Hay que mirar hacia adentro para cambiar la realidad
Hay que mirar hacia adentro para cambiar la realidad. ¿Qué significa esto?
Afuera y adentro son dos conceptos usados en nuestra cotidianidad y que, por tanto, no merecen mayor explicación. Pero, puede que no te hayas percatado de que para hablar de adentro y afuera es necesario establecer una referencia. ¿Qué está afuera y qué está adentro? ¿Cómo estableces qué es afuera y qué es adentro? Para poder responder apropiadamente esta pregunta es necesario hablar de relatividad.
Todo es relativo al observador
Vivimos en un universo en el que la relatividad es la norma. Todo es relativo. ¿Relativo a qué? Al observador. El observador es siempre el punto de referencia primario. Y el observador es la inteligencia que posee sentido de ubicación. Es el observador, en un acto de consciencia, quien se da cuenta de que existe un arriba y un abajo, o un afuera y un adentro. Si una pelota está en el interior de una caja, es el observador quien determina que existe una pelota y una caja, y que la pelota está adentro de la caja.
Entonces, adentro y afuera son ubicaciones que existen porque el observador las establece como referencias en función al conocimiento que tiene de su propia ubicación o a su conocimiento de la ubicación de otras cosas. Y lo que el observador conoce es el resultado de lo que ha vivido. A través de su experiencia ha entendido cosas. Por medio de la experiencia el observador descubre el mundo y aprende a interpretarlo, al tiempo que se descubre a sí mismo, porque el mundo es un reflejo de sí mismo.
Pero al inicio de su vida, el observador no conoce nada. Viene con la memoria borrada, por lo que no tiene referencias propias que pueda utilizar. Así que, al nacer, el observador tiene que empezar a establecer sus propias referencias, lo que hace cuando inicia su camino de exploración del mundo físico. Pero lo hace en un mundo que ya está «organizado» de una determinada manera. Al nacer el observador se encuentra con un mundo que ya tiene sus propias referencias, las cuales termina asumiendo en su mayoría como propia.
¿Por qué miramos afuera?
Y todas esas referencias que el mundo ya tiene, y que el observador progresivamente va asumiendo como propias, apuntan hacia lo que ocurre afuera. El mundo al que llegamos al nacer está organizado de manera tal que nuestra atención esté puesta siempre en lo que ocurre afuera de nosotros. De hecho, si lo piensas un poco, te darás cuenta de que muy poco se habla en nuestra infancia y adolescencia sobre introspección, o sobre el mundo interior. Poco o nada se habla de lo que hay adentro de nosotros. El mundo inicia de nuestra piel hacia afuera, y aceptamos esa creencia como una verdad. Aunque la verdad es que somos mucho más que un cuerpo físico.
No somos nuestro vehículo físico. Somos quienes conducimos el vehículo físico, el cual ocupamos de forma temporal para poder experimentar la vida en el plano físico. Podríamos decir que estamos adentro del vehículo, mientras que nuestro entorno representa lo que hay afuera del vehículo. Puedo decir que, en mi caso, yo soy el observador, que ve el mundo afuera de mí, pero que habita en un mundo que existe adentro de mí.
Yo puedo percibir a ambos mundos, aunque en muchas ocasiones no los pueda diferenciar. Y tal vez este sea el origen de todos nuestros problemas. Dentro de mí existe un universo que no pertenece al plano físico y que no es perceptible a través de los cinco sentidos, mientras que afuera de mí existe otro universo que sí es perceptible a través de los sentidos, y que es el universo que vine a explorar.
Afuera es el mundo exterior y adentro es el mundo interior
El universo afuera de mí es con el que interactúo. En él existen las personas que me rodean, mi sitio de estudio o de trabajo, mi casa y mi familia. En ese universo tengo obligaciones, deberes y responsabilidades. En ese universo yo como, duermo, gano dinero por mi trabajo y lo gasto. En ese universo yo viajo por mar, tierra o aire, pago impuestos, lucho por un ascenso en mi trabajo y pago la cuota de la hipoteca. El mundo afuera de mí es aquello a lo que llamo mi realidad, aunque realmente es sólo una fracción de ella. El universo afuera de mí es el mundo físico tal como lo percibe el observador, que en mi caso soy yo.
