Armonía como respuesta a la violencia. (Primera y segunda parte)

Claudio Alvarez

Codigo de Luz - ARMONIA

Mientras continuamos con nuestras actividades cotidianas, en el mundo la violencia se extiende sin tregua.

Esa misma violencia que leemos en los periódicos, que vemos en las noticias por televisión, esa que nos nubla el día por un instante, y de la cual nos recuperamos en cuestión de segundos, porque “por suerte aquí no suceden esas cosas” o simplemente porque “para qué amargarse si yo solo no puedo cambiar nada”.

La violencia que provoca guerras, matanzas y masacres, no es algo lejano o algo que sólo vemos por TV, es parte de nuestra realidad.

La buena noticia es que ¡SÍ PODEMOS CAMBIAR ESOcambio!

Aunque parezca una hermosa fantasía, en la cual nuestro pequeño granito de arena cambiaría el mundo… es más real de lo que podemos imaginar.

Todos los seres humanos somos energía que vibra en variadas frecuencias.

La violencia es un tipo de frecuencia energética que generamos colectivamente las personas que habitamos este planeta, al igual que otros tipos de vibración.

En diferentes momentos la vibración masiva varía, cuanto más alto vibre la energía individual más alta será la frecuencia colectiva… por lo tanto la paz empieza no sólo por casa, sino en cada uno como individuo.

Cuando la frecuencia vibracional general es alta, nos acercamos más a sentimientos de bienestar, salud, paz, amor y armonía de la humanidad y de todos los seres vivos, y eso incluye la salud del planeta que nos alberga.

En general, vamos por la vida sin tomar conciencia de la energía que emanamos y las consecuencias que ella acarrea a nuestro entorno cercano y distante…

Supongamos que despertamos en la mañana de mal humor por alguna causa (dormimos mal, nos duele algo, o simplemente teníamos necesidad de más horas de sueño). Ese mal humor nos lleva a discutir con alguien con quien convivimos (madre, padre, hermanos, pareja, hijos, amigos, etc.)

Nuestro compañero de convivencia, que quizás tenía un mejor ánimo que el nuestro al empezar el día, pasa luego de la discusión a vibrar en nuestra baja frecuencia de energía y sale a la calle. A las pocas cuadras vuelca esa vibración en otro transeúnte con el que tropezó y en lugar de disculparse, se ensañó con él haciéndolo responsable del encontronazo. Luego, dicho transeúnte, se dirige a comprar el periódico y discute con el comerciante (arrastrando el mal humor que le generó el encontronazo con nuestro compañero de convivencia). A su vez, el comerciante discute con su proveedor; tras un acalorado intercambio de palabras y no llegar a ningún acuerdo, el proveedor vuelve a su vehículo y maneja enojado, nervioso, hace una mala maniobra por apurarse para ganar el tiempo perdido en la discusión y choca con otro vehículo, baja y se toma a puñetazos con el otro conductor que responde a su violencia con más violencia.

Pero esto no termina ahí… a causa del choque se genera un embotellamiento de tránsito, hileras interminables de conductores que se dirigen a sus trabajos se malhumoran por la demora y la ansiedad (ya son miles los que vibran en tu baja frecuencia energética matinal). Entonces se producen más y más incidentes (bocinazos, insultos, pequeños choques en cadena, más gente peleando), la policía de tránsito interviene en distintos focos y también discuten por multas con transeúntes y conductores que quieren pasar unos por encima de otros. Mucha gente deja sus vehículos y se aventura al subterráneo para poder llegar en horario a sus trabajos. Imagina el humor de toda esa gente amontonada bajo el pavimento, empujándose para no ser sacados del vagón en cada estación por quienes quieren ascender y descender (aunque este hecho es moneda corriente, no olvidemos que la cantidad de pasajeros se duplicó hoy, a causa del embotellamiento en gran parte de la ciudad).

Y así podríamos seguir describiendo una baja vibración masiva en cadena, en oficinas, escuelas, comercios, autobuses, ómnibus, calles, avenidas y hasta en los hogares al retornar por la noche.

