PARIRSE por Assumpció Fàbregas i Anglada
Esta tarde me he sentido inquieta. Algo me rondaba por el vientre, sin hacer ningún ruido ni sentir ningún dolor, pero me vibraba por todos los rincones del cuerpo, sin saber por qué, y me inquietaba… Con la de cosas que tenía previstas hacer: ir a comprar, clase de yoga… y, de repente, se me han quitado las ganas de todo.
Como no sabía qué hacer, no he hecho nada más que quedarme sentada en la cocina, en silencio, observando cómo iba desarrollándose la tarde. El sol se ha escondido puntualmente y las farolas de la calle han respondido a la oscuridad incipiente con destellos de luz que se iban intensificando en claridad, mientras los coches encendían sus faros.
Llegando la noche, la vida y las personas despliegan sus recursos para continuar adelante, como si siguieran un plan.
De este modo, he puesto en práctica la estrategia aprendida en los últimos años: la observación de lo que sucede en mi interior.
Dentro de mí hay una zona de oscuridad, que se me ha presentado en forma de inquietud. Oscura no por negativa, sino porque, a priori, desconozco los motivos y la mente ya me propone paliativos para solucionar el tema y evitarlo, claro, como tomar un ibuprofeno, acostarme, o distraerme escuchando música. Pero no le hago ni caso a la mente; ya me la conozco y la amo. Sí, llevamos tantos años juntas, que cuando me quiere llevar a su terreno le envío una sonrisa y sigo con mi plan. Así pues, continúo sentada en silencio junto a la ventana observando, observándome… Poco a poco, he sentido como se desvelaba una claridad interior y la vida me ha hablado a través del cuerpo: ummm… tengo ganas de merendar.
La inquietud y yo nos hemos tomado una buena taza de chocolate caliente y un trozo del panettone que sobró ayer del desayuno con las amigas. Pero la inquietud continuaba allí, haciéndose sentir, viva, muy viva. Después de saborear la última migaja y lamer bien la cuchara, han comenzado a desfilar estas palabras dentro mi pecho y se ha formado un ramillete de frases que, con el lápiz en la mano, he dado forma en este escrito.
¿Y la inquietud?, me preguntaréis. Pues, a medida que se parían las palabras, la inquietud disminuía hasta desaparecer, y yo me diluía en el momento, entregándome a este acto de co-creación donde se muestra una nueva parte de mí que, como una criatura recién nacida, se entrega con confianza a la vida.
Como si hubiera tenido un dolor de parto de nombre inquietud.
Como si la vida utilizara este malestar para anunciarme la llegada de algo que me atraviesa y que debe salir de mí, dándole forma pero, sobre todo, transformándolo, para que lo que tú recibas al leer este texto, sea el amor que ha guiado este proceso de escucha, de gestación y de nacimiento.
Quizás seas tú la única razón de lo que me ha pasado.
Y así está bien.
© Assumpció Fàbregas i Anglada
Diciembre 2013