El universo adentro de mi es otra cosa. De ese universo podríamos decir que es subjetivo, porque no lo podemos tocar, ni oler, ni ver, ni escuchar, ni saborear. No es cuantificable. Ese universo es ajeno a nuestros cinco sentidos. Pero es el universo que lo origina todo en nuestra realidad. De hecho, es en este universo en el que creamos todo lo que nos ocurre en el mundo de afuera.
Llamemos al universo adentro de nosotros mundo interior. En este mundo interior está todo lo que somos y todo lo que podemos llegar a ser. Es un mundo lleno de potencialidades esperando a ser descubiertas y desarrolladas. En el mundo interior habita nuestro Ser, que es nuestra consciencia en evolución. Poco a poco el Ser se va haciendo consciente de sí mismo. Se va descubriendo a sí mismo y, en ese proceso, va sumando a lo que es más potencialidades.
Sé que puede parecer algo confuso, pero en realidad es simple. El Ser y el mundo interior están destinados a ser uno, pero aún no lo son. El Ser es la fracción del mundo interior que ya ha sido descubierta y entendida. El resto del mundo interior aún no ha sido descubierto. Se muestra inexplorado, a la espera de ser descubierto y entendido.
Entonces, podemos decir que el mundo interior se compone básicamente de dos elementos: lo que sabemos, que comprende todo aquello que hemos entendido, y que se manifiesta como nuestro Ser. Y lo que creemos, que es lo que aún no hemos confirmado como una verdad o descartado como una mentira, que forma parte de nuestro mundo interior y que espera ser descubierto y entendido para formar parte del Ser. Es a eso a lo que yo llamo ego.
El mundo exterior es todo aquello que podemos percibir a través de los cinco sentidos, mientras que el mundo interior somos nosotros mismos, divididos entre lo que sabemos (Ser) y lo que no sabemos, que termina siendo lo que creemos (ego). Tal vez esto sea más sencillo de explicar con un ejemplo. Y para ello, voy a utilizar como tema la abundancia, que es algo que muchos anhelamos.
El mundo interior es causa. El mundo exterior es efecto
Cuando pensamos en abundancia, automáticamente interpretamos lo que significa en términos de objetos y cantidades. La mayoría de nosotros asociamos la abundancia con el dinero. Y entonces cuantificamos: «Ser abundante para mí es tener una cuenta con 1.000.000,00 de dólares en el banco». «Ser abundante es tener todos los autos deportivos que desee». «Ser abundante es poder comer en los mejores restaurantes sin preocuparme por el costo». «Ser abundante es tener muchas propiedades». «Ser abundante es ser dueño de un negocio próspero».
Asumiendo que aún no vivimos en abundancia, entonces llega el día en el que decidimos ir tras ella. Así que nos ponemos manos a obra y empezamos a hacer cosas. Porque, si queremos tener, debemos hacer. Eso es lo que nos enseñan desde pequeños. Así que empezamos a buscar qué hacer. ¿Emprendemos un negocio? ¿Nos cambiamos a un trabajo que pague mejor? ¿Pedimos un préstamo para invertirlo y así multiplicarlo a través de las ventas? No sé. Lo que se nos ocurra. Así que tomamos una decisión sobre lo que deseamos hacer y nos ponemos manos a la obra.
Supongamos que nuestra elección fue emprender un negocio. Entonces, empezamos a dedicar nuestra atención, tiempo y esfuerzo a desarrollar el negocio, con el propósito de alcanzar la tan ansiada abundancia. Estudiamos y nos preparamos para nuestro emprendimiento. Analizamos casos de éxito y tomamos nota de sus recomendaciones. Hacemos cálculos, analizamos riesgos, estimamos ganancias, hasta que llega el día de poner en marcha nuestro negocio. Pero resulta que no nos va como esperábamos. Aún cuando hayamos copiado el modelo que a otra persona le sirvió, a nosotros no nos funcionó.
