Con la Fuerza de David, por Melba Altagracia Grullón Ubiñas

Jorge Gomez (333)
«La mirada de Dios no es la del hombre; el hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira el corazón» (Samuel 16, 7-8)David era el menor de ocho hijos de Jese, efrateo de Belén de Judá. La historia bíblica cuenta que era un joven israelita humilde, pero de mucha personalidad, que se dedicaba principalmente a cuidar el rebaño de su padre. Era conocido por el arte de tocar el arpa, lo que lo había llevado hasta el Rey, quien quedó prendado por las cualidades de David.Mientras que Goliat, guerrero de los filisteos que aparentaba poderoso e invencible, era un gigante engreído que presumía con soberbia su supuesta superioridad, vestía armaduras y armas de bronce. Este desafió a los israelitas diciéndoles «Escojan un hombre que pueda pelear conmigo. Si es mas fuerte que yo y me mata, nosotros, los filisteos, seremos sus esclavos; si yo soy mas fuerte y lo mato, entonces ustedes serán nuestros esclavos y nos servirán». Al oír esto, el Rey Saúl y todo Israel quedaron asombrados y asustados. Goliat insultó y desafió al llamado «Pueblo de Dios» durante cuarenta días sin que nadie se atreviera a enfrentarlo, pues todos le tenían miedo y evitaban estar en su presencia.

David, pequeño y sin armaduras, pero con la fuerza de la Fe y la convicción de que lo único que puede vencernos es el miedo, reaccionó ante la humillación de su pueblo y le dijo al Rey Saúl «No hay porque tenerle miedo a ese! Yo, tu siervo, iré a pelear con ese filisteo».

Aunque el Rey Saúl dispuso que armaran a David con sus propios vestidos, le puso un casco de bronce en la cabeza y le cubrió con una coraza, David prefirió luchar con los recursos sencillos que eran conocidos para él: Su honda y cinco piedrecillas cuidadosamente escogidas.

Cuando Goliat fue acercándose a David, burlándose de su sencillez y su aparente pequeñez, David se apresuró hacia delante, tomó una de sus piedras, la colocó en su honda y la lanzó con gran fuerza golpeando en medio de la frente al guerrero filisteo, lo que fue suficiente para que cayera al suelo. David no perdió tiempo y sin pensarlo dos veces corrió hasta él, le sacó su espada y le cortó la cabeza.

¿Qué cualidades tenía el joven pastor, David, como para ganarle la batalla a un gigante guerrero como Goliat?

– Seguridad en sí mismo, basada en su relación cercana con Dios. Era muy valiente y decidido. Se dejaba guiar e inspirar por Dios. No se dejaba intimidar por las palabras ni la presencia imponente de su enemigo. Aunque Goliat lo despreció y se burlaba de él por ser pequeño, humilde y desprovisto de la vestidura de un guerrero, David se concentró en su fuerza interior y en su objetivo.

– No tenía miedo. Ya se había enfrentado a leones y osos, en defensa de las ovejas de su padre, por lo que se sentía entrenado para luchar.

– Confió en la capacidad de sus propios recursos, aunque aparentaban ser muy sencillos. No aceptó luchar con armas ajenas, sino con las propias.

– El Poder de la Visualización y el Decreto (La Palabra). Proclamó su victoria desde antes de librar la batalla, visualizando con detalle y afirmando lo que pasaría «Hoy mismo te entrega Yahvé en mis manos, te mataré y te cortaré la cabeza y entregaré hoy mismo tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, y sabrá toda la tierra que hay un Dios en Israel, y sabrán todas estas gentes que Yahvé no necesita espada o lanza para dar la victoria, porque la suerte de la batalla esta en sus manos».

– Puso siempre a Dios por delante de él. Su lucha fue en nombre de Dios y en representación de su pueblo, no una lucha de interés personal, pues le dijo a Goliat: «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre de Yahvé, Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado»

– Supo aprovechar la oportunidad y no perdió tiempo, haciéndolo bien y sin titubear desde el principio. Tan pronto Goliat se derrumbó, David corrió y le quitó la espada con la que terminó con su vida rápidamente. No dio tiempo a que el gigante reaccionara. No vaciló pensando en lo que tenía que hacer, pues lo había planificado de antemano. Sabía qué hacer y lo hizo.

