Nuestra última frontera: la Muerte
LA GRAN INVOCACIÓN
“Desde el punto de Luz en la Mente de Dios,
que afluya luz a las mentes de los hombres,
que la Luz descienda a la Tierra.
Desde el punto de Amor en el Corazón de Dios,
que afluya amor a los corazones de los hombres,
que Cristo retorne a la Tierra.
Desde el centro donde la voluntad de Dios es conocida,
que el propósito guíe a las pequeñas voluntades de los hombres,
el propósito que los Maestros conocen y sirven.
Desde el centro que llamamos la raza de los hombres,
que se realice el Plan de Amor y de Luz,
y selle la puerta donde se halla el mal.
Que la Luz, el Amor y el Poder, restablezcan el Plan en la Tierra”.
Esta Invocación no es propiedad de ningún individuo o grupo especial. Pertenece a la humanidad.
La belleza y la fuerza de esta Invocación reside en su sencillez y en que expresa ciertas verdades esenciales que todos los seres humanos aceptan innata y normalmente: la verdad de la existencia de una Inteligencia básica a la que vagamente damos el nombre de Dios; la verdad de que detrás de las apariencias externas, el Amor es el poder motivador del Universo; la verdad de que vino a la tierra una gran Individualidad llamada Cristo por los cristianos, que encarnó ese Amor para que pudiéramos comprenderlo; la verdad de que el Amor y la Inteligencia son consecuencia de la Voluntad de Dios, y finalmente de que el Plan Divino sólo puede desarrollarse a través de la humanidad misma.
Sabemos que estamos encarnados en esta Tierra para cumplir el Plan Divino porque somos creadores natos. Dentro de cada uno de nosotros reside esa chispa divina que nos permite alcanzar aquella meta para la que hemos nacido. Y sin embargo, desde que el hombre es hombre y tiene consciencia de sí mismo, se ve atormentado por dos preguntas esenciales: ¿de dónde venimos?, y, sobre todo, ¿hacia dónde vamos?
¿Dónde está la brumosa frontera que separa la vida de la muerte? ¿Qué regiones desconocidas nos esperan en el otro lado?
Vamos a estudiar los misterios de la Muerte de la mano de experiencias asombrosas, recogidas no ya por una, sino por miles de personas en todo el mundo, quienes en algún momento de sus vidas, generalmente tras un fuerte trauma físico o psíquico, lograron vislumbrar por breves momentos lo que se sitúa más allá del velo de la realidad, y después regresaron para contarlo.
Regreso desde el Más Allá
Si queremos saber cómo es la vida en algún punto remoto del mundo, por ejemplo en el Tibet o en Bali, entonces, el mejor modo de averiguarlo es ir allí y verlo por nosotros mismos. Si no fuera posible, podemos hablar con alguien que haya estado allí, y tal vez ver fotos del lugar. Hoy tenemos métodos indirectos, tales como libros de viajes, películas y documentales. Exactamente las mismas consideraciones pueden aplicarse para conseguir el conocimiento del viaje hacia la muerte. Deberíamos ir allí en persona o hablar con otros que hayan estado allí. Pero todavía hay muy pocas personas que conozcan el camino de ida y vuelta, aunque muchos hayan sido llevados allí durante breves períodos, sin saber exactamente cómo ocurrió.
Si bien mentalmente, podemos conseguir viajar fuera del cuerpo mediante prácticas avanzadas de yoga y meditación, puesto que hay pocas personas preparadas para ello, debemos conformarnos con el testimonio de los viajeros y comparar sus relatos.
La mayoría de las personas que han pasado por una Experiencia Extracorporal (EEC), tienen una gran certeza de que se encontrarán con experiencias similares después de la muerte. Cualquiera podría pensar “¿Como podría ser de otro modo?. Sé por mi propia e incontrovertible experiencia que puedo estar realmente vivo y consciente en un segundo cuerpo no físico, totalmente separado de mi cuerpo normal, y cuando lo pierda con la muerte, nada puede impedirme vivir en mi segundo cuerpo”.
Y nada les hará desistir de su certeza. Pero el escéptico que no ha tenido esta experiencia y no quiere admitir semejantes ideas turbadoras que darían al traste con todas sus convicciones anteriores ¿qué puede decir? Dirá que son sueños o alguna clase de alucinaciones. Cualquier cosa menos aceptar las ideas a las que su mente está cerrada.
El problema se intensifica cuando hablamos de Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM).
Dudo que alguna vez podamos tener pruebas definitivas de la vida después de la muerte; pruebas que incluso el científico más obstinado se vea obligado a aceptar. Todo cuanto podemos esperar es una gran acumulación de casos que, por su similitud y sinceridad, sean suficientes para convencer a la gente de mente abierta e inquisitiva.
¿Qué pasaría entonces si alguien se muriera de verdad y luego regresara, recordando como era estar muerto? Gracias a los progresos médicos en el campo de la resucitación, realmente hay cientos de personas que lo han hecho. Algunas personas han muerto ahogadas o por un ataque al corazón. A veces se ha intentado resucitarlas pero sin éxito. En algunos casos incluso se ha escrito un certificado de defunción. Sin embargo, por lo que sea, tal vez por los ruegos de un pariente, el doctor ha vuelto a intentarlo y el paciente, clínicamente muerto, ha resucitado gracias a un masaje al corazón, a la respiración artificial, o a algunas técnicas más modernas. Algunas personas a las cuales les ha sucedido ésto no recuerdan absolutamente nada de lo que pueden haber experimentado en el otro lado. Pero otras, cientos de ellas, recuerdan claramente estos acontecimientos y pueden relatarlos al doctor o a un pariente cercano. Incluso habrá muchos más casos no documentados de personas que decidieron callar su experiencia por ser incapaces de asimilarla, o por miedo a las burlas y a ser consideradas locas.
Dos médicos americanos, el doctor Raymond A. Moody. y la doctora Elisabeth Kubler-Ross, pasaron varios años recogiendo datos de estos casos sin conocer el trabajo del otro, pues no se conocían. Fue Moody quien sacó la primera publicación en 1975 bajo el título: “La vida después de la vida”. Su editor envió a la doctora Kubler-Ross un primer ejemplar del libro de Moody. Ella replicó, en efecto, que podía haber escrito un libro prácticamente igual, porque sus descubrimientos se correspondían perfectamente. De hecho, escribió un Prólogo para Moody. Los casos de los que habla el doctor son todos anónimos; en muchos casos esa fue la condición que puso la persona que los había relatado.
Las experiencias de estas personas tan próximas a la muerte son similares en muchos aspectos. Pero, a menudo, incluyen algunas características adicionales, algunas de ellas bastante sorprendentes. Con mucha frecuencia la experiencia empieza cuando la persona, liberada de su cuerpo moribundo, pasa por un túnel oscuro con una luz en el otro extremo. Al salir de él, suele encontrarse con una entidad benefactora y bondadosa, que podríamos llamar Cristo o Dios, pero que normalmente no tiene forma; puede describirse simplemente como un globo de luz o como un Ser de Luz.
Esta entidad invita al individuo, amablemente pero con firmeza, a repasar toda su vida anterior, esto se le facilita desplegando ante él una especie de pantalla tridimensional de cine o televisión, sobre la cual se contemplan los más importantes acontecimientos de
su vida. Algunas personas afirmaron que todos los pequeños episodios por más triviales que fueran, quedaron plasmados allí. Resulta interesante el hecho de que el Ser simplemente dirige la atención del observador, invitándole a reconsiderar sus acciones, preguntando especialmente cuánto amor verdadero o altruista incluía cada una de ellas. El Ser no pronuncia juicio alguno; simplemente invita a la persona a juzgarse a sí misma. Con la visión y comprensión más clara de este otro mundo, la persona encuentra al desnudo todas sus ilusiones y pretensiones y se ve obligada a realizar un juicio verdadero, por más doloroso o humillante que pueda ser.
Podríamos pensar que esta revisión tan detallada debería durar toda otra vida, o al menos muchas horas. Pero aquellos que lo han experimentado comentan a menudo que el tiempo parece totalmente distinto en ese otro mundo -de hecho casi no existe- como si el presente, el pasado y el futuro coincidieran en el momento presente. Frecuentemente, por la rapidez de la resucitación, hay pruebas de que la revisión pudo haber durado sólo unos minutos del tiempo terrenal y a veces sólo unos segundos.
Otro punto interesante es que este experimento extracorporal puede sucederle a cualquier persona que haya estado expuesta a un peligro extremo, aunque escapara viva, con o sin heridas. La circunstancia que se repite es que tenía un “miedo mortal” y sufrió una especie de muerte psicológica en la cual dejó su cuerpo por unos instantes. Moody habla del caso de un motorista que derrapó en la carretera y dejó su cuerpo durante el tiempo en que la moto voló por los aires, aterrizando al final de un terraplén. Escapó con lesiones leves pero vivió la experiencia de desprenderse de su cuerpo físico. Otro ejemplo sacado de un segundo libro de Moody “Reflexiones sobre la vida después de la vida” nos habla de una persona que quedó atrapada en un incendio con numerosas explosiones. Vio como venían a rescatarle, pero estaba seguro de que moriría antes de que pudieran llegar hasta él. En su terror dejó su cuerpo y experimentó una revisión de su vida pasada. Luego retornó y quedó asombrado al ver a los rescatadores a un paso de su persona. Lo salvaron, pero sufrió graves quemaduras.
