La piedra de prueba, por el Maestro Beinsá Dunó

Jorge Gomez (333)

 Maestro Beinsa Duno con gorro

Lección dada por el Maestro Beinsá Dunó a la Clase Oculta Común,

el 14 de agosto de 1929, en Sofía – Izgrev.

 

            Reflexión sobre la Piedad de Dios.

 

            En la vida existe una piedra de prueba con la cual se miden las esencias de las cosas. El comerciante determina su fuerza financiera por el dinero que posee. Cuando entra en su despacho, su primer trabajo es abrir su caja fuerte y revisar con qué capital dispone. Como sabe con qué capital dispone, él tiene en cuenta de qué crédito puede aprovecharse y qué puede hacer. Esta ley tiene relación no solo hacia el comercio, sino y hacia todas las áreas de la vida. El que sabe esta ley y la aplica razonablemente, y su desarrollo va correctamente. Si pierde la dirección de la vida recta, el hombre se enfrenta a una serie de contradicciones internas. En general, si pierde la dirección recta de su vida, el hombre no tiene ya en qué confiar. Si pierde su credo, si pierde su crédito, tampoco el hombre tiene en qué confiar. Crédito se da solo a aquel que tiene algún capital interno dentro de sí. Si el hombre no tiene un capital interno, ningún crédito se le puede dar.

            La misma ley tiene relación y hacia la vida entera. Si no tiene casa, bienes o mercancías, el hombre no puede aprovecharse de un crédito. Para llegar a ser un maestro, el hombre debe tener conocimiento, como efectivo en el cual confiar. Si no tiene este conocimiento dentro de sí, él no puede llegar a ser un maestro. Si quiere alguien llegar a ser siervo, antes que todo él debe ser sano. Si no está sano, ningún siervo puede llegar a ser. La salud es el capital del siervo. El enfermo no puede llegar a ser siervo. Si el creyente comienza a decaer espiritualmente, a desanimarse porque ha envejecido, porque nada ha logrado, su credo es inestable. Un credo que vacila por las condiciones de la vida es inestable. Sin embargo, hay un credo en el mundo que en todas las condiciones de la vida no cambia, siempre queda uno y mismo. Y en el hombre hay algo que en ningunas condiciones cambia. Esto es lo Divino en él. Es un arte que el hombre sepa cómo despertar en sí lo Divino y darle camino. Gran hombre es aquél que en todas las condiciones de la vida da primer lugar a lo Divino dentro de sí.

            Ahora, haré unas cuantas preguntas. ¿Es el rico el que provoca al pobre para que se vaya a trabajarle, o es el pobre el que provoca al rico para que le busque por trabajo? ¿Es la madre que provoca al niño a llorar, o a través de su llanto, el niño obliga a su madre a trabajar para él? De cualquier manera que os respondáis, para vosotros es importante lo real, lo inmutable que Dios ha puesto en el hombre. A esto el hombre debe buscar, esto debe trabajar dentro de sí, no solo hoy, sino y en el futuro lejano. Si el hombre espera que en el futuro se introduzca algo en él, su trabajo está terminado. Dios ha introducido ya algo en el hombre, más no hay qué esperar. Él tiene ya una base sobre la cual puede edificar. Por lo tanto, si tiene esta base, no le queda nada más salvo trabajar. Ésta representa aquel capital interno inmutable en el hombre que determina su crédito. El crédito del hombre bien aumenta, bien disminuye, en dependencia de esto de cómo pone su capital en circulación. El hombre debe tener una imagen clara acerca de sí mismo, que sepa cuanto y qué capital tiene a disposición. Cómo trabajará este capital, esto depende de sus conocimientos y de sus deseos. Cuanto más grandes y fuertes son los deseos del hombre, tantas más fuerzas pondrá para su realización.

