Verdad, Belleza y Bondad, Por Rudolf Steiner
Conferencia pronunciada en Dornach, 19 de enero de 1923
Tratemos de entender como la Verdad, la Belleza y la Bondad se relacionan con el ser humano, cual realidades concretas.
En el ser humano que tenemos delante, podemos ver, en primer lugar, su cuerpo físico, hoy día único objeto de observación exterior. El cómo sus distintos órganos, la forma y funciones del cuerpo han sido configurados en periodos de existencia anteriores al de la Tierra, son temas totalmente ignorados. En estos periodos pre-terrenales la existencia del hombre se desarrollaba en un mundo puramente espiritual, donde, en comunión con Seres Superiores, se ocupaba en la construcción del prototipo espiritual, la forma espiritual de su cuerpo físico. El cuerpo físico, aquí en la tierra, es la copia posterior del germen espiritual que ha sido elaborado, en cierto sentido, por el hombre mismo en su existencia pre-terrenal.
En la vida en la tierra el ser humano es consciente de su cuerpo físico, aunque desconoce lo que ello implica. Hablamos sobre la Verdad, casi sin darnos cuenta de que el sentimiento de la verdad está conectado con nuestra conciencia del cuerpo físico. Cuando el hombre se confronta con un simple hecho, puede, o bien formarse una idea que armoniza estrictamente con su veracidad, o, por inexactitud, pereza u aversión a la verdad se envuelve en una idea que no coincide con el hecho. Cuando lo que piensa es verídico está en armonía con el sentimiento que tiene de su cuerpo físico, mejor dicho, con su sentimiento de conexión entre su corporalidad y su existencia pre-terrenal. Si no es por pereza o falsedad que se forma una idea no acorde al hecho, es como si cortara el hilo que le une a su existencia anterior a la vida en la tierra. La falsedad es como si cortara esta unión. Una delicada trama espiritual es tejida en la existencia pre-terrenal, y ello se concentra en su copia posterior en el cuerpo físico. Múltiples hilos son los que conectan este cuerpo físico con la existencia previa a la tierra, y están separados a causa de la falsedad. La pura conciencia intelectual, que es una cualidad característica en las etapas tempranas del Alma Espiritual, no se da cuenta que se produce esta separación. Y es por esto por lo que el hombre está sujeto a tantas ilusiones en lo que respecta a su existencia cósmica.
Es muy frecuente el caso en el que un hombre le gustaría ser una persona notable, no en virtud de su vida espiritual, sino en función de su profesión o título. Le gusta tener un título como el de «secretario» o «notario», y entonces imagina que es importante cuando convencionalmente así se le describe. Sin embargo lo esencial es si él será capaz de ejercitar y llevar a cabo su existencia interior, aparte de todo lo exterior.
¿Qué es lo que puede fortalecer en el hombre este sentido de ser?. En la existencia en la Tierra vivimos en un mundo que no es sino una copia de la verdadera realidad, y por supuesto, sólo comprendemos correctamente este mundo físico cuando nos damos cuenta de que es una copia de la realidad. Esto corresponde, sin embargo, a sentir la realidad en nuestro interior: hemos de darnos cuenta de nuestra conexión con el mundo espiritual. Y esto sólo es posible si el lazo que nos une con nuestra existencia previa a la terrestre permanece intacto.
Esta unión es fortalecida por el amor a la Verdad y la Integridad. Nada establece tan firmemente en el hombre el verdadero y original sentido de la existencia como el sentimiento de la verdad y la falsedad. Sentirse absolutamente en la obligación, en primer lugar, de «probar todas las cosas», debido a la restricción de todas las palabras, ayuda a consolidar el sentido de la existencia, lo cual es importante para el ser. Darse cuenta de la existencia del espíritu dentro del cuerpo físico, con el cual, por supuesto, está conectado el sentido de ser, es, en efecto, una afinidad íntima entre el cuerpo físico y este ideal de la Verdad.
Adquirimos el cuerpo etérico (el cuerpo de fuerzas formativas) poco tiempo antes del descenso desde la existencia pre-terrestre a la existencia terrestre. Obtuvimos las fuerzas del mundo etérico juntas, como eran, para construir nuestro propio cuerpo etérico. En épocas anteriores de la evolución el hombre tenía un mejor conocimiento del cuerpo etérico del que tiene hoy. En verdad, en lugar de sentir la realidad del cuerpo etérico, hoy día se mofa de la simple idea de su existencia.
Esto aparecerá claramente si pensamos en el significado de la belleza, tal como se manifiesta en el arte. Si tenemos delante de nosotros un ser humano de carne y sangre, sabemos que es uno entre muchos. Uno sólo no tiene significado sin todos los que viven a su alrededor. En verdad son delgadas las raíces que unen al hombre a la existencia física, sin los demás que le rodean.
