciones. La tradición señala a muchas de las majestuosas ruinas de la India, Ellora, Elephanta, y la cavernas de Ajunta -en las cadenas montañosas de Chandor-, con las que estaban comunicados esos mundos subterráneos”.

El profesor, junto con algunos de sus sucesores, se preguntó si esta descripción de una isla perdida podría ser una variante de la leyenda de la Atlántida, y sopesó las implicaciones de que la tradición sobre una masa de tierra que desapareció bajo las aguas, fuera de algún modo traspasada desde el océano Atlántico al continente de la India. Se podría reflexionar largo y tendido sobre ello.

Mientas el profesor Muller estaba escribiendo y publicando su obra maestra, un profano francés que vivía en la India, se sintió fascinado por el tema; en particular por el saber popular sobre mundos anteriores al nuestro. Al igual que el orientalista anglo-germano, este francés escuchó las referencias sobre un reino perdido y sobre la existencia de una red de pasadizos subterráneos que conectaban con él. Pero él decidió investigar sobre el terreno para descubrir si la leyenda era o no algo más que eso.

Este francés se llamaba Louis Jacolliot, y su investigación iba a empezar a desvelar el misterio de Agharti.

La historia de Louis Jacolliot será desvelada en el próximo artículo. Mientras tanto, espero que hayáis disfrutado de la lectura, y que los secretos del Reino de Agharti hayan despertado vuestro interés, y quizás algún que otro recuerdo olvidado.

AUTORA: Eva Villa, redactora y traductora en la gran familia de hermandadblanca.org

FUENTE; “El Mundo Perdido de Agharti” de Alec McClellan

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