La Muerte: «Misterioso y Tenebroso mundo con regreso a la vida»

«La muerte no podría existir en un mundo sin espacio y tiempo»

Juan David Montes, un feliz trabajador y arduo estudiante. El día 02 de noviembre de 2016, salió de una famosa zona industrial de la Ciudad de Medellín, ubicada en el Sector conocido como “La Aguacatala”, rumbo hacia su casa, ubicada en una zona Popular del Barrio Santo Domingo Savio de la misma Ciudad.

Cuenta JuanDa, que terminó de laborar siendo las 22 horas de la noche; como de costumbre, colgó su diadema en el computador que utilizó en su jornada laboral para contestar las llamadas en el Call Center; se dirigió a su locker y sacó su maleta para irse a casa.

En la salida de la Empresa, pasó el carné por la registradora de empleados y lo guardó en su morral. Luego, se dirigió al tren con el fin de emprender rumbo a su casa.

En camino, antes de abordar el tren, se encontró con una hermosísima chica, quien le inspiró confianza y a quien le pareció interesante conocer; además, fue correspondido por aquella hermosa mujer; “22 años aparente, hermoso semblante de tez sonrosada, facciones de ángel, como cincelada con líneas perfectas, calculadas por el mayor y más grande artista. Su cabello rubio lacio como luz de primavera, peinada acorde a su dulzura manifiesta y a la tonalidad de su piel. Su integralidad, evoca sabores y emociones inconcebibles, jamás vistas, agraciada a la vista de cualquier hombre. Su cuerpo es todo un poema, increíble. Inteligente, agradable y trabajadora. Era la mujer perfecta. Cariñosa, simpática, hermosa y real”.

Iniciaron conversación, en la que apaciblemente empezaron a compartir opiniones de vida, experiencias y realidades sociales, económicas y de gustos. Mientras éste gran acontecimiento pasaba, el tren avanzaba hacía el lugar de destino de ambos; ¡pero qué sorpresa!, cuando JuanDa, al preguntar a ésta angélica dama su destino, supo que se dirigían al mismo lugar, Barrio Santo Domingo Savio.

Abordaron juntos el Metro Cable, medio de transporte utilizado en la Ciudad, el cual es aéreo. Y subieron alegres hacía sus destinos. Juan David recuenta, que nunca en su vida, el tiempo había avanzado tan deprisa y tan agradable, como si estuviera en el mismo Cielo, pese a su cansancio físico por una ardua jornada laboral.

Una vez llegados a su destino, tendrían que despedirse, la nostalgia inunda enormemente el corazón de JuanDa, le preguntó ¿Cuándo te veré? ¿me darás tu número celular? Aquella angelical mujer, con una sonrisa en sus labios e invitándole a continuar el camino, le incita a que le acompañe a su casa, así sabría dónde encontrarla; pero antes, le pide el favor de proporcionarle dinero para comprar algunos alimentos y llevar a su madre, pues según cuenta, han sido días de intenso ayuno en su hogar; este dinero lo devolvería en casa.

Con este pedido y accediendo al mismo, Juan David, se siente obligado en acompañarle. Entran en una tienda cercana a casa, y hacen la compra de arroz, chocolate, leche, huevos y aceite. Al llegar, JuanDa nota que la puerta está cerrada, situación normal por estar en altas horas de la noche, el cual no le preocupó. La chica le dice que le espere afuera un momento, que ella le traerá el dinero que le prestó para las compras. Silenciosamente entreabrió la puerta e ingresó.

Pasaba el tiempo y aquella radiante mujer no se hacía presente nuevamente. ¿Sería un engaño? ¿Me robó? Eran interrogantes que pasaban por la mente y el corazón de JuanDa, sin embargo, al recordarla, se daba cuenta que debía esperar más, pues se trataba de un ángel que no era capaz de hacer ningún mal. Pasada media hora, decidió tocar la puerta y preguntar por la mujer.

