La Profecía

Marc Torra (Urus)

«Existe una profecía antigua presente en muchas tradiciones. Ella nos habla del fin de una Era basada en el materialismo y el inicio de otra, centrada en la espiritualidad.»

La Profecía en el Tarot

 Por Jean Dodal 1710

LA ARCANA MAYOR XVII del tarot, llamada la “Estrella”, nos muestra a una mujer desnuda, vertiendo agua desde dos cántaros, con una estrella de 16 puntas brillando en el centro del firmamento, y un pájaro ibis que observa postrado sobre la copa de un árbol. Dicha arcana simboliza la sabiduría y la visión de un nuevo futuro. Nos anuncia el amanecer, y en el tarot la misma está vinculada al signo de Acuario.

Ella parece simbolizar la diosa griega Temis, hija de Urano (el Cielo) y Gaia (La Tierra). Temis, llamada Ma’at en el antiguo Egipto, representa la justicia, y de ahí la palabra magistrado. Por ello que muchas veces nos aparece con los ojos vendados (imparcialidad), sosteniendo una espada en una mano (capacidad de discriminación), y una balanza en la otra (equilibrio). Y sin embargo Temis no simboliza la justicia impartida por el ser humano, la cual muchas veces puede ser arbitraria, sino aquella que surge del orden natural, del equilibrio cósmico, de la comprensión de las leyes que rigen la naturaleza.

El amanecer que nos anuncia “La Estrella” vino precedido por un despertar, el cual se dio durante la carta XVI, llamada “la Torre”. La Torre representa el despertar del espejismo del materialismo, el apocalipsis, palabra de origen griego que justamente significa “destapar el velo, darse cuenta, o revelar”. Y la materialidad de la cual despertamos la tenemos simbolizada en la carta anterior, la XV,  llamada “el Diablo”. Fue un despertar interno, y a su vez colectivo; un despertar que de hecho se está dando en estos momentos, a medida que escribo estas líneas en abril del 2012.

La carta XVII (La Estrella) nos promete pues un futuro de armonía, si logramos que la luz prevalezca en cada uno de nuestros corazones. La carta XVI (La Torre) nos trae el mensaje divino, para que despertemos del sueño de la materialidad, para que destapemos el velo que cubre nuestra luz interna. Nos profetiza un despertar que vendrá causado por el astro Sol, aparentemente bajo la forma de una erupción solar, a partir de la cual nos percataremos que hemos basado toda nuestra civilización y forma de vida en una ilusión tecnológica. La mente proyectó todos esos artificios, haciendo que nos olvidáramos de que realmente éramos Espíritu.

En la carta XVII (La Estrella) del tarot también nos aparece un pájaro Ibis, símbolo de Tot, el escribano de los dioses, llamado Hermes en la tradición Griega o Mercurio en la Romana. El ibis está postrado sobre el Axis Mundi o Eje del Mundo y que en esta ocasión nos aparece representado bajo la forma de un árbol, pero que en muchas otras ocasiones también se lo representa como una montaña. Él observa el trabajo realizado, una vez el despertar tuvo lugar.

El ave Fénix

EL AVE IBIS también representa a Bennu, llamado ave Fenix por los griegos, y que los antiguos egipcios vinculaban al sol naciente, a la cuidad de Heliopolis (ciudad del sol en griego) y al dios Sol Ra. En dicha mitología el ave se postraba sobre el Benben, la montaña primordial, desde la cual observa cada nuevo amanecer. Dicha montaña vuelve a simbolizar el Axis Mundi, aquel punto central desde el que podemos acceder tanto al mundo de abajo como al de arriba.

Según nos cuentan diversos mitos y leyendas, el ave Fénix vivía quinientos años. Por ejemplo, narra da Epístola a los Corintios de Clemente de Roma “Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años (…) Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años. Transcurridos los 500 años ella misma se lanzaba a la pira funeraria, para renacer quinientos años después con todo su esplendor y vivir durante otros quinientos años. El mito de ave Fénix parece referirse al proceso de auge y decadencia civilizacional, el cual se ha observado que históricamente sigue ciclos de cinco siglos.

«Itzam-Yeh» el Ave Celestial

ENTRE LOS MAYAS, al ave que se postra sobre el Axis Mundi se la llama Itzam-Yeh o Ave Celestial, y el Axis Mundi es el «Wakah-Chan», el árbol cósmico o árbol cruz. Itzam Yeh es el animal totémico de Itzam Na, el Dios supremo, la esencia de la fuerza creativa del cosmos. Es pues el mismo Itzam Na manifestándose como ave en alusión al mundo de arriba.