Moody no nos habla de ningún caso completo. En cambio ha clasificado las experiencias relatadas por sus personajes en 14 situaciones distintas, cada una de las cuales está ilustrada con varios retazos apropiados sacados de sus narraciones. Insiste en el hecho
de que cualquier persona en particular mencionará sólo algunas de estas situaciones; las otras puede haberlas experimentado sin darse cuenta o sin recordarlas, o tal vez estuvieran ausentes. Parece que Moody nunca preguntó a sus personajes: les dejaba contar su historia y tomaba notas o las grababa. Sin embargo, lo que nos ha proporcionado es una especie de caso compuesto idealizado e imaginario que ilustra las 14 situaciones. En la práctica, ninguna persona las mencionó todas; el mayor número del que hablaron algunas personas fue de 12, aunque algunas hablaban de 8 ó más. Cada elemento ha salido por lo menos en varias narraciones y algunos son casi universales. El orden en el cual ocurrieron, o fueron explicados, difería algo de un caso a otro.
Parece interesante repasar el detallado análisis de Moody sobre los 14 componentes de la experiencia. Esto nos permitirá tener una mejor impresión de las condiciones que siguen inmediatamente a la muerte. También resulta interesante ver la similitud de este cuadro con las descripciones anteriores: porque, contrariamente a lo que él suponía, Moody no fue la primera persona que escribió libros sobre estas experiencias extracorporales. En 1901, Robert Crookall publicó “El Estudio y la Práctica de la Proyección Astral”, que presentaba 160 casos de historias breves, 21 de las cuales eran de personas que estuvieron a punto de morir. De todos los casos, 13 hablaban de la experiencia del túnel, 5 se encontraron con el Ser Luminoso, 4 hicieron un repaso de sus vidas y unos cuantos más hablaron de la ayuda recibida por parte de unos “ayudantes”.
Así pues, vemos que la experiencia resulta sutilmente diferente según quién la vive. De todos modos, vamos a examinar las situaciones que describe Moody para que nos sirvan de guía antes de examinar algunos casos concretos:
1. Inefabilidad. Por más breve que sea su experiencia, a la persona le resulta obvio que las condiciones de este otro mundo son distintas en muchos aspectos a las de la tierra, aún sin tener en cuenta la repentina ausencia del dolor y la sensación de ligereza. No existen palabras para describir ese mundo. Todos están de acuerdo en ello, pero mientras que algunos quedan enmudecidos, otros intentan la imposible tarea de encontrar palabras, por más inadecuadas que sean, para describir lo que pasa.
Una mujer explicó que el mundo físico es tridimensional, que tiene 3 direcciones fundamentalmente distintas, en ángulos rectos, izquierda-derecha, delante y detrás, arriba y abajo. Pero este otro mundo tiene más de 3 dimensiones. En las primeras décadas del
siglo se solía describir el plano astral de los espiritistas en términos de una cuarta dimensión (geométrica y sin la variable tiempo, como en el mundo de Einstein del espacio-tiempo). Quizás esa idea sirva para describir por analogía algo de la peculiaridad de esta nueva clase de espacio.
2. La Vista y el Oído. Inmediatamente después de dejar el cuerpo físico, la atención de la persona se dirige a menudo hacia atrás, hacia el mundo físico que acaba de dejar tan recientemente y a menudo de un modo tan misterioso. Tal vez vea su cuerpo y los médicos o parientes que tratan de revivirlo, tal vez les oye diciendo que está muerto, y discutiendo la manera de intentar resucitarle. Los médicos quedan a veces asombrados cuando después les dicen exactamente lo que ellos dijeron o hicieron, presenciado y contado por una persona que estaba indudablemente inconsciente o incluso clínicamente muerta en aquel momento.
La mayoría de las personas hablan de “Sensaciones de Paz y Calma”. Como dijo una mujer víctima de un ataque cardíaco: “Comencé a experimentar las más maravillosas sensaciones. No podía sentir en el mundo más que paz, tranquilidad y comodidad, simplemente quietud. Sentía que todos mis problemas habían desaparecido y pensé: Qué tranquila y en paz me siento, no me duele nada”.
3. El Ruido. El sonido, percibido solamente por algunas personas, puede ser especialmente desagradable, o tolerable. Ha sido descrito como un fuerte zumbido o timbre; alternativamente, puede ser un rugido o un silbido como el viento. Otros pueden oír campanas o una hermosa música. Algunos autores cómo Monroe, dicen que comienza a oírse antes de la muerte real, pero es más probable que se escuche cuando ya se está realmente en el estado extracorporal.
4. El Túnel Oscuro. Ya ha sido mencionado. Hay descripciones alternativas de una caverna o un pozo, una chimenea, un vacío o un valle (¿el valle de la sombra de la muerte?). Algunas personas hablan de una caída a través del espacio.
5. Fuera del Cuerpo. Puesto que la mayoría de la gente se identifica con el cuerpo físico la mayor parte del tiempo, resulta un shock encontrarse separados de él en otro estado de existencia, desde el cual pueden a veces ver su cuerpo desde lejos. No es sorprendente que al principio suelan estar confundidos y tal vez no relacionen la experiencia con la muerte. Algunos tienen miedo y tal vez el pánico les haga intentar regresar al estado físico. Otros, como se ha dicho, están bastante tranquilos y aceptan inmediatamente la nueva condición. Podemos sospechar que lo han experimentado muchas veces mientras dormían, aunque nunca, antes, les haya quedado ningún recuerdo en la conciencia de vigilia. Estas personas, ya de por sí, no sienten pesar alguno en dejar el cuerpo, y si no fueran retenidos pasarían tranquilamente a la vida del más allá. Después de un intervalo de confusión, una mujer recordó que había pensado, “¡Oh, estoy muerta! ¡Qué maravilla!”
Unas pocas personas se dan cuenta de que son conciencia pura desencarnada, sin ningún cuerpo. Otros sienten (¿o imaginan?) que tienen un cuerpo que, de alguna manera, se parece al físico. Otros se quedan tan asombrados por todas las cosas extrañas que pasan que ni siquiera consideran su propia situación.
6. El Cuerpo Espiritual. Se reconoce a veces primero por sus limitaciones; en este cuerpo es imposible comunicarse con otras personas que están vivas y despiertas. Para ellos se es invisible; no te oyen si les hablas, si quieres tocarles, no responden, y tampoco se tiene sensación de tacto alguno. Incluso parece que las personas vivas caminan a través de nuestro cuerpo espiritual ¡sin ni siquiera darse cuenta! ¡Es de lo más frustrante!
Las características positivas del cuerpo espiritual son difíciles de explicar con palabras corrientes. Todos parecen estar de acuerdo en que no pesa nada y que carece también de la sensación de equilibrio que mantiene el cuerpo físico recto y firme en sus movimientos. Por otra parte, el cuerpo espiritual tiene libertad para desplazarse a cualquier parte voluntariamente casi al instante, y puede pasar a través de los obstáculos físicos. Cuando se percibe este cuerpo, puede aparecer transparente o con aspecto de nube. Ya hemos mencionado la aparente carencia de tiempo de este estado. Otra característica, señalada por algunos, es la facultad de pensar de un modo claro y rápido. En otras palabras, se usa la mente que no es física, libre del cerebro físico que actúa lentamente. La percepción en este estado no parece depender de unos órganos especializados como los ojos y las orejas: es como si todo el cuerpo pudiera recibir impresiones, de modo que uno puede ver en todas direcciones, por así decirlo. El oído puede ser traducido en palabras, debido a la rutina, pero realmente es algo parecido a la telepatía, una comunicación de una mente a otra, directamente, en pensamientos, en ideas no verbalizadas. Otra observación consoladora para cualquier persona tullida o que haya perdido el uso de alguna parte de su cuerpo es que, a pesar de todo, el cuerpo espiritual aparece perfecto y en su totalidad. Al principio, la incapacidad para lograr cualquier contacto con las personas vivas puede dar origen a la soledad y a una sensación de aislamiento: pero esto desaparece más tarde al encontrar otras personas en su cuerpo espiritual, incluyendo a los parientes muertos anteriormente.
7. El encuentro con otros. Algunas personas, en este estado extracorporal tan próximo a la muerte, son vívidamente conscientes de que se encuentran con parientes y amigos muertos que ofrecen un aspecto muy parecido al que tenían en la tierra, aunque generalmente más jóvenes y más radiante. Otros tienen alguna percepción de estas personas, pero sólo como espíritus desencarnados con los cuales pueden establecer una comunicación mental. Unas entidades espirituales desconocidas, llamadas a veces ángeles, pueden encontrarse también en una de estas dos formas. A menudo, se le dice al visitante que su hora no ha llegado todavía, que tiene que volver y completar su período de vida en el cuerpo físico, que tiene que continuar alguna tarea inacabada, cuidando a la familia y otras cosas. Esta idea suele provocar un momentáneo resentimiento, pues la vida, desde el otro lado, parece muy poco atractiva. Pero, después de reflexionar, se suele aceptar de buen grado recuperar la carga de la vida terrena. El hecho de que ésta sea considerada generalmente como una carga debería ser un gran alivio para todas las personas que tienen miedo de morir y que se apegan a un cuerpo físico dolorido y gastado, tal vez más tiempo del debido.