De Pastor a Rey de Israel

Dijo entonces el Señor «Úngele, porque este es el Rey».

¿Qué necesita poseer un ser humano para que Dios lo elija dirigente de su pueblo? Parece que Dios tiene criterios de elección muy diferentes a los que actualmente usamos los seres humanos para elegir a nuestros soberanos. Dios nos confía responsabilidades más grandes, a medida que se engrandece nuestro corazón, nuestra capacidad de compromiso con el Plan Divino y a medida que seamos capaces de aceptar su guía y que se haga SU voluntad, por encima de la nuestra.

Tras haber derrotado a Goliat, David empezó a ser reconocido por todo el pueblo y Jonathan, el hijo mayor del Rey, lo consideró como su mejor amigo y lo puso al frente de una parte de su ejército.

David tenía éxito en todas las misiones que el Rey Saúl le encargaba ¿Por qué? Dejaba que actuara a través de él la voluntad de Dios. Todo el pueblo lo quería. El Rey Saúl se sintió celoso del éxito de David y dijo «Lo único que le falta es el reino». Se vio amenazado por el liderazgo de David. Todo Israel y Judá querían y respetaban a David porque este iba al frente de ellos en el ejército del Rey y porque se daban cuenta que Yahvé estaba con él.

Como todo árbol que da buenos frutos corre el riesgo de que le tiren piedras, el Rey a quien David tanto servía, soberano del pueblo por el cual arriesgaba su vida, no solo quería tirarle piedras, sino que se empecinó en matarlo. A veces los seres humanos tenemos que lidiar con estas bajezas, mezquindades humanas; a veces tenemos que enfrentar el desengaño de darnos cuenta, que las personas a quienes mas servimos pueden resultar ser las que quieran destruirnos. No den sus perlas a los cerdos, no sea que luego os despedacen.

Sin embargo, como todo obra para bien – y mucho más cuando tienes pureza en tu corazón – , quizás el que Saúl persiguiera a David para matarlo, dio pie a que David demostrara mucho más su grandeza de espiritu. ¿Por qué? Porque David demostró su verdadera grandeza al tener por dos ocasiones la oportunidad de quitarle la vida a quien quería quitársela a él… y no lo hizo.

La primera ocasión fue cuando David y sus hombres estaban en el fondo de una cueva y Saúl entró a hacer sus necesidades fisiológicas. David se acercó sigilosamente y cortó un pedazo de su manto, como constancia de que pudo haberlo matado por la espalda.

Cuando salieron y David le mostró el pedazo de manto, Saúl se conmovió hasta las lágrimas y le dijo «Tú eres más justo que yo, porque tú me devuelves bien por mal. Que Yahvé te recompense por lo que hoy has hecho conmigo. Estoy seguro que reinarás y que el reino de Israel se afirmará en tus manos».

A pesar de esta experiencia, parece que el Rey Saúl todavía no aprendía a dominar sus demonios internos, ni se deshacía de su apego a su posición de Rey, así que siguió persiguiendo a David para matarlo.

De nuevo se le presentó a David la oportunidad de matar a Saúl, al entrar a su dormitorio mientras el Rey estaba dormido. Otra vez David toma una prueba de su cercanía y la presenta, explicándole a Saúl: «Yahvé devolverá a cada uno según sus méritos y fidelidad, pues hoy te había entregado en mi poder, pero no he querido levantar mi mano contra ti por ser el ungido de Yahvé. Así como he respetado hoy tu vida, así hará también Yahvé conmigo y me librará de toda angustia». A lo que Saúl respondió «Bendito seas, hijo mío, David. Sin duda triunfarás en todas tus empresas».

Cuenta la historia que Yahvé había dicho «Por medio de mi siervo David libraré a mi pueblo Israel de los filisteos y de todos sus enemigos». También le dijo a David «Tú eres el que guiará a mi pueblo; tú llegarás a ser jefe de Israel». «Te fui a buscar al campo y te saqué de detrás de las ovejas para hacerte jefe de mi pueblo». «Ahora voy a hacer que tu nombre sea famoso entre los grandes de la tierra.» «Tu trono estará firme hasta la eternidad».