            Dicho está en la escritura que lo Divino nunca se pierde. Lo mismo se refiere y al Verbo de Dios. El Verbo de Dios no regresará hasta que no dé su fruto (Isaías 55:11 – n.d.t.). Entonces, y el Verbo no se pierde, ni se Le añade algo. Si ignora este Verbo dentro de sí, el hombre decae, pierde su fuerza y poco a poco degenera. Si pierde la fe en lo Divino, en su capital Divino, el hombre decae espiritualmente, con lo cual su actividad se suspende. Este capital es un centro alrededor del cual todo lo demás procura. Si pierde este capital, él pierde todo. La fe del hombre en un magno centro, en una magna sociedad, es tan fuerte como y su fe en una alma alrededor de la cual todas las almas procuran. Este centro común es Dios hacia el Cual todo procura. De Él todo sale y hacia Él todo regresa. Y en el organismo humano hay también así una mónada común, una unidad común hacia la cual todos procuran. En los mundos sentimental y mental hay un sentimiento común y un pensamiento común hacia los cuales todos los demás pensamientos y sentimientos se agrupan. Simultáneamente en el hombre hay una convicción hacia la cual procuran todas las demás convicciones. Este foco central hacia el cual procura todo en el hombre es el inicio Divino. No es suficiente que el hombre sepa esto, pero él debe conocer Sus manifestaciones, que sepa como manipular con éste. Si no sabe cómo manipular con el telescopio, el hombre no verá nada en el cielo. El debe saber hacia dónde dirigirlo. Esta es la causa por la cual dos personas miran a través de un mismo telescopio, pero el uno ve, y el otro no ve nada. – ¿Por qué? – El uno sabe la dirección hacia la cual debe mirar, y el otro no sabe.

            La conciencia humana y el cielo representan cosas parecidas. Así como en el cielo ocurren cambios, así y en la conciencia humana ocurren ciertos cambios. Cualquier cosa que el hombre viva, todo se refleja en su conciencia. Si es razonable, el hombre debe fijarse en los cambios que ocurren en su conciencia, y que estudie cómo el astrónomo observa los cambios en el cielo y los estudia. ¿Debe el hombre esperar a que todo se le dé listo, como el niño espera de su madre? Mientras está todavía en la cuna, la madre cuida de su hijo, le proporciona todo listo. Cuando empieza a caminar, sin embargo, cuando comienza a crecer, ella le deja para que solo llegue a ella, que diga de qué tiene necesidad. El hombre debe llegar solo a la búsqueda interna, que solo descubra las cosas y las estudie.

            La gente contemporánea necesita de un punto de vista correcto acerca de las cosas. Ellos definitivamente deben saber qué es aquello que los tropieza en su vida. Ellos procuran hacia cosas distraídas y no tienen una imagen clara acerca de Dios. Ellos no tienen una imagen clara de qué cosa es bien y qué – mal. Como principio, el mal siempre actúa en el mundo objetivo. El mal es un momento que actúa en tiempo y espacio. El bien, lo Divino, siempre actúa por dentro. El mal limita al hombre y le priva de todos los bienes. El bien libera al hombre y le da todos los bienes. El mal y el bien representan dos principios contrarios que actúan simultáneamente en el mundo.

            Sacaré un ejemplo de la vida, que veáis cómo actúan el bien y el mal. Un hombre rico se enferma. Él inmediatamente busca la ayuda de los médicos. Llama a uno, a dos, a tres médicos, les paga caro para que le ayuden. Apenas vuelve en sí, se enferman su mujer y sus hijos. Él se ve en milagro, de nuevo llama a médicos que se reúnen en consejo y deciden operar a su mujer. La operan, pero toman decenas de miles de levas para la operación. Después de todo, este hombre rico se empobrece, pierde la salud y sus fuerzas, sus hijos mueren, su mujer se queda débil, impotente. Él cae en una desesperación plena. La vida ya no tiene sentido para él. El mal, sin embargo, sonríe contento. Éste ha tomado de él lo que le hace falta, le ha limitado y se aleja. En este tiempo lo Divino en él se despierta, y él comienza a hablarse: “Señor, tarde vienes a mí. Hace tiempo era rico, alegre. Mis hijos estaban vivos, mi mujer y yo estábamos sanos. Entonces podría servirte”. El rico ya concientiza qué es lo que debería hacer, se arrepiente, pero encuentra que no puede ayudarse. Como ve que se arrepiente, que está listo de servir, Dios le apoya y le envía de nuevo al mundo para trabajar, para ayudar, para cumplir Su voluntad. Este hombre se eleva, su vida cobra sentido, y comienza a trabajar conscientemente y con amor. Así trabaja el bien, lo Divino en el mundo. Él libera al esclavizado y de nuevo le devuelve los bienes quitados.

