Aprendiendo a distinguir entre la vanidad y el altruismo

Kikio
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La vanidad se disfraza de altruismo con frecuencia

Muy queridos hermanos de hermandad blanca. Como ustedes ya saben,  México ha sido golpeado por un fuerte temblor que ha dejado como resultado el derrumbe de más de treinta edificios en el centro de la capital, y la muerte de más de tres decenas de personas.

Mi primera acción, como redactora y como servidora  espiritual de la gran comunidad de Hermandad Blanca, consistió en escribir un artículo en el cual conminaba a todos nuestros hermanos a unir oraciones, corazones y acciones ya no por México, si no por toda la humanidad, que hoy sufre las consecuencias de años de negligencia  y abuso hacia la madre tierra por parte de nuestra especie.

Sin embargo, no pude contener mi ansiedad y aún cuando las cosas se encontraban muy desorganizadas y caóticas, me di a la tarea de averiguar en cuál de los muchos sitios afectados y de qué forma eran necesarias mis manos y mi ayuda.

Hace treinta y dos años, como seguramente ya sabrán, México se colapsó por completo por un temblor que fue mucho más grave, que cobró muchas más vidas y que se dio en una época en la cual los celulares y la conexión a internet personal eran temas que se vinculaban más con la ciencia ficción que con la realidad.

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El terrible temblor del  19 de septiembre de 1985

Aún así, el despliegue de solidaridad del pueblo mexicano, que se unió a mano desnuda para sacar sobrevivientes de los escombros quitando piedra por piedra durante días seguidos sin descanso ni fatiga aparente, fue un acontecimiento que sacudió las consciencias y los corazones de todo el mundo.

Sin electricidad, sin medios de comunicación y medios improvisados de transporte, sin equipo especializado, sin un gobierno organizado con protocolos de protección civil ante desastres, el pueblo mexicano se las ingenió para salir adelante en tiempo record, rescatar a la mayor cantidad de víctimas posibles y convertirse en un ejemplo internacional de humanidad.

Hoy, 32 años después, el sismo que sacudió la capital no fue, por fortuna, tan fuerte. El saldo de muertos ha sido mucho menor pero, sobre todo, hoy contamos con una herramienta que antes no hubiéramos podido imaginarnos: la comunicación instantánea en las redes sociales.

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Temblor del 19 de septiembre del 2017

Pese a que las líneas telefónicas colapsaron en su mayoría, el servicio de internet mantuvo a las personas informadas y mucho mejor organizadas en todo momento.  Gracias a ello,  a menos de cuatro horas de la tragedia, ya todos los puntos afectados estaban siendo cubiertos por voluntariado y por el ejército. La ola de ayuda que se ha desatado no tiene precedente.

No sólo las marcas y compañías más importantes han ofrecido sus servicios de telefonía, transporte e incluso atención médica y hospedaje de forma completamente gratuita, además, a la mañana siguiente del sismo, la cantidad de ayuda disponible ya era tal, entre voluntarios brigadistas, herramientas, medicamentos, material quirúrgico, equipo de protección, víveres y alimentos preparados para los voluntarios, que excedía con muchas creces la cantidad de apoyo requerido por la contingencia.

Debo confesar, que cuando comencé a buscar en qué lugar se necesitaba mi ayuda,  todas las respuestas eran un “gracias, pero aquí ya tenemos voluntarios y material de sobra”.

La ayuda es tanta que incluso,  comienza a estorbar un poco. Sin embargo, la realidad es que no pude evitar conmoverme hasta las lágrimas al ver cómo las muestras de solidaridad y el amor incondicional entre iguales í es posible.

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Solidaridad sin límites

Pero, pese a que la gran respuesta de las personas asegura que no deban lamentarse defunciones o heridos como consecuencia de la carencia de recursos de atención, no puedo evitar pensar ¿Por qué hace falta una tragedia en el cual personas que viven cerca de nosotros mueran, para que tomemos acciones y generemos consciencia?

¿Qué acaso no mueren miles de personas cada día como resultado de los fenómenos naturales provocados por el calentamiento global, la pobreza y la delincuencia, todos ellos derribados de nuestra negligencia como especie?

¿No son muchísimas más estas muertes que las comparadas con aquellas que provocan los desastres naturales sobre los que no tenemos control ni responsabilidad, como los terremotos?

¿Por qué somos capaces de movilizarnos con el corazón espantado y la urgencia de ayudar al próximo sólo cuando la tragedia pasa rozándonos a nosotros y a nuestras familias?

¿Por qué podemos sacrificar tiempo y recursos valiosos cuando pasan estas cosas, y no somos capaces de simplemente comportarnos de la manera correcta cada día para no seguir fomentando la pobreza, la delincuencia y el cambio climático?

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La ayuda fue impresionante

En mis intentos por ayudar, me contacté con la vicepresidenta de uno de los hospitales públicos de mi zona  y ella me comentó que  hacían falta muchísimos suplementos médicos básicos.

