UNA LARGA ESPERA – Max Aub


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Hacía un frío de mil demonios. Me había citado a las siete y cuarto en la esquina de Venustiano Carranza y San Juan de Letrán. No soy de esos hombres absurdos que adoran el reloj reverenciándolo como una deidad inalterable. Comprendo que el tiempo es elástico y que cuando le dicen a uno a las siete y cuarto, lo mismo da que sean las siete y media. Tengo un criterio amplio para todas las cosas. Siempre he sido un hombre muy tolerante: un liberal de la buena escuela. Pero hay cosas que no se pueden aguantar por muy liberal que uno sea. Que yo sea puntual a las citas no obliga a los demás sino hasta cierto punto pero ustedes reconocerán conmigo que ese punto existe. Ya dije que hacía un frío espantoso. Y aquella condenada esquina abierta a todos los vientos. Las siete y media, las ocho menos veinte, las ocho menos diez. Las ocho. Es pure que ustedes se pregunten que por qué no lo dejé plantado. La cosa es muy sencilla: yo soy un hombre respetuoso de mi palabra, un poco chapado a la antigua, si ustedes quieren, pero cuando digo una cosa, la cumplo. Héctor me había citado a las siete y cuarto y no me cabe en la cabeza el faltar a una cita. Las ocho y cuarto, las ocho y veinte, las ocho y veinticinco, las ocho y media, y Héctor sin venir. Yo estaba positivamente helado: me dolían los pies, me dolían las manos, me dolía el pecho, me dolía el pelo. La verdad es que si hubiese llevado mi abrigo café, lo más probable es que no hubiera sucedido nada. Pero esas son cosas del destino y les aseguro que a las tres de la tarde, hora en que salí de casa, nadie podía suponer que se levantara aquel viento. Las nueve menos veinticinco, las nueve menos veinte, las nueve menos cuarto. Transido, amoratado. Llegó a las nueve menos diez: tranquilo, sonriente y satisfecho. Con su grueso abrigo gris y sus guantes forrados:

-¡Hola, mano!

Así, sin más. No lo pude remediar: lo empujé bajo el tren que pasaba.

MAX AUB
España-México (1903 – 1972)

Fuente: CIUDAD SEVA

1 comentario

  1. Es necesario triunfar en la vida. Si usted quiere verdaderamente triunfar, debe comenzar por ser sincero consigo mismo: reconozca sus propios errores. Cuando reconocemos nuestros propios errores, estamos en el camino de corregirlos. Todo aquel que corrige sus errores triunfa inevitablemente.El hombre de negocios que diariamente culpa a otros de sus propios fracasos y jamás reconoce sus propios errores, no podrá triunfar.

    Recuerde que los grandes criminales se consideran a sí mismos como santos. Si visitamos una penitenciaría comprobamos que ningún ladrón o criminal se considera culpable. Casi todos se dicen a sí mismos: "Yo soy inocente". No caiga usted en el mismo error; tenga el valor de reconocer sus propios errores. Así también se evitará males peores.Quien reconoce sus propios errores puede formar un hogar feliz. El político, el científico, el filósofo, el religioso, etc., que llega a reconocer sus propios errores, puede corregirlos y triunfar en la vida.

    Si usted quiere triunfar en la vida NO CRITIQUE A NADIE. Quien critica a los demás es un débil, mientras el que se auto-critica, de instante en instante, es un coloso. La crítica es inútil porque lastima el orgullo ajeno y provoca la resistencia de la víctima que entonces busca justificarse a sí misma. La crítica provoca una reacción inevitable contra su propio autor. Si usted quiere verdaderamente triunfar, escuche este consejo: No critique a nadie.El hombre o la mujer que sabe vivir sin criticar a nadie, no provoca resistencia ni reacciones de parte del prójimo y consecuentemente se forma un ambiente de éxito y progreso.

    Por otro lado, el que critica a otros se llena de enemigos. Tenemos que recordar que los seres humanos están llenos de orgullo y vanidad y este orgullo y esta vanidad inherente en ellos produce una reacción (resentimiento, odio, etc.) que va dirigida contra el que los critica. Concluimos entonces que el que critica a los demás fracasa inevitablemente. Aquél que quiere corregir a otros es mejor que comience por corregirse a sí mismo. Esto resulta mejor y menos peligroso.El mundo está repleto de seres neurasténicos. El tipo neurasténico es criticón, irritable y también intolerable. Son muchas las causas de la neurastenia: La impaciencia, la cólera, el egoísmo, la soberbia, el orgullo, etc.

    Del libro: Introducción a la Gnosis del V.M. Samael Aun Weor.