            Cristo dice: “El ladrón no viene sino para robar, para degollar y para hacer perder; más yo he venido para dar vida y además abundantemente” (Juan 10:10 – n.d.t.). Estos son los dos principios – el bien y el mal que actúan en el mundo. Cuando el hombre desea retener la cosa más bonita para sí, el mal ya ha entrado en él. Él se ha tentado de algo, y cada tentación a la cual el hombre no puede resistir guía hacia el mal. Hay solo un camino por el cual el mal puede manifestarse. Este camino es el camino de los deseos. Si el hombre desea algo solo para sí, él ya es un esclavo de su deseo. Y nosotros sabemos que solo el mal esclaviza al hombre. El bien, sin embargo, puede manifestarse por miles de caminos. Cuando el hombre odia, el mal se manifiesta en él. Cuando ama, el bien actúa en él. He aquí por qué, cuando odia a alguien, el hombre tiene solo una manera de librarse de él. El mira cómo y cuanto antes destruirlo, quitarlo de su camino. En su cariño hacia alguien, el hombre dispone con miles de maneras a través de las cuales ayudarle, darle algo de sí. Cuando dos personas, el uno un hombre perfecto, y el otro – ordinario, ven la caja fuerte de su prójimo, los dos actuarán de una manera diferente. El perfecto, el hombre justo, pasará al lado de la caja fuerte del rico, mirará dentro, se alegrará de su riqueza y se irá. Sin tomar algo de esta. Él hará para sí sus notas científicas y tranquilamente seguirá su camino. El bien actúa en este hombre. El hombre ordinario, que se justifica con las palabras de que en el pecado le ha concebido su madre (Salmo 51:5 – n.d.t.), se va a detener delante de la caja fuerte y comenzará a luchar por si tomar unas cuantas monedas de oro o no. Después de una gran lucha, él o va a tomar, o nada tomará. Si toma algo de la caja fuerte de su prójimo, él ha cedido a la influencia del mal.

            Como discípulos, vosotros debéis estudiar todas las manifestaciones del mal e imitar sus buenas manifestaciones. Y en el mal hay algo bueno. Por ejemplo, la borrachera es un mal grande para el hombre. Todos los taberneros concientizan esto, y aún así venden su vino y aguardiente, pero ellos mismos nunca se emborrachan. Raras veces encontraréis algún tabernero borracho. Entonces, el mal produce maldades a la gente, pero él mismo nunca cede a las condiciones que pueden llevarlo a este mal. El tabernero puede beber 1-2 vasos, pero siempre está despierto, se guarda de no perder conciencia. Sobrio es el tabernero. Él emborracha a los demás, pero él mismo nunca se emborracha. Si él se emborrachaba como sus clientes, de su comercio nada hubiera quedado.

            Por lo tanto, cuando el hombre encuentre el mal en su camino, pero debe tener tomar y dar con él, que haga esto lo que y el mal hace. Si el mal esconde sus planes, que y él los esconda. El mal no se emborracha, que y él no se emborrache. Diréis que el mal entra en el corazón del hombre. No, en el corazón del hombre no entra el mal, sino aquellos elementos del mal que emborrachan. Como sabe esto, el hombre debe guardarse de los elementos emborrachadores del vino, y no del vino mismo. El vino dulce, como zumo de uva, es un bien Divino, pero cuando el hombre desea cambiar este bien, en este momento caerán en éste fermentos que cambian su naturaleza primaria y lo hacen perjudicial. El oro es un bien Divino, pero en el momento en el cual el hombre lo desea para su placer, éste se transforma en un veneno. Por eso está dicho: “¡No desearás!” – Pero sin dinero no se puede. – El hombre no debe permitir en su mente el pensamiento de que sin dinero no se puede. Antes que todo, el dinero es una invención humana. Que sostenga el hombre en su mente el pensamiento de que sin dinero no se puede, esto significa que cae en la posición del viejo que dice que sin varita no se puede. La varita es necesaria solo en una situación dada. ¿Debe el joven decir que sin varita no se puede? Solo el viejo piensa que no se puede sin varita, pero no y el joven. El dinero es solo un medio para vivir, pero no y una necesidad. Mientras miráis al dinero como un medio, y no como una meta, vosotros estáis en un camino recto. Si el dinero se vuelve una meta de vuestra vida, el mal en cada momento os acosará. De vosotros depende que estéis lejos o cerca del mal.

