Paquete de Esperanza por Irene y Aníbal J. Herrera

Jorge Gomez (333)

HEART2

Maravilloso Amor

 

El amor es la celestial atracción de las almas y de los mundos, la potencia divina que une a los universos, los gobierna y los fecunda. ¡El amor, es la mirada de Dios!.

No designéis con semejante nombre la pasión ardiente que excita los deseos carnales. Eso no es más que una sombra, una grosera imitación del amor. No; el amor es el sentimiento superior en el que se funden y se armonizan todas las cualidades del corazón.

Es la coronación de las virtudes humanas, de la dulzura, de la caridad, de la bondad; es el nacimiento en el alma de una fuerza que nos impulsa, por encima de la materia, hacia las alturas divinas.

Nos une a todos los Seres, y despierta en nosotros felicidades íntimas que llegan mucho más lejos que todas las voluptuosidades terrenas.

Amar es sentirse vivir en todos y por todos: es consagrarse hasta el sacrificio, hasta la muerte, a una causa o a un Ser.

Si queréis saber lo que es amor, considerad las grandes figuras de la humanidad, y, sobre todo, a Cristo, para quien el amor era toda la moral y toda la religión. ¿No dijo: “Amad a vuestros enemigos, y haced el bien a aquellos que os persiguen”…?.

Al emplear este lenguaje, Cristo no nos exige un afecto que no pueda caber en nuestro corazón, sino la ausencia de todo odio y de todo espíritu de venganza; una disposición sincera para ayudar, cuando llegue la ocasión, a aquellos que nos afligen.

Hay que reaccionar contra toda tendencia al aislamiento, considerando todo cuanto existe de grande y de hermoso en el ser humano, acordándose de todas las muestras de afecto, de todos los actos bienhechores de que se fue objeto.

¿Qué es el hombre separado de sus semejantes, privado de la familia y de la patria? Un ser inútil y desgraciado. Sus facultades se debilitan, sus fuerzas se aminoran y la tristeza le invade.

En la soledad, no se progresa. Así pues, hay que vivir con los hombres y ver en ellos a unos compañeros necesarios. El buen humor es la salud del alma. Dejemos que nuestro corazón se abra a las impresiones sanas y fuertes.

¡Amemos para ser amados!. Si nuestra simpatía debe extenderse hasta todo cuanto nos rodea seres y cosas, hasta todo lo que nos ayuda a vivir y aun hasta los miembros desconocidos de la gran familia humana.

¿Qué amor profundo e inalterable no deberemos a nuestros padres al padre cuya solicitud sustentó nuestra infancia, a quien durante mucho tiempo trabajó para allanar ante nosotros el rudo sendero de la vida?.

¿Y a la madre, que nos llevó en su seno y nos alimentó, que veló con angustia nuestros primeros pasos y nuestros primeros dolores? ¿Con qué tierna abnegación no deberemos rodear su vejez y reconocer su afecto y sus asiduos cuidados?.

El amor, profundo como el mar e infinito como el cielo, abarca a todos los seres. Dios es su centro. Como el Sol se eleva indiferentemente sobre todas las cosas y da calor a la Naturaleza entera.

El amor divino vivifica a todas las almas; sus rayos penetran a través de las tinieblas de nuestro egoísmo y van a iluminar con resplandores temblorosos el fondo de todo corazón humano.

Todos los Seres han sido hechos para amar. Las parcelas de la vida moral y los gérmenes de bien que reposan en ellas fecundados por el foco supremo, brotarán un día y florecerán hasta que queden reunidos en una comunión de amor, en una fraternidad universal.

Cualquiera que sea quien lea estas páginas, sepa que nos encontraremos algún día, bien en este mundo, en existencias ulteriores, bien en una esfera más avanzada o en la inmensidad de los espacios, y que estamos destinados a influirnos en el sentido del bien.

A ayudarnos en nuestra ascensión común. Hijos de Dios, miembros de la gran familia Universal, señalados en la frente con el signo de la inmortalidad, estamos destinados a conocernos y a unimos en la santa armonía de las leyes morales divinas.

Lejos de las pasiones y de las grandezas engañadoras de la Tierra. Mientras esperamos ese día, que mi pensamiento vaya hacia ti, ¡oh, hermano o hermana mía!, como un testimonio de dulce simpatía; que te sustente en tus dudas.

Que te consuele en tus dolores, que te reanime en tus desfallecimientos; que se junte con el tuyo para pedir a nuestro Padre Dios Todopoderoso dador de la vida que nos ayude a conquistar un porvenir mejor.

Con mucho amor.

Irene

 

 

 

 

 

 

Corazon 2

Límites

 

Al sur, limito con el país del Recuerdo.

Noches de cristal; sonoridad de grillos;

las manos; los rostros; mil nombres.

Las banderas de besos flameando en las almenas,

donde el amor se guarece.

Las adolescentes carreras, que culminaban con el premio

del abrazo paterno. Al sur…

Al Oeste limito con el país del Ocaso.

Los amores que fueron;

las promesas incumplidas que, sin pedirlas,

me regalaran un día.

Los ojos aquellos, en los que buscando el alba,

atravesaba la noche estrella por estrella. Al Oeste…

Al Este limito con el país de Esperanza.

Los sueños y la fe que guardo;

la imagen idealizada, que un día espero ver cumplida:

niños sin llanto y sin hambre; viejos sonriendo;

los Dioses hermanados,

y el Hombre viviendo la paz resultante. Al Este…

Y al Norte…el Sendero.

Siempre en algún punto de él, caminando.

Viviendo la alegría de caminar otro día;

mirando con ojos silenciosos el paisaje

que a diario me presenta el destino.

Aferrando las manos de aquellos que a mi lado caminan.

La Luz, allá al final…al Norte.

 

Aníbal J. Herrera

 

 

Grupo Espirita  “Nueva Esperanza”

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