Regalos de buena cuna. Las diez reglas de oro de la abuela.
Antes le llamaban buena cuna. La frase se refiere a aquellas reglas o valores que nos inculcaron abuelos y padres con la finalidad de ser personas excelentes.
En la actualidad, por desgracia se han perdido algunos valores que fomentan la buena convivencia entre las personas. Sin embargo, aún es posible rescatar esos significativos rasgos que nos fueron inculcados como base de una familia con integrantes respetuosos y por ende, miembros de una sociedad sana y bien estructurada.
Nos referimos a los valores de buena cuna. Aquellas frases llenas de enseñanza que nos compartían los adultos para que pudiéramos convertirnos en seres sociales funcionales, éticos y plenos.
En el caso de mi familia y de muchas familias de mi época, se establecía que eran diez las reglas de oro que te garantizaban una vida digna y feliz, simplemente con llevar a cabo cada punto de la lista.
El primer punto de la lista se enfoca en ser muy estrictos con al aseo personal diario, como forma de brindar respeto a uno mismo y a los demás.
1.-Dedicación a mi aseo personal
Bien sabemos que pocas cosas son tan gratificantes como tomar una buena ducha cada mañana. De ese modo refrescamos la mente para recibir el nuevo día llenos de energía. Además, al iniciar nuestras actividades cotidianas, con seguridad tendremos que convivir con otros individuos y observar puntual dedicación al aseo personal, torna mucho más agradable la interacción social.
Las abuelas y los padres siempre insistían en la necesidad de levantarnos con tiempo suficiente para darnos un buen baño. Mantener las uñas bien cortadas y limpias, así como el cepillado de dientes y el trámite de peinar el cabello, se convirtieron en rutinas de cada día.
Desde luego, este primer punto de la lista se extendía a otros momentos del día, pues lavarse las manos y el rostro cuando regresábamos del colegio también era muy importante. Así como cerciorarnos de tener las manos limpias antes de sentarnos a la mesa a compartir los alimentos con la familia.
En particular, mi abuela decía que sus hijos y nietos tal vez no eran los más guapos del vecindario, pero sí estaban siempre limpios.
Para la gran mayoría de nuestras abuelas, el desayuno era otra importantísima regla de oro.
2.- No salir de casa sin desayunar.
“Ninguna persona de buena cuna, sale de casa sin desayunar”. Con seguridad, escuchaste decir esto más de una vez durante tu infancia. Para las abuelas y los padres de las generaciones que nos preceden, la buena cuna incluía el hecho de inculcar en los más jóvenes el hábito de desayunar antes de iniciar con cualquier otra actividad del día.
Y aunque desde luego que el aspecto nutricional de este punto de la lista es fundamental para la buena salud; lo cierto es que la función social de desayunar antes de salir de casa era en realidad la trascendente.
Poder cumplir con nuestras responsabilidades, escolares o laborales, depende en gran medida de contar con la capacidad energética física, que nos brindan los alimentos.
Nuestros padres y abuelos consideraban a esta una regla de oro, porque tras desayunar, seremos capaces de cumplir a cabalidad con todos nuestros compromisos. Y alguien que cumple con todos sus compromisos es siempre excelente.
Cuidar la pulcritud de mis prendas de vestir es otra regla de buena cuna. No importa si la ropa no es nueva ni muy fina. Esta debe lucir siempre bien planchada, con los botones completos, las bastillas bien cosidas y sin manchas.
3.- Cuidar la pulcritud de mi ropa
Mi abuela insistía mucho en este tema. Sus palabras sabías siempre aseguraban que no tenía ninguna relevancia si mis pantalones ya tenían un par de años conmigo o si mis zapatos los heredé de mi hermano mayor. El punto es que mis prendas de vestir debían lucir limpias, bien planchadas, sin botones faltantes, y jamás con manchas.
Por ello, nos educaron con esa consigna: cuida tu ropa. Pues la ropa, no debe ser un reflejo de condición financiera. Pero sí debe ser reflejo de una personalidad cimentada en la pulcritud y la autoconfianza.
En casa no éramos dueños de muchos recursos, por ello se valoraba tanto el esfuerzo de nuestros padres por darnos calzado y vestido. La regla de oro dicta que sin importar si tengo sólo un par, o tengo una docena de zapatos, jamás calzaré unos que no estén perfectamente lustrados y abrochados adecuadamente.
Todo porque la regla de buena cuna dicta que las prendas de vestir, aunque sean sencillas y económicas, han de mostrar todo el esplendor de la energía vital de quien las porta. La pulcritud de nuestro atuendo, es otra bella herencia cultura de las abuelas. Porque más allá de la imagen exterior, que claro es importante, todos conceptualizamos como una persona educada a aquella que se nota le invierte tiempo y amor a su ropa.
