Asumir el final para la meditación

Hector

El pasado marzo de este año, 2019, la ONU anunció algo terrible en relación a nuestro mundo. Afirma que la vida desaparecerá hacia el año 2050. Luego volvió a reafirmar su mensaje en agosto. Nos invita a reflexionar sobre la posibilidad de este destino colectivo, de asumir el final para meditar.

En este artículo veremos algunas consideraciones para poder manejar esa información. Esto nos ayudará a situarnos mejor frente a los demás y frente a nosotros mismos, en la necesidad que todos tenemos de poder llevar nuestros días adelante.

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En primer lugar, es dable ver las reacciones que normalmente tiene el público en general, es decir las reacciones que solemos tener todos, ante esa clase de anuncios. Pronósticos catastrofistas acerca del futuro se vienen haciendo desde que se tiene noticia de la existencia de la humanidad. Algunos de los más famosos han sido el apocalipsis bíblico, el fin del mundo anunciado para el año 1.000, y algunos otros de tipo profético anunciados para el 2.000. Todos los cuales sabemos no se han cumplido, o al menos no se han cumplido significativamente.
Podríamos entonces, atendiendo a que esa clase de pensamiento o propaganda suele presentarse demasiadas veces, no prestarle atención. Pero, el problema surge al considerar la naturaleza de que se compone el organismo de las Naciones Unidas. Éste no está integrado por profetas clarividentes, sino por estudiosos aplicados. Es decir, por aquella clase de persona que más respeto suele merecer en nuestra sociedad.

Así que nos aparece una duda. Si decidimos no prestar atención porque es un tema demasiado abusado, cometemos la ligereza de no ver que no nos lo está diciendo cualquier persona, nos lo está diciendo alguien aplicado. Y si decidimos considerar la noticia, nos abruma el pensar que debemos asumir algo demasiado feo y demasiado grande como para poderlo procesar fácilmente.
Es que, verdaderamente, si la idea de fin del mundo ha dado buenos dividendos en lucro a los creadores de películas de ciencia ficción, ha tenido en cambio un efecto muy distinto en otras áreas de la existencia humana. En el pasado, muchas personas se han deprimido y hasta cometido suicidio ante la idea de que el mundo terminaría. Por ejemplo cuando fue anunciado en 1910 que el cometa Halley podía chocar contra nuestro planeta.

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Pero bien, allí están los datos de la ONU, y ¿qué podemos hacer con ellos? Ya que de ser ciertos, significa que no solamente nosotros, si somos mayores de edad, no vamos a vivir muchos años, sino que además si somos jóvenes, no llegaremos siquiera a la madurez.
Una posibilidad, para despreocuparse, es decirnos que semejante anuncio está hecho sin seriedad, a pesar de haberlo dicho la ONU. Pero los informes que componen el anuncio, además de estar hechos con rigurosidad técnica, también alertan de manera fáctica sobre problemas concretos que dan la pauta de la situación. Por ejemplo cuando dan noticia de los incendios forestales crecientes en Norteamérica y Rusia a gran escala, que alimentan el calentamiento global y que son producidos en parte también por ese calentamiento.

Por otro lado, existen quienes a nombre de la propia ciencia, ponen en duda las afirmaciones de la ONU. Para el común de las personas, que reciben las distintas opiniones de especialistas en el tema, es difícil entonces tener una opinión definitiva acerca de quién dice la verdad. Pero lo seguro, y que es difícil de eludir, es que la ONU ha presentado sus argumentos, y no son rechazables, cuando menos de antemano.
Así que, si somos personas con cierta coherencia y sentido apropiado, no podremos dejar de lado lo que dice la ONU. Evidentemente no para ponernos nerviosos ni deprimirnos como le sucediera a varios cuando el cometa Halley, pero sí para saber que la posibilidad de que tal cosa suceda, existe y merece ser considerada.

Y cómo la consideraremos? Bueno, si suponemos que ese desastre sucederá, nos puede venir todo tipo de fantasía. Por ejemplo, qué le diremos a nuestros hijos? Qué le diremos a los que son jóvenes? Porque de ser cierto, ellos no podrán planificar sus vidas como la planificaron generaciones anteriores.

