Por Los Caminos de Dios. Reflexiones sobre nuestra búsqueda espiritual: El Camino del servicio
En el primer artículo de esta serie describí brevemente los cinco caminos que he identificado en la búsqueda de nuestro encuentro con Dios. En esta oportunidad ampliaré mis hallazgos sobre el camino del servicio, que es el del amor incondicional al prójimo, el de dar ayuda sin que nos sea solicitada. Es esta la vía de la compasión, de hacer lo que esté a nuestro alcance para evitar el sufrimiento ajeno y de la solidaridad con los más vulnerables. Quien escoge el camino del servicio tiene una disposición natural y espontánea a satisfacer las necesidades y hacer el bien a otras personas. Tiene una actitud desinteresada, cuya recompensa es la satisfacción interna de prestar un servicio. En muchos de los casos, este sendero es un complemento para los seguidores de otros caminos, a través del cual logran su máximo anhelo de finalmente servir a Dios. En este caso, cuando digo Dios, me refiero al Dios personal de las religiones monoteístas o a la deidad o al máximo representante espiritual de otras religiones o creencias.
Las personas que transitan por este camino siempre están atentas a cualquier oportunidad de ayudar. Son humildes, generosas, proactivas, colaboradoras y, por lo general, van más allá de lo que se espera de ellas,renunciando a su propia comodidad en beneficio de otros.
Cómo avanzamos y cuáles obstáculos nos podemos encontrar en el camino del servicio
Pienso que la puerta que abre el camino del servicio es la bondad. Es el deseo genuino de hacer el bien sin esperar nada a cambio.
Por lo general, este recorrido comienza con el servicio a personas allegadas, como cuidar a un amigo, a un familiar enfermo o prestarle apoyo en la solución de algún problema. Algunas veces le prestamos servicio a algún desconocido, pero no es lo más común, aunque sí es un excelente indicio de que se tiene esta virtud.
En este trayecto podemos encontrar varios obstáculos. El que generalmente encontramos primero es la falta de tiempo para dedicarlo a prestar un servicio, bien sea por compromisos laborales o de otra naturaleza. Aquellos que realmente tienen esta vocación, siempre estarán dispuestos a sacrificar parte del tiempo que se dedican a sí mismos para utilizarlo en el servicio al prójimo. Si no logramos superar esta dificultad, nos toca seguir nuestra búsqueda por otros caminos que exijan menor entrega.
Al superar la falta de tiempo, otro obstáculo que debemos vencer es el orgullo, en su connotación de arrogancia y superioridad, el cual nos hace sentir por encima de nuestros semejantes. El gran problema con este tipo de orgullo es que mata la compasión, que es la fuente que alimenta el deseo de evitar el sufrimiento ajeno. Si el orgullo nos impide seguir adelante por esta vía, debemos superarlo o tomar alguno de los otros caminos.
Superados los primeros obstáculos, podremos ampliar nuestro radio de acción más allá de nuestros allegados o conocidos. Estaremos listos para prestar servicios comunitarios, participar en asociaciones de ayuda a los más vulnerables de la sociedad, como los ancianos, los niños abandonados, los enfermos o los pobres.
La siguiente etapa en este camino es el servicio al Ser -o al representante supremo de nuestra creencia- y son pocos los que la alcanzan. El principal obstáculo para lograrlo es el apego, que es la creencia de no poder vivir sin posesiones. El apego más fuerte y difícil de superar es el de la familia. Solo en algunas culturas orientales se prepara al ser humano para desprenderse de su familia y dedicarse a su crecimiento espiritual. En occidente nos resulta extraña y hasta inhumana esa práctica.
También nos apegamos a los amigos, a los bienes materiales, a nuestro estilo de vida y a nuestro ego, todas ellas posesiones difíciles de abandonar para dedicarnos a Dios. Si el apego nos obstruye el sendero, es recomendable que tomemos el camino de la fe o del conocimiento, porque en el de la meditación también nos va a resultar difícil avanzar.
Cuando logramos superar el apego, solo nos queda superar un obstáculo antes de encontrarnos con Dios, que al igual que en el camino de la fe, es el miedo. En esta oportunidad, es el miedo a no ser suficientemente bondadoso como para ser aceptado por el Ser Supremo en nuestra dedicación a él. Si no surge este miedo, finalmente habremos logrado la meta de nuestro encuentro con Dios.
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El contenido me parece muy bueno felicidades por compartir, me gustaría conocer el primer artículo que por desgracia no tengo por mi reciente conocimiento de la Hermandad.
Gracias por su comentario, al inicio del primer párrafo de este artículo hay un vinculo ("primer artículo") que lo llevará al primer artículo de la serie.
te respeto pero no sos el mediador ni el interprete del pensamiento de dios y menos decirle al otro tu d
concejo manipulador gracias
Gracias por su comentario, todos son bienvenidos porque me permiten conocer otros puntos de vista sobre lo que escribo. Si tuvo la oportunidad de leer el primer artículo recordará que al final incluí lo siguiente: "Para finalizar, considero importante precisar que el contenido de este artículo no pretende ir más allá de mi propia reflexión y que su objetivo no es promover la búsqueda por algún camino en particular, sino despertar en el lector la motivación de emprender su propia búsqueda y encontrar su camino, si es que aún no lo ha hecho". Mi intención nunca ha sido ni será manipular la opinión de los lectores, si le generé esa sensación, me disculpo sinceramente y seguiré haciendo mi mayor esfuerzo para no provocar en otros lectores ese mismo sentimiento.