            Ahora, la consciencia de todos los creyentes, de toda la gente científica, debe librarse de aquellas cosas inútiles que introducen en ellos veneno interno. Si desea algo inútil para sí mismo, el hombre ya ha introducido en su organismo aquel veneno que destruye. Por eso, exactamente, en todos los libros Sagrados está dicho: “¡No matarás, no robarás, no desearás!” Si quebranta una de estas leyes, el hombre introduce en su organismo un género específico de elementos destructivos. No solo los deseos destruyen, sino y el pensamiento torcido, negativo, también destruye. En general, todo lo que destruye es perjudicial. Nosotros le llamamos mal. Todo lo que edifica e introduce expansión en el hombre es bueno. Nosotros le llamamos inicio Divino en el hombre. La tarea del hombre es trabajar para el despertar de lo Divino en él y en sus prójimos.

            A un profesor joven de filosofía, pero severo, se le presentan estudiantes a examen. La primera estudiante que apareció a examen con él, fue reprobada. Tantos estudiantes que aparecieron después de ella, todos fueron reprobados. Llegó el turno de una estudiante bella, especialmente seria y razonable. Ella entra en la habitación del examen, estrecha su mano con el profesor joven y lo mira de una manera específica. En su mirada se leía compasión hacia todas sus compañeras y compañeros que fracasaron en el examen. Con su apretón de manos, ella introdujo en el profesor algo especialmente bello con lo cual despertó su conciencia Divina superior. Él se volteó hacia la estudiante cuidadosamente, le hizo dos-tres preguntas fáciles y la dejó irse. Algunos dirán que y la estudiante, y el profesor no actuaron bien. No, la estudiante fue valiente. Ella creía en el bien, en lo Divino en el hombre. Con tocar la mano del profesor, ella pudo despertar algo elevado y bello, en consecuencia de lo cual él se expandió, miró con disposición hacia sus estudiantes, después de lo cual no reprobó ni a un estudiante. No hay cosa más bella que esto, que el hombre sea valiente, que realice tal acto que despierte lo elevado en el hombre.

            Por lo tanto, mientras vive, el hombre de todas maneras servirá en alguna parte para el despertar de lo Divino. Si veis a dos personas conversando bien, cordialmente, gozosamente, sabed que la estudiante bella ha estrechado su mano con ellos y ha actuado para el despertar de su conciencia Divina. Estas personas están dispuestas, gozosas, listas de hacer bondades. El acto de la estudiante bella es puro, porque lo Divino trabaja en ella. Si Dios no estuviera presente en ella, su acto sería una tentación. Si lo Divino no está presente en el hombre, cada conducta externa suya podría introducir tentación. Si el rico ve a un obrero sano, fuerte, él inmediatamente se tentará de su apariencia externa, le invitará a su hogar para trabajar para él. El obrero pues, se tentará de su riqueza y en sí mismo deseará utilizarla de alguna manera. El amo deseará, cuanto más se puede, utilizar el afán del obrero, y el obrero deseará tomar de él cuanto más dinero se pueda. Y los dos tienen deseo de utilizarse. Sin embargo, en tales comportamientos, ninguna moral puede edificarse. Es una ley: tanto das, tanto recibirás. Poco das, poco recibirás. Mucho das, mucho recibirás.

            ¿Dónde se esconde el mal? – En las cosas más pequeñas. Vais a un tendero para comprar azúcar. Vosotros habéis entrado en su tienda muchas veces, y él diez veces seguidas os ha dado azúcar pura, de buena calidad. A la onceava vez, sin embargo, él pone unos cuantos terrones de azúcar impura en el papel, para que pase desapercibidamente entre la pura, estos, unos cuantos terrones de azúcar impura, representan el mal que quiere pasar desapercibidamente entre el bien. Con su último acto, el tendero pierde la confianza de sus clientes. Imaginad que algún amigo vuestro os invita de visita a su hogar: os agasaja bien, conversa amistosamente con vosotros, pero sin que esperéis os llama golfo. De repente, en vuestras relaciones entra algún resentimiento. Este es el mal el cual con la última palabra se ha introducido en el bien. Una palabra estropea el bien que en un momento dado, el hombre ha hecho. Diréis que esto no ocurre siempre. Aunque ocurra solo una vez, esto ya estropea la pureza del bien. El tendero os ha dado diez veces seguidas una mercancía pura, y una vez solo ha introducido algo impuro, lo último impuro muestra que este hombre ha tenido algunas intenciones escondidas, malas. El último acto es capaz de destruir la confianza creada de los primeros diez casos.