Si intentamos, a través de la escultura, la pintura, o el drama, en realidad a través de cualquier arte, hacer el retrato de un ser humano, nos esforzamos por crear una figura que sea suficiente y completa en si misma, una que contenga todo el mundo, de la misma forma que el hombre contiene en si mismo el cuerpo etérico, porque él reúne juntas las fuerzas etéricas de todo el universo, para moldear su cuerpo etérico dentro de la existencia en la tierra.
Un intenso sentimiento por la belleza, tal como se concebía entonces, existía en épocas más tempranas. Nada que se le parezca en la civilización moderna. El hombre no era un hombre verdadero sin este sentido de la belleza. En verdad, para poseer un sentido de la belleza se requiere un conocimiento de la realidad del cuerpo etérico. El no tener sentido de la belleza supone el ignorar, o renegar del cuerpo etérico.
En el hombre moderno todo es inconsciente. Cuando los griegos se acercaban a su templo, o miraban dentro la estatua del dios, experimentaban un radiante calor interno, una especie de íntima salida del sol. Así era como todas estas fuerzas corrían en su ser y en el interior de sus diferentes órganos. Mirando fijamente a la estatua del dios todo su corazón, gritaba: » ¡Nunca siento la estructura periférica de mis manos y dedos tan vivamente como cuando estoy delante de la estatua!, ¡nunca tengo esa sensación interior del arco de mi frente como en el templo!». Interiormente irradiado de calor, inspirado por el dios, así se sentía el griego en presencia de la belleza. Y no era nada más que una experiencia en el cuerpo etérico.
En presencia de la fealdad los griegos se sentían de una forma completamente distinta a la del hombre moderno, que como mucho expresa sus abstractos sentimientos respecto a la fealdad con una mueca en sus facciones. La fealdad ocasionaba una sensación de frialdad en todo el cuerpo del griego, que sentía incluso en todos los poros de su piel. En tiempos antiguos los hombres sentían vividamente la realidad del cuerpo etérico, una parte de la naturaleza humana que en el curso de la evolución, en verdad, se ha perdido. Todas estas cosas de las cuales he estado hablando, que eran experiencias reales en tiempos pasados, permanecen en la inconsciencia del hombre de hoy, que con su racionalidad intelectual y su amor por la abstracción tiende a ver todo desde la cabeza, el órgano al que pertenecen estas cualidades.
Un genuino sentimiento por la belleza forja un lazo que nos une en esta vida en la tierra, una vez más, con la existencia anterior a ella. No deberíamos nunca devaluar lo que significa la belleza en la educación y en la cultura. Una civilización que está llena de feas máquinas, de chimeneas y humos, que prescinde de la belleza, es un mundo que no se esfuerza en la unión del hombre con su existencia pre-terrenal; y de veras que le hace romper en llanto. No es simplemente una analogía, sino que verdaderamente podemos decir: una ciudad puramente industrial es el sitio adecuado para soportar los seres demoníacos a los que les gustaría que el hombre olvidara su existencia pre-terrestre en el reino del espíritu.
Incluso deleitándose con la belleza ha de pagarse el coste de darse cuenta de que lo bello, en su esencia, no tiene su apoyo en la realidad de la tierra. Por más perfectamente que representemos la figura humana, es decir, en la escultura o en la pintura, en mayor medida tendremos que admitir que no corresponde con la realidad exterior del mundo. No es sino el consuelo que nos brinda la apariencia de la belleza, y por esta razón sólo dura hasta el momento en el que pasamos a través de la puerta de la muerte.
El mundo del espíritu, en el que vivimos en nuestra existencia anterior a la terrestre, siempre está presente. No tenemos más que extender nuestros brazos, como si dijéramos, a este mundo del espíritu previo al terrestre. Aunque siempre está ahí, su unión con lo profundo de la vida inconsciente sólo puede ser forjada cuando el hombre rebosa de entusiasmo por la verdad y lo verdadero. Y cuando su corazón se emociona en su amor por lo bello; todo esto forma un vínculo con nuestra existencia anterior.
Si el hombre quiere ser verdadero en un grado elevado, lo cual significa en un sentido espiritual, no ha de olvidar que él ha vivido en una existencia espiritual antes de la de la tierra. El emocionarse ante la belleza significa que en el alma del hombre se crea la imagen, al menos, de una nueva unión con la espiritualidad del mundo pre-terrestre.
