Lidiando con las emociones | Jeshua via Pamela Kribbe

Daniela Noruega

Por Pamela Kribbe

lightraisersworldwide.com/dealing-with-emotions-pamela-kribbe/

Queridos amigos, me alegra mucho estar entre ustedes nuevamente y comunicarme de esta manera. Debo decir que esto también significa mucho para mí. Aprecio profundamente estos encuentros, pues así puedo acercarme más a ustedes que desde mi plano de realidad.

Sin embargo, siempre vivo en sus corazones y espero momentos en su tiempo en los que estén abiertos y receptivos a mi energía. Mi energía, la energía Crística que está renaciendo en este tiempo, no es únicamente mi energía. No se trata simplemente de la energía de un hombre que vivió en la tierra en un momento dado; es un campo de energía colectiva en el que ustedes participan de un modo mucho más profundo de lo que se dan cuenta.

Todos ustedes hicieron un voto en algún momento; todos establecieron la intención de llevar esta energía a la realidad de la tierra, de anclarla en la tierra. Durante muchas vidas y muchos siglos, han trabajado en esta misión. Todos están en el proceso de dar a luz la semilla Crística en su interior, y yo los estoy ayudando. Yo fui un precursor, pero la siembra de la semilla Crística fue un esfuerzo colectivo. Incluso mi llegada a la tierra fue posible sólo gracias al campo de energía que ya estaba presente aquí, tejido por ustedes. Trabajamos juntos, somos una unidad. Por eso estoy a disposición de todos ustedes, no estoy exclusivamente disponible para una sola persona. Estoy al servicio de todos.

Hoy quiero hablar de un tema que los toca profundamente y con frecuencia en su vida diaria. Se trata de cómo lidiar con las emociones.

La última vez hablé sobre las energías masculina y femenina que fluyen a través de su campo de energía y chakras. Enfaticé la importancia de sanar los tres chakras inferiores como parte del proceso de convertirse en seres íntegros y completos en sí mismos. Me pareció importante enfatizar esto, ya que algunos de ustedes, que anhelan lo espiritual, tienden a retirarse —tanto en pensamiento como en sentimiento— hacia los chakras superiores.

El corazón, el tercer ojo y el chakra corona les resultan atractivos porque estos centros de energía los conectan con los reinos superiores que les son tan naturales. Pero los verdaderos avances internos deben ocurrir ahora a un nivel más bajo, en la zona de los chakras inferiores, más cerca de la tierra.

El área de las emociones es un ámbito vital en su proceso de crecimiento hacia la libertad y la totalidad. Ustedes son seres espirituales. Provienen de un plano de realidad donde la densidad y la crudeza de la realidad terrestre eran desconocidas. Adaptarse a esto ha sido difícil.

A lo largo de muchas vidas han tratado de expresar su energía cósmica aquí en la tierra. Y en esta expresión, en la canalización de su energía hacia la tierra, se han acumulado muchos traumas profundos. El cuerpo emocional que todos tienen está plagado de heridas y traumas. De esto deseo hablar hoy.

Cualquier persona que recorra el camino del crecimiento interior conoce la importancia de las emociones: que no deben reprimirse, que hay que reconciliarse con ellas de algún modo y que, en última instancia, hay que liberarlas. Pero cómo funciona todo esto no siempre está tan claro.

Primero quiero establecer una distinción entre “emociones” y “sentimientos.” No me preocupan aquí los términos o etiquetas en sí, y pueden llamarlos de otra forma; pero deseo diferenciar entre emociones en el sentido de energías que son, esencialmente, expresiones de una incomprensión, y sentimientos o energías que son una forma de comprensión superior.

Los sentimientos son sus maestros, mientras que las emociones son sus hijos.

Las emociones son energías que se manifiestan de forma muy clara en el cuerpo físico. Son reacciones a cosas que uno no comprende realmente. Piensen en lo que sucede cuando los invade un arrebato de ira. Por ejemplo, alguien los hiere inesperadamente y comienzan a sentirse enojados. Lo perciben con mucha claridad en su cuerpo; en ciertos lugares sienten que la energía se tensa. Esta tensión física o rigidez que sigue al choque energético muestra que hay algo que ustedes no comprenden. Llega una energía que sienten que es injusta. La sensación de ser tratados injustamente, en resumen, esa falta de comprensión, se expresa a través de la emoción. La emoción es la manifestación de la incomprensión, es una explosión energética y una liberación.