8. El Ser Luminoso y 9. La Revisión. Ya han sido ya considerados con cierto detalle.
10. Barrera o límite. Algunas personas hablaron de una especie de barrera para pasar al otro lado. Sintieron, o les dijeron, que si cruzaban no podrían regresar, pero que realmente debían regresar y vivir su vida física. La barrera se interpretaba, de varios modos, como agua (¿la ribera Estigia?), una niebla gris o una valla.
11. Contarles a los demás. Contar estas experiencias es todo un problema, porque la mayoría de la gente no quiere oír hablar de estas cosas. Tratan de darles poca importancia y las consideran sueños y alucinaciones o, simplemente, pura imaginación, o incluso como prueba de desequilibrio mental. Esto puede ser perjudicial para el sujeto para quien estos acontecimientos fueron una de las experiencias más vívidas y reales de toda su vida. Así que se callan o, pensando en estas reacciones, nunca se lo cuentan a nadie, a menos que alguien parezca interesado. La sugerencia de que la imaginación tiene algo que ver en ello es especialmente absurda, por la misma razón de que estas experiencias son totalmente inimaginables. Esto es, precisamente, lo que les da su impacto y su calidad memorables. Nada remotamente parecido había ocurrido nunca antes. Aunque las enseñanzas religiosas o algunos libros hubieran preparado al individuo, hasta cierto punto, los verdaderos acontecimientos fueron muy distintos a cualquier cosa que hubiera podido nunca imaginar, Tampoco hubo nada ambiguo, irracional o semejante a un sueño en ellos, era algo nuevo, extraño y difícil de explicar, pero realmente ocurrió y la mente y la atención estuvieron, en todo caso, más alerta que en la vida normal de vigilia.
12. Efectos Sobre la Vida. ¿Cuáles son los efectos de estas experiencias prematuras de la muerte? En conjunto, son efectos positivos. Las personas encontraron que su vida tenía más sentido y era más profunda, se volvieron más reflexivas y se preocuparon más por los últimos problemas filosóficos. Su vida tendió a tener otro objetivo y a ser menos egoísta, Adquirieron una mayor conciencia de la vida de la mente y prestaron menos atención al cuerpo que antes. También sintieron más preocupación y compasión por los demás y un deseo por encontrar un sentido más profundo a su vida, y en general, por llevar una vida mejor. Estos cambios tan profundos y persistentes suelen seguir a una conversión religiosa o a la práctica del yoga. Es casi imposible que se deriven de una simple alucinación, tal como sugieren los escépticos.
13. Una nueva Opinión sobre la Muerte. Es la consecuencia natural de estas experiencias. La persona siente que tiene cierto conocimiento directo del acontecimiento, y ya no necesita basarse en conjeturas o en enseñanzas religiosas bastante ambiguas. También, y tal vez ello sea lo más importante, desaparece todo temor a la muerte; a su debido tiempo, será bienvenida. La supervivencia después de la muerte parece ahora una cosa cierta, pero no hay ninguna inclinación al suicidio para precipitar su llegada. Tenemos una nueva comprensión del propósito de la vida en la tierra, así como de la muerte. Aquellas crueles creencias religiosas con recompensas y castigos después de la muerte son desechadas. a favor de una comprensión más racional.
14. Corroboración. Se refiere a la comprobación de los detalles o acontecimientos en el mundo físico observados desde el estado extracorporal, y de los cuales se habla cuando
uno regresa. En general, la comprobación resulta bien: los médicos han quedado asombrados ante las descripciones tan detalladas de los intentos que hicieron para resucitarlo mientras el paciente estaba clínicamente muerto. Muchas de estas narraciones fueron hechas por pacientes que tenían poco o ningún conocimiento médico, de modo que no pudieron inventarlo. En algunos casos, Moody pudo preguntar al paciente y al médico, o a cualquier otra persona involucrada, para comparar sus informes.
En su segundo libro, Moody habla de otros cuatro elementos citados por algunas personas que disfrutaron de un prolongado período extracorporal; pero ninguno fue citado únicamente por una persona.
1. La Visión del Conocimiento. Parece corresponder a las experiencias místicas de las que nos hablaba Whiteman, desde unos niveles del otro mundo más elevados que aquellos que se alcanzan normalmente en breves experiencias extracorporales “un reino de existencia en el cual todo conocimiento, ya sea del pasado, presente o futuro, parecía coexistir en una especie de estado atemporal… un momento de iluminación”. Las personas estuvieron de acuerdo en que la experiencia era inexpresable y no pudieron retornar con un recuerdo completo de ella. Los místicos experimentados no utilizarían el término conocimiento, sino más bien comprensión, visión interna, sabiduría o iluminación, porque esto pertenece a un estado de suprema bienaventuranza, más allá del alcance de la mente. Pero únicamente aquellos que lo hayan vislumbrado podrán comprender plenamente de lo que se trata.
2. Ciudades de Luz. Fue una frase utilizada por varias personas para describir visiones de ciudades celestiales correspondientes a las ideas tradicionales del Cielo.
3. Reino de Espíritus Confundidos. Algunas personas se encontraron con un lugar poblado por espíritus que parecían hallarse en un estado infeliz de depresión, correspondiente, tal vez, al purgatorio. Tenían una descorazonadora desazón interna y vagaban de un lado para otro, sin rumbo alguno, en una región triste y deprimente.
Otros sugieren que eran suicidas y personas muy apegadas a la tierra, desposeídas de su cuerpo físico antes de estar preparadas para la muerte y la vida después de ella.
4. Los Rescates Sobrenaturales. Describen la experiencia de algunas personas que parecían haber sido rescatadas de la muerte tras un accidente potencialmente fatal, por unas entidades o seres espirituales.
De otra parte, la proximidad con la muerte deja una impresión muy fuerte en cada individuo. Esto inspira la confianza de que están verdaderamente hablando de casos
genuinos y no imaginarios. Personalmente, no he tenido una experiencia así, tan próxima a la muerte. Sin embargo, diversos investigadores confirman varias de las descripciones de Moody. Por ejemplo el sonido de campanas, un rugido parecido al viento al salir del cuerpo, la inefabilidad, la paz y tranquilidad, la visión de conocimiento, una nueva visión de la muerte, una nueva comprensión del propósito de la vida en la tierra y un fuerte efecto sobre la propia vida.
Un cierto número de personas que murieron y regresaron -o que casi murieron, si preferís decirlo de este modo- fueron recibidas por parientes que habían muerto anteriormente. Parece algo natural y apropiado, pero el escéptico convencido puede seguir considerándolo como imaginación. Yo sé, con seguridad, que mi bisabuela estaba allí para recibir a mi abuela cuando ésta murió en su sueño, pero esa es una historia demasiado personal para entrar en detalles. Sin embargo, existen muchas descripciones de visitas entre parientes y amigos desde el otro lado. También hay personas excepcionales que parecen tener la capacidad de cruzar la frontera cuándo lo desean. El autor Robert Monroe, describió sus viajes al otro mundo en el libro “Viajes Fuera del Cuerpo”.
El doctor Richard Gordon tenía ya más de cincuenta años cuando se convirtió en el médico y amigo de la familia Monroe. Gordon tenía dos grandes manías: se preocupaba cuidadosamente de sí mismo, comportándose deliberadamente de una manera sosegada,
como si deseara vivir mucho; luego, cuando alguien le visitaba en su despacho, miraba desde su oficina interior y fijaba los ojos con gran intensidad, sin decir palabra. (Esto es importante para lo que sigue) .
Un día, Monroe le visitó, y Gordon le confesó que no se había sentido bien últimamente, pero que sin embargo iba a hacer un viaje a Europa para visitar países que no conocía. En Europa cayó gravemente enfermo y aunque se encontraba con grandes dolores volvió a su casa para recibir tratamiento. Tenía un cáncer incurable. Entonces, Monroe pensó que era el momento de mencionarle sus experimentos extracorporales. Puesto que Gordon estaba demasiado enfermo para poder visitarle, Monroe decidió mandar a su esposa una carta para que se la leyera al enfermo en cuanto éste pudiera escucharla. Gordon pidió que se le leyera la carta, una y otra vez, antes de morir.
Después de esperar unos tres meses para que Gordon pudiera integrarse en el otro mundo, Monroe decidió tratar de visitarle, un sábado por la tarde. Salió de su cuerpo exclamando mentalmente: “¡Quiero ver al doctor Gordon!” Después de lo que a él le pareció un largo viaje, fue guiado a un lugar parecido a una gran institución.
Le hicieron entrar en una habitación y le dijeron: “Espere, y el doctor le recibirá dentro de un minuto”. Había varios hombres en la habitación escuchando a un joven de unos 22 años que les hablaba con excitación. Pero no había señal del doctor Gordon. Hacía un calor insoportable, o así se lo parecía a Monroe, y pensó que tendría que regresar. Pero antes se dirigió de nuevo hacia el grupo de hombres, dudando en preguntarles algo sobre el doctor Gordon. En aquel momento el joven dejó de hablar, se volvió y miró fijamente a Monroe, antes de continuar su conversación. Monroe se fue, considerando el experimento como un fracaso.