Quetzalcoatl

LOS DIVERSOS PUEBLOS del Anawak (Mesoamerica) también representaban el Árbol Cósmico con un Quetzal o ave postrada sobre su copa. A la izquierda observamos a Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, mientras que el de la derecha es Xochipilli, el príncipe de las flores. Ellos evocan el movimiento unificador, de descenso al mundo de abajo (Quetzalcoatl) y ascensión al mundo de arriba (Xochipilli). De ahí que el Árbol Cósmico sea el Axis Mundi, el cual une los tres mundos, también simbolice Vía Láctea, y finalmente la columna vertebral en el ser humano, con el canal energético lateral por el que asciende la energía y el otro por el que desciende. Una imagen similar la observamos en la segunda página del códice Selden.

La Partida de Quetzalcoatl

 QUETZALCOATL TAMBIÉN ES el título nahuatl otorgando al sacerdote supremo, cuyo linaje es restablecido a partir de la manifestación de diversos profetas históricos, el último de los cuales fue Topiltzin, rey de Tula. Topiltzin murió lanzándose a su propia pira funeraria, cerca de la costa de Coatzacoalcos, actual estado de Veracruz. Se dice que:

Cuando ardió, al punto se alzó su corazón de entre las cenizas, y vinieron a verlo todas las aves hermosas que remontan el cielo. Su corazón ascendió, refulgente como un jade, y entró en el cielo. Y dicen los viejos que se convirtió en la estrella que sale al alba (Anales de Cuauhtitlan).

Según el cronista Diego de Landa, tal suceso aconteció el último día de la veintena de Xul, equivalente al 12 de Noviembre el año 999. Observamos en la auto-inmolación de Quetzalcoatl en el fuego un claro paralelismo con el mito del Ave Fénix. También se cuenta que cuatro años después volvió del mundo de los muertos o mundo de abajo, justo el tiempo necesario para anunciar que algún día regresaría. Ello lo hizo diciendo:

¡Alegraos! Se acerca un nuevo día, el día magnífico, de radiante hermosura, cuando a mi rostro tenga que regresar. ¡Entonces me veréis! En ese día comprenderéis las razones divinas, levantaré mi cosecha y recogeré lo sembrado. Entonces desaparecerá para siempre el animal maligno y vosotros podréis caminar en paz.[8. Frank Díaz “El Evangelio de la Serpiente Emplumada” Editorial Tomo. México 2000.]

Con aquella nueva reencarnación del Quetzalcoatl, es decir, con el nacimiento de Topiltzin, se inició un nuevo ciclo civilizacional que duró diez Fuegos Nuevos, equivalente a 520 años dado que cada Fuego Nuevo dura 52 años. Dicha cifra corresponde al ciclo de sincronización entre el año solar y el calendario Tzolk’in (maya) o Tonalpohualli (azteca) de 260 días. Es decir, cada 52 años solares ambos calendarios vuelven a iniciarse en el momento en el que el Sol se halla en el mismo punto de la eclíptica, es decir, un mismo día del año. Observamos en dichos ciclos de 5 siglos y concretamente de 520 años un segundo paralelismo con el mito del Ave Fénix.

La llegada de su hermano gemelo

FUE EXACTAMENTE 10 Fuegos Nuevos después o transcurridos 520 años solares desde la partida de Quetzalcoatl en el 999, que Hernán Cortés arribó a las costas del Yucatán para en el transcurso de ese mismo año conquistar las tierras que actualmente llamamos México. Ello sucedía concretamente en Febrero del 1519. Se acababa pues el día de 520 años iniciado por la última reencarnación de la serpiente emplumada, iniciándose una noche que iba a durar el mismo periodo de tiempo.

Hay quienes dicen que Moctezuma vio en Hernán Cortés el regreso de Quetzalcoatl.  Y sin embargo me inclino a pensar que realmente vio en él no a Quetzalcoatl sino a Xólotl, su hermano gemelo.. Xólotl era el dios del fuego y simbolizaba al lucero (Venus) del anochecer, aquél que protege al Sol cuando por la noche se adentra en el inframundo. Según la mitología anáwak, él entregó al ser humano el conocimiento. En la Biblia viene representado por Lucifer (El que da la luz), la serpiente que tienta a Eva a comer el fruto del árbol prohibido. Mientras que Quetzalcoatl está vinculado al lucero de la mañana, pues cuentan las leyendas que al morir se transformó en el Venus matutino. Aquel quien partió en el 999 anunció el inicio del día: Quetzalcoatl (expresión divina), Topiltzin (su reencarnación humana), o el Lucero de la mañana (manifestación celeste); mientras que el que llegó en el 1419 anunciaba el inicio de la noche: Xólotl (expresión divina), Hernan Cortés (su reencarnación humana), o el lucero del anochecer (manifestación celeste).

