Salmones Luminosos y Desarrollo. Una alegoría.

Jose Pedro Arancibia

Como muchos, he estado divagando acerca del desarrollo. El desarrollo del Universo, el de las galaxias, de los planetas, de nuestra propia existencia, el avance de las civilizaciones, el cambio desde la barbarie a la sofisticación. La infinita presencia de dualidades, desde pronto el par Natura-Cultura y en él el avance del hombre; el proceso de hominización, como parte de un todo de complejidad creciente mayor.

 

El desarrollo está en todo. Todo se mueve, todo cambia constantemente y lo hace de menos a mas. No es nada nuevo. Además lo hace paso a paso. Y siempre sobre pasos seguros. Una vez logrado un nuevo estadio de desarrollo recién intentar avanzar al siguiente.

Salmon1

 

Salmones Luminosos

La Vida siento es un ir y venir. Es un camino largo y peligroso, como el que recorren los salmones.

Estas líneas, como creo sabrán, exigen algo de intuición ó ideas previas ya amasadas con calma. La principal, sino nada tiene sentido, es que TODO es DIOS y es MENTE y que tanto como periódicamente se diferencia a si mismo también periódicamente retrae dentro de si lo que ha sido diferenciado…..es la respiración vital absoluta, cada ciclo es el nacimiento, desarrollo, crecimiento y muerte de uno o de millones de universos.

Los Salmones, nacen de una fuente donde sus ovas fueron amorosamente custodiadas con el fresco fluir de aguas puras recién incorporadas a la corriente. Son aguas cristalinas, diáfanas. Aguas que se escurren de entre las hierbas altas; de la evapotranspiración baja por los tallos, cae de las hojas, de los altos hielos donde se apoza y escurre entre rocas soleadas y tranquilas hasta la fuente de los salmones.

Una mañana cualquiera, al nacer, salen río abajo. El llamado es imparable. Es la fuerza temprana, juvenil, que empuja a descubrir lo que existe mas allá, aquello que no soy yo, aquello que no es uno. Primero en aguas rápidas, vertiginosas. Casi no se puede decidir, solo avanzar confiado en que los remolinos no nos atraparán o estrellarán contra las rocas. En el camino, vemos como muchos compañeros no logran avanzar y se quedan rezagados. Uno mismo muchas veces avanzó, en ese momento pensando solo en “suerte extrema”, hoy sabiendo que el torrente que nos lleva tiene carriles que parecen compartidos mas no lo son.

Ya con larga experiencia en el cuerpo, súbitamente, cuando cada recodo, cada nueva roca lejana y su fuerte remolino no nos causa temor pues hace un rato que confiados y seguros esquivamos las dificultades, las aguas se aquietan. Eso nos causa temor, pero la fuerza por saber que más hay es mucho mayor.

Casi al final, el medio se torna tanto majestuoso como completamente diferente. El agua no es diáfana, como aquella fresca agua juvenil, tampoco es dulce, y sus fuertes oleajes se diluyen en la inmensidad haciendo difícil ver las corrientes pues somos pequeños seres de torrentes lineales y estructurados.

El océano es otra cosa. En el océano nos maravillamos de su esplendor, de la potencia de su sabor, y aun cuando atisbamos horizontes lejanos como nunca imaginados, excitantes a mas no poder, esta vez el deseo no es avanzar, las fuerzas que quedan solo sirven para hacer una cosa: volver a la fuente original.

 

AUTOR: José Pedro Arancibia, redactor de la gran familia de hermandadblanca.org

3 comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

xxx