Tendencias interpretativas en las personas

Las personas, en general, no sienten motivación a ponerse a pensar en nada de esto. No es nada fácil asumir el final, ni siquiera siendo hipotético. Ni siquiera cuando creen que puede ser cierto. Y lo vuelve más difícil que, a diferencia de cuando lo del Halley, no hay ningún anuncio acerca de alguna cosa que pueda verse a simple vista con los ojos, como lo era aquel cometa. Es algo que para poder comprenderlo, debemos analizarlo, y no todos pueden analizar con la misma facilidad con que miran a través de sus ojos.

Por tanto, las mayorías, o quizá incluso casi la masa entera de seres humanos del mundo, hacen caso omiso de todas esa debacle anunciada. De modo parecido a cuando se declara una enfermedad mortal, sin que nadie haya pensado antes en crear una vacuna. Pero todos se preocupan si ven llegar un ejército con intenciones dudosas, incluso si no ha venido a invadir, debido a que un ejército es perceptible a simple vista.

Independientemente de cómo se produzca un proceso de degradación que pueda poner en peligro la vida del mundo entero, es cierto cuando menos en cambio, que el sueño del siglo pasado de querer llegar a una era tecnológica donde el ser humano se vea despreocupado de amenazas, no ha podido realizarse.
Tal sueño parece haberse ido al otro extremo, y ahora anunciarnos que ya ni siquiera vida habrá.

De ser cierto esto, no solamente en 2050 habrá problemas.
Ya hoy día muchas poblaciones del mundo han comenzado a desaparecer o tener que trasladarse. Pronto vendrán además, antes del 2025, grandes catástrofes por incendios y sobrecalentamientos, a importantes poblaciones del globo. En este momento, hay incendio en una gran extensión de la selva amazónica.

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¿Qué hacer en esos sitios donde de pronto una clásica bella playa ya no funcionará más por la invasión de bacterias, o en donde ya no hay agua potable, o donde la tierra arrasada ya no permita trabajarla? Hacemos lo que podemos, construimos obras saludables hasta donde nos dan las fuerzas, pero muchas veces no prevemos qué hacer si esas regiones en destrucción creciente nos atrapan.

Hay personas que, pase lo que pase, harán de cuenta que nada especial está sucediendo, hasta que “el agua les haya llegado al cuello”. Así lo hacen muchas persona, quizá la mayoría. Porque sabiendo que no hay posibilidad de cambiar el destino que se avecina, no dan deseos de reparar el problema, y por lo tanto tampoco hay deseos de pensar sobre él.
Pero actuar de esa manera, conlleva que cuando se tenga “el agua al cuello”, se sentirá una desesperación abrumadora. Desesperación que podía haberse evitado.

Así lo están padeciendo ya las poblaciones aledañas a emprendimientos industriales de contaminación descontrolada, especialmente las que expulsan habitantes locales para sus objetivos de lucro. También lo están padeciendo por supuesto, las víctimas directas de los megaincendios que se están produciendo.

Pensamientos para el momento

Todo este problema podía haberse evitado si se hubiera aceptado un cambio de hábitos, dice la ONU. Por ejemplo, comer menos carne, y favorecer la combinación de producciones, como ser granos con frutales. Cosas sencillas que a pesar de ser sencillas, no se hicieron.
Si bien nos dicen que no es del todo tarde, ya prácticamente es como si lo fuera porque dan un plazo límite hasta el 2020. Todos sabemos que si cuando tuvimos décadas para corregir el problema no lo hicimos, tampoco lo haremos cuando nos quedan apenas unos meses.

¿Qué pensar entonces? ¿Debemos dejarnos atrapar por la desesperación como cuando lo del cometa Halley? Definitivamente, no.