¿Qué falló allí? Nos preguntamos. Si seguimos los mismos pasos que otras personas han seguido para alcanzar los mismos resultados, ¿por qué a nosotros no nos funciona? Y ahí nuestra mente empieza a buscar explicaciones: «Es que el mercado no estaba en su mejor momento». «Es que falló mi estrategia de mercadeo». «Es que la gente tiene mal gusto, por eso no le gusta mi producto». «Es que escogí mal a mis socios». «Es que tengo mala suerte»…
Y por ahí nos vamos, porque alguna explicación debe haber para nuestro fracaso si ya otros han transitado por el mismo camino y han tenido éxito. Incluso, algunos de ellos han dejado bien documentados los pasos que han seguido para que otros emulen sus éxitos. Entonces, ¿qué ocurre allí?
Para entender cuál es el problema, es necesario analizar este escenario desde las perspectivas de mundo interior y mundo exterior.
Con bastante frecuencia, todo lo que hacemos para lograr algún objetivo pertenece al mundo exterior. Por ejemplo, en el caso de querer emprender un nuevo negocio, primero nos documentamos sobre el tema. Luego hacemos nuestro estudio de mercado para evaluar la necesidad (demanda) de lo que vamos a ofrecer. Hacemos una miríada de cálculos para anticipar todo posible escenario de riesgo en el negocio. Buscamos proveedores confiables. Nos equipamos con todo cuanto necesitamos para producir lo que sea que vayamos a hacer. Desarrollamos una potente estrategia de mercadeo para darnos a conocer. Todas estas actividades pertenecen al ámbito del mundo exterior.
Así, con la confianza de quien sabe lo que hace, iniciamos nuestro negocio solo para darnos cuenta algunos meses después que no está funcionando. No estamos teniendo los resultados que proyectamos. Nuestros productos o servicios no se están vendiendo. Y entonces, empezamos a evaluar si fue una buena decisión haber tomado esa ruta.
En el ejemplo anterior hicimos todos los pasos según el mejor manual del emprendedor que hemos encontrado. Pero el negocio no funcionó, aunque a otros esos mismos pasos le funcionaron a la perfección. Entonces, podríamos concluir que, cuando trabajamos desde el mundo exterior, hacer las cosas igual que los demás no siempre funciona. Incluso, hablando desde mi propia experiencia, podría decir que casi nunca funciona. ¿Por qué?
Porque el mundo exterior es el mundo de los efectos. En el mundo exterior, en nuestra realidad, se manifiestan los efectos de causas que no pertenecen a ese mundo. Y si esto es cierto, entonces ¿dónde se originan las causas? La respuesta es: en el mundo interior. Recordemos que el mundo interior está compartido entre lo que sabemos y lo que creemos. Así que, volviendo al ejemplo de la abundancia, una pregunta relevante sería ¿qué sabemos de la abundancia?
Mirar hacia adentro para cambiar nuestra abundancia
Si nos limitamos al significado de la palabra, de acuerdo con la Real Academia Española, abundancia significa «Gran cantidad«. También significa «prosperidad, riqueza o bienestar«. Por eso, cuando pensamos en abundancia, inmediatamente cuantificamos. Pero en realidad no es al concepto de abundancia a lo que me quiero referir ahora.
Mi pregunta está más bien relacionada a nosotros, como observadores morando nuestro mundo interior. ¿Cuál es nuestra interpretación de la abundancia? ¿Es algo de difícil acceso? ¿Es algo a lo que tenemos acceso cada vez que deseamos? ¿Entendemos en qué consiste la abundancia? ¿Es la abundancia en realidad algo que está afuera de nosotros? ¿Qué sabemos de nosotros en relación con la abundancia?