Cuando esto sucede, se enfrentan a la siguiente elección: ¿qué voy a hacer con esta emoción? ¿Basaré mi comportamiento real en ella? ¿La usaré como combustible para mis reacciones hacia los demás o dejaré que la emoción exista y basaré mis acciones en otra cosa?

Antes de responder a esta pregunta, quiero explicar la naturaleza de los sentimientos.

Las emociones son, esencialmente, explosiones de incomprensión que pueden percibirse claramente en el cuerpo. Los sentimientos, en cambio, son de otra naturaleza y también se perciben de forma diferente. Son más tranquilos que las emociones. Son los susurros del alma que les llegan a través de suaves impulsos, un conocimiento interno o una acción intuitiva repentina que después resulta ser muy sabia.

Las emociones siempre tienen un componente muy intenso y dramático. Consideren ataques de ansiedad, miedo, ira o profunda tristeza. Las emociones se apoderan por completo de ustedes y los alejan de su centro espiritual. En el momento en que están muy emocionados, están llenos de una especie de energía que los arrastra fuera de su centro, de su claridad interior. En ese sentido, las emociones son como nubes que se interponen ante el sol.

Con esto, no pretendo desacreditar a las emociones. No se deben reprimir; son muy valiosas para conocerse a sí mismos más íntimamente. Pero sí quiero señalar la naturaleza de la energía emocional: es una explosión de incomprensión. En esencia, las emociones los sacan de su centro.

Los sentimientos, en cambio, los llevan más adentro de sí mismos, hacia su centro. Están estrechamente asociados con lo que ustedes llaman intuición. Los sentimientos expresan una comprensión superior, una comprensión que trasciende tanto las emociones como la mente.

Los sentimientos se originan en un plano no físico, fuera del cuerpo. Por ello, no suelen percibirse en un lugar definido del cuerpo físico. Piensen en lo que ocurre cuando perciben algo, una atmósfera o un estado de ánimo, o cuando tienen presentimientos acerca de una situación. Sienten una especie de certeza dentro de ustedes que parece llegar “de la nada” y que no surge como reacción a algo externo. Aparece “de improviso” (o, como dicen tan bellamente en inglés, “out of the blue”). En un momento así, pueden sentir que algo se abre en su chakra del corazón.

Son muchos los momentos en los que llega a ustedes este saber interno. Por ejemplo, puede que “sepan” algo acerca de alguien sin haber hablado mucho con él o con ella. Perciben algo que luego, con el tiempo, desempeña un papel importante en la relación entre ustedes. Este tipo de cosas no son fáciles de expresar con palabras –“simplemente un presentimiento”– y ciertamente no son fáciles de entender con la mente. (Son esos momentos en que la mente se vuelve escéptica y les dice que se lo están inventando o que están perdiendo la cordura).

Me gustaría mencionar otra energía que tiene más la naturaleza de un “sentimiento” que de una emoción: la alegría. La alegría puede ser un fenómeno que trasciende lo meramente emocional. A veces pueden sentir una especie de alegría interior que los eleva sin una razón aparente. Sienten la divinidad dentro de ustedes y su íntima conexión con todo lo que existe. Esa sensación puede aparecer cuando menos lo esperan. Es como si algo más grande los tocara o como si tocaran una realidad mayor. Los sentimientos no se pueden invocar fácilmente y parecen llegar “de improviso.” Las emociones casi siempre tienen una causa inmediata: un disparador en el mundo exterior que “presiona sus botones.”

Los sentimientos proceden de la dimensión de su Yo Superior o Yo Mayor. Tienen que estar en paz interior para percibir esos susurros en el corazón. Las emociones pueden perturbar ese silencio y esa paz interior. Por ello, es esencial calmar el cuerpo emocional y sanar y liberar las emociones reprimidas. Solo desde el sentimiento, que los conecta con su alma, pueden tomar decisiones equilibradas.

Cuando están en silencio y en paz, pueden sentir con todo su ser lo que es adecuado para ustedes en un momento dado. Tomar decisiones basadas en emociones es tomar decisiones desde un lugar que no está centrado. Primero han de liberar esas emociones y, entonces sí, conectarse con su núcleo interno donde hay claridad.