Si el pronto final de este mundo, de este pequeño planeta en la inmensidad del cosmos, es inexorable, también sabemos que hay algo que nunca estuvo ausente y que siempre nos acompañó, incluso cuando las cosas iban mejor: la muerte.
La muerte nunca fue una enemiga, siempre fue necesaria para que la vida existiese. El riesgo de morir siempre nos acompañó en cada minuto de la existencia. ¿Por qué entonces deprimirse porque llegue un anuncio de que ella, la muerte, tomará dominio de la totalidad?
Indudablemente, es cierto que a nadie le causa la menor gracia el hecho de que la naturaleza, con toda su belleza, sus océanos azules, sus bosques majestuosos, sus ríos fascinantes, sus aves, mamíferos y todas las maravillas que contiene, ya no estará. Hemos hecho bien en amar todo eso, en tratar de protegerlo, ¿pero, y si hay una fuerza mayor que se nos opone? Sería muy injusto en ese caso sentirnos culpables de semejante cosa.

Curiosamente, hay algunas afirmaciones evangélicas que vienen a cuento en un momento como éste, tales como:
“Porque he aquí, vienen días en que dirán: Dichosas las estériles, y los vientres que nunca concibieron, y los senos que nunca criaron.”
“…y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Pero, ¡ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días! Orad para que vuestra huida no suceda en invierno, ni en día de reposo”.

El primer párrafo, parece cosa de lógica. Cuando estemos agobiados por los problemas ambientales, no nos vendrán muchas ganas de tener descendencia.
Y el segundo, ya parece estar hablando en modo metafórico. Obviamente no hay ninguna capa, ni ropa, que salir a buscar. Se está refiriendo más bien a que debemos aprender a no depender de lo material para ser felices. En verdad, siempre debimos aprenderlo, pero además en un momento así como el del presente, es todavía mucho más aconsejable no estar apegado a nada del mundo.

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Ahora, el segundo párrafo también nombra otra cosa curiosa: “orad para que vuestra huída…”. ¿Es que de verdad habrá algún lugar a donde huir?
La huída a la que se refiere es a la salvación, de la que a nivel religioso mucho se ha hablado. No puede estar hablando de salvación física, porque dice que lo físico desparecerá. Pero hablar de salvación del alma, sólo es dable para aquellos que ya comprenden del todo lo que es su propia alma. 
Sin necesidad de ponernos a hablar de nuestras almas, podemos, si nos lo proponemos, saber qué hacer en los próximos meses, o años.

La actitud esperanzadora

En primer lugar, debemos tomar en cuenta que para nuestra escala de humanos, individuales y pequeños como somos, hablar del final del mundo es parecido a hablar del final de un país, o de una ciudad, que es algo que ya ha ocurrido muchas veces en la historia. Porque estamos hablando de una escala muy pequeña en comparación al planeta, casi como la de una hormiga.
Si nos llegara un final de fuego como el de los grandes incendios, a los efectos, no sería muy distinto al final de Giordano Bruno en la hoguera inquisitorial hace 500 años. Sólo nos enteraremos del fuego, no de lo que sucede en el resto del mundo.

Cualquiera que sea el final, éste habría llegado de todas maneras, más tarde o más temprano, en algún momento, porque el destino de todo ser vivo es morir.
Varios filósofos, de destacado pensamiento, han hablado ya sobre esto y han aclarado el panorama. No tiene sentido angustiarse ante la muerte, porque ésta vendrá de todas maneras en algún momento ya que sucede siempre, incluso en el mejor de los mundos. Si ponemos nuestro esfuerzo en evitar la muerte, estaremos perdiendo nuestro tiempo.
Estos, los grandes pensadores, ya nos han recomendado qué hacer, dónde poner nuestro esfuerzo. Nos han dicho que no hay que poner el esfuerzo en evitar la muerte. Entonces, ¿dónde debemos poner nuestro interés?