            Por lo tanto, nosotros decimos: hombre puro es aquel que en ningunas condiciones ha manifestado una intención impura. El comerciante honesto aparta la mercancía impura de la pura y dice a sus clientes: “Esta mercancía no es para vosotros”. El mal puede manifestarse a través de todas las formas externas: a través del hombre, a través del animal, incluso y a través de las plantas. Gracias al carácter del mal como un fenómeno externo, objetivo, el hombre puede contraponérsele. Para este fin el hombre debe tener puntos de vista correctos acerca del mal. Si no tiene puntos de vista correctos acerca del mal, él no puede desarrollarse correctamente. El mal está fuera del hombre, y el bien está dentro de él. El mal puede dividirse en dos, o sea, multiplicarse, pero no puede crecer, florecer y dar fruto. Por lo tanto, si el hombre dice para sí que es malo, debe saber que su malicia está fuera de él y no dentro de él. La fuente puede volverse turbia por sus extremos, en su superficie, pero nunca por abajo. El fondo de la fuente está siempre puro. Todas las tentaciones a las cuales el hombre se somete, tienen un carácter interno objetivo. Si Eva no hubiera tenido dentro de sí un deseo interno de probar el fruto del árbol prohibido, por fuera nada hubiera podido tentarla. El mal tiene alguna forma con la cual vive en el hombre. Mientras esta forma exista en el hombre, y el mal existirá fuera de él. Cuando eche esta forma fuera de sí, junto con esta desaparece y el mal fuera de él.

            Como no comprende cuál es el bien verdadero y cuál – el engañoso, la gente cae en una serie de engaños y contradicciones. Un hombre encuentra en el bosque una bolsa con oro, la toma y se alegra de que Dios haya respondido a su oración. Sin embargo, esta bolsa es de un hombre bueno, honesto, que ha viajado de una ciudad a otra y ha pasado por el mismo bosque. Bandoleros le seguían para robarle. Para salvar su vida, él tiró la bolsa y huyó. Los bandoleros dejaron de perseguirle, y cuando regresaban hacia atrás, encontraron al primer viajero que encontró la bolsa con el oro y le atacaron. ¿Qué bien representa para él el oro encontrado?

            ¿Pensáis que cada bien externo es y un bien interno? Diréis que este bien es de Dios. No, Dios no trabaja por fuera. Él no trabaja a través de estímulos externos, físicos, puesto que estos son inestables. Cada estímulo físico es fuerte solo para un caso dado, pero con el transcurso del tiempo éste se debilita. Cuando los deseos físicos del hombre se satisfacen, él ya no se interesa de aquellos objetos y gente que le han ayudado a satisfacerlos. Esta es la causa para las manifestaciones del mal. Cuando el deseo del hombre en un primer tiempo es fuerte y al final se debilita, éste es inestable. Todos los deseos inestables son físicos. El tendero se interesa de su cliente mientras el último compra de él. Cuando compra lo que hace falta y le paga, el tendero ya no se interesa de él, mira que éste salga cuanto antes para liberar lugar para otros clientes. El cliente sale y ve que todo su dinero se ha ido al bolsillo del tendero. ¿Cuál tendero da gratis? En el tomar y en el dar, el hombre debe ser honesto y sincero hacia sí mismo y hacia los demás, que no provoque duda ni en sí, ni en sus prójimos.

            Ahora, así como se expresa la vida, nosotros vemos que el bien y el mal andan paralelamente. Como sabe esto, el hombre debe ser cuidadoso, que no provoque el mal ni en sí, ni en los que lo rodean. Procurad siempre provocar el bien en sí y en vuestros prójimos.

 

La piedra de prueba

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