El sábado siguiente volvió a intentarlo, pero en el momento preciso en que dejó su cuerpo llamando al doctor Gordon, una voz dijo junto a él: “¿Por qué quieres volver a verle? Ya le viste el sábado pasado”. Monroe quedó tan sorprendido que regresó enseguida a su cuerpo físico y estuvo pensando sobre lo que había pasado. Revisando sus notas otra vez, se dio cuenta de que el joven que había visto era el doctor Gordon, pero con un aspecto de veintidós años en el otro mundo, en lugar de los setenta; la mirada intensa que le dirigió era exactamente su antigua mirada. Monroe nunca le había conocido a esa edad, pero más adelante vio una foto suya de cuando era joven, que correspondía exactamente a su visión extracorporal.
Agnew Bahnson era otro buen amigo y piloto aficionado. Sentía un gran interés por la investigación sobre la antigravedad y hablaba de ello a menudo con Monroe. Este se hallaba en viaje de negocios, en Nueva York, y en una ocasión se echó a dormir una siesta en la habitación en su hotel, puesto que tenía tiempo para ello. Justo en el momento anterior al sueño, oyó la voz de Bahnson diciéndole: “Hay un modo de demostrar la antigravedad. Todo cuanto tienes que hacer es demostrártela a tí mismo y tú has sido entrenado para hacerlo”. Monroe sabía lo que quería decir, pero carecía del valor para intentarlo; anotó la hora, las tres y cuarto. A su vuelta a casa, su esposa le dijo que Bahnson había muerto al tratar de aterrizar con su avión en un campo. El le preguntó: “¿Esto sucedió hace dos día, a las tres y cuarto?” y ella le contestó que así era.
Unos meses más tarde, Monroe trató de conectar con Bahnson en un viaje extracorporal. Salió de su cuerpo llamando a Bahnson y viajó en la oscuridad hasta detenerse en una pequeña habitación también bastante oscura. Poco después, Bahnson apareció y le reconoció, diciéndole, “Bob, nunca creerás todas las cosas que han ocurrido desde que llegué”. Eso fue todo, pero era precisamente el tipo de cosa que Bahnson hubiera dicho, dado su especial interés por nuevas experiencias.
Más tarde, el padre de Monroe murió, tras varios meses de parálisis y de incapacidad para hablar, después de un ataque; tenía 82 años. Transcurrieron varios meses antes de que Monroe intentara visitarle, concentrándose en la personalidad de su padre para que le ayudara. Nuevamente viajó largo tiempo en la oscuridad, luego se detuvo en lo que parecía ser un hospital. En una pequeña habitación encontró a su padre, con el aspecto de unos 50 años, y todavía con un aire bastante cansado. El muerto se volvió y vio a su hijo y le hablo: “¡Qué estás haciendo aquí!” Monroe estaba demasiado excitado para hablar, y su padre lo cogió por debajo de los brazos y lo levantó por encima de su cabeza, como solía hacer cuando Monroe era pequeño. Al preguntarle por su salud el padre replicó: “Ahora mucho mejor; el dolor ha desaparecido”. Pero con el recuerdo pareció escapársele la energía y Monroe se dio cuenta de que era el momento de irse.
Kimberly Clark y el efecto de unas zapatillas de tenis
Una de las historias que más conmovió a Raymond Moody fue la que vivió la psicóloga Kimberly Clark mientras trabajaba en el Hospital de Harborview (Seattle). Dicha psicóloga se encontraba aconsejando a una paciente, Mary, que había sufrido un ataque al corazón, sobre la manera de volver a integrarse en su vida diaria una vez que se produjese el alta hospitalaria. Sin embargo, la paciente se encontraba más interesada en hacer comprender a la profesional que lo que realmente le había impresionado era su Experiencia Cercana a la Muerte (ECM) durante dicho ataque cardiaco. Ella había abandonado su cuerpo y deambulado por todo el entorno del hospital mientras los médicos intentaban la reanimación en la misma cama de la habitación donde había sufrido el infarto.
Como es natural, la psicóloga Clark se encontraba escéptica ante dicho relato. A pesar de todo, Mary le dijo: “Escuche, llegué a ver unas zapatillas rojas de tenis en el alféizar de una ventana más allá de mi habitación”. Un tanto escéptica, la psicóloga se asomó a la ventana, pero no vio zapatilla alguna. “Más allá”, insistió Mary. La doctora Kimberly, con medio cuerpo asomando por la ventana, tampoco veía nada. “Están justamente a la vuelta de la esquina”. Despreciando el peligro de asomarse en una quinta planta del hospital, la psicóloga se estiró aún más y retorció su cuerpo para aumentar su ángulo de visión y así descubrir, justamente, unas zapatillas de tenis rojas idénticas a las que Mary había descrito. A partir de ese acontecimiento la doctora Kimberly Clark comenzó a desarrollar numerosas investigaciones en relación a las ECM.
Una experiencia personal de Jose Gaona Cartolano
“Hace ya algunos años, interesado en conocer el funcionamiento de cierta secta que acogía a un reverendo filipino conocido por sus habilidades de psicocirugía, viví una interesante experiencia extracorpórea sin, evidentemente, haber fallecido. El centro se encontraba alojado en un pequeño chalét en los alrededores de Madrid, lugar donde se impartían clases de sanación pránica y algunas otras técnicas relacionadas con la salud espiritual. Huelga decir que, desgraciadamente, dichos cursos y disciplinas, encuadradas en un entorno sectario, constituían un imán para personalidades desequilibradas.
En uno de los múltiples fines de semana en que acudí a recibir instrucción, me encontraba tendido en el suelo junto con otros adeptos, tapado con una manta mientras el líder de la secta inducía un trance hipnótico a todos los que estábamos allí con la excusa de enseñar alguna técnica de relajación. Me pareció una idea interesante, así que comencé a regular los ritmos respiratorios mientras pensaba en la hipnosis, que no es otra cosa que centrar la atención de la persona en un objetivo externo a sus intereses y distraerla para adueñarse parcialmente de su voluntad. En ese proceso, inducido verbalmente por el líder-terapeuta, comencé a notar que los chakras del pecho se abrían de manera considerable. Mi fuerte formación científica luchaba para comprender esta sensación como una mera alucinosis. Sin embargo, he de reconocer que la sensación de comenzar a respirar a través de dicho orificio era tan intensa que alcé discretamente la manta para observar la entrada y salida del aire a través de un conducto fisiológicamente inexistente. Me sentí un tanto confundido conmigo mismo al intentar comprobar algo que sabía imposible, pero la sensación era más poderosa que mi intelecto.
El líder de la secta nos indicó que acelerásemos el ritmo de la respiración, con lo que comenzábamos a realizar una respiración holotrópica propia de ciertas técnicas de terapia de grupo encaminadas a familiarizarse con la sensación de muerte, si bien no era ese el propósito de aquel ejercicio. Una sensación creciente de mareo comenzó a invadirme debido a la hiperventilación, pero entonces ¡ocurrió algo de difícil descripción! Comencé a notar como mi yo salía y abandonaba mi propio cuerpo. Podía verme, o mejor dicho ver mi cuerpo, justo debajo de mí, junto al de los demás compañeros que se encontraban cómodamente arropados por sus mantas sobre las colchonetas tendidas sobre el suelo. La sensación duró largos segundos, aunque no puedo decir el tiempo, ya que al igual que las personas que sufren EEC la temporalidad se encuentra sumamente alterada. Lo que sí puedo subrayar es que mi consciencia se encontraba en perfecto estado, registrando todo lo que sucedía —con sorpresa, eso sí— en torno a mi persona.
Huelga decir que no había ingerido ningún tipo de sustancia, así como que ha sido la única vez en la vida que me ha sucedido algo semejante. En líneas generales, fue una sensación agradable y ciertamente divertida para mis sentidos, particularmente porque tenía la seguridad de que todo era un puro producto de mi mente y que, además, me encontraba en un entorno protegido.
Esta experiencia no tiene necesariamente la misma raíz neurofisiológica que las ECM, pero he decidido relatarla para indicar que ciertas experiencias pueden tener al menos un origen conocido, como es la inducción hipnótica acompañada de respiración holotrópica.