Pensemos cuanta violencia pudo haber ocasionado algo tan cotidiano y sencillo como una pequeña discusión matutina, sólo porque nos hubiera gustado dormir media hora más…

Ahora pensemos la misma situación, pero a la inversa: despertamos en la mañana de un humor excelente. Antes de salir de casa nos mostramos afectuosos y compartimos un agradable desayuno con la persona con la que convivimos. A su vez nuestro compañero de convivencia sale a la calle y al tropezar con otro transeúnte, se disculpa con una sonrisa recibiendo otra a cambio. Ese otro transeúnte, se dirige a comprar el periódico y agradece a su comerciante habitual por reservarle siempre un ejemplar, regalándole otra sonrisa. El comerciante recibe a su proveedor dándole los buenos días y al advertir que se muestra algo desanimado le transmite su buen humor y energía con una palabra de aliento y una broma, y así sucesivamente…

El buen humor matinal no sólo nos regaló un mejor día para nosotros mismos, sino que evitó accidentes, puñetazos, insultos, violencia en general y contribuyó enormemente a que toda una ciudad vibrara en un nivel energético más elevado durante toda la jornada.

Imaginando como se extiende esa cadena de energía, podemos asegurar que pudo haber afectado a ciudades vecinas y estas a otras, y así a gran parte del país y así a otros países… En definitiva desde esa óptica podemos ver en realidad como nuestra conducta afecta al mundo entero.

Si bien está claro que somos humanos, con altos y bajos, que no podemos cargarnos el buen humor en un disco rígido como si fuésemos autómatas, también está claro que somos libres de elegir no ser esclavos de bajas energías (ya sean propias o de otros).

Tenemos una opción mucho mejor ante esa disyuntiva: la posibilidad de elegir en qué frecuencia energética queremos vibrar a cada paso.

Debemos ser conscientes de la energía que volcamos en nuestro ambiente y en cada ser con el que interactuamos, debemos ser responsables del modo en que utilizamos la energía que somos y la que emitimos al planeta en que vivimos.

Cada día al despertar pensemos que nuestra sonrisa puede cambiar el mundo.

No responder a la violencia con más violencia no es signo de debilidad, sino de Sabiduría.

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“Sé el cambio que quieras ver en el mundo”

(Mahatma Gandhi)

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mensajesdeldespertar@hotmail.com

Armonía como respuesta a la violencia

(Segunda parte)

Debes estar pensando que suena bonito, y que es fácil decirlo, pero… ¡¿cómo lograrlo?!

A veces las cosas más simples son las que nos resultan más complicadas…

Si consideramos los ejemplos que imaginamos anteriormente (en la “Primera parte” de este mensaje), podemos llegar a la conclusión de que cualquier frecuencia de vibración energética, ya sea baja o alta, es fácilmente propagada. Podríamos decir que se produce una especie de “contagio” generando una reacción en cadena; por lo tanto, si existe la posibilidad de que una persona que vibra en lo que comúnmente llamamos “energía negativa”, pueda poner a vibrar a otras miles en esa misma frecuencia en cuestión de segundos… entonces es absolutamente posible la acción inversa.

Cuando comenzamos a intentar poner en práctica el responder con armonía  a la violencia, el error más común que cometemos, es aparentar no sentirnos afectados cayendo de ese modo en una actitud de “sumisión”. Esto ocurre porque nuestra primera acción cuando queremos permanecer en armonía es la de mostrarnos apacibles para el afuera, sin ocuparnos de modificar el desequilibrio que se generó inevitablemente como reacción en nuestro interior.

Si ante una agresión nos quedamos inmutables como si fuéramos monjes Zen -personas con toda una vida de entrenamiento espiritual y camino introspectivo, que claramente no es nuestro caso- lo más probable es que estemos aceptando la baja energía del otro, haciéndola propia y al mantenerla dentro, tarde o temprano terminemos volcándola contra un tercero o provoquemos una implosión nociva para nuestra salud (que es la causa de lo que conocemos como estrés y que luego puede degenerar en serias enfermedades).

El camino tampoco es tratar de imponerse física o verbalmente porque estaríamos violentándonos también, bajando nuestra frecuencia vibratoria afectándonos a nosotros mismos y a nuestro entorno, a pesar de que esa no fuera nuestra intención.

En nuestras relaciones sociales cotidianas, podemos encontrarnos en variadas situaciones ante bajas frecuencias vibratorias.

Ya sabemos que el primer paso es la elección propia de permanecer en armonía interior, luego nos tocará transmitir esa elección a quien tenemos frente a nosotros de acuerdo a como estén dadas las circunstancias.

