RUMBO A LA ALIMENTACIÓN PRÁNICA – Josep Mª Montserrat

Rosmary Guerrero


«La alimentación pránica contiene todos los nutrientes y toda la energía que precisa el organismo y en su estado más puro. Además, está constantemente disponible.»

ESCUCHA…

LEE…

El acceso a la sutil alimentación Pránica, sólo es posible desde la plena toma de conciencia de nuestra realidad. Pero antes, debería entenderse cuál es realmente la auténtica alimentación del ser humano y por qué éste se ha desviado de ese camino.

La forma actual que utiliza el ser humano para alimentarse es muy amplia y sofisticada, y ha llegado a ella fruto de un proceso adaptativo más que evolutivo. Evolucionar implica consolidar cambios estructurales sin que haya vuelta atrás, pero adaptarse supone modificar temporalmente y de la mejor manera posible las situaciones adversas, a modo de supervivencia.

El sistema digestivo originario del ser humano está diseñado para digerir perfectamente las distintas variedades de frutas, frutos y semillas que la Naturaleza nos ofrece cuando han sido nutridas por la tierra y el agua, oxigenadas por el aire, cocidas por el sol y maduradas en los árboles y plantas. Hoy en día, la mayoría de los alimentos que se ingieren son muy diferentes de los que realmente le son propios a ese sistema digestivo originario o se hallan en un bajo nivel nutritivo y contaminados con sustancias intoxicantes e incluso venenosas. Esta es una de las principales causas de que la falta de salud plena se haya generalizado, de que aumenten las enfermedades cada vez más y de que éstas aparezcan con mayor frecuencia y a menor edad.

La paleontología y la anatomía comparativa nos demuestran que el sistema digestivo del ser humano es idéntico al de los animales frugívoros y muy diferente al de los herbívoros o carnívoros. Además de antropólogos, los grandes sabios espirituales y los auténticos escritos de antiguas religiones, nos muestran y hablan con mayor o menor énfasis, de que la alimentación más adecuada para el ser humano son las frutas, los frutos y las semillas. Haciendo hincapié en que esa alimentación es útil tanto a nivel físico, como mental y espiritual, debido a la constitución orgánica del ser humano y por respeto a los otros seres animales, hermanos de viaje en la Tierra.

Una de las pruebas irrefutables de que eso es así, son los grandes beneficios que, tanto para recuperar como mantener la salud, se producen cuando se emprenden cambios sustanciales en el tipo, forma y manera de alimentarse. ¿Qué terapia natural y efectiva deja de contemplar, aparte de las sustancias naturales que utilice, los cambios en los hábitos alimenticios?

La forma en cómo se alimentaban los primeros seres humanos en la Tierra, se ha ido modificando a lo largo de la historia por diversos motivos. El principal se produjo al cambiar su hábitat natural, fruto de las inquietudes y su curiosidad innata; su incansable búsqueda por saber quién soy, qué hago aquí y a qué he venido. En el transcurso de los tiempos se fue desplazando de su hábitat natural, alejándose de donde podía alimentarse sin problemas durante todo el año y dónde el clima favorecía su constitución física. Este lugar es el que se hallaba cerca de los trópicos donde abundaban durante todo el año frutas, frutos y semillas, y que gozaba de una cálida temperatura. La inquietud por cuestionarse y hallar respuestas a su búsqueda personal, le llevó a investigar y a alejarse de su hábitat natural, y entonces tuvo que utilizar el ingenio para buscar fuentes alternativas de alimentos con las cuales aplacar el hambre y asegurarse la subsistencia.

