Las Zonas Neutras en los Universos Por Vicente Beltrán Anglada

Jorge Gomez (333)

las zonas neutras en los universos

Barcelona, 8 de noviembre de 1986

 

Vicente: Vamos a continuar disertando sobre uno de los temas más realmente esotéricos con los cuales se enfrenta el discípulo mundial en la actualidad. La magia, organizada a través de los grandes impulsores planetarios del plan de perfección del mundo, exige que el hombre moderno comprenda claramente su situación psicológica y espiritual frente a los acontecimientos que están planeando en los niveles etéricos de la humanidad. Pero, muy al contrario de lo que se hacía en el pasado, que toda la explicación esotérica tenía que venir impregnada por cauces místicos, ahora hay que darle una explicación muy científica a los hechos esotéricos.

La producción de la magia, la creación de todo cuanto existe, ha de ser explicado racionalmente, ya dejando de un lado los textos bíblicos, y el Génesis, porque no dan una explicación que sea capaz de interesar al hombre intelec­tual de nuestros días. La mente exige discriminación, y no puede existir discriminación si no existe un fondo científico para aclarar todos los misterios que puedan surgir en nuestras investigaciones del mundo oculto.

Cuando hemos hablado de la magia en un sentido esencial, hemos hecho un énfasis muy específico a las zonas neutras, o intermoleculares, que constituyen la esencia mística de toda posible creación, y el hecho puede ser explicado científicamente en virtud de las pequeñas aunque valiosas explicaciones científicas que se dan en las escuelas de primer grado.

Cuando se nos dice, por ejemplo, que entre dos fuerzas, positiva una y negativa otra, ha de traer como resultado una fuerza resultante que tendrá la fuerza sumada de las dos opuestas, aparentemente antagónicas, se nos da una explicación científi­ca que tiene mucho que ver con la magia. Cuando el hombre a través de las máquinas que ha inventado para descubrir lo que existe en otros mundos, se ha lanzado a la con­quista del espacio, ha tenido que vencer una resistencia, a esta resistencia la llamamos gravitación, es el peso específico del planeta suspendido en el éter del espacio. Pero, ¿qué sucede cuando ha rebasado ciertos límites en donde la atracción va disminuyendo hasta que queda reducida a cero? Entonces, los cuerpos, por gigantescos que sean, quedan sin gravitación, no tienen peso alguno, y aún rebasado este ciclo de fuerza antigravitato­ria existe un punto neutro que constituye la esencia de la magia, la esencia es el resultado de dos fuerzas en equilibrio en el seno de cualquier cuerpo organizado celeste en el espacio.

Todos los cuerpos de la Tierra poseen dos fuerzas que hay que considerar para com­prender dónde aplica el mago su fuerza, su atención y su intención. En primer lugar, tenemos la fuerza de gravitación, el egoísmo de la materia, que lo encontramos por doquier en todos los niveles de expresión del alma humana, el nivel físico, el astral y el mental, esta fuerza de gravitación atrae todo cuanto penetra en la conciencia del investigador, o del hombre corriente, y le obliga a retroceder dentro de la escala de valores psicológi­cos de su propia condición humana; pero, regulado también por las leyes de la evolución humana existe otro factor, otra fuerza imperante que lanza al hombre al espacio, a la conquista del éter, a la conquista del tiempo, a la conquista de su propia singularidad, a la búsqueda de su Yo superior, y a esta fuerza la llamamos proyección, antigravitación, porque se escapa de la gravitación de su propio ser material y, en un aspecto contunden­te de expansión cíclica, tiende a descubrir el misterio que se oculta tras su propio espíri­tu, quiere retornar a la Casa del Padre, y la Casa del Padre es la atracción celeste que siente el Alma y que va perdiendo a través de la evolución, el peso gravitatorio de la materia que compone todos y cada uno de sus cuerpos.

Pero, ¿qué sucede?, a veces la fuerza de la materia, la fuerza de la gravitación, es más fuerte que la fuerza de la expansión cíclica dentro del individuo, otras veces es la fuerza del espíritu que controla, domina y rige la materia, pero, debe existir forzo­samente en el ánimo del discípulo mundial, en el aprendiz de mago, un punto dentro de sí mismo en donde no existe el conflicto de la polaridad, en donde la gravitación y la agravitación están debidamente compensadas, y en este espacio neutro, en esta zona en donde no existe gravedad alguna, surge dinámicamente una tercera fuerza, es la fuerza mágica del espíritu, que es donde aplica el mago su intención.