Sería muy duro tener que contemplar la destrucción de bosques, de hábitat, de biosfera. Pero nadie nos ha dicho que debamos hacerlo. Sólo nos han recomendado cuidar nuestro medio ambiente, dentro del alcance de nuestras posibilidades, pero nada más, porque nadie está obligado a hacer aquello que no tiene posibilidad de hacer.
Sería quizá de necios irse por ejemplo al mar Caribe a disfrutar de la mejor naturaleza que existe, para aprovechar los últimos días de existencia. Pero ese comportamiento, a pesar de su aspecto egoísta, no es tan malo como su otro extremo opuesto: quedarse quieto, simulando que nada malo está sucediendo.
Mejor, en vez de comportarse egoístamente, y en vez de simular una bonanza que no existe, es ubicarse en el contexto. Ir a por el mejor de los logros, que siempre reside en nosotros mismos.

Si hacemos eso del Caribe u otra cosa similar, puede que al principio nos encante la percepción del paisaje bello, pero algo en nuestro interior se sentirá incómodo. Porque en verdad, todo ese paisaje hermoso, ahora amenazado pero todavía hermoso, lo hemos generado con nuestras buenas acciones del pasado. Con las buenas acciones de las generaciones que nos precedieron, que no fueron suficientes para mantenerlo, pero que al menos han hecho el intento.
Este mundo lo están destruyendo las personas con más baja conciencia, pero gracias a que han existido otras personas con una conciencia elevada, es que ahora tenemos toda esa belleza, que por unos días más seguirá existiendo.

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Si queremos de verdad para nosotros toda esa belleza, esa inteligencia sublime de la naturaleza, ante todo debemos buscarla en nosotros mismos. Sólo hallando esa llave en nuestro interior, encontraremos la paz suficiente para afrontar apropiadamente el final. Sintiéndonos parte de la naturaleza, sabiéndonos parte indivisible de ella y con ella, no necesitaremos ir a buscarla a ningún sitio físico.

Todos tenemos la capacidad de llegar a comprender esa Naturaleza dentro de nosotros. Y una vez que lo hayamos hecho, podemos repetir el esfuerzo que nos condujo a esa percepción, todas las veces que queramos. Si lo hacemos, seremos como una hormiga, como una célula del mundo, que no se dejó atrapar por el cáncer de la degradación que a tantos afecta y que según la ONU, terminará por afectarlo todo. En un cuerpo moribundo, aquellas partes de ese cuerpo que permanecen vivas hasta el final, de células que han hecho bien su trabajo hasta el último minuto, que no han causado la destrucción de ese cuerpo, resulta que esas células quedan recordadas por la memoria del universo, impresas en el llamado Akasha de los hindúes. El universo no creó al bien en nosotros, sino que el Bien creó al universo y a nosotros. El Bien no fenecerá, y dirigiéndonos hacia él, el mundo no puede interponerse.

Giordando Bruno, antes de morir en la hoguera, expresó algunas palabras que le hicieron darse cuenta a sus verdugos, de que ellos tenían más miedo que él. Él se sabía Uno con el universo, con la naturaleza y con Dios, por lo cual no sentía miedo al morir. Pero a sus verdugos les temblaban los labios, decían palabras inconexas, porque sabían que estaban matando un ser justo y bondadoso. Ahora, cientos de años después, la memoria de Bruno vive, y la de sus verdugos es menospreciada. Incluso en este mundo en vías de extinción, la memoria del justo es recordada y la del injusto olvidada. ¿Cómo entonces, si hiciéramos lo correcto en este momento, podría olvidarnos el resto del universo, que nos ha generado y que ni siquiera está en destrucción?

Podemos entonces, en los años o meses que quedan, sean cuales sean, proseguir por la senda del bien que siempre hemos construído. Y si aún no lo hemos construído, todavía estamos a tiempo de ponernos en marcha. Estamos a tiempo de centrarnos en una acción: la acción de meditar, para guiar nuestros pasos con la mayor sapiencia posible.
Esa acción será la mejor naturaleza de todas, la que nos preparará para recordar que nada es eterno, y que nada podrá bajarnos del viaje hacia la bondad que alguna vez hemos empezado, ya que lo hemos iniciado desde antes de este mundo, desde algún lugar del más allá incorruptible.

