Una antropóloga en la luna: blog de antropología, por Ralf Nau

Jorge Gomez (333)
Ralf Nau
«Es totalmente falso y cruelmente arbitrario poner todo el juego y el aprendizaje en la infancia, todo el trabajo en la mediana edad, y todos los pesares en la vejez.» Margaret Mead.
“La vejez es particularmente difícil de asumir porque la habíamos considerado siempre como una especie extraña: yo, yo me convertí en otra, mientras que sigo siendo la misma Simone de Beauvoir.
Simone de Beauvoir, en su libro «La vejez» cuenta:
«Cuando Buda era todavía el príncipe Sidarta, encerrado por su padre en un magnífico palacio, se escapó varias veces para pasearse en coche por los alrededores. En su primera salida encontró a un hombre achacoso, desdentado, todo lleno de arrugas, canoso, encorvado, apoyado en un bastón, balbuceante y tembloroso. Ante su asombro, el cochero le explicó lo que es un viejo:
«Que desgracia – exclamó el príncipe -, que los seres débiles e ignorantes, embriagados por el orgullo propio de la juventud, no vean la vejez. Volvamos rápido a casa. De qué sirven los juegos y las alegrías si soy la morada de la futura vejez»
Norteamérica ha tachado de su vocabulario la palabra muerte: se habla del ser querido que se fue; asimismo evita toda referencia a la edad avanzada. En Francia, actualmente, es también un tema prohibido. Cuando al final de la fuerza de las cosas infringí ese tabú, ¡qué indignación provoqué! Admitir que yo estaba en el umbral de la vejez acechaba a todas las mujeres, que ya se había apoderado de muchas. ¡Con amabilidad o con cólera mucha gente, sobre todo gente de edad, me repitió abundantemente que la vejez no existe! Hay gente menos joven que otra, eso es todo. Para la sociedad, la vejez parece un especie de secreto vergonzoso del cual es indecente hablar. Sobre la mujer, el niño, el adolescente, existe en todos los sectores una abundante literatura; fuera de las obras especializadas, las alusiones a la vejez son muy raras. Un autor de historietas cómicas tuvo que rehacer toda una serie porque había incluído en sus personajes a una pareja de abuelos: «Suprima a los viejos», le ordenaron. Cuando explico que estoy trabajando en un ensayo sobre la vejez, las más de las veces me dicen:Buda reconoció en un anciano su propio destino porque, nacido para salvar a los hombres, quiso asumir su condición total. En eso se diferenciaba de ellos, que eluden los aspectos que les desagradan. Y en particular la vejez.
-«¡Que idea…! ¡Si usted no es vieja…! Que tema triste…»
Justamente por eso escribo este libro: para quebrar la conspiración del silencio… «
David Le Breton, especializado en la antropología del cuerpo, escribe que, en realidad… «el envejecimiento es una abstracción. Con una lentitud infinita, el paso del tiempo se marca en el rostro y en los gestos, limita la acción, pero sin ruptura, sin traumatismo. Envejecer es un camino lento, no pesa nunca; sólo la última gota hace desbordar el vaso. Durante gran parte de la existencia las personas mayores son los otros.(…). La conciencia de envejecer o de ser una persona mayor nace de la mirada del otro.«
«La modernidad tiende a hacer de la vejez un estigma. La vejez se desliza lentamente fuera del campo simbólico, porque deroga los valores centrales de la modernidad: la juventud, la seducción, la vitalidad, el trabajo, los resultados. Sin quererlo es una encarnación de lo rechazado, como el “discapacitado”, la enfermedad, la proximidad de la muerte o la muerte misma. (…).»
«La persona que envejece, cada uno de nosotros lo sabrá un día, es el niño que fue: el mismo rostro, el mismo asombro frente al mundo. Del niño al viejo, existe una continuidad inquietante, una semejanza nunca desmentida. De ahí que, muy viejos, morimos con el rostro de nuestra infancia, pero somos los únicos en saberlo.» «Una comediante americana enunciaba en voz alta el murmullo íntimo que atormenta a muchos de nuestros contemporáneos:
-“Yo acepto ser vieja…, pero no soporto verme vieja!”. 
«Hoy es necesario, si no vivir eternamente, al menos desaparecer muy viejo con un rostro de eterna juventud, incluso al precio de penosas cirugías estéticas. Engañar ostentando los signos de una juventud intacta pese a los años para no perder simbólicamente su lugar en el campo social.»
«En otras sociedades, el envejecimiento que marca los rasgos y blanquea los cabellos aumenta el prestigio y la dignidad, pero no es el caso en las nuestras.»
«Antes, el ser humano envejecía y moría porque estos eventos estaban en el orden de las cosas. Sería larga la lista de sociedades hospitalarias con la vejez, que hacen de la edad el signo de una dignidad y de un valor simbólico crecientes en el destino del grupo.»
Pero «El ser humano contemporáneo no quiere envejecer»