No es menos cierto que otro tipo de situaciones pueden desencadenar experiencias extracorpóreas particularmente encuadradas en el marco de una ECM, como fue el interesante caso de Natividad, que lo experimentó al complicarse un parto, situación, por otro lado, relativamente frecuente. He preferido incluir el relato completo, que comprende nada menos que dos EEC (Experiencia Extracorpórea) y dos ECM (Experiencia Cercana a la Muerte). Al ser íntegro, sin aislar la EEC del resto de la historia, se comprende mejor la evolución de la experiencia. Es un caso excepcional que no he encontrado en ningún otro texto ni de autores nacionales ni extranjeros:
“Tenía contracciones muy a menudo, por lo que se esperaba un parto prematuro y así fue. Rompí aguas quince días antes del final de cuentas, pero los médicos lo esperaban. Ingresé a las seis de la tarde sin contracciones, pero a las nueve de la noche una desgarradora contracción que duró mucho más de lo esperado puso a los médicos en aviso y me llevaron a dilatación. Las contracciones no eran las habituales que se suelen tener. A mí me daban cada minuto y duraban de cuarenta y cinco a cincuenta y cinco segundos. Prácticamente eran contracciones de parto. Me dijeron que la cosa iba a ir rápida, pero no fue así. La noche anterior la había pasado de falsa alarma en Urgencias y había dormido poco y mal. Había comido solo una sopa y estaba muy cansada. Pasaban las horas, muy duras, y para superar el dolor de las contracciones mi mente imaginaba un gran globo rojo que se iba hinchando poco a poco según el dolor subía de intensidad, y luego perdía volumen a la vez que el dolor disminuía. A las siete de la mañana estaba ya agotada y helada de frío, mojada, sedienta, dolorida. Era totalmente consciente de todo a mi alrededor y sufría enormemente. Pero de pronto sentí un bienestar indescriptible… ¡Ah, qué descanso, qué maravilla! ¡Cómo lo necesitaba! Me sentía flotar, inmensamente feliz, segura, calentita y seca… tan bien. Notaba la sensación como muy lejana y me entregué a ella. De pronto, algo me hizo darme cuenta de que eso no era normal. ¡No podía ser! No podía estar ocurriéndome eso. Yo estaba pariendo a mi hija entre dolores y no podía sentirme así. Me asusté, pues creí saber lo que me había pasado. Abrí los ojos y vi la pantalla de la televisión pegada a mí. En ese momento supe que había muerto. Miré la habitación… ¡Estaba en el techo! ¡En lo alto! Me vi muerta en la cama y pude ver a mi marido a mi lado. También vi a mi compañera de habitación y a su marido, que hasta entonces no los había visto, pues yo estaba monitorizada, atada en mi cama y con un biombo que me tapaba la otra cama.
En ese momento no sentí pena por mí ni por mi marido, pero sí por mi hija. ¡No podía morir ahora! ¡Ahora no! Pensaba: “Deja al menos que vea su cara. Que vea que está bien. Déjame terminar y me iré a la muerte”. El dolor desgarrador que sentí al saber que había muerto y que no vería a mi hija, que no la vería crecer, me hizo rebelarme y negarme ante dicha situación y prometí morir, pero cuando terminara. De pronto, sumergida en ese dolor espiritual tremendo volví al dolor físico terrenal, volví al frío, volví a la vida. Los médicos entraron en la habitación, me vieron mirarlos y no me dijeron nada. Yo no podía creer lo que me había pasado. Pensaba que quizás me habría dormido, o desmayado, pero no. No perdí la consciencia, no era un sueño. No dejé de ser yo, totalmente consciente en todo momento.
Absolutamente impactada por aquello, sabiendo lo que había experimentado, aún buscaba una explicación racional. Me sentía muy afortunada y volví a dar mi palabra de morir cuando terminara el parto. Una hora después volví a sentirme extremadamente cansada, exhausta, y de nuevo regresó aquella sensación placentera. Esta vez me enfrenté a la muerte con los ojos abiertos. Vi cómo empezaba nuevamente a flotar y a elevarme mientras mi cuerpo quedaba en la cama. Nadie parecía darse cuenta de nada, pero yo era consciente de que había vuelto a morir. Acepté resignada, pero una sensación de impotencia se fue apoderando de mí, como cuando alguien te gana injustamente haciendo trampas. Aceptaba, pero no era justo. No había terminado, no había visto la carita de mi hija… Y ese tremendo dolor por separarme de ella sin conocerla me desgarraba. Dentro de mí solo se repetía: “¡Déjame terminar! ¡Déjame ver que está bien! ¡Solo un momento, por favor! ¡Déjame verla!”. Y de nuevo volví al dolor físico, extremo, de una contracción, y supe que otra vez había regresado a la vida, al frío… Solo sabía repetir dentro de mí: “Gracias, gracias, gracias”.
Esta segunda experiencia sucedería sobre las ocho de la mañana. Mi hija nació a las once menos doce minutos. Yo no sé de dónde salieron las fuerzas para resistir, pero en cuanto pude verla me sentí feliz y satisfecha. Y me entregué a lo que fuera, porque pensaba que iba a morir y lo hacía feliz. Mi sorpresa es que sigo aquí, entre vosotros, que he podido ver crecer a mi hija, que es un regalo y un milagro para nosotros y que creo que el amor me devolvió a la vida o que vivo porque lo único que me ataba a la vida en aquel momento era dar vida. Dar la vida a mi amor hecho carne, no lo sé. Solo sé lo que viví, lo que sentí, por lo que no quise morir, pues os aseguro que nadie querría volver de allí. Morir es como volver de nuevo a casa. No hay mejor sensación, allí donde eres amado, protegido, donde siempre te esperan… Yo sentí algo así”.
Posibles explicaciones neurofisiológicas
El psiquiatra austriaco Menninger-Lerchenthal tendió un puente para iluminar los puntos oscuros en relación a las EEC que existían entre la Parapsicología y la Neurofisiología. En una serie de publicaciones entre 1946 y 1961 dedicadas a la Heautoscopia, lo que los alemanes han denominado tradicionalmente doppelgänger, observó que muchas nociones esotéricas respecto a un segundo cuerpo y los modelos neuropsiquiátricos que provocan la ilusión de separación entre la mente y el cuerpo se encontraban en íntima relación con los conceptos tradicionales de “esquema corporal” así como con los de “miembro fantasma”.
La diferencia entre Heautoscopia y Viaje Astral, es que en la primera la persona se ve a sí misma desde una posición superior. Por el contrario, en el Viaje Astral, la persona tiene la sensación de desprenderse de su cuerpo saliendo hacia arriba pero mirando hacia el techo.
Para Cook, el que una persona haya experimentado una experiencia heautoscópica y haya podido observar, por ejemplo, las actividades de un equipo médico flotando sobre su cuerpo durante una operación o durante unas maniobras de resucitación supondría que la retina del ojo estuviese activa para grabar dichas imágenes y pasar dicha información al córtex visual del cerebro. Todo ello apoyado por los demás sistemas de soporte, como, por ejemplo, venas, arterias, glándulas y un sinfín de estructuras anatómicas. A este autor la sola idea de poder visualizar lo que sucede en derredor sin el correspondiente sistema neurofisiológico le parece simplemente absurda. Afirma, sin tapujo alguno, que las EEC y las ECM son un producto directo de nuestra mente.
Para Irwin las EEC son el efecto de una interacción entre una disminución de los procesos de atención y la pérdida de procesos somáticos de alerta. Las sensaciones de desconexión del cuerpo se pueden producir durante la atenuación de las entradas sensoriales y de las señales somáticas como, por ejemplo, en un tanque de aislamiento sensorial. La sensación de desconexión del cuerpo parece verse afectada por un proceso de recodificación cognitiva preconsciente, ya que involucra la transformación de una idea abstracta y no verbal de consciencia eviscerada en una nueva imagen de consciencia generalizada somatoestética de un yo estático y flotante. Esta imagen somatoestética puede ser afectada por procesos cognitivos más amplios de tipo sinestésico. Este autor define la Sinestesia como la transformación de una experiencia (perceptual o imaginaria) desde un sentido a otro. El principal postulado de la teoría de Irwin, de 1985, es que muchas características de las EEC son producto de la transformación sinestésica de la imagen básica somatoestética del yo eviscerado. Para este autor, la forma más común en la que se presenta esta transformación es directamente en una imagen visual. Asimismo, el mismo proceso se aplica en otras sensaciones relacionadas con las EEC en cualquier otra modalidad sensorial. En palabras más simples: las EEC serían experiencias cruzadas de imágenes originales, y durante este proceso se recuperaría información desde la memoria y se modificaría, para construir una perspectiva que implicase a un punto de visualización externo al propio cuerpo.
Algunos autores como Allan Cheyne creen haber demostrado que la estimulación directa del córtex vestibular cerebral genera alucinaciones similares a las experiencias extracorpóreas. Sus resultados parecen apuntar, basándose en evidencias neurofisiológicas, que las experiencias extracorpóreas podrían producirse después de una ruptura en la estructura de sensaciones corporales normales debido a alteraciones vestibulares-motoras y precursoras de experiencias de tipo autoscópico. Es decir, que aunque las experiencias extracorpóreas han sido tradicionalmente atribuidas al mundo espiritual inmerso en un universo dualista relacionado con el espíritu humano de género sobrenatural, podría ser posible, según este autor, que al menos cierta parte de los síntomas relacionados con dicha experiencia se pudiesen explicar desde el punto de vista exclusivamente neurofisiológico. Ahora bien, este tipo de estudios lógicamente no explican cómo es posible que las personas que supuestamente se encuentran fuera de su cuerpo sean capaces de visualizar situaciones u objetos localizados en lugares lejanos.
Este autor defiende que se trata de un proceso igual a las alteraciones, por ejemplo, de la amígdala cerebral, que pueden provocar parálisis del sueño y generar alucinaciones consistentes de índole visual («visitantes de dormitorio»), auditivas o táctiles que, en su conjunto, llevan al paciente a sentir que está siendo objeto de una agresión sexual o de otra naturaleza. Otras alteraciones del córtex vestibular cerebral pueden provocar experiencias extracorpóreas.
