Las historias que nos contamos crean nuestra realidad

Rafael Bueno

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La historia de Fulano de Tal

Las historias que nos contamos crean nuestra realidad. Y muchas de esas historias, que se encuentran en nuestras mentes, ni siquiera son reales. Al menos no lo son al principio. Aunque, si nos las repetimos con frecuencia, podríamos terminar materializándolas en nuestra realidad.

Para ilustrar con propiedad esta idea, les presento un fragmento de la vida de alguien. Digamos que su nombre es Fulano de Tal, quien vive con su esposa y sus dos hijos. Él estudió administración de empresas y trabaja en una compañía de seguros. Su esposa, quien también trabaja, es contadora. Sus dos hijos tienen 10 y 8 años, y estudian en una escuela no lejos de su casa, camino a la oficina de Fulano de Tal.

Este fragmento de la vida de Fulano de Tal inicia muy temprano en la mañana, cuando suena el despertador, un día miércoles…

[Suena la alarma a las 05:00 a.m.]

El primer pensamiento de Fulano de Tal (FdT) es:

[FdT] – Coño, estoy cansado…

Aún medio dormido, busca el botón para apagar el despertador. Se incorpora, coloca sus pies en el piso y, aún sentado en la cama, busca las pantuflas tanteando el piso con los pies. Trata de abrir los ojos, pero le cuesta, porque aún tiene mucho sueño. Se siente cansado, porque se acostó cerca ya de la media noche, por lo que tiene menos de 6 horas de sueño. Pero aún así se levanta y se dirige al baño como un autómata, mientras piensa:

[FdT] – Debo orinar…

Luego de evacuar y aún a medio despertar, se mira al espejo, toma su cepillo de dientes, le coloca dentífrico y los cepilla mientras piensa:

[FdT] – Debo afeitarme…

Toma su máquina de afeitar, la enciende, y mientras se afeita piensa:

[FdT] – Debo bañarme…

Se quita la ropa, se mete a la ducha y se baña. Todo esto de manera automática, hasta que por efecto del agua en la ducha se espabila y empieza a tomar control de sus pensamientos. Y así ocurre cada día de su vida. Tiene una rutina que repite cada mañana y para la cual no precisa pensar. Simplemente actúa de acuerdo a su programación.

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Sale de la ducha, se seca y se empieza a vestir mientras piensa:

[FdT] – Hoy tengo una reunión con mi jefe, así que tengo que llegar temprano. ¿Para qué me habrá citado? ¿Y por qué no me quiso decir el motivo? ¿Será que me va a llamar la atención por algo? ¿Será que me va a despedir? No creo que la reunión sea para darme una promoción, porque tal parece que no le caigo bien. Él nunca reconoce mis logros. El otro día conseguí una cuenta grande de un buen cliente, y apenas si lo mencionó. Ni siquiera me dio una palmadita en el hombro, el muy malagradecido. Ojalá lo despidan y me den a mí su puesto. Porque yo sí reconocería los logros de quienes trabajaran conmigo…

En esa línea de pensamientos estaba cuando escuchó a lo lejos la voz de su esposa, que ya se había levantado, y quien le preguntaba:

[Esposa] – Fulano, ¿puedes por favor despertar a los niños mientras me baño?

[FdT] – Claro amor. Ya voy.

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Entonces, se dirige a la habitación de los niños y gentilmente trata de despertarlos, pero ellos no parecen querer prestarle atención y siguen durmiendo, igual que lo hacen cada mañana. Así que Fulano de Tal piensa:

[FdT] – ¡Qué fastidio! ¿Será que existe una manera de programar a estos muchachos para que obedezcan? Tal vez tengan algún mecanismo oculto que yo no he descubierto aún. Bueno, me toca implementar el plan B.