Cuando esta verdadera moralidad se convierte en trascendentales impulsos morales de la voluntad, entonces pasa a actos morales reales y empieza a ser un acelerado impulso en el alma, ya que un hombre puede sentir verdadera compasión por las preocupaciones reflejadas en el rostro de otro y su propio cuerpo astral siente dolor a la vista del sufrimiento de los demás. Exactamente como el sentido de la Verdad manifiesta en el hombre la correcta relación con el cuerpo físico, y el calor entusiasta por la Belleza se expresa en el cuerpo etérico, la Bondad vive en el cuerpo astral. Y el cuerpo astral no puede ser saludable, o mantenido en su verdadera posición en el mundo, si el hombre no es capaz de verter en él las fuerzas procedentes de la Bondad.
La Verdad, pues, se relaciona con el cuerpo físico. La Belleza con el etérico, y la Bondad con el cuerpo astral. Aquí tenemos la realidad concreta de las tres abstracciones de Verdad, Belleza y Bondad. En resumen, nos podemos referir al ser del hombre actual como todo lo que instintivamente se expresa en estos tres ideales.
Estos ideales nos muestran como el hombre puede ser capaz de llenar toda su naturaleza humana, cuando, para empezar, vive en su cuerpo físico pleno de un sentido real de la verdad, en lugar de opiniones convencionales. Una «humanidad» completa sólo la permite una existencia valiosa, cuando el hombre puede avivar su cuerpo etérico en la vida a través de su sentimiento por la belleza. En verdad, aquel que es incapaz de reaccionar a la vista de la belleza, al mismo nivel que lo hacían los griegos, no posee un sentido verdadero de la belleza. Uno puede simplemente mirar fijamente a algo bello, o puede experimentarlo. El caso es que hoy día la mayoría de la gente sólo mira, y eso no necesariamente aporta alguna energía al cuerpo etérico. Fijarse en la belleza no es experimentarla. Sin embargo, en el momento que la experimentamos el cuerpo etérico se vivifica.
Un hombre puede hacer el bien por conveniencia, o porque puede ser castigado si lo que hace es un serio error, o de otra forma, porque otras personas le respetarán menos si no hace lo correcto. Puede, sin embargo, hacer el bien por puro amor a la bondad. Hablé de esto hace años en mi libro «La filosofía de la Libertad, o de la actividad espiritual». Una experiencia así del Bien siempre lleva a un reconocimiento de la realidad del cuerpo astral. Realmente sólo este reconocimiento es el que enseña al hombre todo sobre la esencia del Bien. Sólo puede ser un conocimiento abstracto o un parloteo inconsistente sobre la bondad, si un amoroso entusiasmo por su esencia no conduce a una experiencia actual del cuerpo astral.
Las fuerzas que perduran más allá del umbral de la muerte, están presentes en las acciones del hombre aquí en la tierra, si vive una vida de bondad. El sentido de la verdad es una herencia de su existencia pre-terrenal. El sentido de la belleza creará una imagen, al menos, de su conexión espiritual con su existencia anterior a la terrenal. Y existe el impulso en nuestro interior, no para cortar nuestra conexión con el espíritu, sino más bien para mantener los lazos intactos que desarrollamos por el poder interno de la bondad.
Ser verdadero es estar correctamente unido con nuestro pasado espiritual. El sentir lo bello significa que en el mundo físico no renegamos de nuestra conexión con el espíritu. El ser bondadoso es construir una semilla viviente para el mundo espiritual en el futuro.
Pasado, presente y futuro; estos tres conceptos, tal como juegan su papel en la vida humana, alcanzan un mayor significado cuando comprendemos la realidad concreta de los otros tres conceptos de Verdad, Belleza y Bondad.
El hombre que es falso niega su pasado espiritual; el mentiroso rompe los lazos con su pasado espiritual. El que es indiferente por lo bello se está construyendo una morada en la tierra en donde el sol del espíritu nunca brilla, donde deambula abatido por la sombra. El hombre que oculta el bien renuncia a su futuro espiritual; y todavía le gustaría que se le otorgara este futuro mediante alguna solución exterior. Fuera de lo profundamente instintivo, en verdad, la Verdad, la Bondad y la Belleza fueron el sostén de los más grandes ideales del esfuerzo humano. Aunque se hayan desvanecido en palabras indefinidas, sólo nuestra época actual puede otorgar algo de realidad concreta sobre ellas.
Rudolf Steiner
–> visto en rebistabiosofia.com
Publicado en https://hermandadblanca.org
QUISIERA RECIBIR INFORMACION SOBRE ESTOS TEMAS. GRACIAS.
El Sr, Steiner escribe sobre agricultura, ¿hay pagina sobre este tema?
Estimada Haydee,
Creo que actualmente no tenemos ningún articulo del Sr Steiner sobre agricultura, pero nos resulta muy interesante y buscaremos algo para publicar.
Un abrazo en la Luz,
desseo recibir informaciòn sobre estos conocimientos.
Estimada Haydee,
Por favor, se mas explicita.
Un abrazo en la Luz,
Gracias por compartir información de este grar Ser