Porque lo mereces. Deja de renunciar a todo lo que te gusta.
Entendemos que el día a día exige de nosotros organización, disciplina y energía para lograr todo cuanto nos proponemos.
Sin embargo, no debemos desatender el hecho de que también es necesario consentir a nuestro ser interior mediante los pequeños placeres de la vida.
Todos los días entregamos nuestro mejor esfuerzo para desarrollar las actividades y asuntos en los que nos encontramos comprometidos. La modernidad nos exige cada vez mayor eficiencia y competitividad en lo que hacemos. Y con mucha frecuencia no nos queda tiempo para hacer lo que nos gusta o creemos que dedicar tiempo a otras cosas nos distraerá de los objetivos primordiales y seremos criticados por los demás.
Pero no debemos olvidar que, en esencia, todo cuando hacemos debe estar enfocado a la posibilidad de darnos gusto una vez que cumplimos con nuestro trabajo y esfuerzo.
Todos los momentos que dediquemos a consentirnos contribuirán a un óptimo desarrollo emocional y espiritual. Además, brindarnos esos pequeños placeres, es la fuente de energía que nos motiva a seguir dando el cian por ciento de nuestra energía, en las actividades cotidianas.
Con frecuencia nos comprometemos tanto con el trabajo y los proyectos diarios, que es fácil olvidar que nos viene bien un periodo de descanso cada cierto tiempo.
Y dejar de pensar que podemos seguir posponiendo esas merecidas vacaciones, pues creemos que ya habrá tiempo más adelante.
Estamos en la recta final de esta década y sin lugar a dudas las personas en general, entienden la vida de una forma muy diferente a como se hacía en épocas pasadas. Hoy, los adictos al trabajo y los comprometidos con la eficiencia y productividad, son muchos más que aquellos que asumen su vida de forma más relajada. No estamos diciendo que el estilo de vida moderna sea criticable. Después de todo, enfocar de esa manera nuestros esfuerzos y energía significa grandes logros.
En contra parte, lo peligroso de este tipo de compromisos extremos con la excelencia y eficacia, es pagar un alto precio al descuidar el terreno de los pequeños placeres que todos merecemos, sobre todo después de haber cumplido con todo lo que debemos hacer. Para muchos es complicado darnos permiso de un tiempo de descanso, pues tendemos a pensar que podremos hacerlo más adelante o que incluso podríamos ser criticados por terceros. Al final, la idea de esas vacaciones que ha rondado por tu cabeza es la justa recompensa a tu esfuerzo constante. No lo dudes más y date ese merecido descanso.
Si cuidas tu vida y tu salud consumiendo únicamente alimentos sanos, considera que de vez en cuando tu espíritu y emotividad merecen un cambio disfrutando de esos sabrosos platillos que tanto te gustan.
Hoy en día la cultura del mundo fitness y de la alimentación sana, son el común denominador de la sociedad. Dedicamos muchas horas de la semana a ejercitarnos en el gym y contamos las calorías de todo cuanto comemos. Y está bien, todos los cuidados que le otorguemos a nuestra salud, nos recompensarán en el futuro con una mejor calidad de vida. Sin embargo, de nada nos servirá llegar en plena salud a la tercera edad si lo hacemos amargados y frustrados por no haber vivido plenamente todos los aspectos de la existencia.
Es por ello, que de cuando en cuando nos permitamos deleitarnos con aquellos alimentos que rechazamos a diario, pero que nos encantan. Uno de mis profesores decía que él se cuidaba toda la semana, para poder compartir una pizza con sus hijos el domingo o una cena de carne y pasta con amigos en un sábado de póker. La idea es crear un equilibrio entre la consciencia de cuidarnos y la real necesidad de disfrutar de los pequeños placeres de la comida que nos gusta.
Si eres de las personas que piensa que el cien por ciento de sus actividades deben ser productivas y focalizadas a generar recursos, te invitamos a reconsiderar.
Existen miles de cosas que te gusta hacer que no te representarán la ganancia de un solo centavo, y que aun así vale la pena disfrutar.
Las abuelas decían que todo en exceso es malo. Y tenían razón. Incluso el exceso de trabajo y responsabilidades le son negativas a nuestra energía de vida si nos las equilibramos con pequeños placeres, por superfluos y mundanos que parezcan.
Imagina que regresas a casa tras un día pesado de trabajo. Tienes en mente aquel reporte de resultados que deberán entregar en un par de semanas. Te sientes agotado y planeas preparar café y sentarte frente al ordenador para redactar el reporte. Pero al mismo tiempo, añoras darte una ducha larga o meterte en la tina para un baño de burbujas, acompañado de tu música favorita.
Desde luego que el reporte es importante. Pero considera que darte ese gusto de un tiempo dedicado a ti y al disfrute del agua caliente también lo es. Obviamente no tiene que ser una ducha, nos referimos a la necesidad de darnos permiso de consentirnos con aquellas actividades que sólo sirven para brindarnos goce, aunque no nos representen ganancias financieras.
Y tú, ¿hace cuánto tiempo no te das pequeños placeres?
AUTOR: Kikio, redactora en la gran familia hermandadblanca.org
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