Conjunción de fenómenos recientes: Cambio radical
Hoy es la conjunción de una multiplicidad de fenómenos recientes.
Todos efecto del devenir de la historia. Destacan; Financialization, 4ta revolución industrial, Cuántica, Astrofísica, Big Data, VR (Virtual Reality), AI (Artificial Intelligence), IoT (Internet of Things), Nanotecnología, Digitalización de la Economía, Blockchain.
Todos ellos son aludes cuya escala, velocidad y efectos sobrepasan por lejos nuestra institucionalidad actual a nivel planetario. Al ritmo actual los ejemplos de economías del planeta que adoptan y adaptan son escasas o al menos sutilmente discordantes con las actuales políticas de orden y manejo económico y político global. En mi caso, ver un alud siempre causa temor.
Es por ello que las sociedades debieran intentar adaptarse y prever estos aludes metafóricamente trabajando los escarpes y acumulaciones de nieve para un desborde controlado que se aleje de los asentamientos humanos. De otra forma los aludes barrerán con el modo de vida de quienes no prevean estos riesgos inminentes en logicas de adaptación y evolución memetica.
Aquí también dejar dos lineas acerca de que al trabajar metaforicamente los escarpes y acumulaciones de nieve ello puede llevarnos a medios de control que deshumanicen nuestras formas económico-sociales y culturales como a permitir su despliegue y expansión armoniosa en función del hombre y su bienestar.
Los aludes, de alguna forma, de manera similar a los efectos que causan los dolores de crecimiento, también responden a dinámicas energéticas de muy repentina ocurrencia, a veces previsibles, a veces no.
Como ejemplo, y a escala local, de uno de los grandes aludes que han pasado por Chile, podemos ver el descubrimiento del salitre sintético a comienzos del siglo XX. Solo medio siglo antes de tal descubrimiento, en 1879, una guerra por el recurso natural tuvo alcances regionales y sus resultados redefinieron las fronteras y geopolítica de la región. Chile enfrentaba un desarrollo económico y social de prosperidad y riqueza, sin embargo, todo ello debió ser postergado otro siglo al menos, ahora basados en otro mineral, el cobre.
Fobos y Deimos
Fobos, el miedo; y Deimos, el temor. Señores de nuestra mente, regentes ancestrales dan forma a nuestras formas sociales y aun cuando poco a poco parecemos dejarles de lado solo modificamos nuestros temores y con ello nuestras culturas.
En ese sentido, la nuestra, es una cultura principalmente minera y motor del crecimiento nacional de Chile de los últimos 50 o 60 años a base de cobre. Tanto es así, que actualmente Chile explica alrededor de un cuarto de todo el cobre minado mundial.
Pero los usos del cobre a estas alturas del siglo XXI se ven amenazados. Y Chile con él. Veamos:
Un 7% del consumo actual global de cobre alimenta al sector del Transporte con parte importante de componentes y piezas de automóviles, aeroplanos, trenes, motores en general y componentes electrónicas TIC.
Otro 25% del cobre se usa en construcción, y aun cuando en piping, tuberías, sea un estándar relativamente extendido, hay nuevos materiales que ya son capaces de suplir el servicio del cobre a precios competitivos, incluso en distribución de agua caliente sanitaria o industrial (como ya es el caso de algunos “district heating” – sistemas de calefacción distrital, de uso extendido en países nórdicos).
Pero es el 65% de todo el cobre mundial minado, refinado y procesado aquel que termina en aplicaciones eléctricas. Básicamente para transmisión de energía eléctrica en grandes redes de distribución. He aquí un riesgo y causa de temor.
Hace mas de 15 años que experimentos de transmisión de energía eléctrica de manera inalámbrica ya mostraban resultados promisorios al ser capaces de encender un diodo sin cables y con fuentes de poder ubicados a un metro de distancia.
Hoy la tecnología ya tiene nombre y se conoce como Wireless Power Transmission o Transmision eléctrica inalámbrica que se basa en conceptos como acoplamiento inductivo magnético y acoplamiento resonante. La inducción magnética, o el acoplamiento inductivo magnético, ideas que debemos agradecer a Nikola Tesla, son base fundamental de nuevas aplicaciones a pequeña escala y disponibles comercialmente en sistemas de carga inalámbrica de teléfonos celulares y parlantes o altavoces inalámbricos.
Permitamos a estos experimentos un par de décadas de desarrollo y otro par de adopción para que en 50 o 60 años a lo mucho 100, este 65% actual del uso del cobre se transforme en cero.
Como sea, es esperable que aproximadamente un 90% del uso que hoy le damos al cobre prontamente quede reservado para aplicaciones de diseño en manillas y pasamanos, artesanías o adornos de diseño industrial.
Al menos, esta vez, ya sabemos tenemos litio. Su potencial en aplicaciones de almacenamiento de energía, tanto domiciliaria como en vehículos eléctricos es muy elevado. Esperemos si permee a todos esta vez.
Afortunadamente, la mayoría de las veces, nuestros temores solo responden al desconocimiento.