Israel era dirigida por un Consejo de Ancianos «Todos los ancianos dirigentes de las tribus de Israel vinieron a hablar con David» (Samuel 5, 1-3). «Los dirigentes de Israel fueron donde David, en Hebrón, y a continuación, hicieron un pacto con David, delante de Yahvé, y procedieron a ungirlo como Rey de Israel.» David tenía 30 años cuando empezó a reinar. Reinó durante 33 años sobre todo Israel y Judá y antes, 7 años a Judá, por lo que en total fue Rey por 40 años, para luego ser sucedido en el trono por su hijo, el sabio Rey Salomón.

¿Entendemos por qué llegó David a ser ungido como Rey? Por su valentía, honestidad y lealtad, porque era un hombre justo, y sobre todo, porque siempre se dejaba guiar por Yahvé, a quien consultaba antes de tomar cualquier decisión y hacía exactamente lo que Dios le decía que hiciera.

David tuvo la suficiente humildad para reconocer que él solo era un instrumento de Dios, pues aun cuando libraba duras batallas y siempre ganaba, él no se atribuía para sí esos logros, sino que afirmaba «Yahvé arrasó como una ola a mis enemigos».

Más o menos mil años después, al Maestro Jesús solían llamarlo «hijo de David», como podemos constatar, por ejemplo, en Mateo 15,22 cuando relata que una mujer cananea le gritó «Señor, hijo de David, ten compasión de mí!», o en Mateo 21,8-10 «Cuando Jesús entró en Jerusalén montado en un burrito, un gentío gritaba «!Hosanna al hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en nombre del Señor!»

Sin embargo, luego Jesús preguntó mientras enseñaba en el templo «¿Por qué los maestros de la Ley dicen que el Mesías será el hijo de David? Porque el mismo David dijo, hablando por el Espiritu Santo «Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies». Si David mismo lo llama «Señor», ¿Cómo puede entonces ser hijo suyo?». (Mc 12, 35-37).

Con esto Jesús aclaraba que él no era hijo de David, como se creía, porque el mismo David lo había llamado Señor. Quien era descendiente de David era José, hijo de Jacob; pero José no era el padre biológico de Jesús, sino su padre de crianza, por lo que no existía un «parentesco de sangre» entre David y Jesús. Sí es importante destacar que José, un carpintero descendiente del Rey David, fue el elegido para que cuidara del pequeño Emmanuel y de su Madre María.

El Cántico de David

Al Rey David se le atribuye un gran número de los Salmos, los cuales tienen su origen en la recopilación de los cánticos del Templo de Jerusalén.

La historia cuenta que David dirigió a Yahvé las palabras de este cántico, cuando éste lo libró de Saúl y de todos sus enemigos:

«Yahvé es mi roca y mi fortaleza, mi libertador y mi Dios. Él es la roca en que me asilo, mi escudo, mi salvación, mi fortaleza y mi refugio. Tú, mi Salvador, me salvas de la violencia. Invoqué a Yahvé, digno de alabanza, y me encuentro libre de mis enemigos. Me rodeaban las olas de la muerte, los torrentes de Belial me habían sorprendido. Los lazos del Lugar Oscuro me rodeaban, veía delante de mí trampas de muerte.

En mi angustia clamé a Yahvé, invoqué a mi Dios, desde su templo oyó mi voz, y mi clamor llegó a sus oídos. Y la tierra se estremeció y tembló, los cimientos de los cielos se conmovieron, se estremecieron porque él estaba enojado.

Subía humo de sus narices y de su boda salía un fuego devorador; con carbones encendidos. Inclinó los cielos y bajó, una oscura nube tenía bajo sus pies. Montó en un querubín y voló, planeó sobre las alas del viento. Su séquito era de tinieblas, su tienda, de nubes de agua, de espesos nubarrones. Un resplandor iba delante de él, brasas ardientes lo alumbraban.