En relación a este tipo de alteraciones neurofisiológicas, se ha especulado mucho acerca de la relación entre epilepsia y EEC. Sin embargo, en algunos estudios como el de Orrin Devinsky, en 1989, se apreció que tan solo un 6 por ciento de los pacientes con ataques epilépticos mostraban también experiencias extracorpóreas. No solo esto, sino que en este reducido porcentaje de personas el fenómeno se daba tan solo una vez, lo que sugiere que esta actividad anormal del cerebro o no es necesaria o no es suficiente para producir una EEC. Ya en 1876 Maudsley había apuntado que algunas de las alucinaciones de los insanos tienen su origen en lo que podríamos llamar alucinaciones motoras. Una alteración en los centros nerviosos de intuiciones motoras genera en la consciencia una falsa ilusión de la condición muscular. De esta manera un individuo que se encuentre postrado en una cama cree que vuela por el aire o imagina sus piernas, brazos o cabeza separados de su cuerpo. Tiene alucinaciones de los sentidos cuando existe una alteración de los centros nerviosos.
A este respecto resulta de interés el testimonio de Cristina, una persona que padece epilepsia: “He tenido varias experiencias extracorpóreas, pues sufro de epilepsia. La que más recuerdo ocurrió una mañana tranquila, aún dormida. Comencé a convulsionar sin apenas tiempo para reaccionar. Cuando me quise dar cuenta, mi madre y mi tía me atendían encima de la cama. Mientras tanto yo las veía desde la puerta de la habitación. Incluso veía cómo mi cuerpo convulsionaba y cómo mi madre me metía una sábana en la boca para que no me mordiese la lengua. Siempre viéndolo desde la puerta, como una proyección de una película. Más tarde, recuerdo ver a uno de mis primos venir corriendo hacia la habitación para ver qué ocurría y atravesar mi cuerpo etéreo hasta llegar a la cama, donde todavía seguían atendiendo mi cuerpo físico”.
También parecen existir numerosas variantes de las EEC, como son las experiencias de movimientos ilusorios (IME, Illusory Movement Experiences) que podrían terminar de explicar, al menos en parte, las EEC encuadradas dentro las alteraciones vestibulares y que dan origen a las siguientes sensaciones:
1.Flotar.
2.Volar.
3.Caer.
4.Rotar.
5.Elevarse.
No podemos olvidar que las EEC se caracterizan, a su vez, por presentar tres ejes:
1. Sensación de separación de nuestro propio cuerpo.
2. Ver nuestro propio cuerpo desde el exterior (autoscopia).
3. Situación elevada del observador. Lo que en definitiva produce esta triada de síntomas no es otra cosa que una sensación de separación espacial del yo observador respecto al cuerpo, tal como afirmó Brugger en 2002.
Asimismo, existen otras EEC que podríamos llamar parciales como, por ejemplo:
1. Experimentar la sensación de salir del cuerpo sin llegar a ver el propio cuerpo desde un punto de vista externo.
2. Ver lo que suponemos es nuestro propio cuerpo desde un punto de vista externo, sin sensación de haberlo abandonado o habernos separado del mismo.
3. Experimentar ambas situaciones.
También deberíamos distinguir entre: 1. La sensación de estar fuera del cuerpo basada en lo que nuestros sentidos nos dictan (OBF, Out of Body Feelings).
2. Y la autoscopia fuera del cuerpo basada en la perspectiva visual que poseemos durante la experiencia (OBA, Out of Body Autoscopy).
Para otros autores, como Irwin, hay que saber distinguir entre ver el doble de uno mismo y la sensación de estar fuera del cuerpo y ver nuestro cuerpo físico. Es decir, en el primer caso la consciencia se encuentra dentro del cuerpo primigenio y ve un doble, mientras que en el segundo caso la consciencia parece salir del cuerpo y ve el cuerpo físico original.
No son pocos los autores que relacionan las experiencias extracorpóreas con fenómenos derivados de episodios generados por la parálisis del sueño, como Olaf Blanke. Otros, como Taylor, identifican estas experiencias con las personas que preconizan sus habilidades de salir fuera del cuerpo y visitar lugares remotos, casi siempre en decúbito supino y en los momentos intermedios entre la vigilia y el sueño como una habilidad que, simplemente, se puede llegar a desarrollar. Otro autor, llamado Oliver Fox, fue uno de los primeros en describir una técnica más o menos eficaz para mandar el cuerpo a dormir mientras la mente todavía está despierta. Allan Cheyne postula que las experiencias vestibulares-motoras son el resultado de informaciones falsas y conflictivas acerca de la posición, la actitud del propio cuerpo y de algunos de sus movimientos, que a su vez pueden interferir con otras fuentes sensoriales de fondo o quizás con la información de su ausencia.
En definitiva, las experiencias extracorpóreas tienen mucho en común con, por ejemplo, el fenómeno del miembro fantasma, donde existe un fallo de integración de las capacidades táctiles, vestibulares, motoras y visuales del propio cuerpo con implicaciones de regiones cerebrales relevantes como son las parietales, temporales y frontales. En ambas se tiene la certeza de que lo que se está viviendo es totalmente real.
En las experiencias autoscópicas también se tiene la seguridad de que la persona que se está viendo, por ejemplo, justo debajo, es uno mismo, aunque no se corresponda ni la apariencia ni el aspecto físico ni la edad, color o aspecto del cabello. En realidad, lo que la persona parece ver es un cuerpo que posteriormente identifica como sin alma. A este respecto llama la atención la experiencia sufrida por Maika: “Después de tener a mi niño pude irme para casa en perfecto estado de salud. Sin embargo, a los pocos días comencé a tener fiebres muy altas y tuve que volver al hospital. Me ingresaron para hacerme una serie de pruebas. Mi estado empeoró y me tuvieron que trasladar a la UCI, donde estuve treinta y dos días en coma. Llegué a tener hasta tres paradas cardiacas y me reanimaron otras tantas veces. Durante las paradas llegaba a observar a los médicos desde lo alto mientras me encontraba fuera de mi cuerpo. Era desesperante porque les gritaba que no estaba muerta, pero nadie podía oírme. Fue algo sumamente desagradable. No llegué a ver ni túnel ni luz ni cualquier otra cuestión propia de las ECM”.
Si atendemos a los neurólogos más ortodoxos, tendríamos que denominar estas experiencias, coloquialmente, como arrebatos de las intuiciones motoras centrales o alteraciones de representación de la información del estado actual del cuerpo respecto a su postura, movimiento y orientación gravitacional.
También existen EEC parciales. Es decir, una duplicación no solo del cuerpo completo, sino solamente de un brazo o una pierna. Por último, el avance en las investigaciones en este campo de la neurología y de sus mecanismos cognitivos nos procurará una comprensión mayor de las complejas y extrañas distorsiones corporales que se presentan en los pacientes psicóticos.
Algunos autores, como Russell Noyes, han afirmado que los estados de despersonalización que se dan durante las ECM son tan solo un mero mecanismo de protección frente al estrés de enfrentarse a la muerte. Sin embargo, otros autores como Glen Gabbard y Stuart Twemlow realizaron, en 1984, una cuidadosa comparación con las experiencias subjetivas de despersonalización respecto a las experiencias extracorpóreas que caracterizan las ECM. Encontraron diversas diferencias fundamentales, por ejemplo: la experiencia subjetiva de despersonalización suele acarrear una sensación desagradable y de pérdida de contacto con la realidad, mientras que las personas que están sufriendo una ECM suelen encontrarla agradable y la viven con una sensación de intensa realidad.
Asimismo, la despersonalización involucra un desapego del cuerpo que es subjetivamente distinto de la experiencia extracorpórea propia de las ECM, tal y como concluyeron todos estos investigadores.
Sin embargo, sus conclusiones aún pretendiendo ser exhaustivas, no pueden explicar la frecuencia de dichos fenómenos, ni tampoco excluir la existencia de una realidad más allá de lo que nosotros conocemos.
¿Y entonces, qué nos espera en el otro lado?
“Se murió y se fue al cielo” , dice el cuento.
Así lo hizo y así lo haremos todos, pues éste es un cuento que se convierte en realidad para todos. Pero no es tan sencillo ni tan inmediato como implica la historia. La morada natural del Yo Superior es el reino que ha sido llamado por algunos el plano mental y al cual voy a referirme como al cielo por utilizar un término con el que todos estamos familiarizados. Sin embargo, la transición desde la vida terrena a la vida celestial sería demasiado súbita y realmente muy poco agradable para la mayoría de nosotros si se hiciera bruscamente. Por tanto, necesitamos un período de preparación en un reino intermedio y debemos culminar esa etapa preparatoria antes de alcanzar niveles más elevados. Después de la muerte, la mayoría de la gente experimentará una reorganización en cáscaras o capas de piel como la de la cebolla. La materia más grosera quedará al exterior, y la más sutil quedará enterrada dentro. Si reflexionamos un poco nos daremos cuenta de que ésta es una disposición muy buena, aunque parezca dura al principio, pues el resultado es que nos veremos obligados a enfrentaros a los instintos más bajos del mundo astral primero, en un período corto y concentrado, de modo que quedaremos libres para elevarnos a niveles más agradables sin temor de vernos atraídos hacia el dolor y la pena. Estos desaparecerán en cuanto hayamos quemado nuestro deseo por la vida terrenal. La vida después de la muerte no necesita ser algo temible; incluso sus primeras etapas podrían ser una aventura atractiva.