Son diversas las etapas que se producen a lo largo de los épocas, durante las cuales fue incorporando, según las nuevas zonas habitadas, alimentos distintos a los que le eran naturales y saludables a su sistema orgánico. Estas etapas pueden agruparse en grandes bloques, tales como:

La incorporación de diversas plantas salvajes, por imitación de los animales herbívoros.
La matanza de animales para ingerir carne cruda, por mimetización de lo que hacen los animales carnívoros u omnívoros.
El descubrimiento del fuego y su aprovechamiento para calentarse y cocer las carnes.
La utilización de granos -los cereales- que tienen que ser cocidos y el desarrollo de su cultivo en los asentamientos de las comunidades.
La revolución del desarrollo de la industria de la alimentación y la elaboración de los alimentos procesados y manipulados, con la idea de conservarlos durante largo tiempo.
El desarrollo de la agricultura intensiva y altamente productiva, mediante la utilización de los transgénicos, con la idea de conseguir altas producciones en poco espacio.
La intención futura de crear compuestos artificiales mediante la química, con la idea de suplir los alimentos y tenerlos siempre disponibles a conveniencia.

Una de las necesidades básicas que cualquier ser en la Tierra precisa para sobrevivir es la de conseguir aquel alimento que le proporcione la energía y los determinados nutrientes que su organismo necesita y que a él por si mismo le es imposible elaborar internamente, debiendo recurrir a su ingesta externa. Son las herramientas que precisa para su buen funcionamiento y una buena salud.

El tipo y formato de los nutrientes que el humano o los diferentes animales precisan, vienen dados por la tipología de su funcionamiento orgánico y para ello utiliza un sistema digestivo especifico en cada caso, diseñado y preparado de forma altamente eficiente para  procesar y obtener los nutrientes que necesita extraer del alimento que ingiere. Con esa finalidad, cada sistema digestivo requiere de unos grupos determinados de alimentos y éstos, al ser procesados de forma correcta, le proporcionan saludablemente todo cuanto precisa sin dejar residuos intoxicantes. Contrariamente, cuando ingiere alimentos inadecuados para su sistema, los residuos tóxicos a la larga le causarán alteraciones, sobrecarga de los órganos y desequilibrios funcionales, que desembocarán en disfunciones y éstas en enfermedades.

Para que funcione correctamente, cada organismo precisa de nutrientes variados; algunos son más densos como las vitaminas, los minerales, los ácidos grasos, los aminoácidos, los carbohidratos… Y otros son más sensibles y vivos como los fitonutrientes, los bionutrientes, las enzimas… Pero hay un nutriente universal más sutil y que es el rey de los nutrientes: la Energía Vital. Mediante los nutrientes más densos se obtienen las herramientas y la energía material para que puedan funcionar los más de 100 billones de células que configuran un organismo. Con los nutrientes más sensibles y vivos, se aportan componentes importantes para mantener viva la vida orgánica -la vida crea vida y lo denso crea densidad-, y todo es necesario para la vida orgánica. Pero con la Energía Vital se obtiene el sostén de toda vida creada, ya sea densa como sutil o física como mental.

Todos estos nutrientes pueden obtenerse en las muchas y variadas fuentes que nos ofrece la Naturaleza: las frutas, los frutos, las semillas, las plantas, los granos, las carnes, las cortezas, las ramas, las hojas… Incluso plantas como el tabaco y otras altamente venenosas contienen cierta cantidad de nutrientes. Existen todas las formas necesarias para atender de manera saludable las necesidades de los distintos seres que habitan la Tierra y que poseen sistemas digestivos específicos para ello. Hay animales que comen plantas altamente venenosas que los nutren saludablemente, mientras que a otros esas plantas los intoxican y envenenan. Cada especie necesita lo que le es específico. Sólo cuando la mano del hombre interfiere en la alimentación original de sí mismo o del animal alterándola o procesándola, es cuando se producen los problemas y se generan las enfermedades.

En el entorno de su hábitat natural y debido al equilibrio regulador que proporciona la Naturaleza, los animales carecen prácticamente de enfermedades. Los animales son seres guiados por el instinto, con lo cual eligen sin condicionantes el alimento más adecuado. El hombre posee la capacidad de raciocinio y goza de libre albedrío, con lo cual puede variar su instinto o intuición para decidir qué quiere comer. Ambos reinos, el humano y el animal, comparten la capacidad de sentir, aunque de manera diferente. En el reino humano intervienen las emociones y los sentimientos; en el reino animal, sólo los sentimientos.

