Buscando al “Yo soy” desde la creencia a la visión de fuego

Jorge Gomez (333)

imagen de fuego

Uno de los procesos más profundos y reveladores que está llevando a cabo nuestra conciencia bajo el impulso primordial de la “búsqueda de la insondable Verdad”, es el encuentro con uno mismo.

La observación desapegada, el silencioso emerger “sin juicio” ni “deseo” de unas mentes que están desatando y permitiendo el salto de la inteligencia a la intuición en la jerarquía humana, nos permite acercarnos a un estado de “comprensión” de las múltiples vidas y fuerzas que operan en nuestro ser, y que son “investigadas” con una “novedosa” percepción que ha substituido a la “creencia”.

Este estado virginal de una mente latiendo hacia el nacimiento de su propia comprensión, descubriendo y desarrollando a través de la propia experiencia las conexiones con un ilimitado y omniabarcante proceso creador, que con cada paso se entrelaza y afianza más a la “fuente interna”, está produciendo un desarrollo crucial en nuestra relación con el todo, y principalmente nos está permitiendo retornar al hogar, o lo que es lo mismo, superar los niveles densos de nuestra “interpretación de Dios”.

En un universo de creación mental, los aforismos inmemoriales como “la energía sigue al pensamiento” o “como es arriba es abajo”( hacen referencia a a la permeabilidad de los éteres de la mente) y la creciente investigación de la ciencia cuántica, ya dibuja pinceladas de una “creación” individual que acomete y produce respuestas no sólo en el individuo o el entorno, si no en un infinito cosmos del cuál  no sólo recibimos respuestas o inspiración, si no que poco a poco nos revela la capacidad de nuestra mente de interactuar en él.

El hipermagnético portal del “despertar” producido por una infinidad de “perceptores” universales del plan, nos ha conducido a una masiva respuesta en la humanidad inspirando y acrecentando la búsqueda de la propia divinidad, enraizando vigorosamente la “idea” de una fuente interna, un templo sagrado cobijado en la forma, una descendencia celestial del hombre, universal, co-creadora, que nos permite abandonar la creencia antigüa del Padre externo y justiciero, de los dioses antigüos que movían los hilos del mundo, liberando principalmente el miedo para permitirnos así acercarnos a la investigación de la Esencia de lo Innombrable con una novedosa y poderosa perspectiva.

Este cambio substancial acrecentado e inspirado por muchos de quienes “investigan” sus propios caminos con sincera y humilde libertad, nos permite abrir las puertas a un redescubrimiento interno, donde el miedo inercial e instintivo de la primera humanidad acechada de peligros es innecesario y así también la “necesidad de un Salvador externo”.

De este modo nuestra conciencia liberada del peso kármico producido por la creencia que densamente ha ido velando una y otra vez la realidad espiritual nos permite “elevarnos” ascender, a nuevos estados de nuestra “idea de Dios”, y es la reconquistada libertad la que nos conduce poco a poco a permitir primero, a desarrollar después y a exteriorizar más tarde la propia soberanía, la sabiduría inherente y natural de nuestra esencia, la dimensionalidad que intuimos detrás de todos esos estadios de conciencia donde nos movemos y tenemos nuestro Ser.

Así poco a poco vamos dejando en el camino patrones, bloqueos, ideas obsoletas y creencias que han ido tejiendo la “realidad” o maya.

Las posibilidades crecen y lo potencialmente poderoso que intuimos como parte de nosotros mismos pasa a ser “percibido” en lugar de “creído” (apegado, inercial, externo) y es ahí donde la búsqueda comienza a suponer un estado más puro de nosotros mismos, un estado multidimensional donde una infinidad de realidades y vidas, de existencias y experiencias, de fuerzas y energías emergen con sus potencialidades ilimitadas, pudiendo formar parte de la “incansable búsqueda”, otorgando y cediendo, su sabiduría como parte indispensable de la exteriorización o manifestación completa del Hombre-Dios.

Esta miríada de vida entre las vidas, de moléculas, átomos, células que en su propio e individual proceso han evolucionado bajo las “leyes” de nuestra mente-creencia de algo “externo” comienzan a tomar conciencia de su propia divinidad. Como parte de un todo reluciente, tocadas e inspiradas por un “perceptor” que no las etiqueta o somete a lugares inferiores del juicio social, abren las puertas a su tendencia natural, resurgen brillantes y radiantes a una nueva vida, y comienzan su reconversión, su preparación para una simbiosis profunda con el Soberano, con el Ser que se reinterpreta como Espíritu y que con el profundo Amor del hijo, con la semilla crística comenzando a emerger tras el largo trabajo de la era pisciana, se redescubre también como pura y radioactiva Materia, donde la Unión da forma a la Existencia.

El trabajo meditativo, el silencio donde el todo se contiene, el entrenamiento de la mente que ha de conseguir superar la inteligencia y lo concreto para reinterpretar el mundo abstracto e invisible del “perceptor” produce otro salto cualitativo en la “visión” y la experiencia del “origen” del vacío primigenio acrecienta la “visión de fuego”, el salto hasta otras dimensiones de nuestra “idea de Dios”, donde la certeza substituye a la creencia, la sabiduría al conocimiento, y la intuición a la inteligencia.

En esos parámetros exponencialmente liberados un universo de Amor se desarrolla. Un estado de dimensionalidad de nuestra conciencia donde ocurren los milagros, donde el hombre asume armónicamente su destino de creador, donde el “esfuerzo y la lucha” han desaparecido, y la búsqueda, el sendero de retorno hacia la VERDAD la BELLEZA y el PODER sucede como principal “plan” del estado más elevado del Dios al que nos acercamos…EL SER PURO QUE SOY…EL YO SOY.

“Lo que yo te digo en la oscuridad, háblalo tú en la luz”

Namasté

Anabel.C.Huertas

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