Cómo ya he dicho, la transición no será repentina o inesperada. Las personas que mueren tranquilamente de vejez tienen a menudo algunas visiones de la vida que les espera. Pueden recordar claramente sus visitas al otro mundo en sueños, o tener experiencias conscientes extracorporales. Cuando el momento de la muerte se halla próximo, a menudo nos dicen que ven a alguien esperando para recibirles. Es realmente una observación muy corriente la de que el rostro de los muertos tiene una expresión de paz y felicidad. Tal vez pasen algunos períodos cortos en ese reino intermedio, mientras se desprenden de los últimos lazos que les atan a su vida anterior. Pero al final están preparados y deseosos de continuar avanzando. En esta etapa han vuelto ya, finalmente, la espalda a las atracciones de la vida terrena y a sus duplicados más refinados de los niveles astrales. Han purificado su alma de todas las emociones más groseras, que no pueden encontrar expresión en el mundo celestial. Aunque se halle en lo que se conoce como el nivel mental, sería un error considerarlo exclusivamente como un mundo de ideas, impresión que podríamos formarnos después de leer la literatura que hay sobre el tema. Indudablemente, debemos llevarnos al cielo la parte más elevada de nuestra naturaleza emocional pues el amor altruista es considerado como una característica importante de esta etapa. Entonces podéis preguntar, ¿cuál es, pues la diferencia? En los niveles más elevados del reino astral podemos ejercer nuestras emociones más puras y tenemos acceso a nuestra mente inferior. Ahora el énfasis cambia; moramos, por así decirlo, en nuestra mente y tenemos acceso a las emociones apropiadas.
¿Es sólo esto lo que cambia? No, no lo es.
La etapa intermedia es una especie de existencia artificial, en cierto modo, porque estábamos entonces separados de nuestro verdadero Yo; éramos seres incompletos. Ahora, al final, al entrar en el cielo, llegamos a nuestra verdadera morada: nos reunimos con nuestro Yo Superior, volvemos a ser un todo. Lo que es más, nos hemos despojado de todos los aspectos fatigosos de nuestra personalidad, aquellos que nos impiden conocer a Dios. Ahora estamos liberados de todo esto; podemos entrar en nuestra verdadera morada, finalmente, en paz y con toda gloria.
Esta nueva vida es tan diferente de la vida terrena que es muy difícil de imaginar. Todas las características desagradables de la vida en la tierra quedan ahora olvidadas; en el cielo no hay tristeza ni recuerdo de infelicidad ni de maldad. Solamente recordaremos los acontecimientos felices y valiosos y la sabiduría que hemos obtenido en la vida pasada. La imaginación es la clave de este mundo. Todo cuanto imaginamos viene a la existencia al instante. Creamos nuestro propio cielo exactamente tal como lo deseamos. Si nos creemos aquella caricatura en la que estamos sentados en una nube tocando el arpa, entonces, eso es precisamente lo que haremos hasta cansarnos y pensemos en algo más interesante que hacer. Si somos devotos, podemos pasar largas temporadas en actitud contemplativa en nuestra iglesia, templo o mezquita particular, o encontrando a Dios en la naturaleza. Pero si nuestra idea del cielo es la imagen de una vida familiar feliz, entonces será eso; familia y amigos, vivos o muertos, estarán a nuestro alrededor en feliz comunión. ¿Cómo puede ser esto, podéis preguntaros, cuando algunos de ellos están todavía vivos en la tierra? Ya he dicho que la imaginación era la clave: son figuras creadas, en su mayor parte, por la imaginación, aunque parecerán reales y, en cierto sentido son reales porque cada una de estas imágenes es una especie de duplicado de la verdadera persona, vivificada por los propios pensamientos y sentimientos. En ese mundo es posible estar en muchos lugares a la vez, incluso sin saberlo conscientemente. Pero si el pensamiento o el amor por otra persona es suficientemente fuerte y él o ella está también en el cielo, entonces podemos realmente encontrarnos y comunicarnos conscientemente. Si esto sucede, es una comunión más íntima, completa y satisfactoria que cualquier cosa que podamos experimentar en la tierra: nos convertimos, por así decirlo, en un solo y único pensamiento.
Si, no obstante, nuestra idea del cielo tiene un cariz más intelectual o artístico, entonces, tampoco quedaremos decepcionados. Podemos pasar nuestro tiempo intercambiando ideas con otros que tengan intereses similares, aprendiendo o enseñando, según se prefiera. No será como un debate o una discusión terrenal pesado o interrumpido por palabras inadecudas y susceptibles de ser mal interpretadas. La comunicación consiste en una especie de telepatía de las ideas, de los pensamientos en sí, y no de su torpe expresión verbal. Si nos gusta hacer planes o somos pensadores creativos tal vez sigamos elaborando espléndidos planes y organizando nuevas civilizaciones, donde todo el mundo sea sabio y se sienta feliz. O tal vez crearemos una maravillosa filosofía nueva que guíe a los hombres hacia la sabiduría y la armonía. Podemos hacer cuanto deseemos, dando rienda suelta a la imaginación. Tal vez escuchemos una música celestial, distinta a cualquier sonido producido por instrumentos terrenales, o incluso tal vez compongamos esa música. Podemos contemplar o incluso escribir grandes obras de teatro y óperas. y cosas por el estilo; todo cuanto hagamos o disfrutemos será lo que queramos hacer; una continuación de las actividades preferidas en la tierra llevadas a cabo sin ninguna traba o frustración por las limitaciones terrenales.
¿Parece todo esto demasiado maravilloso para ser cierto? No lo será. La realidad será mucho más maravillosa de lo que podemos, posiblemente, imaginar. Sin embargo, en otro sentido sí es demasiado bueno para ser cierto.
Dejad que intente explicaros esta contradicción: cuando en la vida terrenal tenemos una visión del otro mundo, descubrimos que se halla fuera de toda descripción. Tiene sus cualidades únicas: en muchos aspectos es distinto a todo cuanto hay en la tierra y es maravilloso. Pero si pudiéramos elevarnos con toda nuestra conciencia a mayor altura, hasta el siguiente nivel importante que es este mundo celestial del que estamos hablando, nos ocurriría exactamente lo mismo. La experiencia sería una revelación totalmente nueva de un estado del ser más glorioso, más libre y más elevado de lo que nunca podríamos haber imaginado. Pues este nivel mental también tiene su propia singularidad, sus propias cualidades especiales e imprevisibles.
Pero en la práctica, muy pocos de nosotros somos capaces de hacer esta transición mientras nos hallamos todavía en la tierra, y por eso no tenemos experiencia de este nuevo mundo extraño, no sabemos cómo enfrentarnos a él. Cuando al final llegamos a esta esfera, después de la muerte, somos como bebés recién nacidos en la tierra. Pero ésta es una analogía imperfecta; el bebé aprende en seguida. Sin embargo, cuando alcanzamos el cielo, parece que no somos capaces de experimentar y aprender como lo hace un bebé; sólo podemos hacer uso de las experiencias que ganamos mientras reteníamos todavía un cuerpo físico y un cerebro que nos ayudaba a organizar estas nuevas experiencias. Pero la mayoría de nosotros, en la vida terrenal, no estamos todavía preparados para estas experiencias sublimes: tenemos otros asuntos terrenales para tenernos totalmente ocupados. Así que llegamos al cielo sin preparación alguna y lo único que podemos hacer es crear nuestro propio trocito de cielo a nuestro alrededor y morar en él subjetivamente en una especie de estado de sueño. Para un yogui de larga experiencia que haya superado este nivel mental, la situación de la mayoría de habitantes del cielo seguramente le aparecería así, pero a cada uno de estos individuos no les parece igual en absoluto. Para cada uno de ellos es una vida plenamente feliz, en perfecta libertad y eso es lo que importa -nuestros propios sentimientos respecto a la situación. Ya he dicho que las condiciones de este mundo son realmente indescriptibles y todo esto tal vez no tenga mucho sentido en estos momentos. No os preocupéis; lo disfrutaremos enormemente cuando lleguemos allí.
Sin embargo, voy a intentar otra vez aclarar un poco las cosas. Otra narración de la vida después de la muerte sugiere que es un engaño cruel considerar la vida del cielo como un nuevo sueño e ilusión. En la vida física, se señala, muchos de nosotros están considerablemente centrados en sí mismos y actúan solamente dentro de un área limitada. Estamos limitados no sólo respecto a nuestro lugar de residencia ya nuestro trabajo, sino en nuestros pensamientos e ideas, y vivimos en nuestro propio pequeño mundo de prejuicios, hábitos y convenciones. Por eso no sería de sorprender que hiciéramos lo mismo en el cielo. Sin embargo, no es lo mismo; en el cielo estamos mucho más cerca de ese origen de nuestro ser, y por ello vemos y pensamos de un modo más real. Tampoco hemos de suponer que esta larga permanencia en el cielo sea inútil.