A grandes trazos y según sea la alimentación de los seres, podemos agruparlos en:

Frugívoros: Comedores de frutas. (Primates, hombres…)
Herbívoros: Comedores de plantas. (Vaca, elefante, jirafa…)
Carnívoros: Comedores de cualquier tipo de carne. (León, tiburón…)
Omnívoros: Comedores de distintos tipos de alimentos. (Oso, cerdo, gallina…)

Dentro de estos grupos, hay diferentes variantes en función de la actividad que realizan y de los alimentos específicos que ingieren. Esto lo hacen guiados por el instinto que es lo que le señala qué alimentos precisa y cuándo los precisa, sin cuestionarse ni cambiar nada al respecto. De ahí que podamos obtener nutrientes de casi todo lo que la Naturaleza nos ofrece. Lo realmente importante es que esos nutrientes sean biodisponibles para cada sistema digestivo específico y hayan sido diseñados para él.

Al ser guiados por el instinto, los animales distinguen claramente el tipo de alimentación que precisan. En cambio y debido a su raciocinio, el ser humano tiene la libertad de elegir qué tipos de alimentos tomar, aunque aquellos que elija sean menos saludables e incluso perjudiciales para su organismo. Debido a las circunstancias fruto de sus decisiones, el hombre se decantó hacia una alimentación más omnívora y cada vez en más alto grado carnívora. En la actualidad y debido a la forma de obtención y procesamiento, esta clase de alimentación está llena de sustancias venenosas para el ser humano. A eso hay que sumar la influencia de las circunstancias vividas, los hábitos creados, las presiones recibidas o incluso los intereses ajenos… Todo ello, está provocando que la mayor parte de las enfermedades que se desencadenan en la actualidad, provengan de esos hábitos alimenticios insanos y tan distanciados de su sistema digestivo original.

Los omnívoros, por ejemplo, tienen la capacidad de asimilar tanto la proteína animal como la vegetal. Para sobrevivir son oportunistas y gracias a sus características anatómicas y fisiológicas, especialmente con respecto a los dientes y los procesos internos, se adaptan a diferentes tipos de alimentos. Como ya hemos comentado, el ser humano es claramente frugívoro, aunque se auto-imponga para justificarse y acallar la conciencia, la atribución de omnívoro. Se dice que la dieta natural humana es omnívora, con lo cual se incluiría la carne en ella; pero el hombre pertenece a la familia de los frugívoros, tal y como hemos argumentado, y lo que realmente ha hecho en el transcurso de los tiempos por la insistencia en comer carne, es adaptarse en cierta manera a ese alimento que le es ajeno, pero sin poder evitar que los residuos sobrantes y la biodisponibilidad de esos nutrientes le afecte, en cierta modo, de forma insalubre.

El ser humano empezó a consumir cierta cantidad de carne en la Edad de Piedra. Su alejamiento del hábitat natural y la última glaciación, provocó que sus alimentos de origen fueran escasos y, entonces, empezó a comer carne para sobrevivir. Al insistir en ello, el organismo inició su etapa de adaptación a ese nuevo alimento y a aproximarse al omnivorismo. Si el ser humano realmente fuera carnívoro u omnívoro, seguiría comiendo la carne cruda tal y como lo hacen los animales carnívoros u omnívoros; en cambio, tiene que cocinarla, ya sea hirviéndola, friéndola, asándola… o disfrazándola para poder ingerirla. Además,  la mayoría de la gente sería incapaz de conseguirla directamente por sus propios medios, a diferencia de los animales carnívoros que la arrancan con sus poderosos dientes caninos o los omnívoros que, con menos estructura dental, la ingieren de pequeños animales o pedazos de ellos ya desgarrados.

Con el descubrimiento del fuego que reblandecía la carne, el ser humano ya pudo empezar a tomar cantidades mayores y conservarla por cierto tiempo. Pero, a partir de aquel momento, al organismo se le presentaron dos problemas, que hoy por hoy, todavía ha sido incapaz de resolver totalmente:

1) La ingesta en crudo sin una posible buena masticación, que resultaba insano para su estómago debido a sus características digestivas y de ácidos.