Entonces, como ya era costumbre, les saca las cobijas y empieza a hacerles cosquillas hasta que logra que abran sus ojos. Al principio, los niños se resisten, pero terminan riéndose y pataleando. Una vez que ha logrado despertarlos, hace que se levanten y los manda al baño. Luego, sale de la habitación de los niños y regresa a la suya para terminar de arreglarse. Y mientras tanto va pensando:

[FdT] – ¿Cuándo crecerán? Me gusta jugar con ellos, pero siempre me hacen llegar tarde. Espero que no me vayan a despedir por eso. Seguro mi jefe tiene un registro de todas las veces que he llegado tarde. ¿Será por eso que quiere hablar conmigo? Si es por eso, me va a escuchar. No es posible que siempre se fije en lo que hago mal, y que no tome en cuenta mis aciertos y logros. ¿Qué se cree el patán ese? Qué ganas tengo de soltarle sus cuatro verdades en la cara. Si me da la oportunidad hoy, lo hago. Ya basta de ser abusado en el trabajo. La esclavitud ya no existe. No sé que se cree el viejo ese…

Fulano de Tal estaba terminando de arreglarse cuando escucha a su esposa que, desde la cocina, le pide que apure a los niños. La voz de su esposa lo saca de la línea de pensamientos que traía con su jefe y su trabajo, los cuales ya empiezan a generar en Fulano de Tal cierto grado de irritación. Así que, inspira profundo, se da una última mirada al espejo para arreglarse la corbata, y se dirige al cuarto de los niños. Allí los encuentra a medio vestir, y jugando, lo que hace que crezca su irritación. Así que los apura explicándoles que puede perder su trabajo si vuelve a llegar tarde, y lo hace tratando de contener el malestar que está experimentando. Pero se da cuenta de que su estrategia no funciona. Ellos no entienden lo importante que es para él poder llegar temprano hoy. Así que piensa:

[FdT] – ¡Me van a hacer llegar tarde otra vez! ¿Cómo hago para que se apuren? ¿Los pongo a competir? No. eso no está bien. Pero puede funcionar. Yo creo que sí. Además, será solo por hoy. Déjame probar…

El que esté listo primero tendrá un premio, dice Fulano de Tal fingiendo gran emoción. Pero los chicos ni siquiera lo miran, lo que lleva a Fulano de Tal a pensar:

[FdT] – En mis tiempos eso habría sido una motivación más que suficiente para apurarse. Pero bueno, tenía que intentarlo… ¿Sabes qué? Hoy no tengo tiempo para esto. Me hacen caso sí o sí… 

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Es así que Fulano de Tal decide poner mano dura a sus hijos hablándoles fuerte. Les ordena estar listos o tendrán que asumir las consecuencias. Los niños, al ver la inusual reacción de su padre, se asustan un poco, pero se apresuran a estar listos. Fulano de Tal sale de la habitación confundido porque, aunque obtuvo lo que quería, no se sintió bien al usar ese tono nada amistoso con sus hijos. Eso lo lleva a pensar:

[FdT] – Lo que me obligan a hacer estos niños. No entiendo por qué no pueden hacer caso. Cuando yo tenía su edad, no me daban licencia para desobedecer. La única opción era hacer caso. Y la rebeldía se pagaba cara. ¿Será que estamos criando mal a estos muchachos?

En eso mira el reloj y se da cuenta de que ya deberían haber salido. Así que apresura la marcha y se dirige a la cocina, donde ya su esposa ha preparado café y el desayuno de cada uno para llevar. Este toma una taza y se sirve un poco de café. Le ofrece a su esposa, quien le indica que ya tomó, y que va a su habitación a arreglarse para el trabajo. En eso entran los niños ya listos, ponen sus respectivos desayunos en sus mochilas y se dirigen al carro. Fulano de Tal apura la taza de café que estaba tomando, y se dirige al carro detrás de los niños. En el camino va pensando:

