Reflexiones: Ideas apocalípticas

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En cualquier momento de la historia en el cual nos detengamos encontraremos presagios apocalípticos sobre el fin del mundo y de la humanidad, que pienso que pueden ser un reflejo, en lo colectivo, de ese temor ancestral que sentimos por nuestro “apocalipsis personal”, la muerte. Las principales ideas apocalípticas tienen su origen en las religiones. Así encontramos que el juicio final es una de las creencias fundamentales en el cristianismo y en el islam, dos de las religiones que agrupan la mayor cantidad de seguidores actualmente. También las encontramos en el Hinduismo y en el Budismo, las dos religiones con mayor cantidad de adeptos en el Oriente. Algo en común en la mayoría de esas expectativas es la aparición previa de “señales” que auguran la proximidad del fin, como grandes terremotos, tormentas, tsunamis, guerras, crisis económicas, sociales y morales y cualquier otra señal que pueda ser interpretada como anticipación al gran final.

Pero las ideas apocalípticas no son un monopolio de las religiones. Las encontramos también en la economía – política y en la tecnología. Por ejemplo, el surgimiento del Marxismo – Comunismo muchos lo vieron como un presagio del fin del Capitalismo y aún hoy, prácticamente un siglo después de su implantación en Rusia y China, sigue vigente la lucha entre el “bien y el mal” de estas dos visiones del mundo, representadas por las grandes potencias. En lo tecnológico, algunos recordarán el augurio apocalíptico del Y2K, en el cuál muchos esperaban que con la llegada del nuevo milenio ocurriera una catástrofe informática que paralizaría buena parte de la actividad mundial, por nuestra dependencia de las computadoras que no estarían preparadas para el cambio de fecha del año 1999 al 2000.

Vemos también que la propia ciencia, cuya misión es darnos una visión distinta y, si se quiere, contrapuesta a las creencias y supersticiones religiosas, a veces promueve y se hace eco de ideas apocalípticas. Por ejemplo, el calentamiento global y sus consecuencias es la más actual y vigente de esas ideas, porque, si bien es cierto que ese calentamiento y sus secuelas en el cambio climático son un hecho, la ciencia, más que presagiar su desenlace fatal y responsabilizar a los gobiernos de no tomar los correctivos para evitarlo, debería implantar esos correctivos en sus áreas de acción y convencer a los políticos de hacerlo en lo que les corresponde.

Otro elemento importante a considerar es que hoy, con la disponibilidad de comunicación satelital y por internet, la difusión de estas ideas a través de los medios y las redes sociales es masiva y prácticamente instantánea, lo cual representa un riesgo, por las consecuencias negativas que ellas puedan tener en la reacción de las masas, mientras que en el pasado su alcance se limitaba a algunos grupos realmente interesados en ellas. También vemos que el cine y la televisión invierten grandes sumas de dinero en la producción y difusión de películas y programas basados en estas ideas. Esta alta exposición a estos mensajes genera un peligro real de contagio y al igual que con las “profecías que se auto-cumplen”, podamos terminar creando nuestro propio fin de los tiempos.

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Afortunadamente hasta ahora todos esos presagios no han pasado de ser amenazas bien elaboradas por la prolífica imaginación de sus creadores. Sin embargo, ni la ciencia ni la tecnología moderna han logrado disminuir el impacto que tienen esas profecías en el imaginario colectivo, a tal punto, que en pleno siglo 21 nos encontrábamos esperando un 2012 lleno de expectativas del fin del mundo, gracias a la interpretación, obviamente errada, del contenido del calendario Maya.

Lo más paradójico de este comportamiento es que, detrás del temor que nos deberían generar estas ideas de un fin de los tiempos, pareciera haber un placer casi morboso por conocerlas en todos sus detalles. Pienso que ese agrado pudiera tener su origen en la creencia que conocer el futuro nos puede permitir modificarlo y hasta burlarnos de él o quizás no sea más que una típica reacción nerviosa ante lo que consideramos inevitable y fuera de nuestro control.

Ciertamente la humanidad, al igual que la mayoría de las especies que han existido, está destinada a la extinción, es solo cuestión de tiempo. Gracias a nuestra inteligencia y desarrollo intelectual y tecnológico nos consideramos la especie dominante del planeta, aun cuando no somos la más numerosa, la más longeva ni la que ocupa la cúspide en la cadena alimenticia. Sin embargo, a pesar de ese dominio, aún somos muy vulnerables al ataque de de nuestros compañeros de viaje, los virus y las bacterias, cuya capacidad de mutar los pueden llegar a ser altamente letales y ponernos en cualquier momento en la lista de las especies en extinción.

Esta posibilidad de desaparecer como especie se ha hecho tan popular, que la televisión y el cine ya se ha hecho eco de ella a través de programas y películas que nos muestran como sería la Tierra sin los humanos y lo más triste de esas visiones es tener que entender y aceptar que prácticamente todo lo que hemos hecho en estos “años de gloria” de la humanidad, está destinado a desaparecer en unos pocos miles de años, cuando mucho.

Por supuesto, algo quedará de nosotros en condiciones de fósiles y posiblemente en el futuro, alguna especie que logre desarrollar nuestro nivel de inteligencia actual, nos estudiará como lo hacemos nosotros ahora con las especies que ya desaparecieron.

Quizás lo mejor que nos pueda pasar es que nuestra extinción sea prácticamente instantánea o por lo menos en un tiempo tan corto que no le permita a otra especie desplazarnos del dominio que hoy tenemos y convertirnos en esclavos, como lo hemos hecho nosotros por siglos con los caballos, por ejemplo, o convertirnos en parte de su dieta, criándonos en granjas como lo hacemos con los pollos, los cerdos y otros animales o quizás tengamos más suerte y terminemos siendo sus mascotas preferidas y nos mimen y nos den el trato “humanizado” que algunos de nosotros les damos a las nuestras, aunque muchas de ellas andan abandonadas y muriendo de hambre por las calles ante la mirada indiferente de muchos de nosotros.

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Es triste reconocerlo y lamento terminar con esa idea apocalíptica, pero lo cierto es que la humanidad desaparecerá algún día y la Tierra seguirá su rumbo, sirviendo de hogar a muchas otras especies, tal como lo ha hecho durante millones de años. Comparto la visión del antropólogo y filósofo francés Claude Lévi-Strauss, quien alguna vez dijo: “El mundo comenzó sin el hombre y acabará sin él”.

 

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Autor: Juan José Sequera. Autor de la Hermandad Blanca

3 comentarios

  1. Pocos escriben o en sus prédicas incluyen notas del Apocálpsis por su compleída del. En algún momento tuve un libro que le daba terceras interpretaciones. Se lo refiere al Antigua Cristo la Bestia los cuatro ángeles…Y más. Hace poco me hablaron de el "rapto" y de la Parisia. No tengo estudios sobre esto.

    1. Hola Joaquín, gracias por tu comentario. Ciertamente el Apocalipsis bíblico es un libro cuya complejidad se presta a múltiples interpretaciones y quizás esa fue la idea del autor, que cada quien pueda tener su propia versión de lo que para él será el fin de los tiempos. Sin embargo, pienso que es un libro que hay que interpretarlo en el contexto histórico de la época en la cual fue escrito para poder entender el masaje. Saludos.

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