Todos los magos han tenido que llegar a este punto de equilibrio estable dentro de su naturaleza psicológi­ca, ni gravitación ni expansión cíclica, es lo mismo que sucede con el concierto de los mundos, esta eterna sinfonía de la creación, (que es) lo que permite que los astros vayan circulando libremente en sus cursos orbitales, pero sin perder su propia singularidad. El Sol es potente, irradia una gravitación superior a todas en nuestro Universo, en nues­tro Sistema Solar, y todos los planetas están sujetos a esta ley de atracción. Todos los astros ejercen su influencia, los unos sobre los otros, no para conquistarse los unos a los otros sino para componer juntos la sinfonía que manda el Creador.

Se nos dice ocultamente que la música de la esfera que corresponde a nuestro Esquema terrestre se halla en un punto de equilibrio, desconocido incluso por los Altos Iniciados, en el que existe una gravitación cero entre todos los planetas, incluso el mismo Sol, este punto, ocultamen­te definido, es el Alkahest, un nombre sánscrito, que significa la ausencia total de la lucha entre polaridades distintas, un punto donde existe la energía creadora de todo cuanto existe.

El mago que sabe estas cosas, lo primero que hace para trabajar sobre espacios intermoleculares, espacios vacíos de toda gravitación, es ante todo perder su propia gravitación. La pureza del mago es indispensable para crear una obra realmente mágica, y cuando hablo de magia, solamente hago referencia a una clase de magia: a la magia blanca, a la magia del propio Señor del Mundo, a la magia que opera un Logos Solar sobre su sistema planetario y sistema universal.

Entonces, ¿qué es lo que tiene que hacer el mago? Descubrir dentro de sí los espacios intermoleculares, y descubrir estos espacios es la obra de muchas vidas de sacrificio y de renuncia, porque todos estamos sujetos a la gravitación de uno u otro de nuestros vehículos periódicos de expresión: la mente con sus problemas y sus ilusiones; el cuerpo astral con sus espejismos variados, con sus intensos deseos, esperanzas y temores; y el cuerpo físico que trae una herencia de millones de años de instintos mal gobernados por nuestra propia Alma.

Vean ustedes que no es fácil convertirse en un mago, en un mago blanco, en un Iniciado de la Gran Fraternidad, que es lo que tratamos de hacer, si no, no tendría sentido estar aquí, porque nos estamos preparando para la magia consciente, es el porqué nos congregamos mes tras mes, porque en el fondo de nuestro corazón todos tenemos la esperanza de resurgir triunfantes como «aves fénix» de nuestras propias cenizas materia­les.

Pues bien, cada vehículo, en virtud del Alkahest, en virtud de esta sustancia primor­dial de donde los Logos extraen sus creaciones, es el porqué el mago puede determinar los prodigios que vemos por doquier. El mago perfecto a igual que Dios puede crear, y lo primero que tiene que hacer, es crear un vacío dentro de sí, un vacío mental, un vacío emocional, y si ustedes me lo permiten, un vacío físico, y esto es muy difícil de compren­der porque se trata de una idea muy abstracta. Más abstracto que el vacío, ¿existe algo? Pues bien, hay que llegar a un punto cero dentro de nosotros mismos, y a partir de cero empezar de nuevo, como si fuésemos recién nacidos que por primera vez enfrenta­n el eterno dilema o el eterno drama de la vida.

Si el mago logra perforar —por decir­lo de alguna manera— la costra psíquica, la costra mental y la costra instintiva de su vehículo inferior, y llega a penetrar tan profundamente que dentro de sí opera una magia de transmutación desconocida todavía por la ciencia e incluso por muchos esoteristas, a partir de este centro de paz encontrado en sí puede operar el milagro de la paz por doquier, por todas las partes, y darse cuenta de que realmente somos hechos a Su Ima­gen y Semejanza.

Todos podemos y todos debemos crear, pero hacerlo conscientemente, no actuar como lo hacemos, sin el control de los pensamientos, sin el control de las emociones, sin el control de los instintos del cuerpo físico, es el mismo trabajo que se exige del discípulo que ingresa en un ashrama de la Jerarquía, el trabajo es idéntico, porque lo que pretenden los ashramas de la Jerarquía es crear magos conscientes, creadores, personas que hayan adquirido el derecho de sentirse Hijos de Dios, con toda la plenitud del Verbo, y que en virtud del descubrimiento de cualquier zona desconocida dentro de sí en donde haya paz, armonía y equilibrio, y pueda mantener este equilibrio pase lo que pase en la evolución del tiempo, en el hecho mismo de este descubrimiento, se convierte en un mago.