Ahora deseo profundizar en la forma en que pueden tratar mejor sus emociones.

Dije que “los sentimientos son sus maestros y las emociones son sus hijos.” Los paralelismos entre “ser emocional” y “ser como un niño” son notables. Su “niño interior” es la sede de sus emociones. También es notable la semejanza entre la forma en que tratan sus propias emociones y la forma en que tratan a los niños de verdad.

Los niños son honestos y espontáneos con sus emociones y no las ocultan ni las reprimen, a menos que los adultos los animen a hacerlo. El hecho de que los niños expresen sus emociones de forma espontánea no significa, sin embargo, que las vivan de un modo equilibrado. Todos saben que los niños pueden dejarse llevar por sus emociones (ira, miedo o tristeza) y que muchas veces son incapaces de detenerse. En tales circunstancias, el niño casi se ahoga en sus emociones y se desequilibra, es decir, sale de su centro.

Una de las razones de esta emocionalidad desenfrenada es que el niño ha abandonado hace poco un mundo donde casi no hay límites. En las dimensiones etéreas o astrales, no existían las restricciones y limitaciones propias del plano físico y el cuerpo físico. Las emociones del niño suelen ser “reacciones de incomprensión” ante esta realidad física. Así que, a medida que crece, el niño necesita ayuda y apoyo para manejar sus emociones. Esto forma parte de un “proceso de encarnación equilibrada” en la tierra.

Entonces, ¿cómo lidiar con las emociones, ya sean las propias o las de los niños?

No hay que juzgar ni reprimir las emociones. Son parte fundamental de ustedes como seres humanos y, en tanto tales, merecen ser respetadas y aceptadas. Pueden ver a sus emociones como hijos que necesitan su atención y respeto, y también su guía.

Lo mejor es percibir la emoción como una energía que viene a ustedes para ser sanada. Por ello, es importante no dejarse arrastrar por completo por la emoción, sino mantenerse en la capacidad de observarla desde una posición neutral. Es importante permanecer conscientes. Podríamos expresarlo así: no deben reprimir la emoción, pero tampoco ahogarse en ella. Si se ahogan en ella, si se identifican por completo, el niño interior se convierte en un tirano que los conducirá por el mal camino.

Lo más importante que pueden hacer con una emoción es permitir que se presente, sentir todos sus aspectos sin perder la consciencia. Tomemos como ejemplo la ira. Pueden invitar a que la ira esté plenamente presente, experimentándola en su cuerpo en varios lugares, y al mismo tiempo observarla de forma neutral. Este tipo de consciencia es sanador. Lo que sucede en ese instante es que abrazan la emoción, que es esencialmente una forma de incomprensión, con comprensión. Eso es alquimia espiritual.

Permítanme explicarlo con un ejemplo. Su hija se golpea la rodilla con la mesa y le duele de verdad. Está molesta, grita de dolor y patea la mesa porque está enojada con ella. Para la niña, la mesa es la fuente de su dolor.

En ese momento, la orientación emocional significa que el progenitor ayuda primero a la niña a nombrar lo que siente: “Estás enojada, ¿verdad? Te duele mucho, ¿cierto?” Nombrar lo que sucede es esencial. Se traslada la raíz del problema de la mesa a la propia niña. “No está en la mesa, eres tú la que estás dolida, eres tú la que está enojada. Y sí, comprendo cómo te sientes.”

El padre o la madre abraza la emoción de la niña con comprensión y amor. En el momento en que la niña se siente comprendida y reconocida, su ira irá disipándose poco a poco. Puede que el dolor físico persista, pero su resistencia al dolor, la ira en torno a ello, puede disolverse. La niña ve compasión y entendimiento en sus ojos, y eso relaja y calma sus emociones. La mesa, la causa de la emoción, deja de ser relevante.

Al abrazar una emoción con entendimiento y compasión, se cambia el foco de atención de la niña del exterior al interior, y se le enseña que ella es responsable de esa emoción. Se le muestra que su reacción ante un desencadenante externo no es un hecho inevitable, sino que es cuestión de elección. Se puede elegir la incomprensión o la comprensión. Se puede elegir luchar o aceptar. Es una elección.