cafe en desayuno las historias que nos contamos el juego de la mente i220999

[FdT] – Ya no voy a llegar a tiempo. Estos muchachos siempre me retrasan. Voy a tener que levantarles más temprano. Pero eso significa que tendrán que acostarse más temprano. Y eso sí que nos va a costar, porque parece que nunca se les acaba la energía. Pero yo estoy a cargo. Así que no me importa si quieren o no. Lo van a hacer. Ya estoy cansado de tener que sufrir las consecuencias de lo que otros hacen. Además, se trata del trabajo que paga buena parte de las cuentas. Y lo estoy haciendo por ellos, así que deberían colaborar un poco más conmigo. Aunque, tal vez a partir de hoy ya no tenga trabajo. ¿Qué habré hecho mal? Bueno, aparte de llegar tarde con frecuencia. Yo creo que mis resultados siempre están por encima de las expectativas de mi jefe. Así que no creo que me vayan a despedir por mis resultados. Seguro es ese viejo, al que no le caigo bien. Por eso es que la tiene agarrada conmigo. Desde que le dieron ese cargo yo sabía que iba a tener problemas con él. Siempre me pasa lo mismo. Pero ya me harté de quedarme callado. Este viejo hoy sí que me va a escuchar. Porque si me viene a reclamar o a despedir porque llego tarde, va a tener que escuchar todo lo que tengo que decirle…

En esos pensamientos estaba cuando llegan a la escuela. Pero, antes de que se bajen, Fulano de Tal les dice a sus hijos con tono de regaño que a partir de hoy se acostarán media hora más temprano, y que eso no es negociable. En este punto su irritación ya pasó a molestia y frustración porque ya va tarde a su reunión y por lo que cree le espera en la oficina. Los niños se bajan de carro quejándose y ni siquiera se despiden de él. Fulano de Tal emprende entonces su camino hacia su oficina, y retoma sus pensamientos:

[FdT] – Ya no llego a tiempo. Pero me importa un bledo. Si mi jefe me llega a decir algo, sí que me va a escuchar. Es más, quiero que lo haga. Ya me tiene harto. No me conoce ese señor. Seguro que nunca ha encontrado a alguien que le hable de tú a tú y le diga todo lo que piensa de él. Pero yo sí lo hago. No me importa que sea el jefe. De cualquier forma me va a despedir, así que no tengo nada que perder…

Cuando la historia no termina como nos la contamos

En eso se fueron los pocos minutos que transcurrieron entre dejar a sus hijos en la escuela y llegar a la oficina. Estaciona su auto, y al bajar, lanza la puerta con rabia. De verdad se sentía muy enojado con todo y con todos. Entra al edificio y no saluda a nadie. Sube por el elevador y entra a su oficina. Deja allí sus cosas y se dirige a la oficina de su jefe con unos 10 minutos de retraso.

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Toca la puerta, escucha a su jefe que lo invita a pasar, así que entra. Da los buenos días de forma escueta, y ni siquiera se excusa por su retraso.  Se siente sumamente molesto y con  grandes deseos de dejar salir todo su enojo contra el causante de su malestar. Su jefe, quien no se percata de esto, lo invita a sentarse en una silla al frente de su escritorio. Fulano de Tal se mantiene serio, sin esforzarse por disimular su enojo. Su actitud es altiva y retadora, como esperando a que su jefe le diera la oportunidad de soltar todo lo que llevaba por dentro.

Pero la oportunidad nunca llegó, ya que la reunión tenía como objetivos felicitarlo por sus logros más recientes, y ofrecerle la promoción a un cargo de mayor responsabilidad, con un mejor salario…

Las historias que nos contamos

La mente es un mecanismo sumamente complejo, una maravillosa herramienta de creación, con la cual podemos crear historias y fantasías que, sin darnos cuenta, podríamos terminar haciendo realidad. En la historia que acabo de contar, Fulano de Tal pudo haber convertido una oportunidad de promoción laboral, en un despido. Si en lugar de esperar a que su jefe hablara primero, él hubiera tomado la iniciativa, habría echado a perder algo que él mismo había venido creando gracias a su desempeño en el trabajo.

Todo el esfuerzo de Fulano de Tal de meses, tal vez de años de trabajo, se pudo haber derrumbado en un instante por una historia que él mismo creó en su mente, y que no se correspondía para nada con su realidad actual. Él creó esa historia en función de emociones que estaba sintiendo por eventos pasados y que condicionaron sus pensamientos.

Fulano de Tal sentía, por ejemplo, que su trabajo no era reconocido. Sentía que él no le agradaba a su jefe. Sentía que sus hijos le hacían llegar tarde. Y todas esas emociones que estaba experimentando le llevaron a crear en su mente una historia en la que iba a ser despedido.  Historia que, en caso de mantenerla por más tiempo en su mente, inevitablemente se habría materializado en su realidad.