Esto hicieron todos los magos del pasado. Apolonio de Tiana, por ejemplo, del cual nos habla tanto la tradición esotérica, decía: “Por fin me siento vacío de mí mismo”. Apolonio de Tiana había sido iniciado en los Misterios de Isis, su propio Maestro según se nos dice, fue el Rey Hiarchas, un hombre desconocido por muchos, pero que es la propia entidad Hiran Abif, al cual aluden tan frecuentemente dentro de las explicaciones esotéricas de la masonería. Hiran Abif, que según se nos dice fue el mago que entregó a Apolonio de Tiana el amuleto sagrado que él con el tiempo trasladaría a Ginebra para que se convirtiese en una ciudad sagrada. Se nos dice ocultamente que en cualquier lugar remoto del Lago Léman, en Ginebra, está el talismán depositado por Apolonio de Tiana, y el Rey Hiarchas, o Hiran Abif, era un gran iniciado que había recibido el ébano, símbo­lo de la mente superior, y el oro de Ofir el símbolo de la más perfecta intuición, del propio Rey Salomón que fue el primero que instauró los misterios, que más adelante se convertirían, después de pasar de la boca al oído de los grandes discípulos, en los cuatro puntales donde se asienta toda posible obra mágica.

Moisés, tan poco conocido también, porque su figura ha venido distorsionada por el sionismo internacional, que fue un ser legítimamente esotérico que había sido iniciado en los misterios más absolutos en el pasado que le tocó vivir, fue aleccio­nado, según se nos dice, por Batria, la mujer del Faraón en aquellos tiempos solemnes y aquella hija de Batria, Termutis, que encontró, según nos dice la tradición esotérica, al niño Moisés en una canastilla en el río Nilo, son un encadenamiento de hechos perfectos desde el punto de vista kármico, que nos está hablando precisamente de la magia como un sistema de organización del plan de evolución planetaria y, naturalmente, poseyendo como poseían la cualidad infinita del iniciado, siendo magos en potencia, efectuaron grandes prodigios mágicos, no solamen­te introduciendo talismanes sagrados bendecidos por el Señor del Mundo y otras Jerar­quías del Sistema, sino porque sus vidas eran una constante irradiación de magia, y todos los magos son taumaturgos.

¿Qué implica para nosotros el término taumaturgo o la taumaturgia, esotéricamente hablando, sino el poder que tiene cualquier iniciado de curar con sólo la irradiación de su aura magnética? Y, ¿cómo puede irradiar esta paz, esta salud y esta potencia armónica si no ha descubierto y extraído desde el fondo de sí mismo la Paz de aquellos vacíos creadores que ha desarrollado, que ha impuesto a su naturaleza? El mismo hecho de la transmutación de los metales, conociendo el mago el Alkahest, el elemento primor­dial del cual son atraídos a la experiencia de la materia todos los elementos químicos que pueden existir en el Universo, conociendo aquello tan simple, aquello que es un espacio neutro completamente, aplicado inteligentemente a un átomo de plomo lo puede convertir en un átomo de oro. La forma más objetiva que conocemos de la transmutación química de un metal vil en oro es que manejando creadoramente los espacios intermole­culares que constituyen los organismos, las formas de la naturaleza, resulta claro que el mago puede a voluntad integrar o desintegrar la materia, y crear a voluntad cuerpos semejantes al nuestro y desvanecerlos en virtud de su propia voluntad y libre albedrío.

Es algo realmente importante que comprendamos esta cuestión, los ejemplos del pasado que todos seguramente habremos leído, singularmente en los libros esotéricos que están a nuestra disposición, es el darnos cuenta cómo se pudieron producir hechos tan real­mente mágicos como la creación o la construcción de las pirámides de Egipto. Una pie­dra de la base, semibase, y más arriba, casi a la cúspide, son de millones de kilos, son de muchas toneladas, suponiendo que hubiesen canteras, ¿cómo pudo construirse algo tan imponente y realizado con tanta perfección que el sillaje de las piedras, unas encima de otras, ajustasen tan perfectamente que no puede ponerse entre los intersticios una hoja de afeitar? Si no recurrimos a la magia, si no recurrimos a las fuerzas centrípetas y centrífugas que están dentro de cualquier tipo de materia, si no contamos con la inteligencia del mago que conoce el punto exacto en donde existe dentro de la piedra un espacio neutro, completamente neutro, y que a través de los moradores del espacio, las fuerzas angélicas que son las creadoras de la expansión cíclica de todo cuanto existe, la tendencia hacia Dios, y los devas que son los que constituyen la gravitación de los cuerpos, y que en virtud de que el mago a través de la clarividencia pueda darse cuenta dónde está el punto de equilibrio neutro, sólo falta que intensifique con su atención aquel punto neutro, para que la piedra sin perder su forma pierda su peso.