2) El de cocerla, ya que con ello cambiaba su estructura proteica y transformaba ciertos nutrientes, con lo cual le eran de menor aprovechamiento y dejaban un alto índice de residuos inservibles que tenía que procesar y eliminar.

En ambos casos, los residuos de esas digestiones intoxican al organismo, siendo esa intoxicación exponencial al aumentarse las cantidades ingeridas de ese alimento. El organismo ha tenido que adaptarse para convivir con ese alimento y tratarlo de manera que le afecte lo menos posible. Pero aún así, los grandes abusos de los alimentos que le son impropios y añadir a éstos otros alimentos procesados, desnaturalizados, refinados, y sustancias venenosas con las que se obtienen o tratan, le ha llevado a una constante sobresaturación orgánica y a un alto desgaste que ha desembocado en la aparición de cada vez más y mayores enfermedades a más temprana edad.

Los seres animales se guían por su instinto y se alimentan sólo de lo que les es innato a su información celular, llegando casi a morir de hambre antes que tomar otros alimentos que le son impropios. El ser humano nace sin los fuertes incisivos para despedazar la carne y sin la caja de cerillas que le permita encender un fuego para cocerla. A diferencia del ser animal, el ser humano posee la capacidad de raciocinio y antes de morir de hambre es capaz de comer incluso carne humana. Comer carne animal como medio puntual de supervivencia puede considerarse correcto, pero integrarlo como un hábito y juguetear con ella y con los seres animales, sin duda alguna le causará a corto o largo plazo y dependiendo de su fortaleza orgánica, problemas de salud. En las personas que consumen mucha carne y alimentos procesados, se incrementan las enfermedades y se acelera la degeneración orgánica, física y mental.

Desde el siglo pasado, en la historia humana y en comparación con nuestros ancestros, se ha ido incrementando la ingesta de alimentos poco saludables o insanos. Además, se ha incorporado el consumo de alimentos altamente refinados, procesados, transgénicos…, y también se llevan a cabo tratamientos con pesticidas, hormonas… Otro aspecto es que, en muchas ocasiones, los alimentos se ingieren mezclados entre ellos de forma incompatible químicamente para su correcta digestión. Estas son dos de las principales causas de los grandes problemas de salud actuales. Toda esa  transformación de alimentos, los hace ajenos al diseño del organismo humano, por más que éste trate constantemente de adaptarse para su supervivencia. Al cambiar ese tipo de alimentación por otra a base de frutas, verduras, semillas, frutos secos y demás alimentos afines, todo estado de insalubridad revierte y la energía vuelve a gobernar la magnífica nave del cuerpo humano.

El proceso de adaptación que ha tenido que realizar el ser humano a lo largo de miles y miles de años para ingerir reiteradamente alimentos impropios de su sistema digestivo, se ha realizado gracias a la inteligencia de la homeostasia interna, que es la capacidad reguladora de conservar a toda costa el medio interno en equilibrio ante cualquier alteración que se produzca con la finalidad de sobrevivir como sea en las mejores condiciones posibles.

Para conseguirlo ha realizado cambios internos, sobre todo en la producción y segregación de las sustancias químicas encargadas de desmenuzar los componentes de los alimentos que le son ajenos en componentes más simples para que éstos puedan ser aprovechados por el organismo. Los alimentos que le son propios, contienen los nutrientes en su forma más simple, con lo que de por sí son fáciles de digerir y asimilar, y dejan escaso residual inservible. Por el contrario, los alimentos que le son impropios o muy impropios, acarrean una digestión más compleja y de mayor pesadez, sobre todo si se abusa de ellos, con un gasto energético a veces incluso mayor del que aportan y dejando un residual que, en muchas ocasiones, es altamente intoxicante.

Otro cambio adaptativo que ha tenido que obrar el ser humano es el de la flora intestinal, la cual juega un papel muy importante para conseguir una completa digestión y aprovechamiento nutricional. Al tratarse básicamente de bacterias, éstas se adaptan y se reproducen en función del ambiente particular que crean los alimentos que se ingieren. Al ingerir de repente otros alimentos más simples y saludables, puede suceder que éstos sean inicialmente un problema digestivo por carecer de la flora específica necesaria, iniciándose ahí un proceso de readaptación.