Le pregunté si estaban desabastecidos por el traslado de pacientes y víctimas del temblor, y ella me contestó algo que me rompió el corazón:

Me dijo que sí, efectivamente la situación se había agravado, pero que llevaban meses operando sin el equipo necesario. Que el gobierno y las instituciones de administración de salud se negaban a liberar los recursos que tan desesperadamente necesitaban los enfermos y que, con la ayuda que ya iba en camino y con los insumos que están llegando a raíz del sismo, morirían muchas menos personas en ese hospital de las que mueren normalmente por una simple y llana negligencia.

Su postura era tranquila pero severa: Cada mes mueren en mi hospital la misma cantidad de personas que murieron ayer. Y es mucho más grave, porque esas son muertes que con un poco de solidaridad sin dramatismo, podrían prevenirse. Me quedé sin palabras. Ella, una mujer acostumbrada a la tragedia y al dolor, diciéndome que la ayuda por el temblor es lo mejor que les había sucedido en mucho tiempo a los pacientes de su hospital.

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Cientos de tragedias humanitarias necesitan acciones diariamente

No hace mucho sentido ¿verdad? ¿Dónde estaban todas esas medicinas cuando las necesitaban personas que no tuvieron tanta presencia mediática?  En este día, no pude más que reflexiona profundamente sobre la diferencia entre la vanidad y el altruismo, porque, más allá de la bendición que está resultando contar con grandes cantidades de ayuda, parece haber, en el caso de muchos, una motivación subyacente y no tan noble para brindar su apoyo.

A cada minuto veo imágenes en redes sociales de personas que suben sus “selfies” donando víveres, o quitando piedras,  o repartiendo botellas de agua, o haciendo videos en los que dejan claro que se encuentran con el corazón “destrozado” y que “aman” a su país, como si fueran celebridades del desastre.  Para ganar presencia seguidores, simpatías y demostrar, quizá, lo buenas personas que son.

Y yo me pregunto ¿en qué momento tanto altruismo les deja tiempo para las fotografías? ¿Estamos ayudando por que verdaderamente nos interesa el próximo, o porque queremos subirnos al tren de relevancia mediática y obtener algo de reconocimiento? ¿Cuántas de estas personas se unieron o se comprometieron con causas más discretas, más silenciosas, pero igual de importantes en el pasado?

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No podemos ayudar solo cuando es “obligatorio”

Estas muchas personas que gritan a los cuatro vientos que son servidores de la patria ¿No estarán más bien sirviendo a sus propios egos y vanidades? Una señora junto a mí en el centro de acopio estaba escribiendo su nombre con un plumón en los víveres que “donaba desinteresadamente”, y que ya le habían dicho que no hacían falta. Ya se podrán imaginar. Fue un golpe duro, porque la crítica y el enojo iban también dirigidos a mí misma, que no pude evitar preguntarme cuándo había sido la última vez que dediqué tanto esfuerzo y energía a ayudar a los demás.

Yo quiero ser una guerrera de luz, y hoy escribo desde toda la humildad que esa aspiración me obliga a tener:

Es maravilloso que nos unamos y ayudemos cuando la tierra se sacude escandalosamente, pero más que eso, es lo mínimo que podríamos hacer, y no tendría por qué haber en ello la promesa de galardones especiales, ni debiera ser motivo de orgullo personal.

Cada día, cientos y miles y millones de corazones se sacuden en tragedias mucho más calladas, más íntimas, con ellos tenemos las misma responsabilidad. Olvidarlo y salir a pelear sólo cuando la batalla es cómoda, es un acto terrible de egoísmo.

Me despido pues, con esa reflexión, amigos que también son o están aspirando a ser guerreros de luz, y los invito a que compartan conmigo su sabiduría y opiniones al respecto.

AUTOR: Kikio, redactora en la gran familia de hermandadblanca.com

PARA SABER MÁS:

Oración mundial por México: Luz de apoyo en los desastres naturale

¿Te cuidas por autoestima y salud o por vanidad? La búsqueda del equilibrio

 

4 comentarios

  1. Tienes toda la razon,pero ten en cuenta que el egoismo es innato del ser humanoEL CUAL SOLO SE VENCE CON AMOR, AMOR Y MAS AMOR,INFINITA LUZ Y BENDICIONES PARA TI??????

  2. Ayudar a alguien que no necesita es tan hermoso de igual manera por que da paz y alegría y lo mejor de todo es que motiva al que ha recibido la ayuda sin pedir y sin necesitar pudiendolo hacer solo en la manera que él se encanta de ese amor y lo desea practicar y así tiene un gran alcance lo pequeño que has hecho como una gota de agua que cae al mar provocando ondas que van creciendo..

  3. Puedes estar en lo cierto en lo que dices con respecto a las personas que se toman fotografías… Sin embargo como guerrera de la luz creo que no se permite juzgar… Cada quien tiene razones para hacer lo que hace y cada quien debe aprender por si mismos!!! Creo que debemos entender esto (los seres humanos son individuos libres) pueden pensar como asi consideren… Eso no evita que cada quien haga lo que considere sea el bien!

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