Muchas veces nos contamos historias en nuestras mentes que no tienen ningún fundamento objetivo. Se basan simplemente en emociones que hemos experimentado en el pasado, pero que muchas veces ni siquiera tienen razón de ser en el presente. Y, sin embargo, nuestra realidad se fundamenta en esas historias.

¿De dónde vienen esas historias?

Esas historias provienen básicamente de nuestro pasado. Muchas de esas historias vienen de eventos y experiencias traumáticas por las cuales hemos atravesado en esta vida o en vidas anteriores, y que han dejado una marca en nuestro cuerpo emocional. Y esas emociones, ante el estímulo adecuado, las traemos al presente. Las revivimos, lo que nos lleva a actuar de la misma manera en la que actuamos la primera vez.

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Por eso, en nuestras vidas hay circunstancias que tienden a ser repetitivas. Porque están basadas en lo que experimentamos la primera vez que atravesamos por una circunstancia similar, que fue cuando dejamos programada en nuestra mente una respuesta para tal circunstancia. La misma respuesta que tuvimos la primera vez. Y como siempre tenemos la misma respuesta ante la misma circunstancia, entonces siempre obtenemos el mismo resultado. Es decir, entramos en un círculo vicioso sin siquiera darnos cuenta de cuál es el problema

El pasado afecta el presente

Utilizando como referencia la historia anterior, supongamos que Fulano de Tal fue despedido de su empleo anterior y que eso dejó una marca en su cuerpo emocional. Asumamos que nunca supo por qué fue despedido, ya que no recibió una explicación. Como él no pudo encontrar en su desempeño ninguna falla, asumió que no le agradaba a su antiguo jefe, y que por eso fue despedido. Por tanto, en su cuerpo emocional quedó grabada la frustración e impotencia por haber sido despedido sin razón, y en su mente quedó grabado el argumento de que fue despedido porque no le agradó al jefe.

Por eso, cuando se sintió amenazado por la invitación a una misteriosa reunión con su nuevo jefe, inmediatamente asumió que iba a ser despedido y que era porque no le agradaba. Algo que le ocurrió en el pasado, sigue causando efectos negativos en su presente porque en su mente está grabada una respuesta. Es así como nos convertimos en esclavos de nuestro pasado

Todas esas respuestas a eventos y circunstancias que hemos experimentado en el pasado, y que han quedado grabadas en nuestra mente y emociones, condicionan nuestra realidad actual. Y esto es algo que ocurre de manera inconsciente. Muchas veces no nos damos cuenta de que la manera en la que actuamos es automática, producto de algo que vivimos en el pasado, y que repetimos en el presente. De ahí vienen muchas de las historias que nos contamos.

Hay que revisar las historias que nos estamos contando

En nuestros cuerpos emocional y mental está grabada parte de nuestra historia. Esa parte de nuestra historia que aún no hemos resuelto y que se repite constantemente en nuestra realidad, dándonos la oportunidad de liberarlas a través del entendimiento. Pero, si actuamos como autómatas, repitiendo siempre las mismas respuestas ante los mismos estímulos, entonces nos quedamos estancados.

Las historias que con más fuerza e intensidad nos contamos, son las que terminamos materializando en nuestra realidad. Por ejemplo, si nos contamos que le caemos mal a la gente, en nuestra realidad terminaremos desarrollando una personalidad antipática, lo que hará que le desagrademos a la gente. De la misma manera, si nos creemos que le resultamos atractivos al sexo opuesto, eso será lo que manifestaremos en nuestra realidad. Lo que crees es lo que creas.

Las historias que nos contamos sobre nosotros mismos determinan nuestra realidad. Y muchas de esas historias vienen del pasado. Así que vale la pena que prestemos atención a nuestro pasado para que, al presentarse la oportunidad de experimentarlo nuevamente, podamos entender aquello que nos faltaba entender para cerrar esa parte de nuestra historia.

 

AUTOR: Rafael Bueno, redactor en la gran familia de hermandadblanca.org

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