Y esto es porque «En nuestra sociedad industrializada el elemento integrador por excelencia es el trabajo, del cual emana el prestigio social, los ingresos económicos y el nivel de vida, buena parte de las relaciones sociales y de los grupos de pertenencia, y otros referentes básicos para la vida y la identidad de cada persona. Por tanto, el individuo que no trabaja vive en una especie deestado social liminar en el que no disfruta de una identidad ni de un prestigio propios» apostilla Josep M. Fericgla, antropólogo.
«Vemos desde el ángulo de la antropología cultural que el respeto por el anciano ha sido la regla. Pero el anciano, en tanto y cuanto no suponía una carga para el grupo, ya que el que no reuniese estas condiciones, rápidamente era eliminado del mundo de los vivos.» afirma el antropólogo Jose Manuel Reverte Coma.
Y continúa: «Entre los indios cunas de Panamá, el jefe es elegido entre los viejos más capaces y las parteras (mu) cargo de máxima responsabilidad entre las mujeres. En este mismo grupo étnico, el viejo que ya no puede valerse por sí mismo, no tardaba en ser tratado con «ina nusu» o «medicina para las lombrices», que es la Spiegelia anthelmia L., cuyas hojas, después de hervidas, se transforma en poderoso veneno que acaba con la penosa carga de la vida en unos instantes.»
En realidad, en algunos pueblos,  la gerontocracia es algo común. «Los chukchis de Siberia, que por su condición de nómadas no pueden andarse con muchas contemplaciones, a los viejos que no pueden realizar ya las más elementales faenas, los abandonan en medio de la nieve a temperaturas de 50º a 70º C bajo cero. Y esto, que parece gran crueldad, lo hacen muchas veces a petición del propio anciano.»
Aunque «en diversos continentes encontramos, por ejemplo, a los arunda de Australia que nunca abandonan a sus ancianos. Por el contrario, los tratan con una bondad y un respeto especiales, reservándoles los mejores bocados por medio de tabús y proveyendo a los que no pueden cuidar de sí mismos. Entre los semang de la Península malaya, los ancianos son respetados y honrados entre ellos, como lo demuestra el hecho de que nunca se les contradice. Cuando no pueden ya trabajar, sus hijos les proporcionan comida y a menudo los llevan a la espalda cuando se trasladan de un campamento a otro. Jamás se trata con dureza a los enfermos y a los achacosos, mucho menos se les abandona o se les mata.»
«El último valor característicamente estadounidense que genera prejuicios contra los mayores es el culto a la juventud.» subraya el antropólogo Jared Diamond. «Es cierto que este mundo moderno de rápidos cambios tecnológicos y competitividad, otorga ventaja a la juventud recientemente educada, que posee velocidad, resistencia, fuerza, agilidad y reflejos rápidos. Sin embargo, el culto a la juventud se extiende a otras esferas gravemente injustas.(…)»
«Los anuncios de refrescos, cerveza y coches siempre cuentan con modelos jóvenes, si bien los ancianos consumen todos esos productos. Sin embargo, las imágenes de personas mayores se utilizan para vender pañales para adultos, medicamentos contra la artritis y planes de jubilación. (…) No es de asunto grave que no se contraten a modelos de 70 años para vender refrescos, pero sí que los aspirantes a un puesto de trabajo sean ignorados continuamente para las entrevistas, y que los pacientes de más edad no tengan tanta prioridad en la atención médica. (…)»
«La visión negativa de la edad no sólo es cosa de los jóvenes. Los estadounidenses creen que los ancianos son aburridos, retrógrados, dependientes, aislados, solitarios, estrechos de miras, ignorados, anticuados, pasivos, pobres, sedentarios, sexualmente inactivos, enfermos, distraídos… y que pasan gran parte del día durmiendo, sentados, sin hacer nada o recordando con nostalgia el pasado. Esas ideas eran compartidas por igual por los ancianos y los jóvenes.»

Marrie Bot, fotógrafa, se dio cuenta de estos prejuicios, y se decidió a fotografiar la vida amorosa y sexual de las parejas de ancianos. “El amor durante la vejez no es repugnante o extraño, sino muy natural, y….la gente mayor desnuda no son repelentes o aterradores.»

Es más, según el escritor Eduardo Galeano, «entre dos aleteos, sin más explicación, transcurre el viaje.»
 
El viaje, por Eduardo Galeano from Sergi Salvador on Vimeo.

Fuentes:

El rostro y lo sagrado: Algunos puntos de análisis David Le Breton. http://www.topia.com.ar/articulos/rostro-y-lo-sagrado-algunos-puntos-an%C3%A1lisis-1





http://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-144793-2010-04-29.html

El mundo hasta ayer. Jared Diamond.

http://www.marriebot.com/

Una antropóloga en la luna: blog de antropología, por Ralf Nau

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