A pesar de la homeostasia, la ingesta de alimentos ajenos a un diseño digestivo concreto, conlleva que en el proceso de la digestión se generen residuos y compuestos inservibles, y por lo tanto tóxicos para el organismo, que éste deberá procesar, neutralizar y eliminar. La sobrecarga orgánica producida, con el tiempo originará la aparición de disfunciones que, a su vez, se transformarán en enfermedades. Para cualquier alimento innato al sistema digestivo humano, hay un sustituto afín y saludable. La obligación de consumir proteínas y otros nutrientes como el hierro y el calcio de las carnes animales para evitar carencias, forma parte del desconocimiento de las realidades mencionadas.

La homeostasia será también la encargada de revertir el proceso si se cambia de una alimentación omnívora a la frugívora original. Para revertir el proceso y readaptarse a los alimentos que le son propios y saludables al ser humano, precisará del tiempo necesario para restablecer los mecanismos físico-químicos internos que la misma homeostasia haya tenido que ajustar para poder nutrirse de esos alimentos que le son ajenos a él. Por lo tanto, el cambio tendría que realizarse por etapas, de forma que se acompañe al proceso homeostásico interno, pero al mismo tiempo, también deberá hacerse desde la toma de conciencia, ya que sin ésta cualquier cambio carecerá de la suficiente fuerza para ser consolidado en el tiempo y para revertir el hábito insalubre.

Desde hace años y dentro del despertar consciente en la alimentación, han ido apareciendo nuevas y diversas corrientes en la forma de alimentarse como son la macrobiótica, la vegetariana, la ovo-láctea-vegetariana, la vegana, la crudivegana… Todas ellas se encaminan hacia metas específicas como son la religión, la salud, la curiosidad, el inconformismo, el esnobismo, la moda… Y también todas ellas pueden contribuir con específicamente en el proceso de readaptación hacia la plena alimentación basada en los alimentos originales del ser humano, pero siempre y cuando se tenga clara la intención con la que se lleva a cabo.

Cualquiera de las corrientes mencionadas que se incorpore con una idea clara de lo que se pretende, aportará un diferencial muy notable con respecto a la forma actual de alimentarse a base de alimentos mayormente inadecuados para el sistema orgánico del ser humano. La salud se vera mejorada y colaborarán en el proceso de cambio y adaptación, pero la adquisición de la plena y máxima salud duradera y permanente aparecerá cuando, después de un proceso por etapas, se incorporen los alimentos originales, se sigan las reglas básicas en la forma de ingerirlos y se lleve a cabo la adaptación orgánica para que el cuerpo recupere la información homeostática de origen.

Para iniciar cualquier proceso de cambio, y sobre todo aquel que atañe a cambios profundos en la forma de alimentarse que pasa por sustituir los alimentos más densos por alimentos más adecuados a un sistema digestivo específico, son necesarios cuatro pasos básicos:

Parar: Dejar de tomar los alimentos más alejados al sistema orgánico. Todo lo que haya llevado hacia una situación que se considere inadecuada, deberá dejar de hacerse a fin de recuperar la situación contrapuesta.
Expulsar: Proceso de desintoxicación para eliminar lo acumulado, lo que sobra y que es tóxico para el organismo. Mediante los cambios alimenticios adecuados.
Recuperar: Restablecer los equilibrios de los líquidos internos y de los principales órganos. Mediante alimentos adecuados y suplementos naturales para tal finalidad.
Complementar: Las carencias arrastradas por hábitos insalubres o fruto del proceso de cambio por la readaptación homeostásica del organismo a su funcionamiento original, se compensan mediante suplementos nutricionales naturales.

Una vez iniciada esta etapa, la homeostasia del organismo comienza a restablecer el funcionamiento adecuado en una línea más saludable que, al consolidarse, redundará en el máximo bienestar físico y mental. A partir de ahí, uno puede plantearse ir más allá y encaminarse hacia una posible alimentación Pránica.