El Camino de Wiracocha

ENTRE LOS INKAS, a cada ciclo de 500 años se lo llama pachakuti, palabra que en quechua significa literalmente: el espacio-tiempo (pacha) del revés o invertido (cuti). Pachakuti hace pues referencia a la inversión cósmica del espacio-tiempo que tiene lugar cada cinco siglos, cuando se pasa del día civilizacional a la noche, o viceversa.

La llegada de Pizarro a tierras inkas unos siete años después de que Hernan Cortés arribara a tierras mexicanas marcó el final de un día que se había iniciado con el primero de los doce monarcas inkas, llamado Manco Cápac, palabras que significan literalmente el gobernante (Manco) justo (Cápac). Y al igual que los aztecas, los inkas supieron que llegaba el fin de un periodo y el inicio de su fase nocturna. No por casualidad, Pizarro y sus esbirros arribaron justo a la costa en la que siglos antes Wiracocha, el profeta de aquellas tierras, desapareció caminando sobre las aguas. De ahí su nombre de espuma (wira) y lago o mar (cocha). Wirachocha se apareció sobre las aguas del lago Titicaca, para desplazándose sobre una diagonal de 45 grados, que cruza el Cusco y Cajamarca, y desaparecer sobre las aguas del mar de Tumbes, en el océano Pacifico.

De ahí que no debe sorprendernos que cuando Pizarro emprendió el mismo camino, pero de descenso, en busca del oro del Cusco, los inkas supieran que para ellos estaba iniciándose la larga noche de los quinientos años. Es por ello que Pizarro pudo conquistar todo un imperio con 168 soldados y 37 caballos. Como el Xólotl de los aztecas, el lucero de la tarde, aquel que aparece con la puesta del sol para acompañar a nuestro astro al inframundo, Pizarro descendía por el camino de Wiracocha para informar que anochecía en América al tiempo que salía el Sol en Europa, después de la larga noche medieval.

Tránsitos de Venus

VEMOS CÓMO LAS diversas civilizaciones, tanto andinas como mesoamericanas, fueron plenamente conscientes de los ciclos que rigen la historia, del auge y decadencia civilizacional, el cual sigue un ciclo de aproximadamente 500 años. Fue un conocimiento que tal como podemos comprobar en la leyenda del ave Fénix, también fue reconocido por los antiguos Egipcios, Persas o Griegos, entre otros.

Dichos periodos están vinculados a los tránsitos de Venus. Astronómicamente se llama transito al paso aparente de los dos planetas interiores (Mercurio y Venus) por delante de la bóveda solar. Tales tránsitos se suceden en pares, separados ocho años el uno del otro, distando cada par entre 105,5 y 121,5 años. El tránsito de Venus más reciente tuvo su nodo descendente el 8 de junio del 2004 y su par ascendente está previsto para el 6 de junio del 2012. Si regresamos 1040 años al pasado, nos encontramos con la fecha 972, cinco años antes de que Topiltzin fuera nombrado rey de Tula. Cada 1040 años se sincronizan el calendario solar  y el Tonalpowalli o ciclo de 260 días. También se sincronizan el ciclo sinóptico de la Luna y el año solar. Y finalmente corresponde a la mitad del periodo de sincronización entre el ciclo sinóptico de Venus y el año solar, el cual es de 2080 años. El ciclo de 1040 años fue tan importante entre las culturas del anáwak que se lo vino a llamar milenio tolteca, con sus 520 años diurnos y 520 nocturnos.

Dieciséis dias antes del 6 de junio del 2012 está teniendo lugar otro fenómeno astronómico de gran trascendencia: un eclipse angular de Sol perteneciente a la serie Saros 128.  El eclipse con el que se inició dicha serie se produjo el 29 de agosto de 984 dC, cuando Topiltzin ya era rey de Tula. Observamos pues todo un conjunto de eventos astronómicos que nos vinculan a un periodo en el que la anterior reencarnación de Quetzalcoatl empezaba a ser reconocido como tal.

El Regreso de Quetzalcoatl

ANTES DE SU partida, Quetzalcoatl anunció:

Alegraos! Se acerca un nuevo día, el día magnífico, de radiante hermosura, cuando mi rostro tenga que regresar. ¡Entonces me veréis! En ese día comprenderéis las razones divinas, levantaré mi cosecha y recogeré lo sembrado. Entonces desaparecerá para siempre el animal maligno y vosotros podréis caminar en paz-[15. Frank Díaz “El Evangelio de la Serpiente Emplumada” Editorial Tomo. México 2000.]

