Coronavirus (2) entre el amor y el control

José Contreras

Coronavirus (2) entre el amor y el control

Introducción

En esta experiencia que estamos viviendo a nivel mundial hay algo común: las relaciones familiares han tenido que sufrir cambios que no habían sido imaginados.

Las ciudades se han quedado solitarias y los ciudadanos están confinados en los hogares. Las tensiones que ya existían en las familias, ahora se han subrayado. Son 24 horas juntos cada día, sin posibilidades de escape para ir a la escuela, para ir a trabajar o para visitar a los amigos. Ya no tenemos excusas para no ver los problemas familiares.

Uno de estos problemas es el control que alguien les impone a los demás. Esa persona siempre lo ha hecho, pero se habían aprendido mecanismos para sobre llevarlo. Ahora surge una situación inesperada y se imponen nuevas reglas. La situación de control social se refleja en cada familia.

Esta es una ocasión única para conocernos mejor. Tanto la persona que controla como los que se sienten controlados tienen que llegar a nuevos acuerdos. La situación se puede agravar o puede ser la oportunidad para responder de una forma nueva. La oportunidad para crecer todos juntos y para comprender que podemos aprender a respetarnos como familia y como individuos.

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Las ciudades se han quedado solitarias y los ciudadanos están confinados en los hogares.

Coronavirus: entre el amor y el control

Coronavirus y exceso de control

Algunas personas se quejan porque no resisten el control que están viviendo. Han surgido nuevas normas que nadie había imaginado que se podrían imponer a nivel mundial.

Este exceso de control no es solo de parte de los gobiernos nacionales y locales que quieren decirle a la gente como tienen que conducirse en esta nueva situación. No es solo de los medios de comunicación que tratan de culpabilizar al ciudadano si no actúa con sobreprotección en el cumplimiento de las normas impuestas por el Estado.

Control en la familia

También se expresan dentro de la familia en la que uno o varios miembros tratan de decidir qué es lo que hay que hacer en la casa con relación a la pandemia. Tratan de organizar todas las actividades que se realizan. Los tiempos de descanso, los tiempos de hacer tareas domésticas, los tiempos de hacer las tareas escolares. Los procedimientos para ir de compras. Los pasos a seguir al regresar a casa.

Es cierto que la situación exige prudencia y cuidados que antes no eran necesarios antes del coronavirus. Sin embargo, las personas que están acostumbradas a sentirse responsables por los demás podrían reforzar esas tendencias, sin darse cuenta que les están amargando la vida a sus familiares o vecinos.

En los que somos controladores existe una fuerte tendencia a mostrar que somos más capaces que los demás. Esto nos puede llevar a imponerles a los demás lo que deben hacer o a hacer las cosas que les corresponden a ellos porque «nosotros las hacemos mejor». Es cierto que este es un problema anterior a la pandemia, pero en momentos de crisis las conductas erróneas se hacen más visibles.

También en momentos de crisis puede surgir lo mejor de nosotros mismos.

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También en momentos de crisis puede surgir lo mejor de nosotros mismos.

Nos consideramos los motivadores de los demás. Pero debemos preguntarnos hasta qué punto estamos intentando que ellos sean lo que nosotros queremos que sean.

Educadores o dictadores

¿Somos educadores o somos dictadores? El que educa permite que el otro se desarrolle. El que impone impide que el otro sea quien realmente es.

Este momento de crisis puede ser una ocasión ideal para aprender a convivir.

Hay algunas normas que las enseñamos porque son útiles para el trabajo en equipo o para la comunicación con otras personas. Es lo que se llama el proceso de socialización o también aprender a vivir en sociedad.

Lo que se quiere enfocar en este artículo no es la importancia de las reglas, que son necesarias, sino sobre la necesidad que podemos tener de controlar a los demás. Debemos aprender a escuchar cuando los demás familiares tratan de decirnos que no les dejamos espacio para ser ellos. La idea es revisar cual es la motivación nuestra y cuáles son las emociones relacionadas con esa actitud.

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El que impone impide que el otro sea quien realmente es.

¿Por qué controlamos?

Una de las razones para controlar a los demás es la de decirnos que los demás son dignos de lástima y por eso debemos protegerlos. Esto nos puede llevar a solucionarles los problemas sin que ellos nos lo hayan permitido. Una de las consecuencias es que nos traigan sus problemas para que se los solucionemos. Que nos entreguen sus responsabilidades.

Otra razón es la de creer que ellos no lo pueden hacer bien. Tomamos sus responsabilidades y aunque ellos protesten porque lo quieren hacer a su manera, les decimos que son malagradecidos. Les estamos haciendo la tarea y encima se molestan.

Otra expresión de este control es dejarlos hacer la tarea a su manera pero sin darles el apoyo necesario, para luego declarar con aire triunfal que no pueden hacer nada sin nuestro apoyo.