Al tercer toque, abre una señora quien se observa profundamente triste y nostálgica; Juan David, le pregunta por aquella gran mujer que le acompañó durante su trayendo del trabajo hacia casa; pero con voz entrecortada y con lágrimas en su rostro, aquella mujer, abre totalmente la puerta y le muestra a JuanDa una tarima ubicado en el centro de la sala de la casa, con una persona en ella, y le dice que su hija, a quien él describe tan detalladamente, murió a las 22 horas de la noche de aquel día. 

¡Qué sorpresa y qué susto! Juan David, se dirigió lentamente a la tarima con paso tembloroso y débil, y observó la mujer que había sido sorprendida por la muerte colocada boca arriba, cubierta por una manta color azul pálido; su rostro no resplandecía, su cuerpo no era el mismo, su sonrisa angelical había desaparecido, sólo se observaba un cadáver. ¿Será una broma?, se preguntaba interiormente; no lo era, llegaban más y más personas a la residencia, entre ellos, su hermano con el ataúd.

Los elementos que habían comprado en la tienda, fueron encontrados por la madre de la mujer en la despensa de la casa, en las cantidades iguales a las que JuanDa había enunciado. Recuerda Juan David, que se retiró de la residencia siendo las 12 de la media noche, oró por la difunta, no recibió devolución del dinero prestado, tampoco de los elementos alimenticios, y se fue para su casa. “Nunca me había pasado algo tan hermoso y tan divino, pero desvanecido rápidamente”.

«La vida después de la muerte del cuerpo, está en un esplendor existente»

Será que en el lecho de muerte, la persona que fue sorprendida por aquella entidad antropomórfica personificada en calavera y con una guadaña en su mano, ¿puede tomar la opción de hacer un gesto social o caritativo antes de partir? Es tenebroso ¿verdad?

 

Desde niños hemos sido preparados para morir, durante la vida nos vamos preparando para éste acontecimiento; pero sencillamente, la muerte es una realidad que solo existe en nuestras mentes. Jamás he visto el primer gato preocupado porque algún día morirá, o un perro, un asno o un caballo. Tal vez, si eliminamos ésta realidad existente en nuestras mentes y corazones ¿podremos vivir aunque estemos muertos? Juan David habló, vivió y existió con una persona que había muerto una hora antes. ¿Sólo existe la muerte del cuerpo físico?

 

La muerte no podría existir en un mundo sin espacio y tiempo para ella, proviene de otra atmósfera de tiempo y de estado. De ahí, que la inmortalidad no significa la existencia eterna y perpetua en el sistema temporal de la vida, sino que se encuentra completamente fuera del tiempo. Es decir, no es de aquí. ¿Tu que piensas?

 

El científico estadounidense Robert Lanza, asegura que tiene pruebas concretas y definitivas, en el que afirma que la vida después de la muerte del cuerpo, está en un esplendor existente, es decir que es real, pero ésta no existe de la manera en que la percibimos. Explica que cuando morimos, nuestra vida se convierte en una «flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso».

 

Podríamos pensar, que la vida es llanamente una «aventura que trasciende nuestra forma lineal de pensar«, cuando tu y yo morimos, «no lo hacemos según una matriz aleatoria, sino según la matriz ineludible de la vida«

 

Te pregunto ¿cuál es tu idea de la muerte? ¿Has visto morir a alguien? Reflexiona, es importante que introyectes en tu vida una experiencia real, que en definitiva, es de muerte o de vida.

 

Con este Artículo no pretendo hacer tratados o teorías hipotéticas avaladas por la ciencia, sólo quiero que a través de tu capacidad mental e intelectual, que es más fuerte que las investigaciones científicas, empieces a ver el acontecimiento de la muerte del cuerpo, como una extensión de vida real bajo otros términos de contrato. ¿Cuáles? Te invito para que lo reflexiones conmigo.  

 

¡Ah! y te aconsejo, si alguien te pide dinero prestado y su regazo es angelical, generador de confianza y amistad, no lo dudes, puede estar muerto y su familia corre por gran necesidad.

Muerte del cuerpo: «flor perenne que vuelve a florecer en el multiverso».

 

Autor: Diógenes de Fénix, Redactor en la Gran Familia de hermandadblanca.org