Vivir solamente de Prana es una cuestión de conciencia

Hasta ahora hemos hablado de una alimentación con energía biomasa suministrada desde la materia, pero existe otra energía inmaterial: la sutil Energía Vital también llamada Prana. La Energía Vital es inapreciable a simple vista y sólo puede sentirse por medios sutiles como la intuición, la concentración y la conexión con la realidad inmaterial del ser mediante la meditación. La Energía Vital es la que crea y sostiene toda materia; proviene de la Fuente Creadora Universal que fluye por doquier y pasa a la materia del cuerpo a través de los canales energéticos sutiles que son los chacras, los meridianos y los nadis. Estos canales han sido muy estudiados desde siempre y su existencia ya fue contrastada y verificada por medicinas muy antiguas como son la china y la ayurveda.

La Energía Vital es pura. Contiene todo cuanto necesita cualquier cosa materializada como es un cuerpo físico y constantemente fluye hacia él, ya que sin ella nada se sostendría y todo se desintegraría. Eso es lo que sucede en la muerte física, se retira la energía de la materia y la materia se disuelve. Algo así se debe  a que la Energía Vital contiene y proviene de la idea-pensamiento que inicia y produce esa materialización. La Energía Vital fluye pues constantemente de forma natural hacia el cuerpo físico, pero solamente en la cantidad necesaria para mantener el sostenimiento vibratorio de todas y cada una de las más de 100 billones de células que lo componen, y con la energía material de los alimentos se impulsa el funcionamiento corporal que sigue las reglas de la materia.

Para alimentar el cuerpo humano exclusivamente con la Energía Vital o Prana, lo que se conoce como “vivir de Luz”, antes es preciso haber alcanzado un estado de conciencia afín a esa frecuencia vibratoria. Cuando se produce la conexión vibratoria con el Prana, éste fluye de manera que, además de sostener el cuerpo físico, lo nutre de todo lo necesario de forma natural y pura, sin ningún tipo de residuo o carencia nutricional, pudiendo, por lo tanto, remplazar plenamente a la energía material. Por el contrario, si esa conexión vibratoria se queda sólo en su fase de sostenimiento, el cuerpo necesitará obtener los nutrientes de la energía material de los alimentos. El flujo energético sutil es capaz de nutrir al cuerpo en todas sus necesidades y, al mismo tiempo, eliminar cualquier disfunción o dolencia física, ya que es la base de toda materia perecedera.

La alimentación Pránica contiene todos los nutrientes y toda la energía que precisa el organismo en su estado más puro. Además, está constantemente disponible. La energía material entra por la boca y pasa por el sistema digestivo, en cambio la Energía Pránica entra por los canales sutiles de los chacras superiores: el corona, el tercer ojo y la médula oblongada, y de ahí fluye hacia todo el entramado interno del cuerpo, llegando a todas y cada una de las células que lo componen a fin de o bien sostenerlas o bien nutrirlas plenamente, algo que sólo dependerá de la voluntad de cada uno y del estado de conciencia en el que se halle.

Como ya hemos visto, todos los seres en la Tierra han sido creados para alimentarse con la energía material mediante la ingesta de alimentos adecuados a su sistema digestivo y de asimilación. Pero a diferencia de los seres animales, el ser humano posee la capacidad de raciocinio acompañada del libre albedrío, la libre decisión de sus actos experimentales. Por eso mismo, tiene la capacidad de dar un paso adelante en su estado evolutivo, según sea su deseo, nutriéndose mediante los alimentos originales que le son propios o ir incluso más allá y llegar a alimentarse de Prana como forma de nutrir su parte física y mental y también su evolución espiritual.

Josep Mª Montserrat Vila
www.institutoessen.com


Aportación

Si así lo sientes, puedes colaborar con nosotros para sostener la labor divulgativa de Mi Voz Es Tu Voz en favor de la apertura de conciencia poniendo en el recuadro la cantidad que desees.
¡Mil gracias!

€1,00

Producto disponible en Amazon.es


FUENTE: https://mivozestuvoz.net/2018/02/28/rumbo-a-la-alimentacion-pranica-josep-ma-montserrat/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

xxx