¿Qué nos mueve?

Tenemos que revisar que es lo que nos mueve a actuar de esa forma.

Este problema puede estar reforzado por el miedo a enfermarnos. Ahora tenemos más argumentos para obligarlos a respetar nuestras reglas.

Ya hemos señalado que una de las dificultades al tratar a los demás como menos habilidosos es que ellos lo acepten y nos deleguen sus responsabilidades. Esto no ocurre necesariamente por mala intención, sino como una forma de asentir y también porque aprenden que en realidad no son capaces de hacerlo bien.

Una de las dificultades al tratar a los demás como menos habilidosos es que ellos lo acepten y nos deleguen sus responsabilidades.

Estos son problemas que los que somos controladores tenemos que superar y también los que padecemos el control. Comencemos por los controladores.

Pero quien toma esta actitud protectora también tiene que revisarse y superar su problema. La pregunta es porque quieres mostrarte como más capaz y porque quieres ser el héroe o la heroína de la película. De alguna manera quieres que tus allegados sean tus mascotas. ¿Qué está pasando en ti?

Es posible que esa conducta no fuese tan evidente antes de la pandemia. Sin embargo, si surge es porque estaba allí, agazapada, pero estaba allí.

 

La primera pregunta es ¿Por qué crees que no hay espacio para ti?

La segunda ¿Por qué crees que no tiene capacidad para triunfar?

La tercera ¿Por qué consideras que nadie quiere escucharte?

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La primera pregunta es ¿Por qué crees que no hay espacio para ti?

Estas preguntas pueden parecer sin sentido a primera vista. Pero si quieres quitarle algo a otro, es porque piensas que te hace falta.

Le quitas el espacio a los demás, porque crees que no hay suficiente espacio para ti.

No dejas que los demás triunfen, porque sientes que no puedes triunfar. Si los demás tampoco triunfan estás justificado.

No los escuchas porque no hay quien te preste atención. Todo tiene que ganártelo a la fuerza. O ellos o tú.

Tal vez te estas exigiendo demasiado. Por atender a los demás, no estas dejando espacio para ti. Tienes que escucharte. ¿Qué quieres hacer?

 

Es muy posible que esta cuarentena sea el tiempo para revisar porque no te sientes bien contigo. Una solución externa es la de dejarle más espacio a los demás, reconocer los pequeños triunfos que ellos logran y prestarle a tención a lo que no se atreven a decirte.

Luego viene la solución interna. Darte más espacio. Reconocer los logros que has logrado en la vida y prestarle atención a esas necesidades que no te atreves a expresar, porque piensas que no las vas a satisfacer.

El coronavirus nos ayuda a conocernos

En estos momentos de crisis no solo surgen los problemas que estaban presentes pero ocultos, sino que también es el tiempo para conseguir las soluciones que no se podían ver. En los tiempos de crisis, cada uno se tiene que abrir a nuevas perspectivas. Incluso el que por el miedo se quiere apegar al pasado, llega un momento en que tiene que aceptar que tiene que estar dispuesto a las nuevas soluciones.

Da el primer paso. Cuando uno cambia los demás se abren. Sobre todo en tiempo de crisis.

No esperes a que pase la crisis para cambiar. El tiempo siempre es ahora. Todo lo que hagas ahora tendrá permanencia. Esto no es solo verdad en tiempo de crisis, pero en las crisis es más evidente. El mundo será otro. El mundo será lo que nosotros hagamos de él. Si no hacemos nada, el mundo cambiará sin nosotros y nos dará un espacio que no elegimos. Si hacemos algo nuevo. Ese espacio será nuestro.

Por esta razón debemos dejar de negarles a los demás lo que creemos que no tenemos ni podremos tener. Comencemos con nuestro humor. La amabilidad en medio de la crisis siempre se agradece. Ser amables con los demás es como bañarnos en una fuente de agua fresca.

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La amabilidad en medio de la crisis siempre se agradece.

Vamos a perdonarnos todos los errores que hemos cometido. Eso no nos quita nuestra responsabilidad, pero ser responsables es aceptar que los demás también pueden cometer errores y aprender de ellos. Si alguien aprende, ya se hizo responsable.

Es posible que en la familia y en medio de esta cuarentena haya relaciones que son muy tensas y que no podemos resolver. No importa. Tratemos de ser amables. Si el otro no cambia ahora, ya hemos sembrado la semilla para que un día se haga consciente. Todo lo que hacemos tiene influencia. Tal vez no podamos ver cómo crece lo que hemos sembrado.

Por eso también debemos ser amables con nosotros mismos. Es muy posible que nuestro carácter no se desarrolle en la línea que queremos. Pero ya lo hemos sembrado. Dejemos que con el tiempo esas semillas se conviertan en realidades. En amor, en felicidad, en salud, en paz.