“Nunca digas malas palabras”. Palabras sabias de nuestras abuelas. Más allá de las modas pasajeras y el momento social que te esté tocando vivir, una persona que no utiliza malas palabras siempre es vista como alguien de buena cuna.
4.- No decir malas palabras
Las sociedades modernas han relajado mucho su estilo de comunicación verbal. Y esto no necesariamente es malo. Al final, la vida misma es un cambio constante que nos obliga a evolucionar y a encontrar fórmulas distintas a las establecidas con anterioridad.
Sin embargo, la regla de oro de las abuelas establecía que una crianza de buena cuna no admitía el uso de malas palabras. Expresar la belleza del lenguaje con ecuanimidad es considerado un rasgo de educación y de madurez.
Los abuelos y padres de antaño nos enseñaron a no utilizar lenguaje vulgar y a convertir en un hábito la aplicación de un vocabulario amable y cordial. Porque hasta para entablar una discusión acalorada con alguien no es necesario decir majaderías.
Los jóvenes de hoy en día se saben dueños de una personalidad mucho más libre y desenfadada. Pero una conversación sin malas palabras es siempre muy disfrutable.
Según las abuelas, estás son las palabras mágicas que abren las puertas del mundo. Y por supuesto que tenían razón.
5.- No olvides decir: “por favor” y “gracias”
Sin temor a equivocarnos, podemos asegurar que estas palabras son la llave que abre toda puerta y oportunidad de buena convivencia. Por favor y gracias son indiscutiblemente elementos que conforman una personalidad genuina de respeto y amabilidad.
Sin importar nuestro rol o estatus en la sociedad, la utilización rutinaria de estas palabras es signo innegable de buena cuna. Reconocer que todos somos iguales y entender que todos merecen de nosotros la cordialidad de pedir y agradecer correctamente, nos convierte en personas excelentes.
Esta regla de oro es trascendente. Por muchos cambios y adecuaciones sociales que se desarrollen en el estilo de convivencia, es indispensable no abandonar el hábito de usarlas todos los días y con cualquier persona, las que para las abuelas eran manifestaciones de buena crianza.
Si en casa estás habituado a decir por favor y gracias, con mayor razón debes usar dichas llaves a lo largo de tus días en cualquier circunstancia en la que te encuentres.
La puntualidad es otro gran valor de buena crianza. Respetar el tiempo de los demás constituye un rasgo de personalidad propio de quienes tuvieron la fortuna de contar con una abuela de las de antes en su vida.
6.- Ser siempre puntal.
Desde la implementación del concepto del tiempo, los humanos han entendido la necesidad de respetar actividades y quehaceres de otras personas, para poder pedir ese mismo respecto referente a nuestro tiempo.
Las abuelas decían con frecuencia que sólo es excelente aquel que administra bien su tiempo. Incluso aseguraban que, sin importar si otras personas acudían tarde a un compromiso, o si la misa no empezó a la hora indicada, o si nuestro jefe llegó tarde a la reunión, nosotros por respeto a la situación y por ética personal, deberíamos llegar siempre puntuales a cualquier sitio.
La puntualidad es reflejo de una actitud responsable y comprometida con la vida. Además, presentarse siempre a tiempo genera confianza en los demás y construye a nuestro alrededor un aura de seguridad y madurez incomparable.
Las abuelas también puntualizaban que, si por alguna razón de fuerza mayor llegábamos tarde a una cita, es fundamental ofrecer nuestras disculpas a quien nos esperaba. Y hacernos el propósito de mejorar nuestra forma de organizar el reloj para que no nos vuelva a suceder.
La buena actitud es la madre de una vida pro activa y eficiente. Generar resultados satisfactorios en relación a nuestras actividades, depende de nuestra conciencia de entender que hay que imprimir nuestro mejor esfuerzo en todo cuanto hagamos. Desde las cosas simples hasta las más trascendentes.
7.- Buena actitud, igual a máximo esfuerzo
No podemos esperar buenos resultados si sólo dedicamos un porcentaje de nuestra actitud a realizar las actividades que nos ocupan. La eficiencia y calidad de los logros diarios dependerá en una gran medida de nuestra capacidad de comprometernos a no hacer nada a medias. Sin importar si nos dedicamos a una labor de oficina, si somos, atletas, músicos o maestra de jardín de niños, hemos de imprimir el máximo esfuerzo a cada una de las actividades que desarrollemos.
Una persona excelente, decían las abuelas, aplican esta regla de oro para darle a sus vidas un sentido de logro interior. Las satisfacciones encontradas en el ejercicio de una actitud de máximo esfuerzo son tan grandes que difícilmente algo las puede igualar.
Por otro lado, las abuelas también hacían mención de lo importante de entender que dicha actitud de máximo esfuerzo, es siempre individual. Jamás debes esperar el contagiarte de la buena actitud de otros. Aún si no te sientes al cien por ciento un día cualquiera, las ganas de hacer bien las cosas, deben surgir de tu interior y jamás deben estar condicionadas al entorno.