Vimos como en el tarot ese animal maligno venía representado por la carta XV (El Diablo). En el Apocalipsis de San Juan viene representado por la Bestia, cuyo número es el 666 y que en números romanos se escribe DCLXVI, es decir D(500) + C(100) + L(50) + X(10) + V(5) + I(1). Para constituir dicho número se han utilizado todos los símbolos de la numeración romana menos el M, el cual equivale a 1000. Parece pues que se esté refiriendo al acto de contar, de cuantificarlo todo, de darle un valor monetario tanto a lo material como a lo inmaterial, e incluso a la vida, algo que por definición hace el Mercado.

Que no nos sorprenda pues que en Mesoamérica se espere el retorno de Quetzalcoatl, y que hayan aquellos que lo predigan para el periodo del tránsito de Venus por delante de la esfera celeste el próximo 6 de junio. Dice la profecía que durante el tiempo que esté con nosotros de regreso:

«En ese tiempo se pedirá a los pueblos que se den en amoroso matrimonio en la puerta de oro, y se casará el pueblo en la casa de los cuatro rumbos. Entonces nos pedirán que nos pongamos de pie (sobre) nuestras sandalias para que nos espiritualicemos. He aquí, el mundo despierta con esta unión; he aquí, ya estamos de pie».

Dicho texto pertenece al Chilam Balam, y es un anuncio del Katun 4 Ajau, el undécimo katun de la cuenta, el cual empezó el 21 de setiembre del 1618 y finaliza el 23 de diciembre del 2012. En él se dice:

Chichén Itsa es el asiento de ese katun. Volverán a su ciudad los itsaes, (palabra que significa «brujos del agua» y que denota a los fundadores de la ciudad de Chichén Itza). Vendrá el quetzal. Llegará el renuevo. Llegará el del Lugar de los Cuatro Árboles. Llegará el que derramó su sangre. Vendrá Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada. Y con ellos de nuevo llegará el Itsa. Es la palabra de Dios

La Garza Blanca

El primero de junio del presente año (2012) una garza blanca se estableció en el estanque ubicado en la plaza central del museo nacional de antropología de México. Ello sucedía en las fechas que median entre el eclipse angular del 20 de mayo, momento en el que según la tradición se inició el descenso de la energía crística de la serpiente emplumada, y el 6 de junio, momento en el que estaba previsto culminara dicho descenso energético.

El eclipse del 20 de mayo estuvo vinculado al inicio del descenso pues éste se dio justo cuando el sol se encontraba en conjunción con las Pléyades. La mitología maya llamaba a las Pléyades el cascabel, y dicho punto representa los cero grados de su eclíptica, de manera similar a cómo para Occidente la eclíptica empieza en 0º Aries. Las Pléyades simbolizan pues el punto de inicio y la cola de la serpiente. Mientras que cómo ya vimos, el tránsito de Venus del 6 de junio estaría vinculado a la culminación del regreso de Quetzalcoatl, la Serpiente Emplumada.

Que aparezca por primera vez una garza blanca en medio del museo de antropología de México no tendría mayor trascendencia si no fuera por las siguientes dos razones:

  1. La leyenda de los mexicas (aztecas) cuentan que éstos procedían de Aztlán, tierra mítica ubicada más al norte. La palabra Aztlán significa justamente «lugar de la garza»,
  2. René Guenón escribió en una de sus obras «El signo ideográfico de Aztlan o de Tula era la garza blanca; la garza y la cigüeña desempeñan en Occidente el mismo papel que el ibis en Oriente, y estos tres pájaros figuran entre los emblemas de Cristo; el ibis era, entre los egipcios, uno de los símbolos del Thoth, es decir, de la Sabiduría» (Nombres y Representaciones Simbólicas de los Centros Espirituales).

La garza blanca que anidó por primera vez en el museo nacional de antropología parece ser la constatación de que Quetzalcoatl hizo su descenso y que su energía ahora se halla entre nosotros.