Aprendamos a dar gracias por esta crisis. Descubramos todas las oportunidades que se nos ofrecen. Esos errores que surgen en forma agravada en este confinamiento, nos pueden dar pistas sobre aquellas áreas en las que podemos crecer para ser felices.

Ese malestar que nos produce el estar tanto tiempo con las mismas personas nos puede hacer conscientes del malestar que tenemos con nosotros mismos. De igual manera ocurre con las soluciones. Cuando buscamos mejorar las relaciones con nuestros compañeros de la familia, vamos a descubrir cómo podemos mejorar las relaciones con nosotros mismos.

Los que «sufrimos» el control

Ahora pasemos a la situación de los que “padecemos” el ser controlados.

Podemos ver también el proceso complementario. El de aquellos que sufren la influencia de quien es un controlador. En esta situación de coronavirus el drama aumenta. Si antes se sentía la tensión en el hogar y se despejaba al ir a otros ambientes como la escuela o el trabajo, ahora es un proceso de 24 horas.

Podemos recordar la imagen de los puercoespines (presentada por Schopenhauer) que en medio de un frío invierno se acercan para calentarse mutuamente, pero debido a que se hacen daño con las espinas, se tienen que alejar. Viven en ese juego de acercarse para calentarse, por que hace frío y de alejarse por que se hieren.

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Recordar la imagen de los puercoespines que en medio de un frío invierno se acercan para calentarse mutuamente, pero debido a que se hacen daño con las espinas, se tienen que alejar

Con esta imagen podemos ir más lejos. Un puercoespín podría decir que los demás le hacen daño, cuando él solo quiere cercanía. Sin embargo, él es parte del problema.

La persona controladora limita la libertad de sus “controlados”, pero ella misma se siente parte de quienes no tienen control. Algo similar podemos decir de quienes sufren la presión del controlador. Ya hemos dicho que una respuesta es la de dejar que el controlador realice toda la tarea.

La comodidad de los subestimados

Al final, también es muy cómodo para el afectado actuar como inválido. Si no lo dejan actuar, pues no actúa. Aquí también hay falta de amor sí mismo. Es cierto que no le dan espacio para hacer lo que cree que debe hacer, es cierto que no creen en su capacidad de hacer las cosas bien y además no lo escuchan. Pero si esta persona o estas personas quieren salir de esta situación deben aceptar que son muy cómodas.

Ha habido casos en que a jóvenes a los que les prohibían estudiar y les obligaban a hacer trabajos fuertes, se las arreglaron para aprender a leer y a escribir. Lo hacían a escondidas. En otras palabras. Siempre podemos aprender. Podemos hacer lo que en realidad queremos y tener pequeños éxitos.

El coronavirus cambia la relación

Esta pandemia del coronavirus ofrece unas posibilidades inesperadas. Hasta el momento la persona controladora tenía todo el control. Existían normas que ya estaban asimiladas y que nadie discutía. Pero ahora que todos estamos 24 horas en la casa, muchas de esas normas pierden su lógica.

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Ahora que todos estamos 24 horas en la casa, muchas de esas normas pierden su lógica.

La hora de levantarse se modifica. Las presiones en la mañana, donde cada uno tiene su momento de indignación por las exigencias, desaparecen. Ya no hay diferencias entre los fines de semana y los demás días.

En estas condiciones es más fácil hacer actividades para todos sin que eso moleste. Podemos tomar días para limpiar el cuarto. Podemos ayudar a cocinar, inventar momentos para jugar.

La persona que tenía todo el control, ya no lo tiene. Incluso, como los puercoespines, ahora quiere momentos para estar sola. Los demás también quieren momentos para estar aislados. Se pueden hacer acuerdos novedosos.

Quienes se sentían invadidos y por eso tomaban una actitud de dejar que los demás hicieran las tareas pueden continuar con la misma actitud anterior, ahora tienen que hacerse responsables por su conducta. Podrán excusarse en que esa es una costumbre que no pueden cambiar. Sin embargo, han cambiado tantas cosas que ahora tienen que inventar otra excusa.

Es muy conveniente ser flojo. Es muy conveniente ser débil. Es muy conveniente que nadie lo quiera escuchar a uno. Al final uno no se hace responsable de nada.

Pero no hacer nada durante un tiempo indefinido es agotador. Llega un momento en que tenemos que tomar alguna responsabilidad. Hay que decidir cuándo colaborar y cuando tomar tiempo para estar solo.

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Hay que decidir cuándo colaborar y cuando tomar tiempo para estar solo.

Así que tanto los controladores como los controlados tienen que revisar sus conductas y conocerse un poco mejor. La mala relación que antes les era conveniente, ahora no funciona. Las relaciones familiares se tienen que reconstruir y cada uno tiene que jugar para conformar relaciones diferentes.