Esto también se aplica a la relación con sus propias emociones, con su propio niño interior. Permitir que sus emociones afloren, nombrarlas y hacer el esfuerzo de comprenderlas significa que de verdad respetan y cuidan a su niño interior. Al trasladar el foco de atención de lo “externo” a lo “interno” y asumir la responsabilidad de la emoción, se contribuye a la creación de un niño interior que no quiere dañar a nadie, que no se siente víctima. Las emociones fuertes —ya sea ira, tristeza o miedo— siempre incluyen un componente de impotencia, esto es, la sensación de ser víctima de algo externo. Al no poner la atención en lo que provoca la emoción sino en su reacción y su dolor, “descartan” al mundo exterior como causa de sus emociones. Dejan de preocuparse tanto por qué originó la emoción. Se vuelcan totalmente hacia dentro y se dicen: “De acuerdo, esta ha sido mi reacción y comprendo por qué. Comprendo por qué me siento así y me apoyaré a mí mismo/a en este proceso.”

Volverse hacia sus emociones de forma amorosa es liberador. Requiere cierto tipo de disciplina interna. Dejar de ver la realidad externa como la “fuente del mal” y asumir la responsabilidad completa implica que reconocen: “he elegido reaccionar de este modo.” Dejan de discutir acerca de quién tiene razón o quién está equivocado, quién es culpable de qué, y sencillamente sueltan toda la cadena de acontecimientos que está fuera de su control. “Ahora experimento esta emoción con la plena consciencia de que elijo hacerlo.” Eso es asumir la responsabilidad. ¡Eso es valentía!

La disciplina interna consiste en renunciar a tener la razón y a sentirse víctima indefensa. En renunciar a la ira, a la sensación de ser incomprendido y a las demás expresiones de victimismo que a veces pueden resultar muy tentadoras. (En realidad, a menudo se aferran a las emociones que más los atormentan). Asumir la responsabilidad es un acto de humildad. Implica ser sincero con uno mismo, incluso en el momento de mayor debilidad.

Esta es la disciplina que se les pide. Al mismo tiempo, este volverse hacia adentro requiere de la mayor compasión. La emoción que uno está dispuesto a enfrentar con honestidad, asumiéndola como creación propia, también se contempla con una mirada de entendimiento. “Esta vez elegiste el enojo, ¿no es así?” La compasión responde: “De acuerdo, comprendo por qué y te perdono. Tal vez, cuando sientas mi amor y mi apoyo con mayor claridad, no te sientas inclinado/a a responder así la próxima vez.”

Este es el verdadero papel de la consciencia en la autosanación. Esto es lo que significa la alquimia espiritual. La consciencia no lucha ni rechaza nada; rodea la oscuridad con consciencia. Rodea las energías de la incomprensión con entendimiento y así transforma un metal común en oro. Consciencia y amor son, en esencia, lo mismo. Ser consciente significa permitir que algo exista y envolverlo con su amor y compasión.

A menudo dicen: “Solo con consciencia no es suficiente para superar mis problemas emocionales. Sé que tengo emociones reprimidas, sé la causa, soy consciente, pero no desaparecen.”

En ese caso, existe una sutil resistencia a esa emoción. La mantienen a distancia por miedo a que los desborde. Pero cuando uno elige conscientemente permitir que la emoción se presente, nunca es realmente arrasado por ella.

Mientras la emoción esté a distancia, habrá guerra contra ella. Están luchando con la emoción, y se manifestará de diferentes maneras. Al final, no podrán mantenerla fuera. Se manifestará en el cuerpo como dolor o tensión, o como una sensación de depresión. Sentirse deprimido o decaído con frecuencia es una señal clara de que están reprimiendo ciertas emociones.

El hecho es que necesitan permitir que la emoción entre por completo en su consciencia. Si no saben exactamente qué emociones están ahí, pueden empezar sintiendo las tensiones en su cuerpo. Esta es una puerta de entrada a las emociones. En su cuerpo está todo almacenado. Por ejemplo, si sienten dolor o tensión en el área del estómago, pueden llevar ahí su consciencia y preguntar qué sucede. Dejen que las células de su cuerpo les hablen. O imaginen que ahí mismo hay un niño. Pídanle al niño que les muestre qué emoción predomina en él o ella.

