¿Quién pone los límites a los niños en casa?
Lo reconozco: soy una blanda. A mi esos ojitos tristones y ese puchero tan bien ensayado, me pueden. Y sí, me falta autoridad. Cuando intento imponer una orden, no me sale autoritaria. Por eso procuro respetar las normas que en este caso el padre sí sabe imponer con firmeza. ¡Menos mal! De lo contrario, tendríamos un problema, porque si algo tengo claro es que los niños necesitan que les marquen un camino, con sus límites, su dirección y sí, de vez en cuando, pequeños atajos. Pero siempre, sin salirse del camino.
En casa, las normas las establece casi siempre el padre. Yo también pongo alguna, claro, pero soy mucho más permisiva. Sucede en muchos hogares: uno de los dos progenitores es el que tiene más capacidad para imponer una disciplina. El otro, intenta respetar esas normas pero se muestra un poco más flexible. Me parece bien. Si los dos fueran ‘policías’, los niños vivirían atemorizados. Si los dos fueran anárquicos, el caos estaría asegurado.
Por qué deben existir normas y también flexibilidad con los niños
Yo no me imagino una infancia en donde jamás se puedieran saltar las normas. Si nunca se pudiera tomar chucherías a deshoras, saltar en el sofá, tirarse los cojines entre risas o mancharse de chocolate la camisa… ¿qué espacio quedaría para la diversión, la creatividad, la fantasía?
Pero sé que esos momentos de ‘libertad’ deben de ser sólo el recreo y no olvidar nunca las normas básicas. De la armonía de ambas partes, depende en gran medida todo. Y es que la virtud, ya lo sabemos, está en el justo medio. Ni muy estricto ni muy permisivo. Ni muy autoritario ni demasiado blando.
En ocasiones es la madre quien impone las normas y el padre quien juega y se muestra más blando con sus hijos. Y en muchas otras parejas, ambos intentan poner normas y aportar también momentos de distensión y juegos. Cada familia es un mundo y existen millones de mundos. Pero en todos los casos, para asegurarnos equilibrio, creo que en la educación de los niños nunca deben faltar estos dos ingredientes básicos: cariño y límites. No están reñidos. Más bien, son complementarios.
No se trata de establecer el papel de ‘poli bueno’ y ‘poli malo’. Ambos deben recordar y respetar las normas más elementales y nunca contradecir al otro (por ejemplo, en la aplicación de un castigo). Tampoco creo que sea justo utilizar esa frase tan típica de ‘como se lo diga a tu padre te vas a enterar’… Más bien, haz que respeten las normas que él ha establecido (de común acuerdo contigo, claro), sin colgarle nunca el papel de ‘malo de la película’. Y en tu caso, ¿quién pone los limites en casa?
Fuente: http://www.guiainfantil.com