Como he dicho antes, el mundo exterior es el mundo de los efectos, mientras que el mundo interior es el de las causas. Así que nuestra interpretación de abundancia en nuestro mundo interior determinará el resultado que obtendremos en el mundo exterior.
Es por eso que se puede seguir al pie de la letra unas instrucciones escritas por alguien que ha logrado abundancia plena en su vida, y aún así no obtener el mismo resultado. Porque, más allá de las instrucciones está lo que se sabe y lo que se cree de la abundancia, y que está en el mundo interior de la persona que ya alcanzó la abundancia. Esa persona tuvo que hacer un trabajo interno importante que seguramente le llevó a romper con patrones de conducta restrictivos, con programaciones mentales negativas, con falsas creencias en relación con la abundancia y con cualquier otro tipo de malformaciones mentales que le llevaron a crear un concepto de abundancia para sí mismo que no era el que deseaba.
Y es eso justamente lo que deseo transmitir en este artículo. Lo que he llamado nuestro mundo interior es lo que somos y todo lo que podríamos llegar a ser. Es nuestra esencia más sagrada. Y es la causa primaria de nuestra estadía en este planeta. Nuestro mundo interior viene a ser la causa primaria que nos trajo al plano físico en primer lugar. Y se manifiesta como el deseo de conocernos a nosotros mismos a través de la experiencia. Mientras que eso que llamamos realidad, o mundo exterior, viene a ser el efecto que experimentamos en el plano físico.
Entonces, en nuestro mundo interior la combinación entre lo que sabemos y lo que creemos determina nuestra forma de crear la realidad. Para todo lo que no hemos entendido aún tenemos una teoría, la cual se convierte en una creencia. Y si esa creencia es falsa, entonces los efectos que experimentaremos en nuestra realidad no serán los que estamos esperando, sin importar que hayamos seguido todas las instrucciones de alguien que ya transitó con éxito por el mismo camino que estamos recorriendo. Porque, al final, no se trata de lo que haces ni de lo que tienes. Se trata de lo que ERES. Y lo que eres depende de lo que hayas entendido acerca de ti mismo y de tu entorno.
El sistema en el que vivimos nos insta con fiereza a fijar nuestra atención en el mundo exterior. Es decir, en el mundo de los efectos. Nos impulsa a buscar resolver todo en el mundo exterior. Hacer para tener es la premisa. Esto nos hace presas fáciles para quienes pretenden controlar al planeta. Una vida vivida tratando de resolverlo todo en el mundo exterior es una vida desperdiciada. Allí no hay avance, porque el Ser se irá de este mundo sin saber mucho más de sí mismo porque nunca se dio el tiempo de mirar hacia adentro.
Mirar hacia adentro, descubrir aspectos de lo que somos, desarrollar potencialidades ocultas y alcanzar nuevos niveles de entendimiento fue lo que nos trajo aquí. Todas las respuestas que necesitamos no se encuentran afuera. Están dentro de nosotros. Cada ser humano posee en sí mismo a un guía interior, que sabe lo que cada uno de nosotros deseamos alcanzar. Pero no vamos a escuchar su voz si nuestra atención está siempre en lo que ocurre afuera…
Así que es hora de mirar hacia adentro. De dejar de perder el tiempo distraídos con el mundo exterior y empezar a dedicarle tiempo a explorar nuestro mundo interior para entender. Porque ese es el único camino de regreso a casa…
AUTOR: Rafael Bueno, redactor en la gran familia de hermandablanca.org
Cuánta razón y sabiduría en esas palablas… Ojalá llegue a muchos lectores sirva para el despertar!
Gracias, llegó para contemplarla luna
Muchas gracias
Excelente, gracias! Es la tercer buen coincidencia (confirmación de mensaje) en dos días.
Gracias Gracias Gracias ?
Gracias por este mensaje tan oportuno que me ha llegado hoy
Lo que a mí me dice que era para ti…
Gracias por leer lo que escribo.
Muy buen artículo. Muchas gracias.
Gracias a ti por leer lo que escribo