Estas son cosas para meditarlas científicamente, pues como decía anteriormente, no podemos hoy día hablar esotéricamente sin recurrir a la ciencia, y siendo conscientes de que la ciencia no ha llegado todavía a descubrir siquiera los átomos del cuarto nivel físico, el primer nivel etérico, lo supone, parece que existe. Se supone que existe una fuerza que llamamos electricidad, la utilizamos, pero, ¿cuál es su esencia?, ¿cuál es su naturale­za?, ¿acaso la luz que nos alumbra no es un espacio neutro, completamente neutro a pesar de su potencia?, ¿por qué tiene esta potencia?, porque la polaridad positiva y la polaridad negativa están en un perfecto equilibrio, no luchan entre sí, por lo tanto, la luz de la iniciación, la luz de la inspiración, la luz búdica, es lo que permite al mago utilizar, extender, desarrollar dentro de sí los espacios intermoleculares.

¿Qué es, mágicamente hablando, la redención?, ¿acaso la redención aunque sea de la materia, no es la introducción de luz dentro de la materia, dentro de cada compuesto atómico, dentro de cada célula, dentro de cada átomo?, ¿y qué pasará cuando todos los átomos sean radiactivos?, tendremos el cuerpo de un Adepto, el cuerpo emocional de un Adepto, que no precisa, pero que puede recuperar para trabajar en favor de la humanidad, o el cuerpo mental de un Adepto completamente vacío, porque viene de la inspiración de Dios y no contiene ninguna fuerza humana.

Mágicamente hablando, tenemos que distinguir, en virtud de la atención depositada en el estudio, la diferencia que existe entre la intención del mago, la idea que a través de sus zonas neutras logra invocar del espacio superior, el plano búdico, que llamamos idea, y llegar al fin a la mente concreta, con la multiplicidad de pensamientos. Pues bien, nosotros para ser magos tendremos que tener muy desarrollada la intención a través de la aten­ción, invocar ideas, invocar ideas en el sentido de que en virtud de los espacios neutros de nuestra propia naturaleza redimida podemos entresacarlas del plano búdico, y después dominar por selección natural y espontánea, el grupo de pensamientos que necesitamos para expre­sar aquella idea.

Digo intencionadamente el plano búdico, porque el plano búdico dentro de cualquier cuerpo planetario de nuestro Sistema cósmico es el centro de su propia evolución, en donde los tres aspectos superiores y los tres aspectos inferiores del hombre se equilibran, siempre será en el corazón, de ahí la importancia del Agni Yoga, que desarrolla el corazón de los seres humanos.

Dios es un ser humano excelso, a una increíble distancia de la nuestra, pero también tiene el deber de participar en la obra creadora de su Maestro, el Logos Cósmico, del cual depende y al cual sirve. Pues bien, el corazón de nuestro Sistema Solar está en el plano búdico, y si llega­mos, hablando quizá muy metafóricamente, al punto cero del plano búdico, nos encontra­remos en el cuarto nivel, o subplano, del plano búdico. Allí se halla la semilla del Alkahest, la energía primordial de la Creación, y cuando el Logos Solar está crean­do, está mágicamente expresando su voluntad o su intención, tiene la atención pura depositada sobre el Alkahest, la sustancia cósmica que se confunde con el espacio, es lo único que no tiene karma dentro de cualquier sistema, constelación o galaxia.

Y, naturalmente, todas estas cosas, aparentemente sabidas, contienen el secreto de nuestra propia realización. El día que pensemos con el corazón, por paradójico que parezca, entonces sabremos lo que es la magia. Ahora solamente pensamos con la mente, y a través de la mente estamos tratando de descubrir, porque la mente es ambiciosa, siempre está ávida de conocimientos, el corazón es estable, sabe sin esfuerzo y, por lo tanto, la magia debe ser realizada sin esfuerzo, precisamente porque surge del corazón.