Por el contrario, tiene su propósito y realmente sirve para un objetivo dual. Por una parte “recibimos la recompensa en el cielo” por todas las pruebas y tribulaciones de una vida difícil bien pasada en la tierra; disfrutamos de una tranquila relajación y reflexionamos
sobre nuestras adquisiciones de la vida pasada. Por otra parte, estas reflexiones tienen un valor positivo; tenemos un tiempo muy largo para digerir nuestras numerosas experiencias y extraer de ellas su virtud. Entonces transmutamos la experiencia en sabiduría, y las aspiraciones sin realizar, con facultad de llevarlas a cabo en caso de tener otra oportunidad. Se necesita tiempo y libertad de compromisos para hacer todo esto. Tenemos a nuestro alcance cuanta fuerza necesitemos y podamos utilizar. ¿Cuánto tiempo necesitamos? Algunos dicen que la vida en el cielo es eterna. Para la mayoría de nosotros una estancia de unos cuantos siglos parece probable antes de regresar a la rueda de la reencarnación, pero realmente no lo sabemos con certeza y es probable que haya grandes variaciones de unas personas a otras. La vida en la tierra parece estar avanzando cada vez con más rapidez, a medida que la ciencia y la civilización aportan rápidos cambios a nuestro modo de vivir ya medida que la población mundial aumenta velozmente. Por eso algunas personas sugieren que la vida celestial puede también verse acelerada. Ante la ausencia de cualquier acontecimiento que señale el paso del tiempo, la experiencia será intemporal y el tiempo, tal como nosotros lo entendemos, no tendrá valor alguno.
Se dice que el plano mental está subdividido en un número de subniveles, distintos entre sí por la cualidad de su substancia mental refinada. La mitad inferior está asociada con los pensamientos concretos y forma parte del reino de la personalidad, el yo inferior, mientras que la parte superior trata del pensamiento abstracto y es la morada del Yo Superior. Parece que el alma en el cielo no está obligada a experimentar las condiciones de los distintos subniveles, uno tras otro. Se ve atraída al nivel adecuado a su temperamento e inclinaciones.
¿Cuáles son, pues, las opciones?
Se dice que el primer nivel es la morada natural de todas aquellas personas que no han pedido nada más en la tierra que una vida familiar afectiva y un círculo de buenos amigos. Si ésta es vuestra inclinación, entonces os veréis muy complacidos. Vuestra familia y amigos están allí con vosotros, dondequiera que los queráis. No hay necesidad de viajar, como en la tierra, para visitar a los hijos y las hijas que viven lejos del hogar. Simplemente, bastará con pensar en ellos para tenerlos a vuestro lado, con todo su cariño, junto con sus esposas y esposos y con vuestros nietos, a los cuales tal vez raramente veíais en la tierra, u otros que posiblemente nacieron después de vuestra muerte. Vuestros amigos y sus familias también estarán todos a vuestra disposición en cuanto lo deseéis. Tal vez os preguntéis sobre los animales domésticos. Los echásteis de menos cuando murieron, o tal vez vosotros os fuisteis antes y los dejásteis llorando por vosotros. Sí, podéis tenerlos a vuestro lado. Será a través de la imaginación, verdaderamente, aunque parecerá tan real que no os daréis cuenta de ello. Los animales tal vez no sean capaces de alcanzar vuestro nivel, pero la imagen que crearéis al pensar en ellos estará animada y vivificada por el afecto que os tenían en la tierra. Tal como he explicado antes, lo mismo ocurre con los amigos. No podéis reclamarlos en exclusiva; sería algo egoísta e injusto, porque ellos tienen otros amigos. En el cielo no hay lugar para el egoísmo y la injusticia. Pero eso no será problema alguno, porque los podréis ver tanto como queráis. Si os cansáis de su compañía no tenéis más que retirar vuestra atención y se desvanecerán.
El segundo nivel es para aquellos que buscaron su guía más allá de la familia y los amigos, que adoraron a algún personaje religioso como Jesús, Buda, Mahoma o algún santo en particular, o alguno de los Dioses Hindúes, según su secta religiosa aceptada. Si acudíais a la iglesia sólo el domingo, entonces, indudablemente, podréis continuar con algo parecido a esta práctica, pasando la mayor parte de vuestro tiempo en el primer nivel y visitando el segundo siempre que sintáis la necesidad religiosa. Ya no os veréis presionados por la costumbre local o por un sentido del deber. Podéis hacer exactamente aquello hacia lo cual os sintáis inclinados.
El tercer nivel es, sobre todo, para aquellos cuyas inclinaciones religiosas tenían un cariz menos personal, aquellos que adoraron a Dios o a la Inteligencia Cósmica o a Brahma, de alguna manera más abstracta. También para aquellos que veían el Principio Divino
encarnado en los hombres y en las mujeres y que se preocuparon actívamente por ayudar a los demás.
El cuarto nivel es para aquellos de una inclinación más intelectual, que llevaron estas abstracciones a un estadio más avanzado, intentando trabajar para el bien de la humanidad, en lugar de hacerlo para un individuo en particular o para grupos de personas. Aquí están las personas para quienes el conocimiento espiritual fue una aspiración altruista, los fílósofos y los científicos más inspirados, los grandes escritores, actores, músicos, artistas y demás; la gente que trató de transmitir algo de su propia comprensión espiritual a los demás.
No hay necesidad de dar detalles y ejemplos más precisos. En el momento en que lleguemos al mundo celestial estaremos totalmente acostumbrados a vivir sin cuerpo físico. Hemos de insistir, una vez más, en que no necesitamos sentir el más mínimo temor ante esta nueva transición, esta nueva etapa de nuestra aventura. Ciertamente, será más agradable que el estado intermedio y seremos capaces de avanzar sin guía alguna. Sin esfuerzo consciente, nos encontraremos en las condiciones más idóneas para las necesidades del momento, y en otras igualmente adecuadas cuando las necesidades varíen.
Hay etapas todavía más elevadas de este mundo, pero las únicas personas que se sentirán bien allí son aquellas que estaban totalmente familiarizadas con el pensamiento espiritual abstracto en la tierra. Me refiero a las personas que comprendieron el propósito total de la vida y que estuvieron dispuestas a sacrificar los placeres mundanos para cooperar con estos fines espirituales. En realidad hay muchas almas en los niveles superiores. La mayoría de ellas no están preparadas para tener una conciencia totalmente despierta en ese reino santo, y pasan el tiempo en una especie de sueño lleno de sueños benditos, una condición que no puede describirse sin dar lugar a malas interpretaciones. Sin embargo, se dice que todo el mundo tiene por lo menos una visión consciente del nivel superior, donde permanecemos desnudos, revelado nuestro Yo Superior verdadero y eterno, finalmente libre de aquellos últimos vestigios de la personalidad que hemos animado desde el nacimiento.
Para terminar nuestro viaje a través del Reino de la Muerte, recordar los versos que el gran poeta John Keats dedica a la muerte, en su hermoso poema: “Oda a un ruiseñor”. Espero que os sirvan de guía y de consuelo cuándo emprendáis el camino hacia el otro lado.
“Entre sombras escucho;
y si yo tantas veces casi me enamoré de la apacible Muerte y le di dulces nombres en versos pensativos, para que se llevara por los aires mi aliento tranquilo, más que nunca morir parece amable, extinguirse sin pena, a medianoche, en tanto tú derramas toda el alma en ese arrobamiento. Cantarías aún, mas ya no te oiría: para tu canto fúnebre sería tierra y hierba.
Pero tú no naciste para la muerte, ¡oh, pájaro inmortal! No habrá gentes hambrientas que te humillen; la voz que oigo esta noche pasajera, fue oída por el emperador, antaño, y por el rústico; tal vez el mismo canto llegó al corazón triste de Ruth, cuando, sintiendo nostalgia de su tierra, por las extrañas mieses se detuvo, llorando; el mismo que hechizara a menudo los mágicos ventanales, abiertos sobre espumas de mares azarosos, en tierras de hadas y de olvido.
¡De olvido! Esa palabra, como campana, dobla y me aleja de ti, hacia mis soledades. ¡Adiós! La fantasía no alucina tan bien como la fama reza, elfo de engaño. ¡Adiós, adiós! Doliente, ya tu himno se apaga más allá de esos prados, sobre el callado arroyo, por encima del monte, y luego se sepulta entre avenidas del vecino valle. ¿Era visión o sueño? Se fue ya aquella música. ¿Despierto? ¿Estoy dormido?»
AUTORA: Eva Villa, redactora en la gran familia de hermandadblanca.org
MÁS INFORMACIÓN en los Manuales: “Nuestra última aventura” de E.Lester Smith, “Al otro lado del túnel” de José Gaona, “La última de las jornadas” de R Monroe y “Vida después de la vida” de Raymond Moody.
La gran oración para estos momentos de crisis venezolana
HACE UN TIEMPO…NO LEÍA ESA ORACIÓN:
"DESDE EL FONDO DE DIOS, EMANE SU LUZ…
IRRADIE…"
MUY ELOCUENTE Y ERUDITO ESCROTO
"LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA"
SI
LOS PLANOS: FÍSOCO, ASTRAL…LUZ ÓRFICA., REGISTROS AKÂZICOS
EXPERIENCIA EXTRASENSORIAL
LAS MUCHAS FORMAS DE VER LA SALIDA…PARA EL REGRESO…MUCHAS VIDAS MUCHAS MUERTES
LA RUEDA DE LAS ENCARNACIONES Y LA ASCENCIÓN…HASTA EL MISMO ESPÍRITU DEBE DESCENDER, PARA FINALMENTE ASCENDER
(JESÚS DE NAZARET)
ES TODA UNA META…
FELIZ TIEMPO.