Reflexiones: Vivir en el presente

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Vivir en el presente es quizás uno de los consejos que encontramos con mayor frecuencia en la literatura de crecimiento personal y espiritual. Siempre me he preguntado cómo poner en práctica esa recomendación que pareciera tan simple en su descripción, pero tan compleja en su ejecución, porque para el común de los seres humanos no nos resulta fácil escapar a las divagaciones de la mente sobre lo vivido en el pasado y lo que esperamos vivir en el futuro.  Pensando en cómo llevar a la práctica en el día a día esa recomendación, me he dado cuenta que todo lo que ocurre en nuestras vidas está conectado de una manera continua en el tiempo y que la separación entre un evento y otro no es más que un subterfugio de la mente para poder procesarlos y entenderlos.

Si escogemos y analizamos cualquier evento, encontraremos que antes y después de su ocurrencia hay otros eventos a los cuales llamamos causas y efectos o consecuencias, con los cuales se conecta indefectiblemente y que esa conexión puede ser muy cercana o lejana en el tiempo y/o en el espacio, dependiendo de cada situación en particular.

Es difícil imaginar que algo suceda sin al menos una causa que lo genere. Algunos consideran que el único evento sin causa podría ser el inicio de la creación, que sería la singularidad que contemplan los teóricos del Big Bang o la existencia del propio Creador, que sería la primera causa de todo lo ocurrido posteriormente, el primer motor inmóvil Aristotélico que puso en movimiento el mecanismo de la creación. De igual forma, la existencia de sucesos sin ninguna consecuencia es poco probable y para efectos prácticos es como si esos eventos nunca hubieran existido. En ese sentido, quizás los no creyentes en la existencia  de un Dios piensen que por lo menos el inicio de la creación fue un evento sin causa y que su final no tendrá ningún efecto, pero es posible que la respuesta a esa duda sea precisamente que ambos eventos forman parte de ese continuo interminable cuya conexión aún no comprendemos.

En el quehacer diario es importante comprender que todo lo que acontece tiene sus orígenes en causas que están en el pasado y sobre las cuales ya no podemos actuar, por lo que es inútil sufrir y mortificarse por lo que ya ocurrió y por sus malas consecuencias o sentir nostalgia por aquellas cosas buenas del pasado que ya no están. Lo más que podemos hacer es aprender de las consecuencias que generan nuestros actos para evitar que se repitan aquellas que no deseamos y promover que si lo hagan aquellas que nos agradan. Por otro lado, es necesario también entender que lo que ocurrirá en el futuro será las consecuencias de lo que hagamos hoy y sobre eso si podemos tener control.

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Entender cómo se relacionan las causas y las consecuencias en el tiempo confirma la importancia que tiene el presente como consecuencia del pasado y causa del futuro. Por eso, es importante tener claro que el presente es el único tiempo en el que podemos vivir, porque el pasado ya no está y el futuro aún no ha llegado. El pasado y el futuro solo existen en nuestras mentes, el presente es el único espacio temporal disponible en el que podemos actuar. Pero, si nos preguntamos ¿cuánto dura el presente?, en un sentido estricto pudiéramos decir que dura “nada”, solo el instante que sirve de transición entre el pasado y el futuro. Sin embargo, ese instante se repite una y otra vez generando un continuo en el que siempre el pasado va quedando atrás y el futuro se va convirtiendo en el presente. Por eso, nuestra única opción para vivir en el presente es hacerlo en cada uno de esos instantes en que el pasado ya se fue y el futuro aún no ha llegado.  Pero, ¿cómo podemos lograr eso?, esa es la gran pregunta a la cual debemos encontrarle respuesta.

La ciencia ha tratado de determinar objetivamente cuánto dura ese instante que llamamos presente o el ahora y en ese sentido ha ideado experimentos cuyos resultados nos pueden ayudar a comprender como lograr ese objetivo de vivir en el presente. Entre los resultados interesantes que podemos mencionar de esos experimentos están los siguientes:

  • Pareciera que no logramos ser conscientes de ningún estímulo cuya duración sea menor a 500 milisegundos, aunque inconscientemente si lo percibimos. Es decir, nuestra consciencia del ahora no incluye eventos que duren menos de ½ segundo.
  • Tardamos entre 10 a 15 segundos en comprender o ser conscientes de los cambios que ocurren en nuestro entorno. Según esto, pareciera que nuestra consciencia del presente dura entre 10 y 15 segundos. Esto también implicaría que realmente nunca logramos vivir en el presente sino en el pasado de nuestros últimos 10 a 15 segundos, que ese lapso es nuestro verdadero ahora
  • La avalancha de estímulos a los que estamos expuestos obliga a nuestra consciencia a integrarlos en ese instante que llamamos “ahora”, como una realidad coherente que es de la que finalmente hacemos consciencia. Lo que significa que en esa integración pudiéramos “perdernos” o no estar conscientes de algunos eventos que ocurren a nuestro alrededor.
  • Según la teoría de la Relatividad el tiempo no fluye a la misma velocidad para todos los seres capaces de percibirlo. Fluye más lento a medida que la velocidad del perceptor es más alta respecto a un mismo punto de referencia. Esto implicaría que la percepción de que él ahora es el mismo para todos no es real, es una ilusión.
  • El tiempo no es “algo” que podamos percibir en sí mismo, lo que percibimos son sus efectos y eso nos hace concluir que existe “algo” que genera esos efectos a lo cual llamamos tiempo.
  • Otros experimentos han concluido que nuestro “presente psicológico” o “sentimiento del ahora” dura alrededor de tres segundos, pareciera que en ese lapso es que tomamos consciencia de nuestro estado emocional.
  • Uno de los resultados más interesantes es que nuestro cerebro se prepara para ejecutar las acciones que consideramos voluntarias, entre 300 y 500 milisegundos antes de que las ejecutemos, lo cual se podría interpretar como que nuestro cerebro sabe antes que nosotros mismos (nuestra consciencia) que queremos realizar una acción, lo que implicaría que él toma decisiones antes de que estemos conscientes de ellas.

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Estas conclusiones lo que hacen es corroborar el poco tiempo que tenemos para vivir en el presente. Sin embargo, dado que nuestro futuro constantemente se convierte en el ahora, lo que vivimos en realidad es una serie de instantes en un continuo presente. En ese sentido, dado que ya no podemos actuar sobre las causas de lo que ocurre en nuestras vidas, solo nos queda asegurarnos que los efectos de nuestras acciones en cada instante generen un futuro que valga la pena vivirlo; un futuro para hacer el bien, sin hacerle daño a nadie. Quien vive de esa manera lo hará en un eterno presente, cuyo pasado solo le servirá de referencia para no repetir acciones que generen malos efectos y si repetir aquellas que construyan un futuro de mejores resultados, que a su vez se conviertan en causas de mejores consecuencias.

2 comentarios

  1. Yo creo que también una de las cosas que nos llevan al pasado o al futuro, son los hábitos enraizados, gracias por el texto, muy bueno.

    1. Gracias Martín por tu comentario. Ciertamente somos un "animal" de hábitos y ellos nos llevan con frecuencia a repetir lo hemos vivido en el pasado. Si no lo hacemos en el mundo real, en el presente, lo hacemos en nuestra mente. Saludos.

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