Reflexiones: El yo – ego
El yo y el ego, o “el yo-ego”, dado el uso indistinto que se le da a estas palabras, es uno de los temas más interesantes que he encontrado en mi búsqueda de crecimiento personal y espiritual. Etimológicamente el yo proviene del latín “ego” y para la sicología freudiana el ego es el intermediario entre los instintos del “ello”, los ideales del “superego” o “superyó” y la realidad del mundo exterior, sin embargo, en mi visión sobre el tema considero que se trata de entidades diferentes, para mí el ego surge y se manifiesta después de la existencia del yo. El símil que me gusta utilizar para explicar mi punto de vista, es el del avatar que los jugadores crean para representarlos en los mundos virtuales de los juegos en computadora, que viene a ser el yo que la mente crea para representarla en el mundo “real” y coloco real entre comillas, porque a veces especulo que ese mundo que consideramos real pudiera ser un mundo virtual que no advertimos por estar totalmente inmersos en él. De hecho ha alcanzado cierta popularidad el planteamiento que nuestro universo no es real, que se trata de una proyección holográfica. Pero esa especulación escapa al alcance de esta reflexión y sería tema para otro artículo.
Para mí el yo surge cuando siendo niños nuestra mente se da cuenta que somos algo distinto a lo que hay fuera de nosotros y que cada una de esas cosas tiene un nombre que las identifica. En el caso de las personas, nuestra mente observa que las personas se refieren a ellos mismos como “yo” y en ese proceso el niño construye que él también debe ser un “yo”, al igual que los que están allá afuera. Es un hecho que los bebes no se reconocen a sí mismos hasta una edad cercana a los 18 meses, lo cual implica que el yo no es algo innato sino aprendido por nuestra mente en su interacción con lo externo.
Una vez que nuestra mente ha creado ese avatar que nos va a representar, al igual que ocurre en los mundos virtuales, debemos darle un perfil con ciertas características que lo van a diferenciar de los otros avatares. Esas características que conforman nuestro perfil en el mundo real es lo que yo considero el ego del yo que ya ha creado la mente.
A diferencia del mundo virtual, en el cual nosotros definimos, con algunas limitaciones, todas las características de nuestro avatar, en el mundo real algunas de ellas ya vienen predefinidas, como por ejemplo el genotipo que define nuestras características corporales, nuestro temperamento, nuestra nacionalidad, nuestro signo zodiacal, entre otras. Sin embargo, la mayoría de las características que van a definir nuestro perfil o nuestro ego, las vamos incorporando a lo largo de nuestras vidas.
Desde esta óptica, nuestro yo siempre es el mismo desde que nuestra mente lo crea hasta que morimos, pero nuestro ego sí puede cambiar, y de hecho lo hace, inclusive puede hacerlo de manera muy radical. Por ejemplo, si nacemos en una familia cristiana, probablemente seremos cristianos los primeros años de la vida, pero más adelante podemos terminar siendo budistas, ateos o de cualquier otra religión. Podemos graduarnos en ingeniería y por circunstancias laborales o porque no nos gusta el ejercicio de esa profesión, podemos estudiar y terminar ejerciendo como administradores o abogados. De igual forma, el ego es el que nos hace decir que somos humildes o soberbios, extravertidos o introvertidos, tristes o alegres, en definitiva, es el que nos caracteriza para nosotros y para el resto del mundo. Sin embargo, siendo el ego la indumentaria que utilizamos “permanentemente” para mostrarnos al mundo, es entendible que muchas veces terminemos creyendo que esa indumentaria es el mismo yo creado por nuestra mente.