Truena Yahvé desde los cielos, el Altísimo hace oír su voz; Lanza sus flechas y dispersa a los enemigos, sale un rayo y los derrota. El fondo del mar queda a la vista, aparecen los cimientos del mundo ante la amenaza de Yahvé, ante el viento que sale de sus narices. Extiende su mano desde lo alto y me toma, me saca de las profundas aguas.

Me libra del enemigo poderoso, de mis adversarios, demasiado fuertes para mí. Ellos me asaltaban el día de mi desgracia, pero Yahvé fue mi protección. Me sacó al espacio abierto, me salvó, porque me ama.

Yahvé me recompensa según mi justicia y me paga según la pureza de mis manos, porque he andado en los caminos de Yahvé y no he hecho mal apartándome de mi Dios; tengo presentes todas sus decisiones y no me he alejado de sus mandamientos. De nada se me puede acusar delante de él y me mantengo lejos del pecado. Y Yahvé me recompensa según mi justicia y conforme a la pureza de mis acciones ante él. Con el piadoso te muestras piadoso, e irreprochable con el perfecto, puro con el puro, pero astuto con el malicioso, Tú que salvas al pueblo humillado y humillas a los ojos altaneros.

Yahvé, tú eres mi lámpara, mi Dios, iluminas mis tinieblas; Contigo regio el cerco y con mi Dios asalto murallas. El camino de Dios es perfecto, la palabra de Yahvé es segura, él es escudo para cuantos se acogen a él. ¿Quién es Dios fuera de Yahvé? ¿Quién es roca sino nuestro Dios?

Este Dios es mi refugio y mi fortaleza y me hace totalmente despejado el camino. Hace mis pies como los de la cierva y me mantiene de pie en las alturas. El adiestra mis manos para el combate y mis brazos para estirar el arco de bronce. Tú me das tu escudo salvador y tu bondad me hace grande. Alargas mis pasos cuando camino y mis tobillos no se doblan.

Persigo a mis enemigos, acabo con ellos y no vuelvo hasta haberlos acabado. Los derribo y ya no pueden levantarse, caen, y quedan bajo mis pies. Me das fortaleza para el combate y doblegas ante mí a mis opresores.

A mis enemigos los haces dar la espalda, y acabo con aquellos que me odian. Ellos gritan, pero no hay salvador; claman, pero Dios no les responde.

Los machaco como polvo de las plazas, y los piso como el barro de las calles. Me libras de las rebeldías de mi pueblo, y me pones a la cabeza de las naciones, me obedecen pueblos desconocidos. Hijos de extranjeros me vienen a alabar, son todo oídos y me obedecen.

Los hijos de extranjeros desfallecen y abandonan temblorosos sus refugios. ¡Viva Yahvé! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Alabado sea Dios, mi Salvador!, el Dios que me da la venganza y quebranta los pueblos debajo de mí. Tú me salvas de mis enemigos.

Tú me elevas por encima de mis agresores y me libras de los hombres violentos. Por eso te alabaré en medio de los paganos, y quiero cantar a tu Nombre.

Yahvé multiplica las victorias de su Rey y muestra su bondad a su ungido, a David y a su descendencia, para siempre».

¿Qué significa Yahvé? «El que es: Yo Soy». «Moisés contestó a Dios: «Si voy a los hijos de Israel y les digo que el Dios de sus padres me envía a ellos, si me preguntan «¿Cuál es su nombre?, yo ¿Qué les voy a responder? Dios dijo a Moisés «Yo Soy: Yo Soy». «Así dirás al pueblo de Israel: Yo Soy me ha enviado a ustedes. Y también le dirás: Yahvé, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado. Este será mi nombre para siempre, y con este nombre me invocarán de generación en generación». (Éxodo 3, 13-15).

Ese es el significado de Yahvé, y esa es la misma luz, energía y pensamiento que impulsaba a David desde su interior para actuar con dignidad. La misma energía y pensamiento que se manifestó a través del Maestro Jesús cuando afirmó «Yo Soy la Luz del Mundo!».

«Que se haga la Voluntad del Padre/Madre en mí, antes que mi propio libre albedrío». Que nos sea dado el entendimiento. Fe y Amor; Paz y Esperanza. Yo Soy Melba.

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