Nuestra responsabilidad con los animales, por Alfonso del Rosario

Jorge Gomez (333)

animales, tigres y leonesEl ser humano olvida con frecuencia, que dentro del esquema evolutivo planetario, el Reino Animal está sólo un escalón por debajo del Reino Humano. Según la ciencia esotérica, refiriéndose a las leyes evolutivas que rigen nuestro mundo, viene a decir, que el ser humano antes de convertirse en hombre ha debido pasar por las experiencias de los reinos de la naturaleza que le preceden, el mineral, el vegetal y el animal, pasando durante interminables periodos de tiempo en cada uno de estos estados, viviendo todo tipo de experiencias, hasta alcanzar la perfección en cada uno de ellos. Así, el siguiente salta evolutivo en lo que al hombre se refiere, está en convertirse en Maestro de Compasión y Sabiduría, pasando así al reino espiritual, el de las almas liberadas.

Como seres inteligentes que somos y más desarrollados que los animales, debemos prestar todo nuestro apoyo, toda nuestra protección y todo nuestro amor hacia éstos hermanos más jóvenes, compañeros de viaje en la senda de la evolución, hacer que a través de nuestro cariño, afecto y amor puedan en estas condiciones, dar ese salto evolutivo que les permita alcanzar en un futuro más o menos próximo la condición de seres humanos, para aparecer por primera vez en el mundo como entidades amorosas y compasivas.

Un antiguo comentario ocultista, haciendo referencia a la interacción de los distintos Reinos de la Naturaleza y de las leyes que los rigen, viene a decir, con éstas o parecidas palabras: “… el hombre es a los animales, lo que la Jerarquia Planetaria es a los hombres”, el punto de referencia y lugar de paso necesario, por el que los seres de los reinos inferiores han de transitar para llegar a la individualización egoica y convertirse así en integrantes del Reino Humano.

Da mucha pena ver que en muchas ocasiones, como para ver satisfechos los deseos y caprichos de algunas personas irresponsables, se compran y regalan perros, gatos, pájaros, etc., para después de pasado un tiempo abandonarlos y dejarlos a su suerte, deambulando perdidos y desorientados por el campo o por la ciudad, siendo en muchos casos víctimas de accidentes de coches o de la crueldad de algunas personas.

De igual forma, vemos como hay personas, que para aparentar o manifestar un mayor status social, se visten con pieles de animales, propiciando así, sin darse cuenta, el sufrimiento que padecen innumerables animales por este motivo, sólo por el mero placer de una mal interpretada presunción, distinción y elegancia que están muy lejos de ser una realidad.

¿Como puede el hombre ser insensible al sufrimiento tan atroz al que se someten muchos animales en aras de un mal entendido elemento decorativo o de diversión popular, en las fiestas de pueblos y ciudades, o del mal denominado deporte de la caza, o ser también cobayas de experimentación en centros de investigación, médicos o farmacéuticos?.

Todos los que de alguna forma somos sensibles al dolor y menosprecio que sufre el Reino Animal, debemos denunciar y divulgar en la medida de nuestras posibilidades, las atrocidades a que se ven sometidos los animales en aras según algunos, al deporte, las fiestas, el lujo decorativo o de investigación, situaciones y prácticas aberrantes, que en la actualidad carecen de toda lógica explicación y aceptación. Debemos hacer ver a nuestros semejantes, que el animal igual que el hombre está alentado por la misma Vida Divina. Que ambas evoluciones tienen los mismos derechos y las mismas oportunidades de evolucionar en armonía con el resto de seres con los que convive. Que animales y hombres estamos en éste mundo interrelacionándonos para aprender a vivir y progresar conjuntamente en perfecta confraternización.

En éste contexto de armonía, de confraternización y de responsabilidad, el hombre tiene el deber ineludible de tender una amorosa mano a los animales para ayudarles a que den en las mejores condiciones posibles, el salto definitivo para su integración en la familia humana.