Tanto la ciencia como la filosofía y la religión han tratado de entender y de explicar estos hijos de la mente. Desde las ciencias, es la Psicología la que más ha profundizado en este proceso, en especial la escuela del psicoanálisis de Sigmund Freud, que define el yo, sin diferenciarlo del ego, como el intermediario entre la psiquis interna, llamada el “Ello”, regida por los impulsos o tendencias instintivas y lo que Freud llamó el “Superyó” o “Superego”, regido por normas morales y éticas y por un yo ideal. Como resultando de esta intermediación el yo se relaciona con el mundo exterior satisfaciendo las demandas del Ello, controlándolas con las exigencias del Superyó. Sin embargo, psicoanalistas posteriores a Freud han hecho sus propias interpretaciones del fenómeno, surgiendo otros enfoques del tema.
En lo que respecta a la filosofía, son muchas y variadas las conceptualizaciones dadas por lo filósofos a esta entidad. Entre ellas podemos mencionar las siguientes: El yo es el sujeto que se percibe a sí mismo y a su entorno, autoconsciente, pensante, intuitivo y racional. Es el que toma la iniciativa de nuestros actos y que vive la experiencia de lo que hacemos. Es el actor social, centro de nuestra personalidad. Es el que censura nuestras inclinaciones animales y etiqueta las vivencias como permitidas o no permitidas. Es una expresión o representación volitiva inconsciente. Tiene como referente un Yo superior. Es externo a la consciencia y puede ser estudiado por ella.
En cuanto a la religión, son las religiones orientales las que más han profundizado en esto del yo y el ego, sin establecer diferencias claras entre ambos, pero hablando mayormente de ego. En general, la mayoría coincide en que el ego es una ilusión creada por la mente y alimentada por las características que nos auto-atribuimos, pero principalmente por la influencia social. Para estas religiones el ego constituye un estorbo para la liberación del Ser esencial de sus ataduras con la materia. Por esta razón, pareciera que deshacernos del ego es una condición sine qua non para lograr la liberación de la consciencia. Sin embargo, hay otras escuelas orientales que no comparten esta opinión y consideran que el objetivo no es liquidar el ego, sino trascenderlo sin identificarse con él.
En lo personal comparto la visión de no tener que liquidar el ego para alcanzar la liberación, porque además no lo veo posible, dado que aniquilar el ego sería borrar todo lo que nos permite relacionarnos con el mundo exterior. Quizás de esa idea de acabar con el ego es que surge el ascetismo extremo de evitar cualquier contacto con lo mundano para lograr la liberación. Pero la idea no es convertirnos en ascetas, sino entender y aceptar que no somos nuestro ego ni nuestro yo, que ambos son construcciones de nuestra mente y que realmente somos nuestro Ser esencial, nuestra alma, para algunas religiones o nuestra consciencia para otras creencias, pero también entender y aceptar que necesitamos de esos constructos mentales para poder relacionarnos de una manera efectiva con el mundo exterior. Una vez que alcanzamos ese nivel de comprensión nuestra consciencia o nuestra alma queda liberada de la confusión de ser el yo con todas las características atribuidas por nuestro ego, que es lo que finalmente nos mantiene atados a nuestro cuerpo y con él a todo lo terrenal.
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Autor: Juan José Sequera. Autor de la Hermandad Blanca
Muchas gracias por estos tres magnificos articulos, maravillosamente estructurados. Me han ayudado a comprender de forma muy sencilla algo muy profundo.
Gracias Ricardo por tu comentario. Confieso que conozco muy poco sobre la Cábala, pero estuve revisando la información que incluiste en tu comentario sobre las Sefirás y su relación con el contenido del artículo y ciertamente es interesante la asociación. Gracias.
Magnifica explicacion!
Esto tambien queda perfectamente reflejado en el Arbol de la Vida de la Cabala con la interaccion Yesod – Tiferet – Daat
Hola Josefina y Gustavo, si es su gusto y les es posible, les agradecería las preguntas que tengan sobre el artículo que me puedan ayudar a mejorar su comprensión. Gracias.
tampoco entendi ..creo que hay qque estudiar mas para tener mas conocimientos
La verdad, mis hermanos no terminé de entender, lo ultimo me dejo enredada. gracias