Nuestra Lágrimas, Las Lágrimas de La Diosa
A la mujer siempre se nos asocia con las emociones, porque nosotras entendemos mucho de emociones, no es que los hombre no las sientan que por supuesto que sí, pero nosotras no sólo las sentimos, sino que las hablamos, las expresamos, las analizamos, las diseccionamos, vivimos pendientes de ellas, en fin que son una parte consustancial de nuestra vida sin duda en mas medida que para los hombres. Además es de las pocas cosas que nos está ancestralmente permitido, ya que desde siempre en el campo emocional se nos ha reconocido una natural maestría innata en nuestra naturaleza.
Como sabemos la simbología de las emociones siempre ha estado naturalmente representada por el agua, que parece ser también un elemento eminentemente femenino.
El agua que representa el flujo universal, el océano de la vida, lo que fluye, lo que fecunda, lo que sana, lo que purifica, nutre, irriga, acaricia, aquello que necesitan las semillas para crecer, al igual que la mujer hace florecer la semilla del hombre, el agua que al igual que la mujer, y precisamente por su misma persistencia, suavidad y ductibilidad, posee también el misterio de la gran fuerza que nace de la suavidad, ya que con sus increíbles acrobacias, múltiples estrategias, y paciente fluir, es capaz hasta de oradar las rocas.
El agua, que como decíamos esta íntimamente asociada con lo femenino, y también con la luna, con las mareas, con la fecundidad, en una palabra con la vida misma, es por tanto mas que natural, que la asociemos también con los ríos de agua que las mujeres hemos llorado ancestralmente.
Nuestras lágrimas, las lágrimas de la Diosa, son nuestro gran privilegio y nuestras aliadas, que a los hombre de alguna manera les han sido negadas socialmente. Ellos no han tenido este derecho a llorar sus emociones porque sino se les consideraba débiles, sin entender que no son un signo de debilidad sino de poderoso sentimiento, capaz de crear lo que desee. Pero bueno, lo cierto es que a nosotras es de los pocos derechos que se nos ha otorgado siempre sin discusión, considerándolas, un poco despectivamente “cosas de mujeres”, “no dignas de hombres”. Si, yo creo que tenemos mucho que agradecerles a nuestras lágrimas, porque ellas han sido un gran aliado para sobrevivir, para arrastrar, drenar y disolver nuestro dolor, Hay por ahí un acertado dicho que afirma que: Lo que no se desahoga en lágrimas nos come por dentro, y lo cierto es que lo que no se llora por fuera y se expresa, sin duda lo llorará nuestra salud física y psíquica, de modo que en eso si hemos sido muy afortunadas y privilegiadas.
Estemos orgullosas de nuestras lágrimas porque cada lágrima es valiosa, cada lágrima tiene una importante misión, cada lágrima es néctar de vida, es una poderosa sanadora y una elocuente oradora que la vida nos ha otorgado, sabedora de que nos era absolutamente necesaria como ayuda en nuestra difícil y fundamental misión como cuidadoras de la vida, del amor y de la compasión.
Estemos orgullosas y conscientes de que nuestras lágrimas tienen además el poder de regar la tierra seca de un corazón endurecido, de disolver el hielo de quien carga demasiado dolor en el corazón, de sanar lo insanable, de decir lo que no se puede expresar, de llegar al corazón con mas elocuencia que mil palabras, porque poseen el inmenso poder de la verdad sin disfraces.
Victor Hugo decía que los ojos no pueden ver a Dios si no es a través de las lágrimas, no sé si esto es en verdad así, pero lo cierto es qué parece que la facilidad engendra insignificancia, ya que parece que de alguna manera, son los momentos de dolor y adversidad los que nos empujan a buscar soluciones y nuevos caminos que sino quizá no nos molestaríamos en buscar, y que en definitiva son los que nos incentivan a crecer y a hacernos más humanos. Nuestras lágrimas son increíbles catalizadoras, líquido de vida, que cual rocío celestial, además de sanar el desamor y la soledad, nos purifican, ya que cada lágrima nos hace mas suaves, nos enseña algo más de nosotras, y es una excelente maestra que nos muestra algo más de lo que hay en el fondo de nuestro corazón, acercándonos más a nosotras mismas, y por tanto nos allanándonos el camino hacia nuestra plenitud y felicidad.
El poder de las lágrimas de la Diosa esta omnipresente en la mitología ancestral de la humanidad, en las lágrimas de Budhevi la diosa de la esperanza, las lágrimas de oro de Freyja que se convirtieron en ámbar, las lágrimas de Artemisa que formaron el rio Aqueloo, las de Fura de las que se formaron las esmeraldas, y Osiris vuelve a la vida mediante las lágrimas de Isis, a cuya influencia atribuían también los egipcios la crecida dadora de vida del Nilo, incluso los romanos llamaban a las perlas lágrimas de diosa, y así podríamos continuar con una interminable lista de reconocimiento hacia sus poderes.
Bendigamos nuestras lágrimas, hechas de tan increíble y poderosa esencia, pero seamos también conscientes, de que como cualquier elemento poderoso es necesario también saber vivirlas en su dosis apropiada, para tampoco perder nuestro poder sumergido en lluvias de lágrimas que pueden terminar ahogándolo, ya que como en todo, necesitamos encontrar la armonía del equilibrio, algo así como decía el poeta: Gozar y no morirse de contento, llorar y no perderse en el sollozo, que severidad del gozo y que serenidad del sufrimiento .Y por supuesto, tampoco recurrir a las lágrimas como estratagema, porque eso sería un poco traicionar el sagrado poder que se nos ha depositado con ellas, lo cual ineludiblemente nos terminaría pasando factura.
En la medida en que nosotras tomemos consciencia de la suave y poderosa Diosa que hay en nosotras, el hombre también la ira reconociendo cada vez mas, como de hecho ya esta empezando a hacer, inclinándose arrepentido ante todas las lágrimas ancestralmente derramadas, honrando de corazón la fuerza femenina que hace germinar su semilla, rindiéndose ante el misterio de la fuerte suavidad y la suave firmeza femenina, y entonces…. las lágrimas de dolor se tornarán en lágrimas de alegría que disolverán siglos de separación, soledad, rencores y dolor, que ambos, hombres y mujeres, cargamos en nuestro corazón. En ese mutuo reconocimiento nuestras nuevas lágrimas de agradecimiento inundarán de gozo nuestros corazones, para no volver a ser ya las mismas, impregnando nuestro cuerpo, nuestra respiración, nuestro hablar, nuestro callar, nuestro tocar, nuestras manos, que recordarán más que nunca su misión ancestral de ser la mano sanadora de la Diosa, portadora de todo el arrullo, la ternura y el amor que el mundo necesita, portadoras del poder de lo suave, el poder de las caricias, el poder del gozo, que solo por su conducto será transmitido al hombre.
Gracias por tu comentario. Me alegra mucho que te haya gustado. Este artículo corresponde a un capítulo de mi libro A mi amada.
Un abrazo
Maria – 630 19 87 11
Daiana Torres Yadira M. Torres
Preciosa refflexión… A seguir sintiendo esas lágrimas valiosas que tenemos cada una de nosotras para acercarnos cada vez más al amor y a la compasión, valores que mueven montañas.