Si se trata de alguien de nuestro entorno social más cercano (familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.), bastará con expresar desde nuestra armonía interior que no elegimos discutir. Mostrarnos empáticos con lo que le sucede sería un estupendo primer paso, tanto para nuestro interlocutor -quien bajará la guardia al sentirse comprendido y no atacado- como para nosotros mismos –ya que al comprender el origen de las reacciones de los demás, inmediatamente asumimos que no es algo personal hacia nosotros, sino consigo mismo- manteniendo así más fácilmente nuestro equilibrio. Luego podemos  ofrecerle como alternativa, la posibilidad de realizar ese intercambio cuando él esté en condiciones  de lograrlo en forma armónica, comunicándole claramente en un tono neutro pero firme mirándolo directamente a los ojos, que deseamos escuchar lo que nos plantea pero le proponemos posponerlo para cuando ambos podamos hablar en tranquilidad para lograr un mayor entendimiento y que preferimos en ese instante disfrutar de su compañía sin discusiones que puedan resentir la relación.

Cuando la baja vibración proviene de un extraño, es más sencillo aún no vernos afectados, ya que claramente no puede ser algo personal porque el otro ni siquiera sabe quienes somos. Quizás desearle buenos días en tono alegre, brindarle una amplia sonrisa, una disculpa (aunque no nos corresponda a nosotros ofrecerla), o una práctica solución al problema suscitado… no sólo nos permita conservar nuestro estado armónico, sino que tal vez anime al otro a vibrar en nuestra elevada frecuencia por el resto de la jornada, dado que generalmente la amabilidad en las personas que tratamos nos inspira a dar el mismo paso.

Si esa energía de baja vibración la generamos en nuestro centro, el desafío de cambiarla es mayor, pero no imposible. En todos los órdenes de la vida nuestro adversario más fuerte somos nosotros mismos, pero también nuestro más poderoso aliado.

El camino más sencillo para vibrar alto es tomar contacto inmediato con algo que nos llene de amor o  alegría, como nuestra música preferida, observar la sonrisa de un niño o una mascota jugando, escuchar la voz de alguien que nos ama, recibir un abrazo… conectarnos con algo puro, por más enojados, furiosos o tristes que estemos logrará abrir nuestro corazón, y ese es el camino más directo hacia altas vibraciones de energía.

Entonces, ahora que ya tomamos conciencia de lo que la baja energía produce en nosotros mismos y en nuestro entorno, somos capaces de proporcionarnos un bálsamo contra ella en cuanto surge.

En general cuando algo nos afecta negativamente y nos pone de mal humor, lo que hacemos es ver todo lo que nos pasa como algo negativo, es como si nos pusiéramos gafas oscuras y aunque afuera brille el sol, para nosotros se avecina una tormenta.

Es probable que en esos momentos no tengamos ganas de buscar cambiar nuestra frecuencia energética, ya que vamos a estar invadidos por ella, pero… también conocemos nuestro poder para lograrlo, es cuestión de reeducarnos.

Así como cuando sufrimos una quemadura, la primera reacción es tomarnos la zona afectada con una mano quejándonos, lo cierto es que inmediatamente salimos corriendo y aplicamos agua fresca buscando alivio.

Incorporemos primeros auxilios para nuestra energía; cada uno sabe qué cosas lo conmueven o lo alegran sobremanera, cada uno conoce cuál es su camino interior hacia la armonía, entonces… es tan sencillo como recurrir instintivamente a ello cuando la situación lo requiera.

A veces basta con imaginar que miramos nuestra propia cara en un estanque de aguas tranquilas y apacibles, preguntarnos si la imagen que se refleja es la del Ser que realmente queremos ser, respirar profundo y entrar en armonía con el Universo, con la perfección de la naturaleza, reciclarnos a nosotros mismos como ella lo hace, y transformar esa imagen propia que no nos agrada en algo brillante, lleno de luz, transformar esa imagen en el reflejo de lo mejor que llevamos dentro. Así estaremos cambiando el mundo.

Cada vez que cambiamos para bien nuestro Universo personal, estamos cambiando el mundo y convirtiéndolo en ese lugar ideal en el que queremos vivir, tal como lo hemos soñado para nosotros y para todos aquellos a quienes amamos.

mensajesdeldespertar@hotmail.com

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