Existen varias formas de conectar con sus emociones. Es fundamental comprender que la energía atrapada en la emoción desea moverse. Quiere ser liberada y, por ello, llama a su puerta en forma de molestia física o de sensación de estrés o depresión. Para ustedes se trata de abrirse de verdad y estar dispuestos a sentir esa emoción.

Las emociones forman parte de su realidad terrenal, pero no deben apoderarse de ustedes. Son como nubes para el sol. Por ello, es tan importante ser conscientes de sus emociones y manejarlas de forma consciente. Desde un cuerpo emocional claro y equilibrado, les resultará mucho más fácil contactar con su alma o su núcleo interior a través de su intuición.

En su sociedad existe mucha confusión acerca de las emociones. Esto se hace evidente, entre otras cosas, por la cantidad de debates y desacuerdos que hay sobre cómo educar a los niños. Los niños son, evidentemente, mucho más espontáneos emocionalmente que los adultos. Esto genera dificultades. ¿Qué pasa si se cruzan ciertos límites morales? ¿Qué pasa si la situación se descontrola y surge el caos? ¿Es necesario poner disciplina a los niños o dejarlos expresarse libremente? ¿Hay que controlar sus emociones o no?

Lo importante en la crianza de un niño es que aprenda a comprender sus emociones, a entender de dónde provienen y a asumir la responsabilidad sobre ellas. Con su ayuda, el niño puede aprender a ver sus emociones como “explosiones de incomprensión.” Esta comprensión evita que el niño “se ahogue” en sus emociones y pierda el control. La comprensión libera y los devuelve a su centro sin reprimir las emociones. El padre o la madre enseña al niño a manejar las emociones de esta manera siendo él/ella mismo/a un ejemplo vivo de ello.

Todas las preguntas que se hacen sobre cómo lidiar con sus hijos también se aplican a ustedes mismos. ¿Cómo manejan sus propias emociones? ¿Son duros con ustedes mismos? Cuando se sienten enojados o tristes durante un tiempo, ¿se obligan a reponerse rápidamente con frases como: “Vamos, anímate y sigue adelante”? ¿Reprimen la emoción? ¿Creen que la disciplina es algo bueno y necesario? ¿Quién se los enseñó? ¿Fue alguno de sus padres?

¿O hacen lo contrario? ¿Se recrean en su emoción, sin querer soltarla? Esto también ocurre con frecuencia. Tal vez durante mucho tiempo han sentido que son víctimas de alguna situación externa, por ejemplo de su educación, de su pareja o de su entorno laboral. En determinado momento, puede resultar muy liberador entrar en contacto con la ira que surge por las cosas negativas que los han afectado. La ira puede llevarlos a romper con esas influencias y a seguir su propio camino. Sin embargo, pueden llegar a encariñarse tanto con su enojo que ya no quieran soltarlo. En vez de ser una puerta de salida, se convierte en un modo de vida. Entonces surge una forma de victimismo que en nada los sana. Al contrario, les impide establecerse con verdadera fuerza en su propio poder.

Es muy importante asumir la responsabilidad de las propias emociones y no convertirlas en verdades absolutas. Cuando las tratan como si fueran verdades, en lugar de verlas como “explosiones de incomprensión,” basarán sus acciones en ellas y ello conducirá a decisiones poco centradas.

Lo mismo sucede con los niños a los que se les permite excesiva libertad emocional. Se desbocan y se vuelven incontrolables; se transforman en pequeños tiranos, y eso no está bien. El caos emocional es tan desagradable para el niño como para el padre o la madre.

En resumen, se puede ser demasiado estricto o demasiado permisivo al lidiar con las emociones (y, por analogía, con los niños). Me gustaría profundizar un poco más en el lado “permisivo,” pues parece ser un tema más frecuente actualmente. Desde los años sesenta, ha habido una toma de consciencia colectiva de que no sirve reprimir las emociones, porque así se reprime también la espontaneidad y la creatividad, incluso el alma misma. La sociedad produciría niños disciplinados y obedientes que se guíen más por las reglas que por los susurros del corazón, y eso sería una tragedia, tanto para la sociedad como para la persona.