Hace 200 años Malthus falló al erróneamente modelar que en pocos años la Humanidad enfrentaría hambrunas globales tales que desbaratarían todo el andamiaje económico del orbe. Contaba con escasa y muy nueva información, por lo demás, no recogida del todo apropiadamente ni de fuentes rigurosas.
Los temores mutan, apenas descubierta la trampa solo mutan. Mientras aquellos nacidos 100 años o poco después, vivieron con el miedo a la Bomba, sus hijos y nietos han vivido el miedo al desastre ecológico. Hoy, surfeando incipientemente en la era de Big Data, hemos avanzado en predecir fenómenos complejos con asombrosa, y casi sombría, maestría, haciendo potencialmente posible escenarios, y el temor, a sistemas de control invasivos o vulneraciones a la vida privada.
Es muy seguro que lo que atisbo se cubra de velos que no logro atravesar del todo; pero son velos finos que a mi entender ya dejan ver a contraluz ciertas siluetas y formas, algunas por cierto causan temor.
A escala global, el impacto y avance de la automatización creciente, de las formas de vivir post industrializadas, de la digitalización de las economías y del avance y desarrollo de la sociedad de la información, entre otros, traerá primero y a muy corto plazo la transformación total del tipo de trabajo que realizaremos.
Ya sabemos que hoy requerimos infinidad de labores que hasta hace menos de una década no existían. Imaginen eso elevado exponencialmente sumado al hecho de que no mucho después seremos testigos del desplazamiento masivo de grandes masas de trabajadores remplazados por automatización creciente.
En menos de un siglo, muy probablemente, grandes masas laborales serán remplazadas por robots de todo tipo. Siendo optimistas, con suerte, tan solo la mitad de la actual fuerza laboral será desplazada y quedarán para siempre desempleados. En un escenario del todo pesimista y tal vez mas realista, al menos tres cuartos de la fuerza laboral será desplazada y remplazada por maquinas.
Asi entonces, las sociedades, y las economías y la cultura necesariamente habrán venido sufriendo cambios paulatinos en el modo de adaptarse a estos cambios y ser capaces de seguir expresando formas de vida urbana e industrial de forma pacífica, esperemos con gran desarrollo de las artes y una profunda vida interior.
Seguramente ya en algún modelo de ecología industrial, donde en el escenario pesimista un cuarto de la humanidad – y en el optimista la mitad de aquellos en capacidad de trabajar – estará a cargo de operar, administrar y mantener todo el aparataje de transporte, producción, distribución, housing, en fin, a esas alturas, G@ia
ver:
Asi veremos también como en el escenario pesimista un 75%, o en el optimista la mitad, de las personas en capacidad de trabajar estarán fuera del reducido mercado laboral y en principio solo participarán del sistema de manera activa desde el consumo. Esta mirada es la del sistema como un todo, pero matizada desde nuestra pobre mirada de ameba de mercado y mix capital-trabajo en las proporciones de abuso y explotación a que estamos acostumbrados hasta ahora pero que ya lentamente mutarán.
Pues desde el punto de vista de las personas, este escenario negativo, será mas bien el mejor (desde mi humilde punto de vista), pues un 75% de las personas entre 18 y 70 años no trabajarán formalmente y recibirán vivienda, alimentación transporte y salud con la misma calidad que cualquiera de aquellos que trabajan.
Desde esta remota orilla del futuro, y sin capacidad de prever realmente los aportes que este grupo de supuestamente desplazados tendrá que ofrecer al mundo y la sociedad, es por cierto y seguro que los harán, y en gran cuantía.
De alguna manera, en todo lo demás, serán la razón de todo el sistema. Serán objeto en el uso de servicios de vivienda, transporte, educación y salud. A esas alturas el proveedor de todo ello será muy diferente de los primitivos Estados-Nación, sus economías de mercado y democracias.
Es por ello que no me atrevo a decir si habrá diferencias en la calidad de la vivienda, medios de transporte, tipo de servicios de salud, alimentación o educación para aquellos en el círculo o no de los trabajadores a que lleguen como acuerdo social en tal posible futuro.
La organización que sea que asuma la administración global de una economía social de recursos lo hará por cierto al margen o enfrentando desde nuevos paradigmas conceptos como propiedad privada, dinero o capital cuyas acepciones se moverán desde la imposibilidad de conceptualizar tal idea en dicho futuro a mutaciones éstas incomprensibles a nuestras lógicas actuales.
Aun cuando necesitaremos para ello toda la imaginación política, generosidad moral y creatividad técnica que logremos desplegar es claro que sin una revolución espiritual que envuelva otra mente (nueva visión) y un nuevo corazón (nueva sensibilidad) en vano buscaremos soluciones meramente científicas y técnicas.
Es el momento de cerrar finalmente la cuestión de si competimos o compartimos los recursos planetarios necesarios para dar sustento a nuestras necesidades vitales y cómo ellas impactan el delicado equilibrio dinámico de los recursos planetarios y nuestra existencia.
Retomemos la senda perdida. Dónde estábamos? recogiendo al caído.