Independencia de resultados

Finalmente, podría suceder que la hipótesis de ONU sea errada, y en ese caso el mundo no llegue a un final. Quizá por ejemplo tan sólo entremos en una edad media, o en cierta catástrofe climática como las glaciaciones de épocas prehistóricas, que frenaron mucha vida pero no significaron el final del mundo.

Pero si tal cosa sucediera, a pesar de eso, toda esta meditación en un posible final del mundo no habrá sido en vano. Primero, porque aunque el pronóstico fuera errado, la existencia de una gran devastación creciente, producto de los errores humanos, es incuestionable.
Segundo, porque de lo que se trata no es de lograr imaginar el tamaño de la debacle, sino de ubicarnos frente al pensamiento de esos analistas de ONU que sabemos que, voluntariamente, intentan ayudarnos a nuestro conocer y nuestra conciencia, y no a causarnos un disgusto.

Por eso, si se equivocan, no habremos perdido nuestro tiempo en meditar acerca de la destrucción humana. Y si no se equivocan, este gran drama no nos tomará desprevenidos, no nos atrapará el «agua al cuello» sin habernos percatado de su acercamiento.
Pero lo mejor de todo, es que si entendemos correctamente las enseñanzas que nos han legado todos los grandes sabios de la humanidad, de todas partes del mundo y presentes en las mejores religiones y culturas, nunca perderemos nada de verdad. Si nuestro viaje por este mundo, nuestro estar, nuestro estar encarnados aquí y ahora, está bien hecho, entonces ni una sola hora de nuestra existencia habrá sido en vano.

Dice el Bhagavad Gita hindú en uno de sus párrafos: «En este camino, ningún esfuerzo es baldío, ni existe posibilidad de desgracia. Hasta el más mínimo progreso supone liberación de tus miedos.»
Krishna no nos dice aquí que somos responsables por el destino del mundo, sino que tenemos la oportunidad de cuidar nuestros minutos. Y todavía dice algo sumamente importante: si así actuamos, con acierto en nuestras acciones, no existe posibilidad de desgracia.

Estamos aquí en este mundo encarnados, pero no sabemos mucho acerca del mundo. Quizá no sepamos mucho siquiera acerca de nuestra encarnación. Así que tampoco sabemos mucho acerca de lo que es un destino agraciado: ¿sería un destino agraciado que al planeta le fuera estupendamente? Tal vez sí, o tal vez no.
Pero si confiamos en las palabras de este Maestro, sí sabemos esto otro: que aunque al mundo le quedaran tan sólo cinco minutos, siempre tenemos la posibilidad de no ser desgraciados. Siempre tenemos la posibilidad de ser benditos, bienaventurados. Viajantes por una experiencia positiva.

En aquel Titanic que se hundió en el océano Atlántico se pudo ser un héroe y un ser bondadoso hasta el último minuto, y también se pudo ser un canalla que ni siquiera le cedió un lugar en el bote a un niño. Morir, todos iremos a morir en algún momento porque es inevitable, pero no todos eligen ser bondadosos. Mas la bondad va indisolublemente ligada a la felicidad, y nada podrá separar esas dos virtudes entre sí. Asumir el final no es un acto de provocarse sufrimiento a uno mismo, sino de tomar conciencia, una vez más, de nuestro lugar en el universo. De ser Uno con aquello que nunca nació, y nunca desaparecerá.

8 comentarios

  1. Hola Mary,De verdad una disculpa anticipada pues no soy quien para decirte en quien o en qué creer, sin embargo como sugerencia te digo; Si no crees en la ONU cree en ti, en tú familia, en tus amistades, escúchales y verás que coinciden por vivir y estar en un mundo con más armonía y equilibro, ver si esas aspiraciones se parecen a como se encuentra el Planeta y la humanidad que lo habita.

    Despertar es alzar la voz de la conciencia y el Espíritu, a través de la meditación y la oración o Mantras, contra la contaminación de los ecosistemas, contra la violencia, el fanatismo y la egolatría que la generan, contaminando mentes y corazones, y por último contra el despertar de romper las cadenas que tienen Prisionero Espíritu, Conciencia y Mente, me pregunto si el despertar llegará a todos antes de que sea tarde.