La buena organización es otro punto de lista de hábitos de buena cuna. Trabajar o desarrollar cualquier actividad, es siempre mejor en un espacio ordenado y limpio. Además de que facilita la obtención de buenos resultados.
8.- Sé organizado
Designar un lugar para cada cosa, y colocar cada cosa en su lugar, es otra fabulosa regla de oro. Si deseas ser excelente, deberás habituarte a mantener tus espacios de trabajo, estudio y habitación, en orden y limpieza.
Y esta regla tiene sus buenos fundamentos. Sólo haz memoria y recuerda cómo era el cuarto de costura o la cocina de tu abuela. Seguro puedes visualizar un espacio ordenado. No había cosa que solicitaras que tu abuela no supiera dónde estaba.
El orden es uno de los hábitos más efectivos para formar una personalidad de excelencia. La vida misma se contagia de estructuras armónicas, si nuestros espacios comunes se mantienen ordenados.
La buena cuna dictamina que una persona ordenada difícilmente es conflictiva, irracional o explosiva.
Caminar con la frente y la vista en alto refleja una personalidad plena de seguridad y confianza. Evita ir por la vida con la mirada en los pies y pretendiendo ser invisible.
9.- La vista y la frente en alto
Mi abuela era de las que decían que un ser excelente y de buena cuna va por la vida con la frente en alto. No se trata de una cuestión de ego o de orgullo mal entendido. Nos referimos a una actitud positiva ante la vida.
Mantener la vista en alto incluye ver a todas las demás personas siempre a los ojos. Jamás debes agachar la mirada. Recuerda que nadie es superior a ti y que sostener la mirada de quien está frente a nosotros es reflejo de autoconfianza y demuestra respeto a tu esencia humana.
A todos nos ha sucedido tener un día complicado. Posiblemente cuando caminas de regreso casa, tu mente va ocupada en resolver algún problema o en analizar determinada situación. Y también es posible que en momentos así olvides la regla de oro y vayas cabizbajo.
Una vez que te des cuenta de ello, levanta la mirada y retoma tu actitud positiva. Físicamente nuestros ojos fueron ubicados en la zona alta de la cabeza por una razón: poder ver con claridad las cosas para dimensionar oportunamente todas las posibles soluciones.
Escuchar es una virtud. Y también es un punto de la lisa de reglas de oro. La finalidad es obtener la mayor cantidad de información posible antes de emitir un juicio y le brinda a nuestro interlocutor la confianza de expresarse con libertad y honestidad.
10.- Aprende a escuchar
Saber escuchar es considerado todo un arte, sobre todo en estos tiempos modernos tan acelerados y complejos. Las abuelas aseguraban que saber escuchar, es de personas con buena cuna. Si analizamos a detalle el punto entenderemos con facilidad que, si nos gusta ser escuchados sin interrupciones, es nuestro deber humano ofrecer eso mismo.
Un ser que tiene la capacidad de escuchar es altamente valorado y se le considera persona de excelencia. Ya seas un jefe de oficina, un hijo de familia, un obrero, un catedrático o un técnico de televisores, saber escuchar te proporcionará la oportunidad de obtener información amplia sobre determinado asunto. Antes de emitir un juicio o de tomar una decisión.
En contra parte, cuando tú tengas la necesidad de ser escuchado, habrás generado ese ámbito de confianza indispensable para que otros te presten su atención. Saber escuchar es otro buen hábito de la lista de reglas de oro de las abuelas.
Te invito a reflexionar sobre los valores que formaron parte de tu niñez. Te aseguro que encontrarás temas conceptos hermosos que vale la pena cultivar e incluso rescatar, si consideras que se han perdido o relajado.
AUTOR: Kikio, redactora en la gran familia hermandadblanca.org
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Origen de los Valores: Verdad, Belleza, Bondad
GRACIAS POR INTENTAR DAR VALORES A TODOS ESPECIALMENTE A LOS JOVENES.
TODA MI VIDA LOS PRACTIQUE Y MI HIJA TAMBIEN SOLO QUE A ELLA NO LE GUSTA DESAYUNAR
ES UNA PENA PERO OS RECOMIENDO QUE DESAYUNEIS PARA TENER MUCHA ENERGIA Y ESTAR GUAPAS Y GUAPOS.
Se que no tiene que ver con el escrito pero me ha pasado otras veces con sus publicaciones que ponen ese fondo amarillo claro para destacar algo con letras blancas dentro y es realmente doloroso para los ojos leerlo, me encantan sus artículos por lo que no me quiero perder de un trozo importante por no poder leer. Se les agradece.
Saludos!
No hay mejor valor que el que sale de la naturaleza propia. Los enseñados se pueden olvidar o echar a un lado.