El Reino de la Felicidad de Krishnamurti

Rosa (Editora)

Krishnamurti 7

Capítulo 3 – Personalidad

Al tratar de conocer la Verdad, la suprema felicidad, debemos tener presente que no ha de ser el motivo la satisfacción personal, sino el deseo de servir y ayudar. No habéis de creer que el servicio y auxilio sean peculiares de las gentes humildes, apocadas y ordinarias, ni que para servir hayáis de convertiros en máquinas y obedecer ajenos mandatos. Al lograr la perfecta Verdad, lograréis también la perfecta Felicidad, y servís porque no podéis menos de servir.

Yo he visto la Visión por mí mismo, y ahora nadie puede arrebatármela ni quebrantarla, porque es parte de mi alma, parte de mi cuerpo, parte de mi verdadero ser. Es inalterable y cuanto más yo cambio, es más permanente. Pero tan sólo podréis verla, tan solo podréis asimilaros a la Verdad y llegar a ser parte de la Verdad si aprendéis a ser impersonales, en el sentido de que perdáis vuestro yo inferior, vuestro personal y mezquino punto de vista y os identifiquéis con la eterna Verdad. Desde luego que todos hemos de tener personalidad, y aunque nadie ha de desechar su personalidad, no ha de ser personal. Cuanto más evolucionéis y más cerca de la Verdad lleguéis, mayor será vuestra personalidad y más semejante a una flor será vuestra alma; pero tanto más personales seréis cuanto más lejos estéis de la Verdad.

Mientras os esforzáis en lograr esta Verdad, desenvolveréis vuestra personalidad y manifestaréis vuestras inclinaciones.

Para alcanzar la actitud impersonal, lo primero que hemos de combatir es la satisfacción egoísta. Debéis rebelaros contra la propia satisfacción. Si tenéis éxito en el mundo o conquistáis alguna distinción espiritual, experimentaréis al propio tiempo la tendencia a satisfaceros con lo hecho y con gloriaros de ello. Si persistís en someteros a esta satisfacción no adelantaréis ni marcharéis hacia la meta. No podréis acercaros a la Verdad hasta que hayáis aprendido a sobreponeros a las tristezas y alegrías. Sufriréis si sois personales, si os satisfacéis egoístamente, si os contentáis con vuestro yo inferior.

Pero mientras mantengáis constantemente la Visión ante vosotros, mientras hayáis rasgando el velo con que vosotros mismos la cubristeis, nunca será egoísta vuestra satisfacción. Bien sabéis que a la gente se le conoce en la cara el contento de haber tenido éxito en cosas menudas, como si hubieran realizado alguna formidable hazaña; y gradualmente esta física satisfacción se extiende al alma, y el individuo se estanca. Si queréis llegar a la meta y conocer la Verdad, no debéis deteneros a adorar en pequeños santuarios ni inquirir pequeñas verdades. No necesitáis en vuestra vida ir a adorar ante altarcitos cuando ahí está el gran templo de adoración. Os demoráis y perdéis tiempo en los pequeños santuarios, en vez de ir a adorar incesantemente ante el único Altar de la Verdad, a fin de corresponder a las demandas de la evolución. Y si creéis en el Instructor de la Humanidad, también estaréis allende todos los altares, dogmas y doctrinas, y veréis la Verdad a través de todas las pantallas que ocultan la Visión.

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