    En mí humilde opinión sin que sea definitivo, para contrarrestar lo anterior hay que darnos un tiempo para meditar e imaginar un mundo mejor y en el siendo mejores como seres humanos llevándolo a la práctica cotidiana, somos portadores de la chispa divina y nadie está exento de ello ni la familia ni amigos, somos lo que imaginamos, pensamos, decimos y hacemos.

    Entonces hay que imaginar y creer en nosotros positivamente, siendo optimistas, corteses y amables con todos los seres que nos rodean, no solamente con la familia y amigos, cuidando nuestro entorno para no contaminarlo.

    Universalmente hablando, Nadie es más, Nadie es menos que los demás, sin embargo tener sentido común en éste mundo es remar contra la corriente, te tildan de loco, perfeccionista, creído, enfermo o loco, todo porque te pones al servicio de los demás, pero el despertar lo facilita todo, incluso servir y compartir.

    No soy más que tu, solo te comparto lo poco que se y sé que no es nada.comparada con la verdad que debemos alcanzar.

    En lo personal felicito al protagonista de ésta interesante reflexión , causa de abordar temas de calidad.

    Gracias por ello y por vuestra atención.

  2. Estupendas palabras translúcidas de verdades. ¿Qué más da que la ONU esté en lo cierto o no? La única verdad, la que no tiene discusión ni posibilidad de error es que todos moriremos. Usted que está leyendo esto, morirá. Usted que cree que la ONU miente, morirá. Usted que es un canalla porque se aprovecha de las cosas buenas que nos da la Tierra, sin pensar nada más que en usted mismo, morirá. Tú, querido amigo, que te desvives por llevar una vida acorde a unos principios éticos y morales, morirás. Yo, que escribo estas palabras,moriré. La cuestión está que la muerte será igual a la vida que has llevado. No puedo más que sentir una gran compasión por todos aquellos y aquellas que generaron maldad y y odio.

  3. Y la mayo ría de la gente sigue comiendo carne, no les interesa ni el fin del planeta ni el sufrimiento de los animales, sus semejantes, siguen comprando oro, etc.

  4. Están hablando de sabotear nuestra mente, no puede ser que nos den como siempre pan con lo mismo abusando de nuestro libre albedrío, no se vale.

  5. Gran verdad y excelente reportaje, felicidades por la reflexión tan profundamente expuesta.
    No hay peor ciego que viendo cómo se degrada el planeta y la sociedad, no quiera ver.
    Sólo por mencionar algo:
    Es lamentable ver tantas personas tirar basura en las autopistas, en las calles, como a su paso después de un paseo dejan huella al no levantar la basura y desperdicios, mismos que quizá en sus hogares no separan.
    No saben, no se dan cuenta o de plano no les importa que eso ya ni siquiera a corto plazo, sino ahora las consecuencias están a la vista, las tierras, los Mares, lagos, ríos contaminados.
    Sí! la inconsciencia supera por instantes el sentido común y para revertir ésa tendencia hay que meditar como bien se dice aquí, reflexionar y ver cómo queremos ver nuestro planeta y qué tenemos que hacer para que no se vaya al precipicio junto con nosotros, actuando con respeto y Amor en el cuidado del entorno de la pequeña porción del planeta donde nos ha tocado existir, en ello incluir a las personas en general, a nuestros vecinos, siendo amables y corteses, pues ser culto no sólo es de intelectuales, sino también de tener el control de si mismo para ser tolerantes, y así no se contamina el ambiente de odios y rencores, generando unidad para cuidar el planeta en el que indudablemente más tarde que temprano y viceversa tendremos que morir, pero que sea en paz, con la conciencia tranquila y el espíritu elevado a través de meditar ser mejores seres humanos espiritulizados desde antes del deceso de nuestra existencia. Cuidando simultáneamente nuestro planeta tierra, cuna y hogar de la humanidad.

    1. Que artículo más bueno, y Manuel, que comentario más interesante, me gustaría conectar con gente tan sensata y responsable, pero por más que se advierta los humanos no despertamos.

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