Pero, ¿qué ocurre con el otro extremo? ¿Qué pasa con justificar las emociones hasta tal punto que ellas tomen el control y dominen su vida?

Pueden observar en su interior si hay emociones a las que se aferran de tal modo que las consideran verdades absolutas, cuando en realidad son “explosiones de incomprensión.” Estas son emociones con las que se han identificado. La paradoja es que, a menudo, son emociones que les provocan gran sufrimiento. Por ejemplo: impotencia (“no puedo hacer nada”), afán de control (“puedo con todo”), ira (“es culpa de ellos”) o tristeza (“la vida es miserable”). Son emociones dolorosas, pero que en otro nivel proporcionan algo a lo que aferrarse.

Tomemos la impotencia o el “sentimiento de víctima.” Esto puede tener ventajas. Quizá proporcione una sensación de seguridad; los exime de ciertas obligaciones o responsabilidades. “No puedo hacer nada, ¿no?” Es un rincón oscuro en el que se sientan, pero les parece un rincón seguro. El peligro de identificarse o “fundirse” con un patrón emocional durante largo tiempo es perder contacto con la verdadera libertad interior, con ese núcleo divino interno.

Tal vez hayan ocurrido cosas en su camino de vida que justificadamente provocaron en ustedes emociones de ira o resentimiento. Pudo pasar en la infancia, más adelante o incluso en vidas pasadas. Es muy importante conectar de manera consciente con esas emociones y reconocer la ira, la tristeza o cualquier otra energía intensamente cargada que haya en su interior. Pero en algún punto, deben asumir la responsabilidad de esas emociones, porque son sus reacciones frente a un suceso externo.

Estar centrado, estar en un estado de claridad y equilibrio espiritual, significa asumir la plena responsabilidad de todas las emociones que llevan dentro. Así, pueden reconocer la emoción de, por ejemplo, ira en ustedes y decir al mismo tiempo: esta fue mi reacción a ciertos acontecimientos. La rodeo con mi comprensión, pero a la vez tengo la intención de liberarla.

La vida no se trata, en última instancia, de quién tiene la razón; se trata de ser libres e íntegros. Es muy liberador soltar respuestas emocionales antiguas que se han convertido en un estilo de vida.

Podríamos decir que se trata del sutil camino intermedio entre reprimir emociones y ahogarse en ellas. En ambos extremos, los han educado con opiniones e ideales que no se ajustan a la naturaleza de la alquimia espiritual. La esencia del crecimiento espiritual es no reprimir nada y, al mismo tiempo, asumir la responsabilidad por todo lo que surge. Siento que esto, mi mensaje, apunta verdaderamente a que reclamen su propia maestría.

Tal vez no sea realmente un camino medio, sino un camino diferente. Tiene que ver con la maestría espiritual. Al aceptar todo lo que hay en ustedes, lo trascienden y se convierten en su maestro. La maestría es a la vez fuerte y suave. Es muy permisiva y, a la vez, requiere una gran disciplina: la disciplina del coraje y la honestidad.

Reclamen su maestría, conviértanse en maestros de esas piezas emocionales que los atormentan, a menudo a sus espaldas. Conéctense con ellas, asuman la responsabilidad. No se dejen llevar por viejas heridas emocionales inconscientes que los desvían y bloquean su camino hacia la libertad interior. Es su consciencia la que sana. Nadie más puede restaurar su poder sobre sus emociones. No hay instrumentos ni medios externos que puedan llevárselas. Es al volverse conscientes de ellas, con fuerza, determinación y compasión, que se liberan a la Luz.

Volverse íntegros y libres en el plano emocional es uno de los aspectos más importantes del crecimiento espiritual. Quiero terminar diciendo: no lo hagan más difícil de lo que es. El camino espiritual es un camino sencillo. Se basa en el amor a uno mismo y en la claridad interior. No requiere ningún conocimiento específico ni rituales, normas o métodos particulares. Todo lo que necesitan para su crecimiento espiritual está dentro de ustedes.

En un momento de tranquilidad, vayan a su lado sensible. Permitan que esa parte de ustedes les diga qué necesita ser aclarado y purificado en su interior. Confíen en su intuición. Trabajen en ello. Crean en ustedes. Ustedes son los maestros de su vida, los maestros de su sendero único hacia el amor y la libertad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

xxx