Todos para uno y uno para todos

Los temas de conversación han cambiado. Todos tienen que defenderse de un enemigo externo. Un enemigo invisible. Que en un momento puede ser un virus, en otro una decisión del Estado. Incluso puede ser el comercio que no ofrece los mismos servicios que antes.

El enemigo puede ser que los adultos se queden sin empleo. Puede ser que los niños no saben cómo responder las tareas escolares y los padres tampoco tienen las respuestas. El enemigo puede ser un profesor que está exigiendo temas que no ha explicado.

Ahora todos se descubren en un mundo diferente al que tienen que enfrentar juntos. La relación controlador – controlados ya no funciona. Ahora se miran a los ojos y saben que cada uno es indispensable. Cada uno es importante. Todos son héroes en algo. Todos son dependientes en algo.

Cuando uno se deprime alguien tiene que animarlo. No se pueden permitir ser víctimas todos al tiempo. Aquella frase divertida “todos para uno y uno para todos” se ha convertido en un hecho muy serio. De tanto estar juntos los puercoespines han comenzado a perder las espinas.

Este es el gran milagro de las crisis. Hacer surgir los problemas que estaban ocultos. Hay que ver el monstruo cara a cara. Cada uno tiene que redefinir su propia vida. Cada uno descubre que su solución afecta a toda la familia.

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Ahora se miran a los ojos y saben que cada uno es indispensable.

Es posible que no todas las conductas sean amables, pero son conductas diferentes a las acostumbradas. También las reacciones son diferentes. Sobre todo cada uno comienza a reflexionar sobre lo que quiere del futuro. Se comprende que el futuro no es gratuito. El futuro se crea en el presente. Nadie sabe quién es realmente el enemigo, pero ahora si saben quiénes son los amigos.

Algún día, después del coronavirus, se van a separar. Los hijos se van y los padres harán su vida sin ellos. Habrá muchos cambios que no se pueden adivinar. Pero algo quedará en firme. Las relaciones familiares ya no serán las mismas.

Así como la estructura familiar cambió después de las guerras mundiales (Por ejemplo, la mujer cambió su función en la sociedad) de igual manera las familia va a cambiar para siempre. ¿En qué dirección? En la dirección que le de cada familia, cada comunidad, cada país.

Solo quienes de manera activa se esfuercen para producir cambios podrán decir que ellos fueron parte de la historia. Si alguien se resiste a cambiar, tendrá que decir que la historia lo arrastró a un camino que no decidió. Es decir, los primeros impondrán sus motivos y los segundos se dejarán llevar por las motivaciones que impusieron los primeros.

Solo quienes de manera activa se esfuercen para producir cambios podrán decir que ellos fueron parte de la historia. Si alguien se resiste a cambiar, tendrá que decir que la historia lo arrastró a un camino que no decidió.

En síntesis: el coronavirus entre el amor y el control

Hay un mundo que cambió y que nos exige modificar nuestra conducta para adaptarnos a la nueva realidad. Sin embargo, la manera en que el mundo se presente en el futuro será la que estamos creando en este momento.

Estábamos acostumbrados a una manera de ser. Las reglas estaban definidas. Pero el tablero se modificó. Ahora tenemos que crear nuevas reglas.

Esto implica que las relaciones sociales van a cambiar y de manera especial las relaciones dentro de la familia. Estamos cara a cara durante 24 horas. Algo impensable hace apenas un año.

Además, la crisis nos obliga a reconocernos. Los seres humanos nos agrandamos ante las crisis. En esos momentos reconocemos una fuerza que desconocíamos.

Teníamos ciertos roles que ya habíamos definido. Éramos los todopoderosos  que teníamos soluciones para todo o éramos los que tenían que aceptar las imposiciones. Ninguno estaba contento con la función que cumplía, pero las cosas funcionaban así.

Ahora tenemos que revisar nuestras funciones en la vida. Estamos en un tiempo en que podemos cambiar y en que vemos que los demás también están cambiando. Esta decisión o es solitaria. Podemos hacerla en familia.

Todos saldremos ganando. Al final el nuevo mundo será nuestro y reconoceremos que hemos participado en su reconstrucción. Ha comenzado la postguerra. Construyamos una estructura familiar más humana.

 

Al final el nuevo mundo será nuestro y reconoceremos que hemos participado en su reconstrucción. Ha comenzado la postguerra. Construyamos una estructura familiar más humana.

El problema familiar es más profundo de lo que podemos creer. Anna Bonus Kingsford lo presenta en su sueño 5 de manera muy dramática. Les sugiero su lectura.

bibliografía relacionada

 

 

José Contreras redactor y traductor en la gran familia de hermandadblanca.org

 

Sugerencias de enlaces

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Los misterios de los Arcanos Mayores

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