Somos por nuestra condición humana, los más importantes instrumentos y eslabones de esa cadena de luz y de amor, que personal o colectivamente debemos propiciar, para que de alguna manera tomemos conciencia de la enorme responsabilidad para con toda forma de vida en nuestro Planeta.

Debemos recordar que al interferir en las leyes que gobiernan la evolución planetaria (como es el caso que nos ocupa con el Reino Animal), el ser humano de forma individual y la humanidad como totalidad, está generando y acumulando un importante karma negativo, del que de alguna forma la Naturaleza tarde o temprano pasará factura al hombre y a la humanidad por éste erróneo proceder.

El hombre debe darse cuenta del importante trastorno que está generando en todo el mundo, no sólo en el Reino Animal, sino también en el Reino Mineral, por la contaminación ambiental que genera a través de la extracción de minerales, que de forma incontrolada está propagando la contaminación con residuos tóxicos y radiactivos a todo el planeta.

El Reino Vegetal pasa por iguales o parecidas vicisitudes, está sufriendo una grave degradación de repercusiones imprevisibles, sobre todo por la tala indiscriminada de árboles en todo el mundo, desapareciendo así la posibilidad de regeneración del oxígeno y la rápida desertización en zonas cada vez más amplias de todo el Planeta.

En lo que se refiere al Reino Animal, podemos ver a través de los medios de comunicación, las graves consecuencias que trae consigo la inadecuada e incontrolada sobreexplotación de los recursos marítimos, en los que se puede apreciar, el que algunos tipos de peces y de grandes mamíferos ven peligrar su continuidad como especies por no darles tiempo a completar sus respectivos ciclos de regeneración. También es cada vez más patente la grave contaminación de las aguas de ríos y mares, ya sea por productos de desechos químicos y radiactivos, como por los vertidos de petróleo que en el mar.

Cualquier persona que tenga un cierto grado de sensibilidad y deseos de aminorar o solucionar ésta situación, puede si quiere, aportar por poco que sea, su pequeña contribución para solucionar y poner remedio a éstos graves desórdenes en el mundo. Todavia hay tiempo para  iniciar y enmendar ésta errónea trayectoria de actuación que el ser humano ha iniciado por su ignorancia y por su irrefrenable egoísmo.

El hombre puede en cualquier momento o lugar servir y ayudar a los demás, manifestando esa Fraternidad Universal, no sólo hacia los de su propia especie, sino hacia el Reino Animal y los seres de los otros reinos de la naturaleza, para que de ésta forma puedan verse cumplidos los objetivos para los que aparecieron en éste mundo que les dió la Vida y por tanto, las posibilidades y capacidades de desarrollarse y evolucionar de forma amorosa y armónica, individual y colectivamente.

Debemos esforzarnos cada uno de nosotros, en divulgar la realidad de los reinos inferiores en el entorno de la evolución planetaria, tratando de hacer ver la importancia de la armonia, la belleza y la oculta sensibilidad que subyace en todos los reinos de la naturaleza, que hace que la Tierra se exprese como ese maravilloso Planeta Azul o Gaia, símbolo de ese Amor Divino que el Logos dispensa por igual a todos los Hijos de Su Creación.

Si hay un sincero espíritu de voluntad y de coparticipación con las leyes de la naturaleza, el hombre puede llegar a convertirse en canal y fiel colaborador del Logos, y ser uno de Sus más importantes instrumentos de armonización y de síntesis de todos los Reinos y Seres de nuestro Mundo, convirtiéndose así en el eficaz y perfecto Centro de Actividad Planetaria para el que está destinado a ser en éste presente ciclo evolutivo de nuestro querido y amado Planeta Tierra.

«Si pudiéramos establecer una profunda relación duradera con la Naturaleza nunca mataríamos a un animal para saciar nuestro apetito, nunca haríamos daño, ni viviseccionaríamos a un mono, a un perro, o a un conejillo de indias en beneficio propio. Encontraríamos otras formas de curar nuestras heridas, de curar nuestro cuerpo.»

                                                                       J. Krishnamurti

De corazón a corazón.

Nuestra responsabilidad con los animales, por  Alfonso del  Rosario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

xxx