El Regreso del Inkarri

EN LOS ANDES existe un mito similar llamado del Inkarri, vocablo derivado de la contracción Inka Rey. Dice el mito que cuando Pizarro, en su ruta descendente por el camino del Wiracocha hacia el Cusco, apresó al último inka (Atawallpa) en Cajamarca, le amputo la cabeza y la envió a España, como prueba de su muerte. En cambio su cuerpo lo descuartizó en cuatro partes, las cuales enterró en los cuatro puntos cardinales o en los cuatro suyus (regiones) del incanato. Aquí es donde el mito se transforma en profecía al narrar cómo sus cuatro extremidades están creciendo, buscando el reencontrarse de nuevo, y que cuando la cabeza regrese de allí donde fue llevada y se una a las cuatro extremidades, el espíritu del inkarri rvolverá a estar con nosotros para restablecer el Tawantinsuyu (cuatro regiones del Sol), el antiguo Estado Inca.

Las cuatro partes creciendo parece constituir una alegoría al “matrimonio de los pueblos de la Tierra” del cual nos hablaba Quetzalcoatl. En la mencionada alegoría, cada miembro enterrado en una dirección cardinal simbolizaría los distintos pueblos de la Tierra vinculados a esa dirección, mientras que su crecimiento simboliza el incremento del número de nosotros que buscarán y desearán ese matrimonio. Constituye una unión que se formaliza en un lugar concreto. Quetzalcoatl lo llamó “el templo de los cuatro rumbos”, mientras que entre los Q’ero, descendientes de los inkas, se lo llama el «Mastay». La profecía del Mastay nos habla pues de la “reintegración entre la gente de las cuatro direcciones” con la que se inicia una nueva Era de paz y armonía, a la que llaman «Taripay Pacha» (tiempo de reencuentro con nosotros mismos).

Cuentan las profecías de los Q’ero que el primer Inka Mallku (Sabio Inka) emergerá y será reconocido durante la peregrinación del Señor de Qoylluriti, La profecía narra que entonces aquel primer sabio se irá reencontrando con los restantes, hasta completar el número de doce, la mitad de los cuales serán hombres y la otra mujeres. Llegados a éste punto, la profecía parece unirse con otras muchas que predicen el futuro florecimiento del Tawantinsuyu y de como dicha zona inspirará al mundo entero. Un ejemplo lo tenemos en la profecía que Santa Rosa de Lima pronunció hace cuatro siglos.

Lugar, fecha y método

 OBSERVAMOS CÓMO UNA profecía nos menciona el posible lugar: la peregrinación del Señor de Qoylluriti, la cual se lleva a cabo justo antes de Corpus Cristi, festividad celebrada 60 días después de Semana Santa. Y sin embargo no menciona en qué año. Mientras que la profecía del retorno de Quetzalcoatl si está vinculada a una posible fecha: el 6 de junio del 2012, durante el tránsito de Venus por delante del Sol. Y sin embargo, este año 2012 el día culminante de la peregrinación del Señor de Qoylluriti será justamente el 6 de junio.

Comentado eso, aunque sea a nivel anecdótico, si es importante tener en cuenta que no podemos esperar que nadie, sea un individuo o un grupo, vayan a hacer el trabajo por nosotros. La Era en la que justo entramos es la de Acuario, signo zodiacal que se opone al de Leo. Si fuera Leo, si que podríamos esperar a ese líder mesiánico y carismático que nos dirija y ayude a todos, y sin embargo Acuario nos dice que debe gobernarnos el espíritu, es decir, el deseo por llevar a cabo las cosas de una cierta manera. Nos dice que debemos constituir fórmulas organizativas entorno al concepto de la red, la solidaridad recíproca y la conciencia tanto planetaria como universal. Que debemos tomar las decisiones de una forma orgánica, fluida y a partir del consenso de aquellos a quiénes éstas afecten.

En la carta XVII del tarot, llamada la Estrella, con la que se inició dicho artículo nos aparecía aquella que parece simbolizar a la diosa griega Temis. En la antigua Grecia ella velaba sobre los asuntos comunitarios, especialmente las asambleas, para asegurarse de que las decisiones se alcanzaban por consenso. De ahí que Temis no haya regresado para gobernar sino para enseñarnos a vivir de nuevo en armonía con el medio, para que la energía vital vuelva a fluir llenando el lecho de un río que o se ha secado o lo hemos contaminado. Ella viene para que aprendamos a tomar las decisiones de forma conjunta, constituyendo asambleas y formando redes, y sin la necesidad de ser gobernados. Para lograrlo no debemos inventar nada, sino simplemente emular a la naturaleza. Emular nuestro cuerpo, en el que conviven y se organizan trillones de células, sin que unas manden sobre las otras. Y eso que nosotros tan solo somos siete mil millones.

 2012, Marc Torra (Urus) para mastay.info

1 comentario

  1. Llego quetzal… Pero se avían equivocado con la cuenta o mas bien fue real más no pudo salir el día que se avía dicho.

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