    LA AUTO CRÍTICA

    Debemos ser sinceros con nosotros mismos y hacerle la disección al yo con el tremendo bisturí de la "auto critica". Es absurdo criticar los errores ajenos, lo fundamental es descubrir nuestros errores y luego desintegrarlos a base de análisis y profunda comprensión.Sólo es posible actuar colectivamente cuando cada individuo es capaz de actuar individualmente con plena y absoluta conciencia de lo que se hace.Los sistemas de la Revolución de la Dialéctica parecerán muy largos a las gentes impacientes.

    Empero no existe otro camino. Los que quieren cambios rápidos e inmediatos, en el orden psicológico y social, crean normas rígidas, dictaduras de la mente, no aspiran a que se sepa cómo pensar, sino que dictan lo que hay que pensar.Todo cambio brusco defrauda su propio objetivo y el hombre vuelve a ser víctima de aquello contra lo cual luchó. Dentro de nosotros mismos están todas las causas del fracaso de cualquier organización.

    Del libro: Revolución de la Dialéctica del V.M. Samael Aun Weor.

    ¿POR QUÉ JUZGAMOS A LOS DEMÁS?

    Hay una tendencia general, de todos, a juzgar equivocadamente a todos, y eso es lamentable. Pero, ¿por qué todos juzgan a todos, y equivocadamente? ¿Cuál es el motivo? Sencillamente uno, y muy fácil de comprender: sucede que cada cual proyecta sus defectos psicológicos sobre los demás, cada cuál ve en el prójimo sus propios defectos. Los defectos que a otros endilgamos, los tenemos muy sobrados en nosotros; juzgamos a otros como nosotros somos.¿Han oído ustedes hablar de la ANTIPATÍA MECÁNICA? Que de pronto alguien siente antipatía por alguien, sin haber motivo alguno, y entonces decimos: «ésta persona me cayó gorda», frase muy típica que usamos. Pero ¿por qué, si nunca la hemos visto, si hasta ahora nos la acaban de presentar?

    ¿Qué sucedió, por qué nos ha «caído tan gorda» esa persona, si ni la conocemos? Pues que le vimos la apariencia: es alta o es baja, es gorda o delgada, tiene la nariz aguileña o la tiene achatada, y ¿ese es motivo ya, como para decir que «nos cayó gorda»? ¿Qué ha sucedido? Sencillamente hemos proyectado, sobre nuestra víctima, nuestros mismísimos defectos psicológicos. Posiblemente hemos visto, en esa persona, el defecto más grave que tenemos y a nadie le gusta verse así, dijéramos, tan escarnecido.

    La cruda realidad de los hechos es que tal persona se ha convertido en el espejo donde nosotros nos vemos a sí mismos, tal cual somos. Si estamos alertas y vigilantes, si no nos identificamos con el evento, con la persona aquélla que «nos cae tan gorda», si en vez de estarla criticando nos auto-criticamos, nos auto-observamos para ver que es lo que está pasando, descubriremos que un defecto nuestro (nacido de ayer, o de anteayer, o de quien sabe que tiempo atrás, de otras existencias), se ha reflejado en aquella persona y por eso «nos cae tan gorda». He ahí lo que es la antipatía mecánica: absurda en un ciento por ciento. Nosotros necesitamos aprender a vivir políticamente. El ser humano, ante todo, es un ente político, un «animal político», y el mismo hombre es un «hombre político». Si uno no sabe vivir políticamente, se crea problemas en la vida. Uno tiene que aprender a vivir políticamente, y en vez de sentir antipatías mecánicas, vale la pena que nos investiguemos a sí mismos.

    Sí, en verdad que proyectamos nuestros propios defectos psicológicos sobre los demás. ¿Por qué juzgamos equivocadamente al prójimo?, ¿Porqué todos tenemos tendencia a ver, en el prójimo toda clase de defectos? Sencillamente porque proyectamos en el prójimo nuestros propios defectos, los juzgamos equivocadamente; suponemos que fulano es «así» o «asao», y resulta que ni es «así ni es «asao»: es completamente diferente, y nuestro juicio resulta equivocado, falso; vemos los hechos ajenos y tenemos la intensa tendencia a interpretarlos erróneamente, nunca somos capaces de ver los hechos ajenos con ecuanimidad, con serenidad; siempre los calificamos erróneamente.

    Recuerden ustedes que hay mucha virtud en los malvados y que hay mucha maldad en los virtuosos. Los defectos que cargamos en nuestro interior, nos vuelven injustos para con el prójimo. Nosotros nos amargamos (a sí mismos) la vida con nuestros defectos, y lo más grave: se la amargamos a los demás.

    Conferencia: «Por qué Juzgamos a los demás» del V.M. Samael Aun Weor.

    Esta semana sugerimos el estudio y comprensión a través de la meditación y auto observación del Yo de la Crítica, sabiendo de antemano que en la medida que lo comprendamos sin justificaciones, ni evasivas es como podemos quitarle fuerza y destruirlo.

    Una iniciativa del Instituto Cultural Quetzalcoatl.-

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