Cualquier situación ambiental, cualquier problema, cualquier enfermedad pueden ser debidamente corregidas y curadas a través de la atención sobre cualquier espacio neutro que hayamos logrado descubrir. ¿Qué creen ustedes que hizo el gran médico Hipócrates, o Galeno, o cualquiera de los grandes maestros de medicina, si no trabajar mágicamente sobre los espacios neutros del cuerpo donde existía una alteración del principio de la polaridad, en donde la polaridad positiva y la polaridad negativa estaban en franco dese­quilibrio? Entonces, el mago, el médico, realmente el hombre preparado para curar, se limitaba con apoyo de la luz invocada de su propio ser a introducir su armonía dentro de aquella zona conflictiva, corregía aquella incorrección, por decirlo concretamente, porque donde existe una alteración de la polaridad forzosamente hay un desequilibrio, y el desequilibrio puede ser físico, puede ser astral y puede ser mental, hablando sólo de las zonas que conocemos de nuestra personalidad psicológica.

Es decir, que todo cuan­to hemos venido diciendo sobre el espacio, que es multidimensional, multimolecular y multigeométrico, adoptando la divisa de que todo es igual, lo de arriba y lo de abajo, y considerando el espacio como una entidad, podemos decir que son tres cuerpos dentro de aquello que no vemos que es el espacio, porque espacio es aquello que nos separa y, sin embargo, permite nuestra interrelación. Sin el espacio no podríamos comunicarnos, no existiría el propio pensamiento, no existirían los deseos, no existiría la actividad física, por el espacio nos intercomunicamos porque la dimensión es una entidad, todas las moléculas del espacio reunidas constituyendo lo más simple y lo más puro que se conoce, que es el Alkahest, que es el elemento primordial, y todas las formas que vemos en el espacio siempre son expresiones de esta entidad que los mantiene, por decir­lo de alguna manera, en suspensión, y, sin embargo, el espacio que lo contiene todo es puro en su esencia, como pura es la mujer antes y después del nacimiento de su hijo, hay que darse cuenta de esta verdad, atribuida solamente a la Virgen María, hablamos de cosas cósmicas, no de cosas vulgares, de cosas de la personalidad, estamos hablando de la Virgen Naturaleza, de la Virgen Espacio, cuyas matrices están abiertas a todo afán de conquista de la propia singularidad.

Al darnos cuenta de esta gran verdad es cuando empezamos a pensar correctamente, a sentir en forma natural, sin estridencias, y a mantener el cuerpo de acuerdo con aque­llo que pensamos y sentimos. El cuerpo no tiene un principio establecido, lo tuvo en el pasado universo, ahora no, ahora el paso inmediato del ser humano es controlar la naturaleza emocional, descubrir el elemento cero dentro del cuerpo emocional, y después darse cuenta de que la mente tiene un punto cero donde no existe gravitación ni expan­sión, es la ley inmutable de la creación, es el elemento de la magia organizada, y trasladar la conciencia a todo cuanto sabemos, esotéricamente hablando, aplicando siempre el principio de la analogía, y darnos cuenta de todo cuanto existe siempre se producirá a base de tres elementos: la intención, la idea y la forma geométrica.

Así de un átomo como de un Arcángel, siempre es lo mismo, variarán las formas, los arquetipos más o menos sublimes, variará la naturaleza de las cosas, sólo algo debe quedar siempre permanente, y este es el HOMBRE, con mayúsculas, éste somos nosotros.

Y darse cuenta también que el punto cero de la mente lo estamos creando con la atención. Si se está muy atento la mente no está dispuesta al discurso, no se presta al juego engañoso de las ilusiones ambientales, porque lo primero que aprende el iniciado es a pensar con pro­piedad y con justicia, y esto solamente puede hacerlo en esta 4ª Ronda dentro de la cual estamos todos ubicados, a través de esta fuerza tremenda que ha logrado descubrir y desarrollar, y le permite seguir adelante el proceso de elaboración de los pensamien­tos de acuerdo con una idea pura y abstracta, la cual a su vez viene insuflada por los vientos de la intuición, por la razón pura del plano búdico. Dense cuenta cuando estamos hablando aquí psicológicamente, hablando de la necesi­dad de estar atentos.

Si nos diésemos cuenta que la atención es la base de la magia, es la búsqueda y el descubrimiento de los espacios intermoleculares o intermedios de nuestra propia naturaleza humana. Por agravitación constante nos elevamos, ascendemos, adquirimos las sucesivas iniciaciones, y esto es lo que estamos haciendo aquí, sin darnos cuenta, en virtud de la atención, nos estamos autoiniciando en misterios. Misterios que no son revelados objetivamente pero están ahí. El día que podamos mantener la atención serena sólo una hora, que es el tiempo adjudicado a los justos, sabremos lo que es realmente el punto cero, el punto de equilibrio, y sabremos también de la fortale­za de nuestro espíritu, este espíritu que nos galvaniza, que nos instruye, que nos permite seguir adelante venciendo todos los obstáculos que encontramos en nuestro camino.

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